El Madrid se asoma al abismo

El equipo de Zidane se puso por delante sin merecerlo y se vio atropellado después por la reacción del City, empujado por un árbitro con dos varas de medir.


Luis Nieto
As
Fue un sube y baja en el que el Madrid acabó en el arcén, ya seriamente amenazado de marcharse de la Champions en octavos por segundo año consecutivo. El suelo se vino abajo bajo sus pies en un final desastroso, ante un árbitro italiano, Orsato, con dos varas de medir. Obvió un leve empujón a Ramos que le dio el 1-1 al City y le mostró la roja al central por otro de la misma intensidad a Gabriel Jesús. Ni la justicia estuvo de parte del Madrid, cuyo juego tampoco mereció más.



No hubo enmienda a la totalidad, pero Zidane dejó fuera a Kroos y a Bale en favor de Isco y Vinicius. Fue un once a favor de obra y de público, porque el malagueño tiene más gol que el alemán y porque el galés hace tiempo que ha incurrido en administración desleal de su talento. También tuvo una intención estratégica: imaginó un City muy territorial, servido al gusto de Guardiola, tolerando el juego al espacio. Y ahí la velocidad de Vinicius es un cuchillo. Pero el partido no fue por ahí. El Madrid tuvo más pelota de lo esperado y el brasileño, menos campo libre del que presumía.

A cambio, Guardiola, al que el Bernabéu siempre verá blaugrana dirija lo que dirija, se dejó 41 goles en el banquillo (21 de Agüero y 20 de Sterling) para darle vigor al equipo, con futbolistas (Mahrez o Gabriel Jesús) menos posicionales y más predisposición a entorpecer la salida de pelota del adversario. Una batalla táctica que siguió a las ofrendas florales entre ambos entrenadores de la víspera. El inicio no estuvo a la altura del intercambio de elogios. Resultó sosote.

El City pinchó en esa recuperación rápida, el alfa de manual Guardiola, y tardó en llegar al altar de Courtois, aunque el paso de los minutos le fortaleció. Y el Madrid, que combinaba el juego largo y corto, fue a menos en su camino al área. Lo último que se sabía del equipo en ataque es que cuando se le agotaban las ocurrencias se justificaba metiendo centros a granel al área sin ningún aprovechamiento porque huido Cristiano, empequeñecido Bale y desaparecido Jovic, nadie se pone a esos envíos.

Y, sin embargo, la gran ocasión del Madrid antes del descanso llegó producto de ese juego perverso del balón colgado al área. La puso Mendy, cabeceó picado Benzema, rechazó Ederson y aumentó Vinicius su leyenda de pistolero de feria desperdiciando el rechace. Antes había tenido una ocasión del mismo tamaño Gabriel Jesús, cuyo remate a quemarropa sacó Courtois, necesitado de relimpiar su nombre. No hubo que indagar mucho para concluir que el peligro del City estaba en las diagonales del brasileño y en De Bruyne, un arquitecto mayúsculo, en el juego posicional y a la contra. Al filo del descanso volvieron los ingleses a tener el gol, en remate de Mahrez que salvaron por partes Ramos, Casemiro y Valverde.

Quedó, en cualquier caso, la impresión de que ninguno quiso ser el primero en equivocarse. El City, porque pensó en Manchester. El Madrid, porque juntar a Casemiro y Valverde, que se han vuelto a adictivos, le da al equipo resistencia y le quita sorpresa. La segunda mitad acentuó el aparente derrumbe del Madrid, con tres ocasiones consecutivas del Mahrez, dos arruinadas por Courtois. Y ahí, en el abismo, como tantas veces en este torneo agónico que ha hecho del Madrid una leyenda, Vinicius le limpió una pelota a Rodrigo, que regaló más de lo que le conviene a un jugador de su posición, y le regaló el gol a Isco. Para entonces calentaba en la banda Bale, relevo de uno u otro.

Y entonces el Madrid se emocionó como suele con la Champions, competición de la que se considera patrono y benefactor y que suele henchir sus velas. Ramos tuvo el segundo, el Bernabéu se echó a la calle, pero el City, que se había ido, volvió y empató en jugada al filo del VAR. Gabriel Jesús le puso las manos en la espalda a Ramos antes de rematar a la red. El gol lo inventó De Bruyne y lo validó Orsato. Y con la cabeza perdida, Carvajal le hizo un penalti a Sterling que transformó el belga y Ramos vio la roja. El Madrid cuelga del precipicio.

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