La clínica secreta de los mercenarios rusos que luchan en las guerras sucias del Kremlin
Pertenecen al denominado Grupo Wagner que actúa en Venezuela, Siria, Libia, Sudán y varios países africanos. Están relacionados al presidente Vladimir Putin. Ahora se descubrió el centro médico donde atiende a los heridos de estas guerras.
Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
Los mercenarios rusos cercanos al Kremlin, que combaten en Siria, Ucrania, Libia y varios otros escenarios de conflicto tienen una clínica privada en San Petersburgo, donde tratan sus heridas de guerra, que está ligada a familiares y amigos del presidente Vladimir Putin. El sofisticado centro médico fue descubierto la última semana por la agencia Reuters y desnuda las actividades ocultas de un pequeño ejército denominado Grupo Wagner, mayoritariamente integrado por ex oficiales muy bien entrenados del ejército ruso y que actúan en forma clandestina defendiendo los intereses de su país donde no pueden actuar en forma directa las fuerzas armadas rusas.
La clínica pertenece al poderoso grupo de seguros Sogaz en el que aparecen varios familiares y amigos de Putin en su directorio. La hija mayor, María Vorontsova, que es una biomédica especializada en endocrinologia, figura en entre los accionistas. Y a la vez, es socia del director de la clínica, Vladislav Baranov, en Nomeko, otra empresa de análisis médicos. El subdirector de la clínica es Mikhail Putin, hijo de una prima del presidente. Mikhail Shelomov, otro primo segundo, es el dueño del 12.5% de las acciones de Sogaz. Un amigo muy cercano de Putin, Yuri Kovalchuk, y su esposa son dueños de la mitad de la empresa Akvila que, a su vez, tiene el 32% de las acciones de Sogaz. Y Alexei Miller, que trabajó en la alcaldía de San Petersburgo junto a Putin antes de que éste llegara al Kremlin, es otro de los directores del complejo médico, además de ser jefe ejecutivo de Gazprom la gigantesca compañía de gas rusa.
El comandante de las unidades de asalto del Grupo Wagner, Alexander “Ratibor” Kuznetsov, herido en Libia, fue detectado por Reuter´s mientras estaba internado en la clínica donde se trataba de graves laceraciones. Los mercenarios rusos combaten allí en favor del general libio Khalifa Haftar que lucha por derrocar al gobierno central del primer ministro, Fayez al-Serraj. Cuando un periodista independiente le preguntó a Vladimir Putin sobre esta situación en una conferencia de prensa del 19 de diciembre, éste respondió visiblemente ofuscado: “¿Y usted cree lo que la prensa occidental publica? ¡Usted cree cualquier cosa!”.
El Grupo Wagner que, de acuerdo a una investigación del diario independiente ruso Fontanka, está registrado también en Argentina como agencia de seguridad, fue fundado por el ex oficial del ejército soviético/ruso, Dmitriy Utkin, un hombre conocido por sus convicciones neonazis que profesa la fe nativa eslava, un culto pagano moderno. Se retiró en 2013 como comandante de una unidad de las fuerzas especiales del GRU, la inteligencia militar creada por León Trotsky. De allí pasó a trabajar en la empresa privada Moran Security Group fundada por veteranos rusos y especializada en el combate de la ciber-piratería. Y poco después fue nombrado comandante del denominado “Cuerpo Eslavo”, armado para proteger los campos petrolíferos y oleoductos en Siria. Hasta que en 2014 resurgió en la región de Luhansk, en Ucrania, durante el avance ruso para anexarse Crimea. Allí se escuchó por primera vez el nombre de Grupo Wagner que, supuestamente, proviene del germánico nombre de guerra del propio Utkin.
Esta fuerza paramilitar está compuesta por unos 5.000 o 6.000 ex oficiales rusos, serbios y ucranianos muy bien entrenados y con mucha experiencia de combate. Actuó en la Guerra del Donbass (Ucrania), en las guerras civiles de Sudán, la República Centroafricana, Siria, Libia Mozambique y Venezuela. Tienen un campo de entrenamiento en la región de Krasnodar Krai, en el sur de Rusia. Y los soldados reciben un sueldo mensual de unos 3.200 dólares, siete veces más que el promedio salarial ruso. Los comandantes, mucho más.
