Historia de una separación: paso a paso de la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea

El proceso que se cierra este 31 de enero, cuando se concrete la salida británica de la UE, comenzó mucho antes del referéndum de 2016. El trasfondo de la relación siempre tirante entre Londres y Bruselas, y del creciente euroescepticismo que anhela la “independencia” desde hace décadas

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
El Reino Unido es un archipiélago que mantuvo siempre una relación distante con Europa continental. La separación geográfica y el legado del Imperio Británico, que llegó a ser el más extenso en la historia de la humanidad, contribuyó a que las elites británicas tendieran a ver siempre con recelo el proceso de integración europea.


La UE es el resultado de un proceso de interconexión creciente entre los países del continente, que comenzó con la firma del Tratado de Roma en 1957. Ese avance sostenido la llevó a desarrollar autoridades políticas y judiciales supranacionales y a permitir la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas entre los países miembros. La unión monetaria que se concretó en 2002, con la adopción del euro como moneda común, fue la cima de ese recorrido.

El Reino Unido se incorporó recién en 1973 al bloque, venciendo una resistencia importante de diferentes sectores políticos y económicos. El euroescepticismo no se inventó en 2016. De hecho, los británicos votaron por primera vez en 1975 si querían seguir perteneciendo a la UE, que en ese momento era la Comunidad Europea. El 67% votó a favor, pero el Reino Unido se mantuvo como el miembro menos integrado de los 28. La decisión de sostener a la libra esterlina como moneda es solo un ejemplo.

Los euroescépticos no se resignaron y formaron su propio partido en 1993, el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP por la sigla en inglés). La formación empezó a ganar protagonismo desde 2006, cuando el excéntrico Nigel Farage asumió el liderazgo. La crisis económica de 2008 generó un descontento que fue hábilmente explotado y le permitió sumar cada vez más adeptos entre votantes tradicionales del Partido Conservador.

Rumbo al referéndum

David Cameron había logrado en 2010 el regreso de los tories al poder tras 13 años de hegemonía laborista, pero su primacía estaba amenazada. En las elecciones municipales de 2013, el laborismo quedó primero a nivel nacional con un 29%, y UKIP quedó tercero, con 23%, sólo dos puntos menos que el Partido Conservador.

Eso llevó a Cameron a impulsar una agenda antieuropea para recuperar a los votantes que se habían ido. En en mayo de 2013 difundió un proyecto de ley que estipulaba la realización de un referéndum en el futuro, pero no fue suficiente. En las elecciones del Parlamento Europeo de 2014, UKIP obtuvo el 26,6% de los votos. Por primera vez en 108 años de historia, un partido diferente del Conservador y del Laborista fue el más votado a nivel nacional.

A partir de ese momento, Cameron centró su campaña en la promesa de impulsar la consulta popular en caso de ganar las elecciones de 2015. La estrategia le salió bien. En los comicios del 7 de mayo, los tories ganaron 330 bancas en la Cámara de los Comunes, 24 más que en 2010.

El Parlamento aprobó la iniciativa en diciembre de 2015 y Cameron anunció que el referéndum se celebraría el 23 de junio de 2016. La pregunta sometida a votación sería: “¿Debe el Reino Unido seguir siendo miembro de la UE o abandonar la UE?”. Las dos respuestas posibles: “Remain” (seguir siendo miembro) o “Leave” (abandonar la UE).

De un lado se formó el grupo multipartidario “Reino Unido es más fuerte en Europa”, a favor de la permanencia. Estaba liderado por Cameron, que tras varios meses de hablar mal de la UE trató de convencer a los británicos de que no era tan mala después de todo. Sus argumentos eran que el divorcio afectaría a la economía británica al crear barreras comerciales con los socios europeos, disminuiría la influencia del Reino Unido en la escena internacional y pondría en peligro la seguridad nacional.

