Irán: ¿Qué hay más allá de la ira y la respuesta militar?

George Chaya
Infobae
Hubo muchas reacciones iraníes mal guiadas en respuesta a la muerte de Qassem Soleimani. En primer lugar, su funeral, destinado a ser una “gran respuesta popular” a los estadounidenses, terminó en tragedia donde unas 70 personas murieron aplastados por las típicas estampidas islámicas.


En segundo lugar, el bochorno de más de una docena de misiles disparados a dos bases estadounidenses en Irak no dejaron un solo soldado muerto o herido. Así, el rumor propagandístico que el regimen khomeinista instaló sobre 80 muertes de efectivos norteamericanos supuestamente encubierto por Washignton, fue retirado por los mullah rápida y vergonzosamente.

Los discursos guerreristas y las excusas que mencionaron los khomeinistas para distinguir entre matar soldados y golpear bases enemigas fueron tan convincentes para la audiencia como lo fueron para quienes las difundieron. La tragedia del avión comercial ucraniano y la masacre de 176 civiles fue seguramente el logro más importante del desquiciado lanzamiento de esos misiles.

Las respuestas verbales fueron más potentes, las palabras se volvieron más activas que las acciones. Las declaraciones del líder supremo Ali Khamenei y de algunos comandantes militares iraníes que se distribuyeron junto con ardientes declaraciones de periodistas árabes junto a políticos, estrategas y militantes afiliados a Teherán, superaron con sus mentiras a esas miserables acciones y acabaron exaltando el desprecio del propio pueblo de Irán por el regimen.

Sin embargo, el regimen khomeinista nos prometió una respuesta que terminaría con la presencia estadounidense en la región y allanaría el camino “nada menos que para liberar Palestina y borrar el estado judío de la tierra”. Esto ultimo, por cierto, fue un enorme error “táctico” que elevó las expectativas islámicas a un rango demasiado alto para que alguien pueda alcanzarlas.

Algunos pueden decir, Irán responderá más tarde, cuando lo crea conveniente y su respuesta será muy dolorosa para los estadounidenses. Quizás...

Pero lo que sucedió antes y lo que está sucediendo ahora es parte de un legado muy familiar a lo largo de la historia moderna de la región que justifica una revisión de la noción de "respuesta". La respuesta va más allá de una acción militar exitosa o no. Su fondo es mucho más complejo que la dimensión puramente militar y sus efectos deberían ser mucho más dramáticos.

En otras palabras, se nos ha prometido una respuesta a Occidente y Estados Unidos durante décadas: una respuesta “civilizacional”. Una respuesta cultural, económica, política y tambien militar. Nada de eso ha sucedido, ni antes ni ahora y cuando el gigante estadounidense fue golpeado, respondió de manera devastadora, recuérdese el destino de Saddam Hussein y su regimen en Irak.

Es cierto que algunos desean responder a los últimos 150 años de lo que llaman imperialismo, en cuyo centro y según su comprensión, se encuentra el establecimiento del Estado de Israel en 1948. Otros, incluso van mas alla y quieren responder a las Cruzadas recuperando Al-Andaluz. Para los necios y fanáticos las fechas no son importantes. Lo que es más importante es estimular un vacío e irracional entusiasmo colectivo como una respuesta.

Esta demanda de una respuesta que la propaganda de operaciones militares ridículas trata de satisfacer, es una de las ideas centrales en el pensamiento árabe-islámico desde la “Nahda” (renacimiento árabe a fines del siglo XIX y principios del XX). Lo amargo para el mundo árabe-islámico es que, a pesar de las palabras y la propaganda, no se ha logrado una victoria sustancial en ningún frente. Lo que sucedió fue exactamente lo contrario: el mundo árabe-islámico se convirtió en algo mucho peor civilizacionalmente, cultural, política, económica y militarmente. Y lo único que esta progresando alli es la regresión. .Esta fijación en una respuesta militar sangrienta, es una patología dolorosa en sí misma, y es el resultado de otra patología no menos amarga que los domina: su propia incapacidad para tratar racionalmente las razones reales detrás de la "superioridad de Occidente", y por consiguiente, reconocerlas y abordarlas. Reducir todo al poder militar, al "saqueo imperialista" o a las "conspiraciones" no es propicio para tal entendimiento; por el contrario, lo hace todo mucho más difícil y descabellado.

Los árabes-islámicos han recurrido a destrozar una dual y extensa historia que se extiende, por un lado, desde la revolución agrícola a la revolución industrial y desde la globalización económica hasta la revolución post-industrial. Y por otro, desde una demorada y necesaria reforma religiosa que pavimente el camino a la ilustración y a las democracias parlamentarias. Esa destrucción, a su vez los ha aplastado también a ellos, y no les permite obtener una mejor comprensión para hacer algo mejor con sus vidas de manera de estar en paz con este mundo.

Mientras el mundo árabe-islámico se aferró a ese hilo de ira que solo se alivia con una “respuesta militar poco creíble”, los gobernantes cosecharon tanto los beneficios de esa ira como los beneficios demorados de la “respuesta”. Un régimen autoritario tras otro fue ganando legitimidad al afirmar que responderán, mientras que la distancia entre ellos y Occidente aumentó de forma abismal.

Una mirada rápida a los puntos de inflexión significativos en el mundo árabe-islámico revela la forma que adopta su mapa de respuestas, que nunca fue distinto, por diferente que se haya presentado con: Gamal Abdel Nasser, Saddam Hussein, Hafez al-Assad, el Imán Khomeini y ahora Khamenei. Además de al-Qaeda e ISIS, todos mostraron un prolijo mapa orientado hacia la degradación humana, hacia su propia degradación.

El mundo árabe-islámico considera que “responder” es una obligación, mientras que la escasez de herramientas necesarias para ejecutar esa respuesta asombrosa de la que hablan, solo se llevó adelante sacrificando personas, ya sea por suicidio o por matanzas, con lo que se ha convertido en la única de sus industrias.

Las personas a quienes se les promete una respuesta, mueren, son devoradas por esa industria de la muerte, mientras que los gobernantes que hacen esas promesas se convierten en millonarios y héroes históricos, al tiempo que sus pueblos se hunden en la pobreza y la desesperanza crónica en su ilusión por tener una vida mejor.

Por lo anterior, claramente, lo sucedido hace unos días entre Estados Unidos e Irán merece ser otra ocasión que invita a una revisión de esta miserable forma de vivir del mundo árabe-islámico.

Los gobernantes y los ciudadanos árabes e islámicos deberían trabajar por tener un mayor grado de paz dentro de si mismos para tener paz con el mundo moderno. Asi, limitarían el número de personas que mueren de forma absurda e innecesaria para satisfacer el deseo de una respuesta a un mundo que los ve cada vez mas fuera de el y mas lejos de la modernidad, la democracia y la paz.

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