El ansia de cambio en Irlanda redime al Sinn Féin de su oscuro pasado
Los ciudadanos acuden este sábado a votar hastiados con el bipartidismo tradicional y las desigualdades sociales
Rafa de Miguel
Dublín, El País
Paul Quinn tenía 21 años cuando una decena de matones vinculados a la organización terrorista IRA le encerraron en un establo y le apalearon durante media hora con barras de hierro hasta que no quedó un hueso intacto del cuello para abajo. Murió a las pocas horas, pero su fantasma ha resucitado 13 años después para perseguir al Sinn Féin (Nosotros mismos, en celta) cuando parecía que este partido había logrado reinventar su reputación. Sus propuestas sociales han calado en una generación de irlandeses que apenas recuerda, un cuarto de siglo después, las décadas de terror. El último sondeo electoral de The Irish Times sobre los comicios que se celebran este sábado sitúa en primer puesto, con un 25% de apoyos, al que para muchos sigue siendo "el brazo político del IRA".
"Yo ya tengo 61 años y no voy a olvidar. Recuerdo perfectamente el horror y nunca votaré al Sinn Féin. Pero es cuestión de ser realistas. Si tienes 20 ó 30 años solo recuerdas el Sinn Féin del Proceso de Paz [el Acuerdo del Viernes Santo se firmó en 1998]", explica Fintan O´Toole. Escritor y crítico literario, su libro Un Fracaso Heroico (Ed. Capitán Swing) sobre el Brexit ha radiografiado desde la distancia los sueños imperialistas que han llevado a Inglaterra a romper con la UE. Y sin embargo, no le sorprende que un acontecimiento dramático que ha ocupado gran parte del mandato del actual Gobierno irlandés haya desaparecido de la discusión electoral. "Es la gran ironía de Leo Varakdar [el actual primer ministro]. Se negoció bien. El Gobierno fue muy eficaz. Construyó consenso con otros partidos. Y evitó la amenaza de la frontera dura entre las dos Irlandas. Desaparecida la amenaza, los electores han vuelto a fijarse en los problemas del día a día y en el duopolio que gobierna este país desde hace casi 100 años", dice O´Toole.
Fianna Fáil (FF, Soldados del Destino) y Fine Gael (FG, La Tribu de los Irlandeses) son la herencia de la Guerra Civil que siguió a la separación del Imperio Británico, y se reparten el poder desde hace un siglo. Hoy gobierna el FG de Varakdar gracias a un pacto de legislatura con su rival. "Los que lo saben no necesitan preguntar, y los que lo preguntan no lo entenderán nunca", dijo una vez Jackie Healy-Rae, un político histórico del FF, cuando le preguntaron las diferencias entre uno y otro. Como el peronismo en Argentina, las lealtades se heredan sin pensar demasiado, y el apoyo es más visceral que meditado. FF es más populista. Aspira al centro izquierda. FG es más liberal, pretendidamente urbano. En los años noventa acumulaban entre ambos el 80% de los votos. Hoy no llegan al 40%. Al primero lo destrozó la crisis económica. El fin del sueño del Tigre Celta, cuando un pequeño país de cuatro millones y medio de habitantes en el extremo occidental de Europa se convirtió en El Dorado. Al segundo, la pobre gestión de una recuperación que ha hecho crecer de un modo lacerante las desigualdades sociales.
"El mayor factor de estas elecciones es, sin duda, un deseo de cambio en muchos votantes", cuenta Pat Leahy, el redactor jefe de Política en The Irish Times. Y el problema número uno para todos ellos se llama vivienda. "Se produce este curioso fenómeno de comprobar cómo la ciudad está creciendo, los jóvenes llegan, tienen empleo, buenos salarios, y no se pueden permitir una casa. Si son de Dublín, siguen viviendo con sus padres cuando ya están en la treintena, y si son de fuera se dejan más de la mitad de su salario en el alquiler de la vivienda, con lo que les resulta imposible ahorrar", resume Leahy. Sinn Féin ha prometido cien mil viviendas públicas en cinco años. El resto de partidos, y los medios, se han dedicado a diseccionar la propuesta para concluir que no tiene por dónde agarrarse. Ni hay dinero (el partido propone destinar 6.000 millones de euros) ni una industria de la construcción con capacidad para tal proyecto.
