Finalmente no hay una “Tercera guerra mundial”, sino un enfrentamiento abierto contra el terrorismo
George Chaya
Infobae
Durante 40 años, las distintas administraciones estadounidenses han reflexionado sobre una pregunta fundamental acerca Irán. Quien mejor la resumió fue el secretario de Estado de los presidentes Gerald Ford y Richard Nixon, Henry Kissinger: ¿Irán es un país o una causa? A principios del mes en curso, Donald Trump dio su respuesta: Irán es una causa. Una causa terrorista, y será tratada como tal.
Ese fue el mensaje a futuro transmitido mediante el ataque con aviones no tripulados que Trump ordenó para abatir al indispensable general irani Qassem Soleimani.
Desde la era de Jimmy Carter, los presidentes de los Estados Unidos han sancionado económicamente a Irán y a sus líderes por patrocinar a grupos terroristas responsables de caos y asesinatos en todo el mundo. Sin embargo, hasta el 3 de enero, esos líderes se habían librado del destino fatal que enfrentaron Osama bin Laden o Abu Bakr al-Baghdadi, por ejemplo.
En general, se espera que los estados nacionales cooperen en la lucha contra el terrorismo, pero Irán ha sido un importante facilitador de estas actividades. Y, además, diplomáticamente logro engañar a muchos, en especial a varios países de Europa.
A partir de 2003 creó una poderosa red de representantes que inclinó el equilibrio del poder a favor de Teherán en todo el Oriente Medio. Bajo el mando de su maquinaria de inteligencia militar, las milicias chiítas hirieron o mataron a miles de soldados estadounidenses con una estrategia tan simple como el uso de poderosas bombas en las carreteras de Irak.
Tambien la República Islámica de Irán orquestó y armo el entrenamiento de la rebelión de los houtis de Yemen; planeó la intervención en Siria, su actuación allí, y salvó la brutal maquinaria de guerra de Bashar Assad. A su vez, ayudó a planificar la represión del gobierno iraquí contra los manifestantes anti-iraníes. Y aun asi, Soleimani se consideraba intocable. No tomó las precauciones de un hombre importante ni ocultó sus movimientos y ubicación. De hecho, a menudo publicaba selfies desde varios frentes en la guerra regional de Irán.
No obstante, de alguna manera, ese ataque con drones fue sorprendente. En junio del año pasado Trump suspendió a minuto un ataque contra las posiciones iraníes luego que fuera derribado un avión no tripulado estadounidense sobre el Golfo. Como respuesta al hecho, el Presidente escogió intensificar las sanciones contra el régimen, pero también trató de reiniciar las negociaciones con sus líderes políticos. Además, protesto contra las “guerras interminables” emprendidas por sus predecesores y se enfoco en retirar las fuerzas estadounidenses de Siria.
Irán ha respondido a esta presión económica con escaladas militares. En septiembre, Estados Unidos acusó a la teocracia islamista de atacar una importante instalación de procesamiento de petróleo propiedad de la empresa estatal saudita, Saudi Aramco. A ello le siguió una serie de ataques iraníes contra buques petroleros en el Golfo.
En octubre, las milicias chiítas respaldadas por Irán comenzaron a alcanzar posiciones estadounidenses en Irak. Esos ataques se volvieron más audaces con el correr de los últimos meses y culminaron con el ataque en Kirkuk, que resultó en la muerte de un contratista estadounidense e hirió a varios militares mas. Ese hecho cruzó una línea roja para Trump, que advirtió al régimen iraní que Estados Unidos respondería a cualquier ataque que matara a un ciudadano estadounidense.
Washignton respondió bombardeando las bases de Kataib Hezbollah en el oeste de Irak y Siria. Luego, las milicias lideradas por Irán asaltaron la embajada de americana en Bagdad, provocando incendios y esencialmente manteniendo a los diplomáticos como rehenes durante 24 horas antes de retirarse. El secretario de Defensa, Mark Esper, emitió una advertencia profética después del asedio: “Si recibimos noticias de ataques”, dijo, “también tomaremos medidas preventivas para proteger a las fuerzas y las vidas estadounidenses”.
