Djokovic gana su 17º Grand Slam, estrecha el cerco y toma el uno
Djokovic remontó un partido que se complicó ante Thiem y acorta distancias con Federer (20) y Nadal (19). El serbio le quita el número uno al balear.
Nacho Albarrán
As
El reinado de Novak Djokovic en el Open de Australia parece no tener fin. El serbio, que tuvo muy cuesta arriba la final contra el aspirante Dominic Thiem, camino de serlo eternamente, remontó con grandeza (6-4, 4-6, 2-6, 6-3 y 6-4 en casi cuatro horas) para alargar su récord absoluto en Melbourne con un octavo título, que es el 17º suyo en Grand Slams. Con él acorta distancias con Federer (20) y Nadal (19), y le quita el número uno del mundo al balear tras revalidar el trofeo conquistado en 2019. Es la cuarta vez que repite éxito en el torneo (lo hizo dos veces entre 2011 y 2013, y otra en 2016). Muchas razones para celebrar. Nole se sobrepuso a todo. Dos penalizaciones del juez de silla por demorar el saque en el segundo set le descentraron (“Buen trabajo, te vas a hacer famoso”, le dijo al francés Damian Dumusois), luego padeció uh serio bajón ("Perdí energía significativamente", aclaró), pero se recuperó con "una poción mágica" de su fisio y reaccionó por táctica (saque-red) y coraje hasta abatir a Thiem, que venia de eliminar a Nadal y Zverev, y dejó escapar la oportunidad de estrenar su palmarés en majors al escapársele su tercera final (perdió contra Rafa las de Roland Garros 2018 y 2019). Está a tiempo, aunque ya no es un crío (tiene 26 años).
El triunfo de Djokovic extiende la racha imparable del Big Three. Entre Federer, Nadal y él han ganado los últimos 13 Grand Slams, desde enero de 2017. El último campeón ajeno a este club de leyendas seguirá siendo Stan Wawrinka, que triunfó en el US Open 2016. El balcánico había perdido en sus dos enfrentamientos contra Thiem (el año pasado en semifinales de Roland Garros y en la fase de grupos del Masters de Londres), pero en la final de un grande prevaleció su espíritu indomable de campeón. Ya es el tercer tenista que suma al menos ocho títulos en un mismo Slam en la historia del tenis, tras Nadal (12 en Roland Garros) y Federer (ocho en Wimbledon). "Rey de Melbourne Park", así le llamaron en la entrega de trofeos.
El partido tuvo muchos vaivenes por ambas partes. Empezó bien Nole, con un 0-3 en el primer set. Igualó Thiem (4-4) y el de Belgrado atajó la reacción con un quiebre para el 6-4. En el segundo parcial vino el lío con el árbitro. Curiosamente, Djokovic había tenido otro muy parecido, ante el mismo rival y con una frase muy similar el año pasado en París, cuando riñó al español Jaume Campistol. La discusión le descentró y el austriaco se vino arriba para sacar ganancia del río revuelto. El marcador estaba en 4-4 y con un break, Dom tomó ventaja, empató y se llevó también, de una tacada, el siguiente set. Con 2-1 a favor veía más cerca que nunca la gloria.
Djokovic parecía agotado física y mentalmente, aunque de un campeón como él siempre se puede esperar una gran reacción y llegó. Thiem se contuvo, estuvo un tanto amarrategui, y Novak se puso rocoso, en modo robot, con defensas maravillosas, su habitual dirección de juego con el revés a dos manos y una determinación inquebrantable. Así logró el 2-2 y en el quinto y decisivo parcial rompió para el 2-1, salvó dos puntos de break en el siguiente juego y aguantó bien hasta el triunfal colofón con su servicio. De nada sirvió esta vez la potencia de Thiem ni sus 55 golpes ganadores. La hinchada balcánica, mayoritaria tanto en las gradas como en las inmediaciones de una descubierta Rod Laver Arena, celebró el triunfo, el colofón épico de un torneo espectacular que sobrevivió a los incendios australianos, aunque a este país maravilloso y acogedor le quedan muchos años para recuperarse. Visítenlo si pueden.
