Soleimani: la batalla abierta y el fin de las lineas rojas
George Chaya
Infobae
Por primera vez en muchas décadas, no es exagerado decir que Oriente Medio se encuentra al borde de un volcán. Esto es evidente a través de los llamados a la venganza que se lanzan desde Teherán, Bagdad y Beirut. Una retórica sin precedentes llama a atacar la presencia estadounidense en la región y mas alla de ella, donde Teherán lo considere oportuno.
Las crisis que dan lugar a las confrontaciones más brutales son aquellas en las que ambas partes no pueden dar marcha atrás. Quienes conocen el papel fundamental del general Qassem Soleimani en el régimen iraní y su agenda regional saben que los khomeinistas no puede vengar la baja del hombre más cercano al líder supremo a pesar de que Ali Khamenei, juro venganza rápidamente, al igual que las Fuerzas de Movilización Popular en Irak y que el secretario general del Hezbollah en Líbano, Hassan Nasrallah, quienes se apresuraron a seguir su ejemplo.
Irán no puede retroceder para vengar a Soleimani. Su eliminación golpeo el núcleo central del régimen, especialmente porque era el guardián de alianzas y conexiones muy complicadas que supo tejer paciente y obstinadamente desde Afganistán al Líbano, pasando por Irak, Siria, Yemen y otros escenarios fuera de la región.
Fuentes de gobierno en Irán continúan sosteniendo que la muerte de Soleimani fue la peor noticia que Khamenei recibió durante sus largos años en el poder. El propio líder supremo había desempeñado un papel en la ampliación del halo excepcional que rodeaba al general cuyos privilegios reales iban mucho más allá de su título y jerarquía.
No es exagerado decir que Soleimani fue el arquitecto del mayor impulso de Irán en la región. Ningún presidente podría ser electo y ningún gobierno podría formarse en el Líbano sin su aprobación. Lo mismo aplica para Irak. Nadie podía discutir contra él en Siria. Es suficiente recordar cómo había llevado mapas de Siria al presidente Vladimir Putin para convencer a Rusia de intervenir en el país y salvar al régimen del presidente Bachar al-Assad. Es a través de los misiles y drones de Soleimani que los Houtis en Yemen continúan desempeñando el papel que él les encargó. De alli que sea tarea imposible para Irán retroceder en la busqueda de venganza por su perdida.
Los khomeinistas buscaran una venganza que claramente tenga sus características operativas y, cuando la ejecuten, sera a través de las muchas células de sus grupos terroristas aliados y no a través de un ataque oficialmente reconocido por el régimen como sucedió -aunque curiosamente hayan impactado una docena de sus misiles en dos bases estadounidenses- en suelo iraqui sin causar una sola victima ni daños relevantes a las instalaciones.
Dada su idiosincrasia operativa, la venganza será llevada a cabo por apoderados del régimen y tendrá la misma gravedad que el golpe que eliminó a su general más popular e importante.
Más allá del reconocimiento de la administración Trump del operativo que dio de baja a Soleimani, la neutralizacion del general claramente tuvo las huellas digitales de EE.UU., por lo que es de suponer que en primer lugar la represalia sera contra del propio ejército norteamericano, pero no se debería descartar otros tipos de blancos y objetivos aliados a los estadounidenses a los que no escapan nombres relevantes en la region como el príncipe heredero saudita, Mohamed ben Salman; el presidente de Egipto, Abdelfatah Al-Sisi y personalidades prominentes y relevantes del gobierno israelí.
Al otro lado del Atlántico, EE.UU., más allá de la decisión de su presidente Donald Trump de no responder el ataque reivindicado por Teherán sobre sus bases militares en Irak, evitando una escalada mayor, Washington no tampoco parece capaz de retroceder. Ha llegado lejos y puede verse obligado a ir más lejos aún. Se trata, también, de la dignidad estadounidense, de sus instituciones militares y de seguridad y, por sobre todo de su imagen en la región y el mundo; todo ello, sin olvidar que hay un presidente en el salón oval que está llevando adelante una campaña electoral por su reelección.
Al ordenar la baja de Soleimani, Trump tomo una decisión mucho más difícil que cuando ordenó la eliminación del líder de ISIS, Abu Bakr al-Bagdadi o cuando su predecesor, Barack Obama, decretó la neutralización de Osama Ben Laden, el líder de al-Qaeda.
