Alberto Fernández quedó en medio de una crisis entre Trump y Maduro por 6 empresarios norteamericanos que están desaparecidos
Son ejecutivos de la empresa Citgo que debían comparecer este miércoles en los tribunales de Caracas. Sus familiares acusan al líder populista de haber dispuesto su desaparición forzada como réplica a la visita de Juan Guaidó a la Casa Blanca
Román Lejtman
Infobae
Elliott Abrams es un halcón norteamericano que sirve a la Casa Blanca desde Ronald Reagan: ahora, desde el Departamento de Estado cumple órdenes directas de Donald Trump y su atención está puesta actualmente en el desempeño de Nicolás Maduro en Venezuela. En Washington obtuvo el celular de Alberto Fernández, cuando recién era presidente electo y preparaba su gobierno en las oficinas de Puerto Madero, para pedir una gestión que se había decidido en el Salón Oval.
—Necesitamos su ayuda. Hay cinco empresarios norteamericanos (al final fueron seis) que están detenidos de manera arbitraria en Caracas. ¿Usted puede hablar al respecto con (Nicolás) Maduro? —preguntó Abrams en un castellano condicionado por sus años de trajinar Centroamérica.
—Lo primero que quiero decirle es que no conozco a Maduro como usted imagina. No fuimos compañeros de parrandas caribeñas —contestó Alberto Fernández haciendo honor a su personalidad.
—Entiendo...
—De todas maneras, voy a hablar con él. Le voy a plantear el caso. No prometo nada.
Abrams agradeció y cortó la comunicación.
En noviembre de 2017, Nicolás Maduro ordenó la detención de seis ejecutivos de Citgo Petroleum Corporation, la filial en Estados Unidos de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA). Fueron acusados de corrupción y encerrados en la Dirección de Contrainteligencia Militar ubicada en Caracas. El régimen populista nunca presentó una evidencia válida para justificar la captura de los ejecutivos de Citgo.
José Luis Zambrano, Alirio Zambrano, Jorge Toledo, Tomeu Vadell, Gustavo Cárdenas y José Pereira son los seis empresarios de Citgo que estaban a disposición de las fuerzas de seguridad de Maduro. Y cuando Alberto Fernández conoció sus antecedentes, no dudó en llamar a Caracas para tratar de mediar en una situación diplomática que exhibía la tensión entre Donald Trump y el régimen populista.
Maduro atendió su celular en el Palacio de Miraflores y saludó al presidente electo argentino. Alberto Fernández planteó el caso de los seis empresarios de Citgo, y el líder venezolano cortó la comunicación prometiendo una solución al respecto.
Si la operación secreta funcionaba, era un win-win para los tres protagonistas del affaire: Trump lograba la libertad de los seis de Citgo, Maduro abría una línea de negociación inesperada con la Casa Blanca, y Alberto Fernández acumulaba poder político para su odisea en el FMI, que aún no había iniciado junto a Kristalina Georgieva, por entonces su futura directora gerente.
Dos días antes de la asunción del presidente argentino, Maduro canceló la detención en la central de inteligencia militar y ordenó el arresto domiciliario de los seis de Citgo. “Casa por cárcel”, como se dice en la jerga política en Caracas. El líder populista adelantó la noticia al mandatario electo, quien rápidamente le comunicó a Abrams que todo había salido acorde a lo planificado.
Alberto Fernández aún guarda en su celular la felicitación que le envió el halcón Abrams desde Washington. Esa gestión del presidente argentino en Venezuela, comentarios de Benjamín Netanyahu sobre él en el Salón Oval y la actual lejanía provisoria de Evo Morales pueden justificar –en parte– el comunicado oficial del FMI reconociendo que la deuda externa argentina no es sostenible.
El presidente argentino satisfizo el pedido de la Casa Blanca y creyó que ese capítulo de su vida en la diplomacia secreta había concluido: se equivocó. Maduro decidió hace dos semanas que los 6 de Citgo vuelvan a un centro clandestino de detención que maneja en Caracas el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).
Desde ese momento, José Luis Zambrano, Alirio Zambrano, Jorge Toledo, Tomeu Vadell, Gustavo Cárdenas y José Pereira perdieron contacto con sus familiares y abogados que esperaban verlos cuando ingresaran a los tribunales de Caracas. Eso debía ocurrir el miércoles pasado: nunca sucedió.
En Washington aseguraron a Infobae que “Alberto Fernández está molesto por el cambio de posición de Maduro". Y que la nueva detención es una réplica “infantil” a la visita del presidente interino Juan Guaidó a la Casa Blanca.
En Buenos Aires, desde la Casa Rosada aclararon que “el Presidente no está molesto por la decisión” del régimen venezolano. Y agregaron: Maduro no le avisó al Presidente, cumplió con su compromiso y los americanos cometieron el error de profundizar el bloqueo cuando se había hecho un buen gesto desde Caracas".
En Venezuela, un ministro de muchísima confianza de Maduro explicó a este medio con sencillez: “Alberto Fernández hizo la gestión y cumplió con lo suyo. Todo es responsabilidad de Trump y de su asesor Abrams”.
—Pero los seis de Citgo están presos, y no se sabe adónde —insistió Infobae.
—Sí. Se iban a escapar —contestó el ministro vía WhatsApp.
