Michael, de las drogas y la pachanga al estrellato en Brasil

La increíble historia del jugador revelación del Brasileirão 2019 por el que pelean Flamengo, Corinthians y Palmeiras: "Fumé marihuana, esnifé cocaína y cloroformo..."

Fernando Kallás
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Es verano en Brasil y el fútbol, así como medio país está de vacaciones. Tiempo de disfrutar del calor en las playas paradisíacas y, en el caso de los futbolistas, de organizar y participar de partidos benéficos y conmemorativos. El pasado fin de semana, en Uberlandia, Minas Gerais, se jugó el Fútbol contra el Hambre, organizado por las estrellas del Flamengo Bruno Henrique y Rafinha. Pero la atención de la grada y las cámaras de televisión no apuntaban a los campeones de Libertadores. Todos querían saber donde jugará Michael la próxima temporada.


Normal que el joven extremo del Goiás, de 23 años, acaparase todos los focos el en estadio Parque do Sabiá. Es sólo encender la televisión, las tertulias de radio o abrir un periódico o una web en la sección de deportes. Sólo se habla de Michael. Elegido el jugador revelación del campeonato brasileño de 2019, el extremo de 1,66 es el protagonista de una puja salvaje entre tres de los mayores clubes del país, Flamengo, Corinthians y Palmeiras, que están dispuestos a pagarle al Goiás la cláusula de 50 millones de reales (11,2 millones de euros) para hacerse con sus servicios.

Pero en un país donde las últimas grandes revelaciones como Neymar, Gabriel Jesus, Vinicius Junior y Rodrygo estaban controladas por los mayores clubes de Europa desde los 13... 14 años y dejaron el país nada más cumplir los 18, ¿cómo puede ser que un futbolista explote para el estrellato con 23 años? La explicación está en la historia vital de Michael, que hasta hace dos años no había jugado jamás en un equipo profesional.
Crudo pasado con las drogas y criminalidad

"Yo era nadie hace nada. Hace un año yo veía los partidos del Cruzeiro, Corinthians o Grêmio y ahora estoy jugando contra ellos. Yo jugaba cinco o seis pachangas al día para pagar la comida del día siguiente", cuenta Michael, que nació en la pequeña Poxoréu, un pueblo minero en el estado de Mato Grosso, pobre región central de Brasil. Quien le ve hoy, con la sonrisa siempre puesta y una alegría contagiosa, no imagina la infancia y adolescencia difíciles que ha pasado, involucrado con la criminalidad y las drogas.

"He fumado marihuana, esnifado cocaína y cloroformo, tomé ácido... Y me lié con el tráfico de drogas. Me han amenazado de muerte seis veces. Una vez delante de mi casa un tipo puso una pistola en mi cabeza y no tuvo coraje de disparar", se sincera el extremo, que dejó su pueblo para intentar la carrera de futbolista en Goiânia, donde no logró entrar en las pruebas de los clubes locales y pasó a jugar pachangas para sobrevivir. Un ambiente que no siempre fue el ideal para un muchacho de 17 años: "Llegué a fumar dos cajetillas de cigarros al día. Sí bebía, fumaba tres. Y todos los días alguien traía aguardiente a la pachanga...".

No fue hasta 2015 cuando Michael consiguió la primera oportunidad, jugando gratis en tercera división: "Yo nunca he tenido la formación que uno tiene en la cantera. Yo sé jugar y sólo necesitaba una oportunidad". Después de dos temporadas en tercera, fue reclutado por el Goiás. Y tras un año, explotó en el Brasileirão 2019 donde maravilló al país con una técnica espectacular. Marcó nueve goles, alguno a lo Maradona, como contra el Inter de Porto Alegre, cuando regateó a medio equipo.

"El fútbol para mí no es un trabajo. Me divierto. Esta alegría viene de la pachanga. Lo que uno aprende ahí no olvida, este fútbol alegre y descarado. Y tengo mucho que aprender como profesional. Todos los días evoluciono", cuenta.

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