La eliminación de Soleimani no solo estuvo dirigida contra Irán y sus instituciones, sino también contra los “ejércitos terroristas satelitales que el régimen” ayudó a formar dentro de varios países vecinos. Es por eso que el alcance de la confrontación será mucho más amplio de lo que se cree.
Soleimani era el hombre de las operaciones de infiltración y los golpes de estado. El rompió y modificó mapas, organizó golpes contra los actuales equilibrios de poder. Lo hizo en Líbano, después del asesinato de Rafik Hariri y durante la guerra de 2006 con Israel, que siguió desde dentro de territorio libanés impidiendo la formación de un gobierno estable que fuera amigable con Occidente, tambien evitó que el Irak post Saddam Hussein estableciera instituciones estables que fueran amistosas con Occidente. El general tambien aprovechó la oportunidad en Irak cuando surgió ISIS para transformar la “yihad” convocada por Ali al-Sistani en una oportunidad para armar a las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) y convertirla en una fuerza oficial y legítima, lo cual su vez ayudó a limitar aún más la influencia estadounidense en Irak.
Soleimani convenció a Vladimir Putin para ayudar a cambiar el curso del conflicto en Siria. También patrocinó el golpe de estado de los Houtis en Yemen, que hasta el día de hoy muestra una guerra civil abierta. Previamente, trató de infiltrarse en Bahrein, aunque se puede decir que ese fue su único fracaso.
Qassem Soleimani fue el ingeniero de las amenazas a varios países de la región con sus sistemas de misiles establecidos en países vecinos para socavar sus habilidades estratégicas e influir en las decisiones y alianzas de los paises árabes sunitas.
En los últimos meses, su gran sueño casi se hizo realidad cuando abrió la ruta de Teherán a Beirut y pasó por Bagdad y Damasco. Durante ese impulso, que fue facilitado por la caída de Saddam Hussein, Soleimani sintió que el principal obstáculo en su agenda era la alianza estadounidense con la que muchos países de la región cuentan para disuadir la gran ofensiva iraní. Su gran sueño era romper esas alianzas. Provocar al “Gran Satanás” no fue un desafío nuevo para el general, después de que los estadounidenses se convirtieron en rehenes en su propia embajada en Teherán se trasladó más allá de sus fronteras para provocarlo en la región, Beirut era su escenario favorito: el bombardeo de la embajada de EE. UU., a la base de infantería de marina y la toma de rehenes fueron sus éxitos mas resonantes.
Durante cuatro décadas, los presidentes estadounidenses evitaron “responder a Irán dentro de Irán”. El intercambio de golpes fue limitado y contenido. Teherán logró un gran éxito cuando al firmar el acuerdo nuclear no se limito su comportamiento regional. Asi, Soleimani continuó su política de infiltraciones y golpes de estado a sus vecinos sin escollo alguno.
El golpe estadounidense que saco de la escena al general coincidió con un momento en que la economía iraní está siendo estrangulada por las sanciones de Trump, y cuando Irak y el Líbano son el foco de protestas populares que revelan alguna forma de fracaso de las políticas adoptadas en los países de influencia iraní. Es por eso que es poco probable que el líder supremo retroceda. Además, la muerte de Soleimani en Bagdad tiene su propia importancia. El general comenzó su ascenso al poder durante la guerra entre Irak e Irán y hay quienes dicen que nunca perdonó a EE.UU. por evitar que Irán declare la victoria en esa guerra.
El operativo militar que lo dio de baja muestra probablemente que Irán haya subestimado la capacidad de Trump para tomar decisiones de seguridad difíciles, especialmente después de que parecía preferir las sanciones económicas a los ataques militares. Tal vez Soleimani creyó que su seguridad era “una línea roja que nadie se atrevería a cruzar sin correr el riesgo de una guerra”.
Como sea, “las líneas rojas murieron con Soleimani” y estamos de cara al comienzo de un capítulo nuevo mucho mas critico y peligroso en Oriente Medio. En ese nuevo escenario el peligro y la amenaza de ataques terroristas típicos de la zona pueden mudarse a otras latitudes y continentes donde muchos gobiernos no reconocen dicha amenaza y ven el conflicto como muy lejano.
Sin embargo, lo cierto es que de ahora en más, no habrá nada a lo que haya que considerar “lejano” para ningún gobierno o país donde la República Islamica disponga de facilidad para operar contra los intereses de aquellos enemigos a quienes ha jurado muerte y venganza.