Por el Brexit se formó el grupo “Vote Leave”, apoyado principalmente por conservadores euroescépticos. Su referente era Boris Johnson, entonces alcalde de Londres. Sus argumentos eran que las normas europeas crean trabas burocráticas que afectan a las empresas británicas y vulneran la soberanía nacional, y que son necesarios mayores controles para reducir la inmigración.

Para sorpresa de todo el establishment político y económico, y de muchas encuestadoras, el Brexit ganó con el 51,9%. El “Remain” se impuso en Londres, Escocia e Irlanda del Norte, pero perdió en el resto del país, especialmente en el interior profundo de Inglaterra.

Al día siguiente, la libra se devaluó un 8%, su peor caída diaria desde 1971, y Cameron renunció. El Partido Conservador tenía que elegir a un nuevo líder, que pasaría a ser primer ministro. El candidato natural era Boris Johnson, uno de los grandes ganadores del referéndum, junto a Farage. Pero no quiso. Quizás sospechaba que era imposible salir ileso de un proceso que iba a resultar tortuoso.

El suplicio de Theresa May

La elegida fue Theresa May, que era ministra del Interior de Cameron desde 2010 y que había hecho campaña por la permanencia en la UE. El 13 de julio de 2016 asumió como primera ministra y Johnson decidió acompañarla como canciller.

El 29 de marzo de 2017, May envió a Bruselas una carta formal con la que activó el Artículo 50 del Tratado de Lisboa, que regula el proceso a través del cual un estado puede abandonar la UE. Londres y Europa tenían dos años para negociar la separación.

El 18 de abril May anunció la convocatoria a elecciones anticipadas. Su imagen estaba en alza y necesitaba fortalecer su capital político para negociar el Brexit desde una posición de fuerza. Pero le salió todo mal en la campaña y sufrió una derrota estrepitosa. El Partido Conservador fue el más votado, pero perdió la mayoría. Para continuar gobernando, debió hacer una alianza con el Partido Unionista de Irlanda del Norte (DUP), promotor de una ruptura total con Europa.

El 26 de junio comenzaron formalmente las negociaciones con la UE para definir los términos del divorcio. Un año más tarde, May presentó el “plan de Chequers”, una hoja de ruta para la salida británica. Los líderes europeos lo rechazaron por entender que el Reino Unido tenía muchas pretensiones. El ala dura del Partido Conservador lo defenestró por considerar que dejaba al país atado a Europa. Boris Johnson renunció a su cargo en protesta.

El Reino Unido y Bruselas llegaron a un acuerdo el 13 de noviembre de 2018. Un “plan de Chequers” suavizado, que incluía el llamado backstop, una serie de garantías para evitar que se instaure una frontera dura entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Esta cláusula desencadenó otra serie de renuncias en su gobierno.

El 15 de enero de 2019, casi un mes más tarde de lo previsto, el Parlamento votó por primera vez el plan de salida de May. Fue la derrota más aplastante para un gobierno en la historia del Reino Unido: perdió por una diferencia de 230 votos. El Partido Laborista pidió una moción de censura para destituir a May, pero no prosperó.

El 12 de marzo, tras dos meses en los que buscó sin éxito renegociar el acuerdo con Europa e infundir miedo entre los parlamentarios, el acuerdo volvió a ser rechazado en la Cámara de los Comunes. La diferencia fue algo menor: 149 votos.

El 21 de marzo, ocho días antes de que se cumpliera el plazo que le había dado Bruselas al Reino Unido para definir su salida, los otros 27 jefes de Estado de la UE le concedieron una prórroga hasta el 12 de abril. El 29 de marzo, luego de que May ofreciera su renuncia a cambio de que se apruebe su plan, el Parlamento lo rechazó por tercera vez, por una diferencia de 58 votos.

El 11 de abril, los líderes europeos le concedieron una nueva prórroga al Reino Unido y el 31 de octubre pasó a ser la aparente fecha definitiva para el Brexit.