Nacho Albarrán
As
El reinado de Novak Djokovic en el Open de Australia parece no tener fin. El serbio, que tuvo muy cuesta arriba la final contra el aspirante Dominic Thiem, camino de serlo eternamente, remontó con grandeza (6-4, 4-6, 2-6, 6-3 y 6-4 en casi cuatro horas) para alargar su récord absoluto en Melbourne con un octavo título, que es el 17º suyo en Grand Slams. Con él acorta distancias con Federer (20) y Nadal (19), y le quita el número uno del mundo al balear tras revalidar el trofeo conquistado en 2019. Es la cuarta vez que repite éxito en el torneo (lo hizo dos veces entre 2011 y 2013, y otra en 2016). Muchas razones para celebrar. Nole se sobrepuso a todo. Dos penalizaciones del juez de silla por demorar el saque en el segundo set le descentraron (“Buen trabajo, te vas a hacer famoso”, le dijo al francés Damian Dumusois), luego padeció uh serio bajón ("Perdí energía significativamente", aclaró), pero se recuperó con "una poción mágica" de su fisio y reaccionó por táctica (saque-red) y coraje hasta abatir a Thiem, que venia de eliminar a Nadal y Zverev, y dejó escapar la oportunidad de estrenar su palmarés en majors al escapársele su tercera final (perdió contra Rafa las de Roland Garros 2018 y 2019). Está a tiempo, aunque ya no es un crío (tiene 26 años).
El triunfo de Djokovic extiende la racha imparable del Big Three. Entre Federer, Nadal y él han ganado los últimos 13 Grand Slams, desde enero de 2017. El último campeón ajeno a este club de leyendas seguirá siendo Stan Wawrinka, que triunfó en el US Open 2016. El balcánico había perdido en sus dos enfrentamientos contra Thiem (el año pasado en semifinales de Roland Garros y en la fase de grupos del Masters de Londres), pero en la final de un grande prevaleció su espíritu indomable de campeón. Ya es el tercer tenista que suma al menos ocho títulos en un mismo Slam en la historia del tenis, tras Nadal (12 en Roland Garros) y Federer (ocho en Wimbledon). "Rey de Melbourne Park", así le llamaron en la entrega de trofeos.
El partido tuvo muchos vaivenes por ambas partes. Empezó bien Nole, con un 0-3 en el primer set. Igualó Thiem (4-4) y el de Belgrado atajó la reacción con un quiebre para el 6-4. En el segundo parcial vino el lío con el árbitro. Curiosamente, Djokovic había tenido otro muy parecido, ante el mismo rival y con una frase muy similar el año pasado en París, cuando riñó al español Jaume Campistol. La discusión le descentró y el austriaco se vino arriba para sacar ganancia del río revuelto. El marcador estaba en 4-4 y con un break, Dom tomó ventaja, empató y se llevó también, de una tacada, el siguiente set. Con 2-1 a favor veía más cerca que nunca la gloria.
Djokovic parecía agotado física y mentalmente, aunque de un campeón como él siempre se puede esperar una gran reacción y llegó. Thiem se contuvo, estuvo un tanto amarrategui, y Novak se puso rocoso, en modo robot, con defensas maravillosas, su habitual dirección de juego con el revés a dos manos y una determinación inquebrantable. Así logró el 2-2 y en el quinto y decisivo parcial rompió para el 2-1, salvó dos puntos de break en el siguiente juego y aguantó bien hasta el triunfal colofón con su servicio. De nada sirvió esta vez la potencia de Thiem ni sus 55 golpes ganadores. La hinchada balcánica, mayoritaria tanto en las gradas como en las inmediaciones de una descubierta Rod Laver Arena, celebró el triunfo, el colofón épico de un torneo espectacular que sobrevivió a los incendios australianos, aunque a este país maravilloso y acogedor le quedan muchos años para recuperarse. Visítenlo si pueden.