Bernie Sanders no es socialista

Paul Krugman
Infobae
Los republicanos tienen una larga y vergonzosa historia de mezclar cualquier intento de mejorar las vidas estadounidenses con los males del “socialismo”. Cuando Medicare se propuso por primera vez, Ronald Reagan lo llamó “medicina socializada” y declaró que destruiría nuestra libertad. Ahora, si piden algo como el cuidado infantil universal, los conservadores los acusan de querer convertir a Estados Unidos en la Unión Soviética.


Es una estrategia política deshonesta y aduladora, pero es difícil negar que algunas veces ha sido efectiva. Y ahora el puntero a la candidatura presidencial demócrata —que no es un puntero abrumador, pero claramente es quien tiene mayores probabilidades de salir victorioso— es alguien que encaja perfectamente en esa estrategia, dado que ha declarado que, en efecto, es socialista.

La cuestión es que, Bernie Sanders en realidad no es un socialista en el sentido normal de la palabra. No quiere nacionalizar nuestras principales industrias ni sustituir a los mercados con una planificación centralizada; ha manifestado admiración, no por Venezuela, sino por Dinamarca. Básicamente, es lo que los europeos llamarían un socialdemócrata, y las socialdemocracias como Dinamarca, de hecho, son lugares bastante agradables para vivir, con sociedades que son, en todo caso, más libres que la nuestra.

Entonces, ¿por qué Sanders se dice socialista? Yo diría que es principalmente por una cuestión de marca personal, se regodea cuando alarma a la burguesía. Y esta autocomplacencia no dañaba a nadie mientras solo fuera un senador de un estado muy liberal.

Pero si Sanders se convierte en el candidato presidencial demócrata, su descripción engañosa será un regalo para la campaña de Trump, al igual que sus propuestas de políticas públicas. La atención médica con el sistema del pagador único es (a) una buena idea en principio y (b) muy poco probable que ocurra en la práctica, pero al hacer de “Medicare para todos” el centro de su campaña, Sanders le restaría atención a la determinación del gobierno de Trump de eliminar la red de seguridad social que ya tenemos.

Solo para ser claros, si Sanders resulta en efecto ser el candidato, el Partido Demócrata debería darle todo su apoyo. Tal vez no pueda convertir a Estados Unidos en Dinamarca, e incluso si pudiera, el presidente Donald Trump está tratando de convertirnos en una autocracia nacionalista blanca como Hungría. ¿Cuál preferirían?

No obstante, desearía que Sanders no estuviera tan decidido a ser un blanco tan fácil para las difamaciones de la derecha.
(Reuters)
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Hablando de posturas políticas poco útiles, el candidato de Nuevo Hampshire también ha estado envenenando su propio pozo. En los últimos días, Pete Buttigieg ha optado por hacerse pasar por un guardián de los déficits, demostrando con ello que, aunque parezca un rostro nuevo, tiene ideas bastante rancias.

Tal vez Buttigieg no está al tanto del creciente consenso entre los economistas de la corriente dominante de que la histeria del déficit de hace siete u ocho años fue bastante exagerada. El año pasado, los principales economistas del gobierno de Obama publicaron un artículo titulado “Who’s Afraid of Budget Deficits?” (“¿Quién les teme a los déficits presupuestales?”) que concluía: “Es hora de que Washington abandone su obsesión con la deuda y se concentre en cosas mayores”.

Y mientras Sanders cae en una estrategia política republicana vergonzosa, Buttigieg cae en otra: la estrategia de limitar la economía con austeridad fiscal cuando un demócrata ocupe la Casa Blanca, luego pedir préstamos con toda libertad en cuanto el Partido Republicano recupere el poder. Si los demócratas ganan, deberían tratar de instaurar una agenda progresista, no desperdiciar capital político en limpiar el desastre del Partido Republicano.

De nuevo, si Buttigieg de algún modo se vuelve el candidato, el partido debe respaldarlo sin reservas. Sin importar lo que diga sobre los déficits, no haría lo que hacen los republicanos: usar los temores de la deuda como excusa para recortar programas sociales.

Entonces, ¿a quién nombrarán los demócratas? Vaya uno a saber. Sin embargo, lo que es verdaderamente importante es que el partido se mantenga centrado en sus fortalezas y en las debilidades de Trump.

Puesto que el hecho es que todos los demócratas que podrían llegar a la presidencia, desde Bloomberg hasta Bernie, son al menos moderadamente progresistas; todos quieren mantener y expandir la red de seguridad social, al tiempo que aumentan los impuestos a los ricos. Y las encuestas dicen que Estados Unidos es, en esencia, una nación de centroizquierda, razón por la cual Trump prometió aumentar los impuestos a los ricos y proteger los principales programas sociales durante la campaña de 2016.

Mentía, y a estas alturas todos los que tengan una mente abierta lo saben. Entonces, los demócratas tienen la oportunidad perfecta de ser como realmente son, los defensores de la Seguridad Social, Medicare, Medicaid y la ahora popular Ley de Atención Médica Asequible, contra los republicanos que están favoreciendo, más o menos de manera abierta, los intereses de los plutócratas por encima de los de las familias de la clase trabajadora.

No obstante, desaprovecharán esta oportunidad si el candidato demócrata, sin importar quién sea, convierte la elección en un referendo sobre, ya sea, la atención médica con el sistema de pagador único o la reducción del déficit, pues ninguna de estas es una postura particularmente popular. Las cosas empeorarán aún más si los demócratas mismos se degeneran en riñas por pureza ideológica o por probidad fiscal.

La cuestión es que, sin importar quién gane la candidatura, los demócratas necesitan construir una coalición tan amplia como sea posible. De lo contrario, le entregarán la elección a Trump y eso sería una tragedia para el partido, el país y el mundo.

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