El turno de Boris Johnson

En las elecciones europeas del 23 de mayo, el Partido Conservador hizo la peor elección de su historia y salió quinto con el 8,8% de los votos. Primero, con el 30,5%, quedó el Partido del Brexit, la nueva fuerza de Nigel Farage tras su salida de UKIP. Al día siguiente, ya sin sin ningún apoyo, May anunció su renuncia entre lágrimas.

El proceso para definir al reemplazante de May comenzó el 10 de junio. Se presentaron diez candidatos, pero los 313 legisladores del Partido Conservador en la Cámara de los Comunes eligieron a dos: Boris Johnson y Jeremy Hunt. Entre el 22 de junio y el 22 de julio, los 160.000 afiliados de la fuerza votaron por correo a su nuevo líder. Johnson se impuso con el 66 por ciento.

El nuevo primer ministro asumió el 24 de julio. En su discurso inaugural ante el Parlamento, fue categórico: “Debemos cumplir las reiteradas promesas a los ciudadanos saliendo de la UE, y haciéndolo el 31 de octubre, cualesquiera que sean las circunstancias”.

Si bien dijo una y otra vez que trataría de conseguir un mejor acuerdo que el de May, insistió siempre en que nunca aceptaría el backstop, una condición que la UE no estaba dispuesta a ceder. Entonces, Johnson tomó el 28 de agosto una decisión drástica y sin precedentes, que parecía destinada a garantizar el temido Brexit sin acuerdo: el cierre del Parlamento durante cinco semanas. De esa manera, los legisladores de la oposición y de su propio partido que rechazaban esa salida no iban a tener tiempo suficiente para impedirla.

Pero antes de que entrara en vigencia el cierre, la Cámara de los Comunes aprobó una ley que obligó a Johnson a pedirle un aplazamiento a Bruselas si no llegaba a un acuerdo antes del 19 de octubre. La Corte Suprema le dio nuevo golpe el 24 de septiembre, al resolver que la suspensión del Parlamento había sido ilegal y ordenó su inmediata reapertura.

Cuando se veía totalmente acorralado, Johnson logró lo que parecía imposible: un nuevo acuerdo con los líderes europeos, tras una negociación exprés con Leo Varadkar, taoiseach irlandés. El pacto estableció que, en caso de que no hubiera un entendimiento definitivo entre Londres y Bruselas, Irlanda del Norte seguirá virtualmente formando parte del mercado común europeo, evitando que haya controles fronterizos en la isla de Irlanda.

El Gobierno decía tener los votos para aprobar el pacto en el Parlamento, pero la oposición lo forzó a pedir la prórroga antes de votarlo. Tras amenazar con incumplir la ley, no tuvo más alternativa que enviar la carta con la solicitud, y la nueva fecha límite pasó a ser este 31 de enero. Pero Johnson no se fue con las manos vacías: consiguió el acompañamiento de otros partidos para llamar a elecciones anticipadas.

Para Johnson fue la campaña más sencilla de la historia. Solo tuvo que insistir en que era el único que podía materializar el resultado del referéndum de 2016, un planteo que logró hacer creíble. No necesitó dar entrevistas ni hablar de otros temas. Claro que su rival le simplificó el trabajo. Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista, tomó la insólita decisión de hacer campaña prescindiendo del Brexit.

El Partido Conservador obtuvo el 43,6% de los votos en los comicios del 12 de diciembre pasado, superando por más de 11 puntos al laborismo. El Primer Ministro consiguió la mayoría más holgada para los tories desde las elecciones de 1987 y sus principales rivales obtuvieron el peor resultado en casi un siglo.

Con el Parlamento a disposición, el camino del Brexit quedó completamente despejado. La Cámara de los Comunes aprobó el 9 de enero el entendimiento que había alcanzado en octubre con la UE, que fue ratificado por el Parlamento Europeo en una histórica sesión este miércoles. De esta manera, el Reino Unido dejará de pertenecer a la Unión Europea este viernes a las 11 p.m. de Londres (GMT). La ruptura no será radical porque entrará en vigencia un período de transición, que culminará el 31 de diciembre. Pero la separación es irreversible.

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