La consecuencia fue que el hombre que orquestó el terror en nombre de Irán ha enfrentado el mismo destino que los terroristas que él supervisó. Esto claramente configuró una escalada significativa. El líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, ha prometido “respuesta y venganza eterna”. El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, instó a las milicias chiítas en Irak a no dejar que la muerte de Soleimani sea gratis.
Irán tiene muchas opciones para tomar represalias. Sus milicias tienen suficientes cohetes para convertir la embajada de Estados Unidos en Bagdad en escombros. Sus representantes son capaces de secuestros, bombas suicidas y otras acciones contra objetivos estadounidenses más suaves en Europa. Hezbollah, una milicia terrorista y partido político libanés creado por Irán en la década de 1980, dispone de algunas redes dentro de los Estados Unidos y fuerte presencia en América Latina, principalmente en Brasil, Argentina y Paraguay en la zona de triple frontera.
En esa dirección, el pasado lunes se realizo la III Conferencia Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo en Bogotá, Colombia. Allí el liderazgo politico latinoamericano reafirmo y denuncio la presencia y actividad de Hezbollah en Venezuela y la region.
Por todo esto puede parecer que el ataque de Estados Unidos haya estado justificado. Sin embargo, en materia regional, el Pentágono indicó en un comunicado luego de la operación que Soleimani estaba “desarrollando activamente planes para atacar a diplomáticos y miembros del servicio estadounidenses en Irak y en todo el Oriente Medio”. “Ese ataque tuvo como objetivo disuadir futuros planes de ataques iraníes”, agregó.
En consecuencia, como ha quedado demostrado, transcurridas varias semanas desde que Soleimani fuera abatido, es engañoso e inexacto decir que su muerte es la apertura de una nueva guerra de Estados Unidos contra Irán. Lo correcto es decir que abrió un nuevo capítulo en una guerra en curso, y que esa guerra se libra mediante sanciones económicas contra el régimen de Irán y también por medio de ataques de precisión contra sus representantes.
En otras palabras, lo que ha hecho Trump ha sido borrar la distinción entre Irán y sus representantes y aliados. Eso es un golpe no solo para la red de milicias y terroristas de Teherán. Y También es un golpe para la campaña del régimen en intimidar al mundo para que lo trate como un país normal cuando en realidad no lo es.
Infobae
Durante 40 años, las distintas administraciones estadounidenses han reflexionado sobre una pregunta fundamental acerca Irán. Quien mejor la resumió fue el secretario de Estado de los presidentes Gerald Ford y Richard Nixon, Henry Kissinger: ¿Irán es un país o una causa? A principios del mes en curso, Donald Trump dio su respuesta: Irán es una causa. Una causa terrorista, y será tratada como tal.
Ese fue el mensaje a futuro transmitido mediante el ataque con aviones no tripulados que Trump ordenó para abatir al indispensable general irani Qassem Soleimani.
Desde la era de Jimmy Carter, los presidentes de los Estados Unidos han sancionado económicamente a Irán y a sus líderes por patrocinar a grupos terroristas responsables de caos y asesinatos en todo el mundo. Sin embargo, hasta el 3 de enero, esos líderes se habían librado del destino fatal que enfrentaron Osama bin Laden o Abu Bakr al-Baghdadi, por ejemplo.
En general, se espera que los estados nacionales cooperen en la lucha contra el terrorismo, pero Irán ha sido un importante facilitador de estas actividades. Y, además, diplomáticamente logro engañar a muchos, en especial a varios países de Europa.
A partir de 2003 creó una poderosa red de representantes que inclinó el equilibrio del poder a favor de Teherán en todo el Oriente Medio. Bajo el mando de su maquinaria de inteligencia militar, las milicias chiítas hirieron o mataron a miles de soldados estadounidenses con una estrategia tan simple como el uso de poderosas bombas en las carreteras de Irak.
Tambien la República Islámica de Irán orquestó y armo el entrenamiento de la rebelión de los houtis de Yemen; planeó la intervención en Siria, su actuación allí, y salvó la brutal maquinaria de guerra de Bashar Assad. A su vez, ayudó a planificar la represión del gobierno iraquí contra los manifestantes anti-iraníes. Y aun asi, Soleimani se consideraba intocable. No tomó las precauciones de un hombre importante ni ocultó sus movimientos y ubicación. De hecho, a menudo publicaba selfies desde varios frentes en la guerra regional de Irán.