Infobae
Por primera vez en muchas décadas, no es exagerado decir que Oriente Medio se encuentra al borde de un volcán. Esto es evidente a través de los llamados a la venganza que se lanzan desde Teherán, Bagdad y Beirut. Una retórica sin precedentes llama a atacar la presencia estadounidense en la región y mas alla de ella, donde Teherán lo considere oportuno.
Las crisis que dan lugar a las confrontaciones más brutales son aquellas en las que ambas partes no pueden dar marcha atrás. Quienes conocen el papel fundamental del general Qassem Soleimani en el régimen iraní y su agenda regional saben que los khomeinistas no puede vengar la baja del hombre más cercano al líder supremo a pesar de que Ali Khamenei, juro venganza rápidamente, al igual que las Fuerzas de Movilización Popular en Irak y que el secretario general del Hezbollah en Líbano, Hassan Nasrallah, quienes se apresuraron a seguir su ejemplo.
Irán no puede retroceder para vengar a Soleimani. Su eliminación golpeo el núcleo central del régimen, especialmente porque era el guardián de alianzas y conexiones muy complicadas que supo tejer paciente y obstinadamente desde Afganistán al Líbano, pasando por Irak, Siria, Yemen y otros escenarios fuera de la región.
Fuentes de gobierno en Irán continúan sosteniendo que la muerte de Soleimani fue la peor noticia que Khamenei recibió durante sus largos años en el poder. El propio líder supremo había desempeñado un papel en la ampliación del halo excepcional que rodeaba al general cuyos privilegios reales iban mucho más allá de su título y jerarquía.
No es exagerado decir que Soleimani fue el arquitecto del mayor impulso de Irán en la región. Ningún presidente podría ser electo y ningún gobierno podría formarse en el Líbano sin su aprobación. Lo mismo aplica para Irak. Nadie podía discutir contra él en Siria. Es suficiente recordar cómo había llevado mapas de Siria al presidente Vladimir Putin para convencer a Rusia de intervenir en el país y salvar al régimen del presidente Bachar al-Assad. Es a través de los misiles y drones de Soleimani que los Houtis en Yemen continúan desempeñando el papel que él les encargó. De alli que sea tarea imposible para Irán retroceder en la busqueda de venganza por su perdida.
Los khomeinistas buscaran una venganza que claramente tenga sus características operativas y, cuando la ejecuten, sera a través de las muchas células de sus grupos terroristas aliados y no a través de un ataque oficialmente reconocido por el régimen como sucedió -aunque curiosamente hayan impactado una docena de sus misiles en dos bases estadounidenses- en suelo iraqui sin causar una sola victima ni daños relevantes a las instalaciones.
Dada su idiosincrasia operativa, la venganza será llevada a cabo por apoderados del régimen y tendrá la misma gravedad que el golpe que eliminó a su general más popular e importante.
Más allá del reconocimiento de la administración Trump del operativo que dio de baja a Soleimani, la neutralizacion del general claramente tuvo las huellas digitales de EE.UU., por lo que es de suponer que en primer lugar la represalia sera contra del propio ejército norteamericano, pero no se debería descartar otros tipos de blancos y objetivos aliados a los estadounidenses a los que no escapan nombres relevantes en la region como el príncipe heredero saudita, Mohamed ben Salman; el presidente de Egipto, Abdelfatah Al-Sisi y personalidades prominentes y relevantes del gobierno israelí.
Al otro lado del Atlántico, EE.UU., más allá de la decisión de su presidente Donald Trump de no responder el ataque reivindicado por Teherán sobre sus bases militares en Irak, evitando una escalada mayor, Washington no tampoco parece capaz de retroceder. Ha llegado lejos y puede verse obligado a ir más lejos aún. Se trata, también, de la dignidad estadounidense, de sus instituciones militares y de seguridad y, por sobre todo de su imagen en la región y el mundo; todo ello, sin olvidar que hay un presidente en el salón oval que está llevando adelante una campaña electoral por su reelección.
Al ordenar la baja de Soleimani, Trump tomo una decisión mucho más difícil que cuando ordenó la eliminación del líder de ISIS, Abu Bakr al-Bagdadi o cuando su predecesor, Barack Obama, decretó la neutralización de Osama Ben Laden, el líder de al-Qaeda.