Mary McAuley se considera una privilegiada. Tiene 31 años. Trabaja en la legendaria librería Books Upstairs, en el centro de Dublín. Pasa cada mañana cincuenta minutos en el tren. Comparte con su pareja, en las afueras, un piso de 30 metros cuadrados. Un dormitorio. 900 euros al mes. Un chollo. Los hay que pagan eso por una habitación en la ciudad. "La mayoría de mis amigos votaría sin duda a Sinn Féin. Yo misma les votaría, si no tuvieran sus oscuras conexiones y su pasado. En un principio estoy muy de acuerdo con todas sus propuestas, y estoy cansada de votar a dos partidos tradicionalmente de centro derecha", se queja. Como otros muchos, cree que el globo se desinflará este sábado, cuando la gente vaya a votar. Es indudable, sin embargo, que a los partidos tradicionales les ha entrado el miedo en el cuerpo. Hace 13 años, Conor Murphy, exmiembro del IRA y hoy ministro del Sinn Féin en el Gobierno de Irlanda del Norte, sugirió que el joven Quinn trapicheaba con el contrabando, para justificar la paliza que recibió. En los últimos días de campaña, la presidenta de la formación republicana, Mary Lou McDonald, ha reprendido a Murphy, le ha obligado a pedir disculpas, las ha pedido ella misma y ha hablado con la madre de la víctima.
Los dos principales partidos saben que el electorado no les perdonaría que repitieran su alianza para perpetuarse en el poder. Y los dos juran que no pactarán con el Sinn Féin. ¿Por qué este rechazo tan drástico? "Por el pasado del Sinn Féin y por su programa económico, tan socialista como puede ser el de Podemos en España. Además, si llegaran al Gobierno, su primer objetivo sería impulsar la unificación de Irlanda. Y tanto el Fianna Fáil como el Fina Gael discrepan con ese modo de abordar un asunto tan delicado. Prefieren ir de un modo más lento, entablar primero una conversación con los unionistas. No creen que sea el momento, mientras que el Sinn Féin quiere hacerlo en cinco años". Leahy se suma a los que sospechan que las encuestas están desorbitadas, pero no tiene la menor duda de que Irlanda se encamina hacia un cambio político irreversible. Y que la formación republicana va a tener gran protagonismo. "Su camino hacia la integración en la política ordinaria es irrevocable e irreversible. Pero no lo harán de golpe. Sigue pesando una historia que, por otro lado, no tienen intención de repudiar", concluye.
Irlanda se enfrenta a una triple alternativa endiablada: sostener con respiración artificial un bipartidismo repudiado, forjar una imposible coalición de izquierdas con más de siete socios minoritarios o reconciliarse con el pasado y ofrecer al Sinn Féin un espacio en la mesa de negociación. "A fin de cuentas, la gran justificación del Estado irlandés fue absorber a lo largo de su historia a todas las facciones armadas", resume O´Toole.
Rafa de Miguel
Dublín, El País
Paul Quinn tenía 21 años cuando una decena de matones vinculados a la organización terrorista IRA le encerraron en un establo y le apalearon durante media hora con barras de hierro hasta que no quedó un hueso intacto del cuello para abajo. Murió a las pocas horas, pero su fantasma ha resucitado 13 años después para perseguir al Sinn Féin (Nosotros mismos, en celta) cuando parecía que este partido había logrado reinventar su reputación. Sus propuestas sociales han calado en una generación de irlandeses que apenas recuerda, un cuarto de siglo después, las décadas de terror. El último sondeo electoral de The Irish Times sobre los comicios que se celebran este sábado sitúa en primer puesto, con un 25% de apoyos, al que para muchos sigue siendo "el brazo político del IRA".
"Yo ya tengo 61 años y no voy a olvidar. Recuerdo perfectamente el horror y nunca votaré al Sinn Féin. Pero es cuestión de ser realistas. Si tienes 20 ó 30 años solo recuerdas el Sinn Féin del Proceso de Paz [el Acuerdo del Viernes Santo se firmó en 1998]", explica Fintan O´Toole. Escritor y crítico literario, su libro Un Fracaso Heroico (Ed. Capitán Swing) sobre el Brexit ha radiografiado desde la distancia los sueños imperialistas que han llevado a Inglaterra a romper con la UE. Y sin embargo, no le sorprende que un acontecimiento dramático que ha ocupado gran parte del mandato del actual Gobierno irlandés haya desaparecido de la discusión electoral. "Es la gran ironía de Leo Varakdar [el actual primer ministro]. Se negoció bien. El Gobierno fue muy eficaz. Construyó consenso con otros partidos. Y evitó la amenaza de la frontera dura entre las dos Irlandas. Desaparecida la amenaza, los electores han vuelto a fijarse en los problemas del día a día y en el duopolio que gobierna este país desde hace casi 100 años", dice O´Toole.