El 9 de diciembre de 2016, Dmitriy “Wagner” Utkin fue fotografiado junto al presidente Vladímir Putin en una ceremonia de condecoraciones que se realizó en el Kremlin. Allí también estuvo Alexander “Ratibor” Kuznetsov comandante de la primera compañía de reconocimiento y asalto de Wagner, que recibió la Orden de Coraje y el título de Héroe de Rusia. También asistió Yevgeny Prigozhin, un oligarca muy cercano a Putin y que se considera el verdadero financista del grupo. Se lo conoce como “el chef de Putin” por ser el proveedor de la comida del Kremlin y, según un informe de inteligencia, está vinculado a la fábrica de trolls que influyó en 2016 en las elecciones de Estados Unidos que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca.
El Grupo Wagner resurgió en la superficie cuando varios de sus hombres murieron en un bombardeo de la aviación estadounidense en la zona kurda de Siria. Ocurrió el 7 de febrero de febrero de 2018 durante la denominada Batalla de Khasham. El diario Nóvaya Gazeta hablaba de 13 muertos y 15 heridos; el Moskovski Komsomólets, publicó que fueron 40 los muertos y 72 los heridos; una fuente del ministerio de Defensa ruso dijo al periódico Védomosti que esta última estimación sería la más cercana a la realidad; y la agencia Reuter´s, que cita tres fuentes diferentes, dio la cifra de 300 víctimas, entre muertos y heridos. El asunto derivó en un duro debate en la Duma, el parlamento ruso. Pero el Kremlin sólo reconoció que habían muerto cinco ex militares que actuaban por su cuenta en Siria.
Otro hecho que expuso al Grupo Wagner fue el asesinato de los periodistas Orján Dzhemal, Aleksandr Rastorgúev y Kiril Rádchenko en una remota carretera de la República Centroafricana (CAR) la noche del 31 de julio de 2018. Estaban haciendo un documental sobre la presencia de los mercenarios rusos para el denominado Centro de Dirección de Investigaciones, que está financiado por el magnate y opositor Mijaíl Jodorkovski. Las autoridades locales y del Kremlin aseguran que se trató de un simple asalto, aunque no se robaron ningún elemento de los que llevaban los periodistas. E investigaciones posteriores cuentan de la presencia en ese lugar de guardias de Wagner que custodian unas minas de diamantes. También forman parte de una unidad de protección del presidente Faustin-Archange Touadéra.
La intervención de Rusia en Venezuela no es una novedad. Desde que el entonces presidente Hugo Chávez firmó el acuerdo de cooperación militar en 2001 con ese país se sucedieron las visitas de contingentes del Kremlin. Varias investigaciones de medios independientes aseguran que allí actúan unos 400 miembros del Grupo Wagner que están encargados, entre otras actividades, de diseñar el círculo de seguridad de Nicolás Maduro junto a agentes cubanos. El aterrizaje de dos aviones militares rusos en el aeropuerto Maiquetía de Caracas en marzo de 2019 desató los rumores. Se supone que se trataba de un contingente que se encargaría de instalar un escudo antiaéreo para evitar cualquier “injerencia extranjera”. Esto ocurrió en el contexto de grandes protestas, el levantamiento de militares venezolanos y la presión internacional para que Maduro renuncie.
“Rusia tiene varios contratos que ya están en proceso de cumplimiento, contratos de carácter técnico militar y hacen varios vuelos y traen varias cosas”, señalaba la vocera del Kremlin, días después de la llegada del Antonov An-124 y de una aeronave de pasajeros Ilyushin II-62, al mando del jefe del Comando Principal de las Fuerzas Terrestres de Rusia, Vasili Tonkoshkurov. De esos aviones se vio bajar a un grupo nutrido de soldados con uniformes sin las insignias oficiales, que se sospecha son de Wagner. Y el mes pasado, la periodista venezolana Mariana Reyes denunció que “cerca de 40 militares rusos” llegaron a Canaima, en el estado de Bolívar, vestidos con uniformes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Los rusos arribaron en un avión Shaanxi Y-8 y “aterrizaron en la pista que sirve de entrada al parque nacional”, indicó la periodista en su cuenta de Twitter. “Las autoridades locales le dicen a la población que el contingente viene a hacer un estudio del espacio aéreo, debido a que el estado venezolano no cuenta con la tecnología para enfrentar la amenaza que representa el despliegue de drones americanos al sur del país”, escribió Reyes.
Ahora, la revelación de la existencia de un sofisticado centro médico destinado a tratar a los heridos del Grupo Wagner, conecta aún en forma más cercana a estos mercenarios con el Kremlin y el presidente Putin. Obviamente que siempre hubo mercenarios en cualquier escenario de guerra y que varios países disfrazan sus intervenciones militares a través de grupos de “contratistas”. Pero en este caso, se trata de una milicia que aumenta permanentemente en su volumen, presencia internacional y armamento. Y que acompaña, particularmente, el expansionismo ruso en el mundo.
Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
Los mercenarios rusos cercanos al Kremlin, que combaten en Siria, Ucrania, Libia y varios otros escenarios de conflicto tienen una clínica privada en San Petersburgo, donde tratan sus heridas de guerra, que está ligada a familiares y amigos del presidente Vladimir Putin. El sofisticado centro médico fue descubierto la última semana por la agencia Reuters y desnuda las actividades ocultas de un pequeño ejército denominado Grupo Wagner, mayoritariamente integrado por ex oficiales muy bien entrenados del ejército ruso y que actúan en forma clandestina defendiendo los intereses de su país donde no pueden actuar en forma directa las fuerzas armadas rusas.
La clínica pertenece al poderoso grupo de seguros Sogaz en el que aparecen varios familiares y amigos de Putin en su directorio. La hija mayor, María Vorontsova, que es una biomédica especializada en endocrinologia, figura en entre los accionistas. Y a la vez, es socia del director de la clínica, Vladislav Baranov, en Nomeko, otra empresa de análisis médicos. El subdirector de la clínica es Mikhail Putin, hijo de una prima del presidente. Mikhail Shelomov, otro primo segundo, es el dueño del 12.5% de las acciones de Sogaz. Un amigo muy cercano de Putin, Yuri Kovalchuk, y su esposa son dueños de la mitad de la empresa Akvila que, a su vez, tiene el 32% de las acciones de Sogaz. Y Alexei Miller, que trabajó en la alcaldía de San Petersburgo junto a Putin antes de que éste llegara al Kremlin, es otro de los directores del complejo médico, además de ser jefe ejecutivo de Gazprom la gigantesca compañía de gas rusa.
El comandante de las unidades de asalto del Grupo Wagner, Alexander “Ratibor” Kuznetsov, herido en Libia, fue detectado por Reuter´s mientras estaba internado en la clínica donde se trataba de graves laceraciones. Los mercenarios rusos combaten allí en favor del general libio Khalifa Haftar que lucha por derrocar al gobierno central del primer ministro, Fayez al-Serraj. Cuando un periodista independiente le preguntó a Vladimir Putin sobre esta situación en una conferencia de prensa del 19 de diciembre, éste respondió visiblemente ofuscado: “¿Y usted cree lo que la prensa occidental publica? ¡Usted cree cualquier cosa!”.
El Grupo Wagner que, de acuerdo a una investigación del diario independiente ruso Fontanka, está registrado también en Argentina como agencia de seguridad, fue fundado por el ex oficial del ejército soviético/ruso, Dmitriy Utkin, un hombre conocido por sus convicciones neonazis que profesa la fe nativa eslava, un culto pagano moderno. Se retiró en 2013 como comandante de una unidad de las fuerzas especiales del GRU, la inteligencia militar creada por León Trotsky. De allí pasó a trabajar en la empresa privada Moran Security Group fundada por veteranos rusos y especializada en el combate de la ciber-piratería. Y poco después fue nombrado comandante del denominado “Cuerpo Eslavo”, armado para proteger los campos petrolíferos y oleoductos en Siria. Hasta que en 2014 resurgió en la región de Luhansk, en Ucrania, durante el avance ruso para anexarse Crimea. Allí se escuchó por primera vez el nombre de Grupo Wagner que, supuestamente, proviene del germánico nombre de guerra del propio Utkin.
Esta fuerza paramilitar está compuesta por unos 5.000 o 6.000 ex oficiales rusos, serbios y ucranianos muy bien entrenados y con mucha experiencia de combate. Actuó en la Guerra del Donbass (Ucrania), en las guerras civiles de Sudán, la República Centroafricana, Siria, Libia Mozambique y Venezuela. Tienen un campo de entrenamiento en la región de Krasnodar Krai, en el sur de Rusia. Y los soldados reciben un sueldo mensual de unos 3.200 dólares, siete veces más que el promedio salarial ruso. Los comandantes, mucho más.
El 9 de diciembre de 2016, Dmitriy “Wagner” Utkin fue fotografiado junto al presidente Vladímir Putin en una ceremonia de condecoraciones que se realizó en el Kremlin. Allí también estuvo Alexander “Ratibor” Kuznetsov comandante de la primera compañía de reconocimiento y asalto de Wagner, que recibió la Orden de Coraje y el título de Héroe de Rusia. También asistió Yevgeny Prigozhin, un oligarca muy cercano a Putin y que se considera el verdadero financista del grupo. Se lo conoce como “el chef de Putin” por ser el proveedor de la comida del Kremlin y, según un informe de inteligencia, está vinculado a la fábrica de trolls que influyó en 2016 en las elecciones de Estados Unidos que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca.
