Sólo Correa se acercó a Arda

Sin ser ese su puesto, ha sido el intérprete más fiel de lo que el Cholo quería tras la marcha del turco. Le ganó la carrera a Vitolo y a Lemar. Mejora los números de Óliver, Gaitán y Carrasco.

Jorge García
As
Correa saltó al campo en el Villamarín para interpretar ese papel que no le gusta ni nombrar y que tanto valora su entrenador. El argentino volvió a agitar el partido y, con una acción astuta, se aprovechó del error de Álex Moreno para desequilibrar un partido que se le complicaba mucho al Atlético. Quien tenía pie y medio fuera del Atlético en verano le dio al equipo una victoria balsámica fuera del Metropolitano. Y, como pasa siempre con Correa, volvió el sempiterno debate. ¿Como titular o como suplente? Simeone explicaba que, como se sabe, al 10 del Atlético no le gusta la etiqueta de revulsivo y Correa le contestó como suele hacer, agachando la cabeza y subrayando la voluntad del entrenador. Fiel.


Fue el trigésimo segundo tanto de Correa con la camiseta del Atlético en 207 partidos y suma también las mismas asistencias, 32. Su producción y su entrega a las órdenes recibidas son música para los oídos de Simeone. Más cuando otros, fichados para interpretar ese papel, no han terminado de afinar como le hubiera gustado al técnico. Lemar, la herencia que dejó Griezmann en el Atlético, sigue languideciendo y devaluándose como colchonero. El francés, que tuvo una irrupción rutilante aquella noche en Tallin no ha sabido encontrar su sitio, por más oportunidades que se le han dado. Llegaba para, de una vez, ser el Arda que se fue, pero nada más lejos.

Vitolo, por su parte, gripa cada vez que arranca. Simeone ha deslizado que su manera de entrenar le ha alejado de tener más minutos. Más las lesiones, evidentemente. El canario vuelve a estar fuera. En verano apostó por seguir y ha dejado detalles, pero sin continuidad. En el Atlético nunca se le ha ofrecido. Ni estando sano. Promedia gol y asistencia cada 462 minutos de juego como colchonero.

Arda se marchó del Atlético en 2015 cansado de ir al límite. Pero fue esa exploración de sí mismo la que le llevó a dar lo mejor de su carrera como rojiblanco. No importaba que cada pretemporada la báscula del Profe Ortega se tambaleara al medir su verano. Después, se convertía en un esforzado hoplita más de la falange del Cholo. Arda nunca fue lo mismo, ni antes ni después de dimitir. En 178 partidos como centrocampista colchonero, 12.338 minutos, consiguió 22 goles y 28 asistencias. Marcaba cada 560 minutos y asistía cada 440, según los datos de Opta. Pues bien, Correa mejora esos guarismos. Los del turco y los de todos los que opositaron a ocupar su puesto tras su marcha. Correa calca el promedio de goles y asistencias porque ha hecho los mismos 32. Golea cada 317 minutos en el Atlético y asiste con la misma periodicidad.

A Arda se le achacaba falta de gol, Simeone le pedía mejorar eso. Apareció Carrasco, que veía portería con más facilidad que el otomano, pero Correa también le iguala ya. El belga se subió a un avión rumbo a China dejando tras de sí 23 goles y 14 asistencias en el Atlético. Marcaba cada 317 minutos y asistía cada 551’. A Yannick se le tildó de egoísta y nunca llegó a encajar en el vestuario del Atlético. Se marchó a Asia, como Gaitán. Simeone se fue a buscar al ex de Boca al Benfica, pero nunca congeniaron. Sus números, pobres. Hizo cuatro goles en 49 partidos. Marcaba cada 564 minutos y repartía un pase de gol cada el mismo tiempo. Óliver también se quedó en el camino de suceder a Arda. Su idioma futbolístico distaba del que profería Simeone. Dos goles y cuatro asistencias en 2.053 minutos. Un pase de gol cada 513 minutos y un tanto cada más de mil. Tampoco se adaptó a las particularidades del Atlético. Se le pedía verticalidad, cuando el cuerpo le pedía pausa y toque. Como le ha pasado a Lemar.

El galo está en seis asistencias en 3.559 minutos de juego. Marca cada más de 800 minutos y asiste cada casi 600. Llegó para ser el último pase y podría irse convertido en lo peor para un futbolista de su clase: intrascendencia. Al final queda Correa, pese a que a un sector de la afición atlética no le guste cuando lo intenta y no le sale o no se le perdonen resbalones como el de Turín. Fruto de las obligaciones que ha abrazado y para las que no parecía destinado cuando llegó. Su naturaleza era otra, la de segundo punta. Correa no es Arda. Ninguno se manejó con rotundidad en el once titular con esa mezcla genial de jerarquía y de talento, pero el argentino es lo que más se le ha acercado.

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