João Félix espanta el invierno

Se impuso ante un Lokomotiv que no fue rival pero necesitó dos penaltis. El primero lo falló Trippier. El segundo lo marcó João Félix. Felipe cerró el marcador.

Patricia Cazón
As
El Metropolitano volvió a contener a la vez el aliento cuando ese dedo apareció de nuevo. Pertenecía al árbitro y señalaba 'penalti' después de hacer el símbolo del VAR con las manos. Era el segundo para el Atleti en la noche fría, minuto 17. João Félix caminó firme hacia el punto de cal con el balón bajo el brazo. Éste era suyo. Lo lanzó ajustado al palo izquierdo. Seco y fuerte, como un bofetón a tanta sequía. Goool. Al fin. Cinco horas y dieciséis minutos larguísimos después. Goool. El Metropolitano le arrancaba la escarcha a las cuerdas vocales. 1-0. Su equipo se había precipitado sobre el Lokomotiv como jauría de lobos, sin darle tiempo si quiera a que echara a sudar. Y eso que la primera vez que ese mismo dedo del árbitro había aparecido en el partido, la falta de gol rojiblanca se fundió con la noche como en un cuento de terror.


Porque salió Simeone a por los octavos de esta Champions con Hermoso y no Giménez, con Correa y no Herrera, con fútbol directo y colonizando todo el trozo de hierba del Lokomotiv. En el minuto 2, Kochenkov derribaba en el área a un João Félix travieso desde el inicio y Viktor Kassai corría hacía el punto haciendo sonar su silbato. Lo pidió el portugués, se lo arrebató Trippier. Golpeó el inglés a media altura... Y la manopla del portero ruso arañó lo justo el cuero para desviarlo al palo. Cuando dieciséis minutos más tarde, Zhemaletdinov sacaba de paseo la mano en el área y le daba al Atleti la posibilidad de un revival, ya nadie se atrevió a discutirle el balón al portugués mientras se dirigía al punto con éste debajo del brazo. Él ponía el brillo. El ritmo lo marcaba Thomas con los pies.

El ghanés jugó una primera parte perfecta. Arrancaba con fuerza, rompía líneas y abría pasillos para que João Félix, Correa y Saúl, dispuestos en una triple mediapunta, aparecieran por donde fuera para despedazar al Lokomotiv. De los rusos, poca cosa. En la primera parte sólo el portero y la salida de balón de Howedes. Después, la nada. Nada de Aleksey Miranchuk, nada de Krychowiak y nada de fútbol, como si los de Semin hubieran aterrizado en Madrid más por ver Cortilandia que para jugar un partido. Y el Atleti venga a combinar y triangular alrededor de los neones que encendía João. Táctica, estrategia, oficialidad y la tropa en su sitio.

Si al descanso el Metropolitano no respiraba ya con más oxígeno era porque Morata vive en un eterno fuera de juego. Y, claro, marcó. Pero, claro, el VAR-que-todo-lo-ve lo anuló. Y el Atlético condenado a seguir en el alambre. De Alemania al menos la radio no traía malas noticias. El Leverkusen empataba 0-0 con la Juve y eso escondía los desfibriladores.

La segunda parte comenzó como había transcurrido toda la primera. El Lokomotiv invisible, Oblak de adorno y el Atlético con una circulación de balón altísima, soberbio en la presión tras pérdida. Amenazaba constante. Por dentro, por fuera y con Saúl suelto, en su sitio, cerca del área, sin tener que pasarse mirando atrás a cada minuto. Fue un defensa, sin embargo, quien terminó de espantar todos los fantasmas. Al del Qarabag y el Timisoara, por si les daba por aparecer y ulular al final. Saca Trippier un córner en corto, Koke controla y Felipe vuela y volea. 2-0. Gol, voltereta de capoeira y reverencia a la afición. Una maravilla.

El partido se había acabado aunque aún le quedaran 36 minutos, una lesión grave (Corluka, muñeca, choque con Correa) y dos ovaciones: las del Metropolitano a su capitán Koke y a su chico de ouro en los cambios. En ese momento Cristiano ya le había marcado en Alemania al Leverkusen y el Cholo dormía el partido en Madrid abrazado a esa frase de Albert Camus. "En las profundidades del invierno finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible". Pues eso. Que a octavos. Y que siga la música. The Champiooons. Anoche sólo faltó que debutara Saponjic.

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