En la Casa Blanca evalúan si Abrams debe volver a llamar a Alberto Fernández. Se conocen desde hace décadas, y cada uno sabe a lo que juega el otro.
Román Lejtman
Infobae
Elliott Abrams es un halcón norteamericano que sirve a la Casa Blanca desde Ronald Reagan: ahora, desde el Departamento de Estado cumple órdenes directas de Donald Trump y su atención está puesta actualmente en el desempeño de Nicolás Maduro en Venezuela. En Washington obtuvo el celular de Alberto Fernández, cuando recién era presidente electo y preparaba su gobierno en las oficinas de Puerto Madero, para pedir una gestión que se había decidido en el Salón Oval.
—Necesitamos su ayuda. Hay cinco empresarios norteamericanos (al final fueron seis) que están detenidos de manera arbitraria en Caracas. ¿Usted puede hablar al respecto con (Nicolás) Maduro? —preguntó Abrams en un castellano condicionado por sus años de trajinar Centroamérica.
—Lo primero que quiero decirle es que no conozco a Maduro como usted imagina. No fuimos compañeros de parrandas caribeñas —contestó Alberto Fernández haciendo honor a su personalidad.
—Entiendo...
—De todas maneras, voy a hablar con él. Le voy a plantear el caso. No prometo nada.
Abrams agradeció y cortó la comunicación.
En noviembre de 2017, Nicolás Maduro ordenó la detención de seis ejecutivos de Citgo Petroleum Corporation, la filial en Estados Unidos de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA). Fueron acusados de corrupción y encerrados en la Dirección de Contrainteligencia Militar ubicada en Caracas. El régimen populista nunca presentó una evidencia válida para justificar la captura de los ejecutivos de Citgo.
José Luis Zambrano, Alirio Zambrano, Jorge Toledo, Tomeu Vadell, Gustavo Cárdenas y José Pereira son los seis empresarios de Citgo que estaban a disposición de las fuerzas de seguridad de Maduro. Y cuando Alberto Fernández conoció sus antecedentes, no dudó en llamar a Caracas para tratar de mediar en una situación diplomática que exhibía la tensión entre Donald Trump y el régimen populista.
Maduro atendió su celular en el Palacio de Miraflores y saludó al presidente electo argentino. Alberto Fernández planteó el caso de los seis empresarios de Citgo, y el líder venezolano cortó la comunicación prometiendo una solución al respecto.
Si la operación secreta funcionaba, era un win-win para los tres protagonistas del affaire: Trump lograba la libertad de los seis de Citgo, Maduro abría una línea de negociación inesperada con la Casa Blanca, y Alberto Fernández acumulaba poder político para su odisea en el FMI, que aún no había iniciado junto a Kristalina Georgieva, por entonces su futura directora gerente.
Dos días antes de la asunción del presidente argentino, Maduro canceló la detención en la central de inteligencia militar y ordenó el arresto domiciliario de los seis de Citgo. “Casa por cárcel”, como se dice en la jerga política en Caracas. El líder populista adelantó la noticia al mandatario electo, quien rápidamente le comunicó a Abrams que todo había salido acorde a lo planificado.
Alberto Fernández aún guarda en su celular la felicitación que le envió el halcón Abrams desde Washington. Esa gestión del presidente argentino en Venezuela, comentarios de Benjamín Netanyahu sobre él en el Salón Oval y la actual lejanía provisoria de Evo Morales pueden justificar –en parte– el comunicado oficial del FMI reconociendo que la deuda externa argentina no es sostenible.
El presidente argentino satisfizo el pedido de la Casa Blanca y creyó que ese capítulo de su vida en la diplomacia secreta había concluido: se equivocó. Maduro decidió hace dos semanas que los 6 de Citgo vuelvan a un centro clandestino de detención que maneja en Caracas el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN).
Desde ese momento, José Luis Zambrano, Alirio Zambrano, Jorge Toledo, Tomeu Vadell, Gustavo Cárdenas y José Pereira perdieron contacto con sus familiares y abogados que esperaban verlos cuando ingresaran a los tribunales de Caracas. Eso debía ocurrir el miércoles pasado: nunca sucedió.
En Washington aseguraron a Infobae que “Alberto Fernández está molesto por el cambio de posición de Maduro". Y que la nueva detención es una réplica “infantil” a la visita del presidente interino Juan Guaidó a la Casa Blanca.
En Buenos Aires, desde la Casa Rosada aclararon que “el Presidente no está molesto por la decisión” del régimen venezolano. Y agregaron: Maduro no le avisó al Presidente, cumplió con su compromiso y los americanos cometieron el error de profundizar el bloqueo cuando se había hecho un buen gesto desde Caracas".
En Venezuela, un ministro de muchísima confianza de Maduro explicó a este medio con sencillez: “Alberto Fernández hizo la gestión y cumplió con lo suyo. Todo es responsabilidad de Trump y de su asesor Abrams”.
—Pero los seis de Citgo están presos, y no se sabe adónde —insistió Infobae.
—Sí. Se iban a escapar —contestó el ministro vía WhatsApp.
En la Casa Blanca evalúan si Abrams debe volver a llamar a Alberto Fernández. Se conocen desde hace décadas, y cada uno sabe a lo que juega el otro.