El Grupo Wagner resurgió en la superficie cuando varios de sus hombres murieron en un bombardeo de la aviación estadounidense en la zona kurda de Siria. Ocurrió el 7 de febrero de febrero de 2018 durante la denominada Batalla de Khasham. El diario Nóvaya Gazeta hablaba de 13 muertos y 15 heridos; el Moskovski Komsomólets, publicó que fueron 40 los muertos y 72 los heridos; una fuente del ministerio de Defensa ruso dijo al periódico Védomosti que esta última estimación sería la más cercana a la realidad; y la agencia Reuter´s, que cita tres fuentes diferentes, dio la cifra de 300 víctimas, entre muertos y heridos. El asunto derivó en un duro debate en la Duma, el parlamento ruso. Pero el Kremlin sólo reconoció que habían muerto cinco ex militares que actuaban por su cuenta en Siria.
Otro hecho que expuso al Grupo Wagner fue el asesinato de los periodistas Orján Dzhemal, Aleksandr Rastorgúev y Kiril Rádchenko en una remota carretera de la República Centroafricana (CAR) la noche del 31 de julio de 2018. Estaban haciendo un documental sobre la presencia de los mercenarios rusos para el denominado Centro de Dirección de Investigaciones, que está financiado por el magnate y opositor Mijaíl Jodorkovski. Las autoridades locales y del Kremlin aseguran que se trató de un simple asalto, aunque no se robaron ningún elemento de los que llevaban los periodistas. E investigaciones posteriores cuentan de la presencia en ese lugar de guardias de Wagner que custodian unas minas de diamantes. También forman parte de una unidad de protección del presidente Faustin-Archange Touadéra.
La intervención de Rusia en Venezuela no es una novedad. Desde que el entonces presidente Hugo Chávez firmó el acuerdo de cooperación militar en 2001 con ese país se sucedieron las visitas de contingentes del Kremlin. Varias investigaciones de medios independientes aseguran que allí actúan unos 400 miembros del Grupo Wagner que están encargados, entre otras actividades, de diseñar el círculo de seguridad de Nicolás Maduro junto a agentes cubanos. El aterrizaje de dos aviones militares rusos en el aeropuerto Maiquetía de Caracas en marzo de 2019 desató los rumores. Se supone que se trataba de un contingente que se encargaría de instalar un escudo antiaéreo para evitar cualquier “injerencia extranjera”. Esto ocurrió en el contexto de grandes protestas, el levantamiento de militares venezolanos y la presión internacional para que Maduro renuncie.
“Rusia tiene varios contratos que ya están en proceso de cumplimiento, contratos de carácter técnico militar y hacen varios vuelos y traen varias cosas”, señalaba la vocera del Kremlin, días después de la llegada del Antonov An-124 y de una aeronave de pasajeros Ilyushin II-62, al mando del jefe del Comando Principal de las Fuerzas Terrestres de Rusia, Vasili Tonkoshkurov. De esos aviones se vio bajar a un grupo nutrido de soldados con uniformes sin las insignias oficiales, que se sospecha son de Wagner. Y el mes pasado, la periodista venezolana Mariana Reyes denunció que “cerca de 40 militares rusos” llegaron a Canaima, en el estado de Bolívar, vestidos con uniformes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). Los rusos arribaron en un avión Shaanxi Y-8 y “aterrizaron en la pista que sirve de entrada al parque nacional”, indicó la periodista en su cuenta de Twitter. “Las autoridades locales le dicen a la población que el contingente viene a hacer un estudio del espacio aéreo, debido a que el estado venezolano no cuenta con la tecnología para enfrentar la amenaza que representa el despliegue de drones americanos al sur del país”, escribió Reyes.
Ahora, la revelación de la existencia de un sofisticado centro médico destinado a tratar a los heridos del Grupo Wagner, conecta aún en forma más cercana a estos mercenarios con el Kremlin y el presidente Putin. Obviamente que siempre hubo mercenarios en cualquier escenario de guerra y que varios países disfrazan sus intervenciones militares a través de grupos de “contratistas”. Pero en este caso, se trata de una milicia que aumenta permanentemente en su volumen, presencia internacional y armamento. Y que acompaña, particularmente, el expansionismo ruso en el mundo.