Isak se doctora en el derbi vasco
Salió en el minuto 54 y revolucionó un derbi muy feo ante el Athletic entre los semifinalistas de Copa. Expulsión de Muniain, al que se le fue la cabeza ante Oyarzabal
Alfonso Herrán
As
La Copa restaba foco al derbi del Reale Arena, pero ahí estaba Isak para ponerse al frente de los tambores y aliarse con Portu en una sociedad diabólica. Este chico va para figura. Su clase es tan grande que ahogó cualquier posible debate con Willian José. La gente sólo se acuerda del sueco de sus amores. Un pulso con la rivalidad de Real Sociedad y Athletic siempre acaba encontrado puntos de interés. Y fricción. “Nos vemos en La Cartuja”, pudieron desearse al final. En ese caso, el primer golpe lo han dado los donostiarras en el choque de las rotaciones.
Garitano planteó un tiempo de barreneros y luego el resto con una orquesta más afinada para tratar de sacar el triunfo. La Real empezó con más ganas de tener el balón, se le veía frescura, una marcha más. Merino movía la tropa con enorme soltura. La propuesta visitante era de un fútbol desaliñado, sin nadie con derecho a fardar que no fuera de la zona de atrás. Unai Simón, el único con encanto. Los leones quisieron hacer un partido feo, áspero, tipo Getafe ahora que está tan de moda el factor Bordalás. Todos se empleaban como vietnamitas en un duelo que querían abrasivo. El primer tiro bilbaíno fue en el minuto 23, un disparito de Kodro a las manos de Remiro. Lo suyo era más la intendencia, las peinadas, compañero de fatigas de un Villalibre que empezó a poner en funcionamiento su esqueleto y ante su ímpetu caían jugadores txuri-urdin como bolos.
En el último tramo del primer tiempo tuvo más llegada el Athletic, se sacudió algo la presión. Era un derbi más feo que un bulldog masticando una avispa, que diría Chiquito. El caso es que con tal estridencia y ante la sinfónica de Imanol, los que más dispararon a puerta eran los rojiblancos: dos, por uno de los dueños del campo. Sí, porque Ibai no le dio bien en una ocasión clara. Se resbaló antes porque en la primera parte parecía que estaban jugando sobre hielo.
Garitano fue metiendo la artillería pesada tras el descanso según el plan trazado en sus noches en el cuartel en el que diseña la estrategia para ganar la Copa (aunque dice que él duerme ocho horas, no como el insomne Imanol). Los cambios, que llegaron en cascada, modificaron todo el panorama. Isak se doctoró desde el minuto uno. Se mueve por el área como un bailarín sobre la pista. Sus carreras y sus diabluras pusieron en evidencia a la zaga visitante, que echó de menos la contundencia y experiencia de Íñigo Martínez en este tramo. El sombrero a Yeray con una pierna y chut con otra lo podía firmar Messi.
Los recambios entraron pronto y entre ellos no estaba Aduriz, que no pudo despedirse de su ciudad en el verde. Estaba cómodo el cuadro bilbaíno hasta que salió Isak a agitar un avispero. Beñat andaba blando cuando crecía la revuelta. Cuando todo hacía indicar que la Real firmaría el segundo por pura inercia, Muniain robó la cartera a Guevera y filtró un pase perfecto a Williams, que se había despistado en una jugada previa en la que no levantó la cabeza y malogró un contraataque. Nueve goles lleva ya.
La conexión Iñaki-Iker es letal. Pero la sociedad Portu-Isak aún fue más dañina. El sueco remató su gran mediodía con un buen gol para hacer justicia. Después se le fue la cabeza a Muniain, que hizo una durísima entrada a su amigo Oyarzabal. Se dio cuenta y pidió disculpas. Tendrá castigo pero en Liga no en las semifinales de Copa ante el Granada. Era la impotencia. Llevan ocho partidos sin ganar. Y eso pesa. Pero seguro que se olvida el miércoles.
Alfonso Herrán
As
La Copa restaba foco al derbi del Reale Arena, pero ahí estaba Isak para ponerse al frente de los tambores y aliarse con Portu en una sociedad diabólica. Este chico va para figura. Su clase es tan grande que ahogó cualquier posible debate con Willian José. La gente sólo se acuerda del sueco de sus amores. Un pulso con la rivalidad de Real Sociedad y Athletic siempre acaba encontrado puntos de interés. Y fricción. “Nos vemos en La Cartuja”, pudieron desearse al final. En ese caso, el primer golpe lo han dado los donostiarras en el choque de las rotaciones.
Garitano planteó un tiempo de barreneros y luego el resto con una orquesta más afinada para tratar de sacar el triunfo. La Real empezó con más ganas de tener el balón, se le veía frescura, una marcha más. Merino movía la tropa con enorme soltura. La propuesta visitante era de un fútbol desaliñado, sin nadie con derecho a fardar que no fuera de la zona de atrás. Unai Simón, el único con encanto. Los leones quisieron hacer un partido feo, áspero, tipo Getafe ahora que está tan de moda el factor Bordalás. Todos se empleaban como vietnamitas en un duelo que querían abrasivo. El primer tiro bilbaíno fue en el minuto 23, un disparito de Kodro a las manos de Remiro. Lo suyo era más la intendencia, las peinadas, compañero de fatigas de un Villalibre que empezó a poner en funcionamiento su esqueleto y ante su ímpetu caían jugadores txuri-urdin como bolos.
En el último tramo del primer tiempo tuvo más llegada el Athletic, se sacudió algo la presión. Era un derbi más feo que un bulldog masticando una avispa, que diría Chiquito. El caso es que con tal estridencia y ante la sinfónica de Imanol, los que más dispararon a puerta eran los rojiblancos: dos, por uno de los dueños del campo. Sí, porque Ibai no le dio bien en una ocasión clara. Se resbaló antes porque en la primera parte parecía que estaban jugando sobre hielo.
Garitano fue metiendo la artillería pesada tras el descanso según el plan trazado en sus noches en el cuartel en el que diseña la estrategia para ganar la Copa (aunque dice que él duerme ocho horas, no como el insomne Imanol). Los cambios, que llegaron en cascada, modificaron todo el panorama. Isak se doctoró desde el minuto uno. Se mueve por el área como un bailarín sobre la pista. Sus carreras y sus diabluras pusieron en evidencia a la zaga visitante, que echó de menos la contundencia y experiencia de Íñigo Martínez en este tramo. El sombrero a Yeray con una pierna y chut con otra lo podía firmar Messi.
Los recambios entraron pronto y entre ellos no estaba Aduriz, que no pudo despedirse de su ciudad en el verde. Estaba cómodo el cuadro bilbaíno hasta que salió Isak a agitar un avispero. Beñat andaba blando cuando crecía la revuelta. Cuando todo hacía indicar que la Real firmaría el segundo por pura inercia, Muniain robó la cartera a Guevera y filtró un pase perfecto a Williams, que se había despistado en una jugada previa en la que no levantó la cabeza y malogró un contraataque. Nueve goles lleva ya.
La conexión Iñaki-Iker es letal. Pero la sociedad Portu-Isak aún fue más dañina. El sueco remató su gran mediodía con un buen gol para hacer justicia. Después se le fue la cabeza a Muniain, que hizo una durísima entrada a su amigo Oyarzabal. Se dio cuenta y pidió disculpas. Tendrá castigo pero en Liga no en las semifinales de Copa ante el Granada. Era la impotencia. Llevan ocho partidos sin ganar. Y eso pesa. Pero seguro que se olvida el miércoles.