La eliminación de Soleimani no solo estuvo dirigida contra Irán y sus instituciones, sino también contra los “ejércitos terroristas satelitales que el régimen” ayudó a formar dentro de varios países vecinos. Es por eso que el alcance de la confrontación será mucho más amplio de lo que se cree.
Soleimani era el hombre de las operaciones de infiltración y los golpes de estado. El rompió y modificó mapas, organizó golpes contra los actuales equilibrios de poder. Lo hizo en Líbano, después del asesinato de Rafik Hariri y durante la guerra de 2006 con Israel, que siguió desde dentro de territorio libanés impidiendo la formación de un gobierno estable que fuera amigable con Occidente, tambien evitó que el Irak post Saddam Hussein estableciera instituciones estables que fueran amistosas con Occidente. El general tambien aprovechó la oportunidad en Irak cuando surgió ISIS para transformar la “yihad” convocada por Ali al-Sistani en una oportunidad para armar a las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) y convertirla en una fuerza oficial y legítima, lo cual su vez ayudó a limitar aún más la influencia estadounidense en Irak.
Soleimani convenció a Vladimir Putin para ayudar a cambiar el curso del conflicto en Siria. También patrocinó el golpe de estado de los Houtis en Yemen, que hasta el día de hoy muestra una guerra civil abierta. Previamente, trató de infiltrarse en Bahrein, aunque se puede decir que ese fue su único fracaso.
Qassem Soleimani fue el ingeniero de las amenazas a varios países de la región con sus sistemas de misiles establecidos en países vecinos para socavar sus habilidades estratégicas e influir en las decisiones y alianzas de los paises árabes sunitas.
En los últimos meses, su gran sueño casi se hizo realidad cuando abrió la ruta de Teherán a Beirut y pasó por Bagdad y Damasco. Durante ese impulso, que fue facilitado por la caída de Saddam Hussein, Soleimani sintió que el principal obstáculo en su agenda era la alianza estadounidense con la que muchos países de la región cuentan para disuadir la gran ofensiva iraní. Su gran sueño era romper esas alianzas. Provocar al “Gran Satanás” no fue un desafío nuevo para el general, después de que los estadounidenses se convirtieron en rehenes en su propia embajada en Teherán se trasladó más allá de sus fronteras para provocarlo en la región, Beirut era su escenario favorito: el bombardeo de la embajada de EE. UU., a la base de infantería de marina y la toma de rehenes fueron sus éxitos mas resonantes.
Durante cuatro décadas, los presidentes estadounidenses evitaron “responder a Irán dentro de Irán”. El intercambio de golpes fue limitado y contenido. Teherán logró un gran éxito cuando al firmar el acuerdo nuclear no se limito su comportamiento regional. Asi, Soleimani continuó su política de infiltraciones y golpes de estado a sus vecinos sin escollo alguno.
El golpe estadounidense que saco de la escena al general coincidió con un momento en que la economía iraní está siendo estrangulada por las sanciones de Trump, y cuando Irak y el Líbano son el foco de protestas populares que revelan alguna forma de fracaso de las políticas adoptadas en los países de influencia iraní. Es por eso que es poco probable que el líder supremo retroceda. Además, la muerte de Soleimani en Bagdad tiene su propia importancia. El general comenzó su ascenso al poder durante la guerra entre Irak e Irán y hay quienes dicen que nunca perdonó a EE.UU. por evitar que Irán declare la victoria en esa guerra.
El operativo militar que lo dio de baja muestra probablemente que Irán haya subestimado la capacidad de Trump para tomar decisiones de seguridad difíciles, especialmente después de que parecía preferir las sanciones económicas a los ataques militares. Tal vez Soleimani creyó que su seguridad era “una línea roja que nadie se atrevería a cruzar sin correr el riesgo de una guerra”.
Como sea, “las líneas rojas murieron con Soleimani” y estamos de cara al comienzo de un capítulo nuevo mucho mas critico y peligroso en Oriente Medio. En ese nuevo escenario el peligro y la amenaza de ataques terroristas típicos de la zona pueden mudarse a otras latitudes y continentes donde muchos gobiernos no reconocen dicha amenaza y ven el conflicto como muy lejano.
Sin embargo, lo cierto es que de ahora en más, no habrá nada a lo que haya que considerar “lejano” para ningún gobierno o país donde la República Islamica disponga de facilidad para operar contra los intereses de aquellos enemigos a quienes ha jurado muerte y venganza.