Fianna Fáil (FF, Soldados del Destino) y Fine Gael (FG, La Tribu de los Irlandeses) son la herencia de la Guerra Civil que siguió a la separación del Imperio Británico, y se reparten el poder desde hace un siglo. Hoy gobierna el FG de Varakdar gracias a un pacto de legislatura con su rival. "Los que lo saben no necesitan preguntar, y los que lo preguntan no lo entenderán nunca", dijo una vez Jackie Healy-Rae, un político histórico del FF, cuando le preguntaron las diferencias entre uno y otro. Como el peronismo en Argentina, las lealtades se heredan sin pensar demasiado, y el apoyo es más visceral que meditado. FF es más populista. Aspira al centro izquierda. FG es más liberal, pretendidamente urbano. En los años noventa acumulaban entre ambos el 80% de los votos. Hoy no llegan al 40%. Al primero lo destrozó la crisis económica. El fin del sueño del Tigre Celta, cuando un pequeño país de cuatro millones y medio de habitantes en el extremo occidental de Europa se convirtió en El Dorado. Al segundo, la pobre gestión de una recuperación que ha hecho crecer de un modo lacerante las desigualdades sociales.
"El mayor factor de estas elecciones es, sin duda, un deseo de cambio en muchos votantes", cuenta Pat Leahy, el redactor jefe de Política en The Irish Times. Y el problema número uno para todos ellos se llama vivienda. "Se produce este curioso fenómeno de comprobar cómo la ciudad está creciendo, los jóvenes llegan, tienen empleo, buenos salarios, y no se pueden permitir una casa. Si son de Dublín, siguen viviendo con sus padres cuando ya están en la treintena, y si son de fuera se dejan más de la mitad de su salario en el alquiler de la vivienda, con lo que les resulta imposible ahorrar", resume Leahy. Sinn Féin ha prometido cien mil viviendas públicas en cinco años. El resto de partidos, y los medios, se han dedicado a diseccionar la propuesta para concluir que no tiene por dónde agarrarse. Ni hay dinero (el partido propone destinar 6.000 millones de euros) ni una industria de la construcción con capacidad para tal proyecto.
Mary McAuley se considera una privilegiada. Tiene 31 años. Trabaja en la legendaria librería Books Upstairs, en el centro de Dublín. Pasa cada mañana cincuenta minutos en el tren. Comparte con su pareja, en las afueras, un piso de 30 metros cuadrados. Un dormitorio. 900 euros al mes. Un chollo. Los hay que pagan eso por una habitación en la ciudad. "La mayoría de mis amigos votaría sin duda a Sinn Féin. Yo misma les votaría, si no tuvieran sus oscuras conexiones y su pasado. En un principio estoy muy de acuerdo con todas sus propuestas, y estoy cansada de votar a dos partidos tradicionalmente de centro derecha", se queja. Como otros muchos, cree que el globo se desinflará este sábado, cuando la gente vaya a votar. Es indudable, sin embargo, que a los partidos tradicionales les ha entrado el miedo en el cuerpo. Hace 13 años, Conor Murphy, exmiembro del IRA y hoy ministro del Sinn Féin en el Gobierno de Irlanda del Norte, sugirió que el joven Quinn trapicheaba con el contrabando, para justificar la paliza que recibió. En los últimos días de campaña, la presidenta de la formación republicana, Mary Lou McDonald, ha reprendido a Murphy, le ha obligado a pedir disculpas, las ha pedido ella misma y ha hablado con la madre de la víctima.
Los dos principales partidos saben que el electorado no les perdonaría que repitieran su alianza para perpetuarse en el poder. Y los dos juran que no pactarán con el Sinn Féin. ¿Por qué este rechazo tan drástico? "Por el pasado del Sinn Féin y por su programa económico, tan socialista como puede ser el de Podemos en España. Además, si llegaran al Gobierno, su primer objetivo sería impulsar la unificación de Irlanda. Y tanto el Fianna Fáil como el Fina Gael discrepan con ese modo de abordar un asunto tan delicado. Prefieren ir de un modo más lento, entablar primero una conversación con los unionistas. No creen que sea el momento, mientras que el Sinn Féin quiere hacerlo en cinco años". Leahy se suma a los que sospechan que las encuestas están desorbitadas, pero no tiene la menor duda de que Irlanda se encamina hacia un cambio político irreversible. Y que la formación republicana va a tener gran protagonismo. "Su camino hacia la integración en la política ordinaria es irrevocable e irreversible. Pero no lo harán de golpe. Sigue pesando una historia que, por otro lado, no tienen intención de repudiar", concluye.
Irlanda se enfrenta a una triple alternativa endiablada: sostener con respiración artificial un bipartidismo repudiado, forjar una imposible coalición de izquierdas con más de siete socios minoritarios o reconciliarse con el pasado y ofrecer al Sinn Féin un espacio en la mesa de negociación. "A fin de cuentas, la gran justificación del Estado irlandés fue absorber a lo largo de su historia a todas las facciones armadas", resume O´Toole.