No obstante, de alguna manera, ese ataque con drones fue sorprendente. En junio del año pasado Trump suspendió a minuto un ataque contra las posiciones iraníes luego que fuera derribado un avión no tripulado estadounidense sobre el Golfo. Como respuesta al hecho, el Presidente escogió intensificar las sanciones contra el régimen, pero también trató de reiniciar las negociaciones con sus líderes políticos. Además, protesto contra las “guerras interminables” emprendidas por sus predecesores y se enfoco en retirar las fuerzas estadounidenses de Siria.
Irán ha respondido a esta presión económica con escaladas militares. En septiembre, Estados Unidos acusó a la teocracia islamista de atacar una importante instalación de procesamiento de petróleo propiedad de la empresa estatal saudita, Saudi Aramco. A ello le siguió una serie de ataques iraníes contra buques petroleros en el Golfo.
En octubre, las milicias chiítas respaldadas por Irán comenzaron a alcanzar posiciones estadounidenses en Irak. Esos ataques se volvieron más audaces con el correr de los últimos meses y culminaron con el ataque en Kirkuk, que resultó en la muerte de un contratista estadounidense e hirió a varios militares mas. Ese hecho cruzó una línea roja para Trump, que advirtió al régimen iraní que Estados Unidos respondería a cualquier ataque que matara a un ciudadano estadounidense.
Washignton respondió bombardeando las bases de Kataib Hezbollah en el oeste de Irak y Siria. Luego, las milicias lideradas por Irán asaltaron la embajada de americana en Bagdad, provocando incendios y esencialmente manteniendo a los diplomáticos como rehenes durante 24 horas antes de retirarse. El secretario de Defensa, Mark Esper, emitió una advertencia profética después del asedio: “Si recibimos noticias de ataques”, dijo, “también tomaremos medidas preventivas para proteger a las fuerzas y las vidas estadounidenses”.
La consecuencia fue que el hombre que orquestó el terror en nombre de Irán ha enfrentado el mismo destino que los terroristas que él supervisó. Esto claramente configuró una escalada significativa. El líder supremo de Irán, el ayatollah Ali Khamenei, ha prometido “respuesta y venganza eterna”. El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, instó a las milicias chiítas en Irak a no dejar que la muerte de Soleimani sea gratis.
Irán tiene muchas opciones para tomar represalias. Sus milicias tienen suficientes cohetes para convertir la embajada de Estados Unidos en Bagdad en escombros. Sus representantes son capaces de secuestros, bombas suicidas y otras acciones contra objetivos estadounidenses más suaves en Europa. Hezbollah, una milicia terrorista y partido político libanés creado por Irán en la década de 1980, dispone de algunas redes dentro de los Estados Unidos y fuerte presencia en América Latina, principalmente en Brasil, Argentina y Paraguay en la zona de triple frontera.
En esa dirección, el pasado lunes se realizo la III Conferencia Ministerial Hemisférica de Lucha contra el Terrorismo en Bogotá, Colombia. Allí el liderazgo politico latinoamericano reafirmo y denuncio la presencia y actividad de Hezbollah en Venezuela y la region.
Por todo esto puede parecer que el ataque de Estados Unidos haya estado justificado. Sin embargo, en materia regional, el Pentágono indicó en un comunicado luego de la operación que Soleimani estaba “desarrollando activamente planes para atacar a diplomáticos y miembros del servicio estadounidenses en Irak y en todo el Oriente Medio”. “Ese ataque tuvo como objetivo disuadir futuros planes de ataques iraníes”, agregó.
En consecuencia, como ha quedado demostrado, transcurridas varias semanas desde que Soleimani fuera abatido, es engañoso e inexacto decir que su muerte es la apertura de una nueva guerra de Estados Unidos contra Irán. Lo correcto es decir que abrió un nuevo capítulo en una guerra en curso, y que esa guerra se libra mediante sanciones económicas contra el régimen de Irán y también por medio de ataques de precisión contra sus representantes.
En otras palabras, lo que ha hecho Trump ha sido borrar la distinción entre Irán y sus representantes y aliados. Eso es un golpe no solo para la red de milicias y terroristas de Teherán. Y También es un golpe para la campaña del régimen en intimidar al mundo para que lo trate como un país normal cuando en realidad no lo es.