Mauricio Macri se despide de la presidencia argentina con un balance muy optimista de su mandato
El presidente graba un mensaje de 40 minutos que difunde en cadena por todas las radios y televisiones del país
Enric González
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri se despidió de la presidencia con un derroche de optimismo. A cinco días del fin de su mandato, el jefe del Estado argentino utilizó casi 40 minutos de cadena nacional (retransmisión por todas las emisoras de televisión y radio) para explicar los éxitos de su gestión y lo mucho que, según él, había avanzado Argentina durante los pasados cuatro años. Escuchándole, se hacía casi incomprensible que hubiera perdido las elecciones sin llegar siquiera a la segunda vuelta. Solo hizo autocrítica en el ámbito económico, aunque aseguró que había “sentado las bases” para un futuro crecimiento. Su propio gobierno, como el FMI, pronostica que en 2020 seguirá la recesión iniciada hace ya dos años.
Macri perseguía varios objetivos con su mensaje. El primero, amortiguar las acusaciones formuladas por el presidente entrante, el peronista Alberto Fernández, según el cual el presidente saliente deja poco más que “tierra arrasada” con una deuda en dólares altísima, una economía en retroceso, una inflación desbocada (superior al 50% anual), un desempleo superior al 10% y una pobreza que ya rebasa el 40% y afecta a 16 millones de argentinos, de acuerdo con los datos publicados por la Universidad Católica pocas horas antes de la alocución presidencial.
El segundo objetivo consistía en perfilarse como jefe de la oposición, puesto que no tiene asegurado porque en su campo político diversos dirigentes aspiran a él. Por último, quiso lanzar críticas a la presidenta anterior, Cristina Fernández de Kirchner, nueva vicepresidenta a partir del día 10, a quien no mencionó pero de quien recordó las presuntas prácticas corruptas. Debido a sus reformas administrativas, dijo, “ahora es más difícil robar”.
Atribuyó a los anteriores gobiernos peronistas buena parte de su propio fracaso en la gestión económica. Sobre el crecimiento de la deuda externa y el préstamo recibido del FMI, cuyos plazos deberá renegociar el gobierno de Alberto Fernández porque Argentina no puede hacerles frente, Macri dijo que casi todo ese dinero se había dedicado a pagar deudas anteriores y a cubrir su propio déficit presupuestario. Acerca del déficit, omitió señalar que se podía haber cubierto con endeudamiento en pesos, no en dólares. También definió como ”saludable” el tipo de cambio actual, de casi 60 pesos por dólar, cuando solo unos meses atrás, tras su derrota en las primarias de agosto, calificó en términos casi apocalípticos la devaluación. En su mensaje señaló que la devaluación tras las primarias se debió al “miedo de millones de argentinos” al retorno del peronismo.
“No me voy satisfecho con la economía”, dijo. Sí se iba satisfecho con casi todo lo demás. Aseguró que dejaba una Argentina más integrada en el “diálogo internacional”, con un sistema político más decente, con una justicia más independiente, con una prensa más libre, con unas estadísticas oficiales más fiables, con unas instituciones más sólidas y con menos narcotráfico. También con un mejor suministro energético. En esos terrenos se le podían plantear algunas objeciones (su gobierno, por ejemplo, utilizó en varios casos la justicia para hostigar a adversarios políticos), pero en general le asistía la razón.
“Siempre les dije la verdad”, proclamó, antes de lamentar “no haber podido ofrecer mejores resultados”. Y prometió que su coalición liberal-conservadora, en proceso de reorganización, haría una oposición constructiva: “Jamás haría nada para entorpecer la labor del gobierno entrante”.
Enric González
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri se despidió de la presidencia con un derroche de optimismo. A cinco días del fin de su mandato, el jefe del Estado argentino utilizó casi 40 minutos de cadena nacional (retransmisión por todas las emisoras de televisión y radio) para explicar los éxitos de su gestión y lo mucho que, según él, había avanzado Argentina durante los pasados cuatro años. Escuchándole, se hacía casi incomprensible que hubiera perdido las elecciones sin llegar siquiera a la segunda vuelta. Solo hizo autocrítica en el ámbito económico, aunque aseguró que había “sentado las bases” para un futuro crecimiento. Su propio gobierno, como el FMI, pronostica que en 2020 seguirá la recesión iniciada hace ya dos años.
Macri perseguía varios objetivos con su mensaje. El primero, amortiguar las acusaciones formuladas por el presidente entrante, el peronista Alberto Fernández, según el cual el presidente saliente deja poco más que “tierra arrasada” con una deuda en dólares altísima, una economía en retroceso, una inflación desbocada (superior al 50% anual), un desempleo superior al 10% y una pobreza que ya rebasa el 40% y afecta a 16 millones de argentinos, de acuerdo con los datos publicados por la Universidad Católica pocas horas antes de la alocución presidencial.
El segundo objetivo consistía en perfilarse como jefe de la oposición, puesto que no tiene asegurado porque en su campo político diversos dirigentes aspiran a él. Por último, quiso lanzar críticas a la presidenta anterior, Cristina Fernández de Kirchner, nueva vicepresidenta a partir del día 10, a quien no mencionó pero de quien recordó las presuntas prácticas corruptas. Debido a sus reformas administrativas, dijo, “ahora es más difícil robar”.
Atribuyó a los anteriores gobiernos peronistas buena parte de su propio fracaso en la gestión económica. Sobre el crecimiento de la deuda externa y el préstamo recibido del FMI, cuyos plazos deberá renegociar el gobierno de Alberto Fernández porque Argentina no puede hacerles frente, Macri dijo que casi todo ese dinero se había dedicado a pagar deudas anteriores y a cubrir su propio déficit presupuestario. Acerca del déficit, omitió señalar que se podía haber cubierto con endeudamiento en pesos, no en dólares. También definió como ”saludable” el tipo de cambio actual, de casi 60 pesos por dólar, cuando solo unos meses atrás, tras su derrota en las primarias de agosto, calificó en términos casi apocalípticos la devaluación. En su mensaje señaló que la devaluación tras las primarias se debió al “miedo de millones de argentinos” al retorno del peronismo.
“No me voy satisfecho con la economía”, dijo. Sí se iba satisfecho con casi todo lo demás. Aseguró que dejaba una Argentina más integrada en el “diálogo internacional”, con un sistema político más decente, con una justicia más independiente, con una prensa más libre, con unas estadísticas oficiales más fiables, con unas instituciones más sólidas y con menos narcotráfico. También con un mejor suministro energético. En esos terrenos se le podían plantear algunas objeciones (su gobierno, por ejemplo, utilizó en varios casos la justicia para hostigar a adversarios políticos), pero en general le asistía la razón.
“Siempre les dije la verdad”, proclamó, antes de lamentar “no haber podido ofrecer mejores resultados”. Y prometió que su coalición liberal-conservadora, en proceso de reorganización, haría una oposición constructiva: “Jamás haría nada para entorpecer la labor del gobierno entrante”.