ANÁLISIS / Las claves del mal momento de Wilstermann

José Vladimir Nogales
JNN Digital
Wilstermann ha recuperado cierta pulsión autodestructiva que le caracterizó durante la conducción de Portugal, quizá porque nunca la perdió. Su estructura táctica volvió a quedar retratada contra un Real Potosí que tampoco anda sobrado de fútbol. El pobre posicionamiento colectivo, la distancia entre líneas y la irregularidad en el repliegue propiciaron otro descalabro. No ayudó a resolver los crónicos desajustes tácticos la decisión de Christian Díaz de insistir con un dibujo rácano de tres centrales. Un equipo poco lucido en fase ofensiva pero abandonado sin balón, incapaz de cerrarse en el retroceso y con vacíos desmesurados en distintas zonas.



Wilstermann soporta como puede su intermitente nivel de juego. El ataque, a falta de otras opciones, discurre por izquierda, apostando por el desequilibrio que genera Serginho, pero la idea no resultó redonda porque casi nunca se completó un desborde o, peor aún, siempre acabó con un centro de rutina. Poco ayuda, a las evoluciones del brasileño, la falta de soluciones en zona de definición. Como el equipo carece de movimientos sin pelota (Álvarez, habitual titular, suele esperar que le llegue el balón detrás de un enjambre de defensores), el estatismo de los receptores induce al pelotazo inútil.

Bajo nivel

Gran parte de la plantilla está muy lejos de su mejor nivel. Dan síntomas de agotamiento y falta de frescura. En defensa, los fallos han sido groseros. El centro del campo no está mejor, sufre una patógena desconexión y el ataque es inexistente (Álvarez se queja del deficiente suministro, pero poco ayuda con su estatismo). Este mal momento de forma hace que el equipo muera por desajustes entre líneas, malas coberturas y presión desigual. En este capítulo cabe mencionar la pobre respuesta colectiva para absorber la convulsa salida de Saucedo. Nadie ha logrado restituir el equilibrio perdido con tan drástica amputación. Al juego le falta costura.

No se puede vivir sin Chávez

El argentino, baja por una lesión en la rodilla, sigue demostrando que no tiene relevo. El problema para Wilstermanra se plantea en lo que pasará cuando ya no esté en el club. Todavía falta, pero las señales que se emiten cuando no está a tope, lo neutralizan o no juega son alarmantes. Contra Real Santa Cruz y Real Potosí se comprobó a la perfección el axioma.

Lo que hizo Chávez en el campeonato precedente es ambivalente: sirvió para constatar que el mejor jugador del torneo local viste de rojo. Y también que sin él, Wilstermann parece un equipo del montón.

El esquema de Díaz

El nuevo marco de juego sobre el que Díaz trata de implementar su particular revolución táctica, el 3-5-2 que ya utilizó ante The Strongest, descubrió más problemas que bondades en el descalabro potosino. En su empeño por actuar con un bloque muy alto, los dos laterales se estiraban hasta terreno rival para achicar espacios y conseguir amplitud. Sin embargo, ese posicionamiento desguarneció las bandas cuando el balón tomaba dirección hacia Suárez, obligando a los lentos “stopper” a estirar su posición y cubrir un mayor ancho de campo, agrietando el improvisado blindaje. Otro dilema reside en la elección de los centrocampistas. La presencia de Justiniano, Torrico y Meleán por delante de los centrales añadió gente a la defensa pero no ayudó a Suárez a vivir tranquilo. Los experimentos de Díaz no han servido para garantizar un mejor funcionamiento defensivo (que busca para la Copa Libertadores), pero sí para perder su escuálido volumen de juego.

Decisiones técnicas

En las tres peores exposiciones del curso (Aurora, Real Santa Cruz y Real Potosí), Díaz aplicó soluciones ortopédicas para enmendar errores de diseño o para replantear un trámite adverso. Faltos de contenido táctico, los correctivos siempre resultaron banales, más propensos a agravar la magnitud de los problemas que a resolverlos. Sea por un error de lectura o por tozudez, muchas de sus decisiones fueron a contramano de lo que pedía la coyuntura. Cuando el equipo necesitaba incorporar un volante, Díaz puso un atacante, debilitando el aprovisionamiento. A la urgencia de agregar un punta, respondió con la inserción de un lateral. O, como ante Real Potosí, marcador abajo, preservó su medrosa configuración cuando el desarrollo del juego exigía más gente en mitad de campo (y menos densidad atrás) y con un perfil más creativo. Mantuvo la línea de tres hasta que fue tarde. Adicionalmente, frente a equipos estructurados para defender, no se intuye un plan de juego (fuera de lo rutinario) preparado para desnivelarlos, para desmontar su articulada estrategia de trincheras.

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