El camino del chiísmo político en Líbano: de la integración a la secesión
George Chaya
Infobae
Cada secta libanesa tiene su propia historia con el Líbano, todas ellas se han balanceado en el tiempo entre el deseo de integrarse y el de separarse.
De hecho, en el presente, el péndulo de las emociones de las personas oscila entre ambas opciones, mientras que los partidos políticos y los intelectuales sientan sus bases y marcos teóricos poco relacionados con la realidad que los circunda. Sin embargo, es innegable que aun perdura la aversión generada por el trauma sectario de la guerra civil libanesa (1975-1990). No obstante, lo positivo es que por los últimos 30 años ha primado cierta precaución para evitar que esos sentimientos negativos se propaguen como enfermedades contagiosas.
En ese sentido, las sectas han sufrido metamorfosis sustanciales en las últimas cuatro décadas, por ejemplo: los cristianos se han dividido en sus posiciones desde la decisión del actual presidente Michel Aoun de asociarse con Hezbollah. Con ello, la secta cristiana quedo fracturada y los seguidores de Aoun han pasado de imaginar al país como uno que se identificaba y se parecía a Occidente a simpatizar con el régimen sirio del presidente Bashar al-Assad, y parecen dispuestos a aceptar el comportamiento de Irán. Sin embargo, el 50% restante ha escogido mantener la idea de un Libano, libre, soberano a independiente de esas energías regionales a las que consideran anexionistas y violentas.
Por su parte, la mayoría de los musulmanes sunitas dejaron de imaginar el país del nacionalismo arabista que animaba el ex presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, luego de los problemas que genero al Libano la resistencia palestina. La mayoría sunita aspira a tener un país estable, luchando por sus propios intereses con la menor cantidad de turbulencia posible.
Independientemente de estas dos transformaciones que no son menores, especialmente porque atraviesan divisiones de clase dentro de ambas sectas, la transformación que han experimentado los musulmanes chiítas ha sido más aguda y dramática, y definitivamente más en línea con un marco teórico claramente ilustrado en la geopolítica regional.
Los cristianos no están orgullosos de su transformación, aunque lo niegan o lo justifican en circunstancias que pueden cambiar.
En cuanto a los sunitas, no ocultan que están avergonzados de su presente, y su aprensión por el hecho de que lo que solía ser su arabismo y resistencia fue expropiado de la noche a la mañana por la fractura vigente con las raíces reivindicativas del panarabismo que hoy se han secado.
Para los chiítas, las cosas son diferentes. Están orgullosos de proclamar su cambio hacia lo que llaman “el eje de la resistencia” o “la cultura de la resistencia”.
Los chiítas han establecido muchas instituciones culturales y de beneficencia que glorifican esa transformación: “Los creyentes lo relacionan con Abu Dharr Al-Ghifari y Hussein Bin Ali; los marxistas con la figura del Che Guevara y su lucha anti-imperialista, y los nacionalistas encuentran en esa transformación una extensión de lo que se había iniciado con Gamal Abdel Nasser y la resistencia palestina ante el sionismo ocupante”.
El curso tomado por el chiísmo político en el Líbano es de un cambio completo desde el viejo intento de integración que pensó y por el que trabajo el gran lider que fue Musa Al-Sadr, y ello se observa en el esfuerzo actual por separarse de las demás sectas, dirigido por Hezbollah y Amal como nuevos representantes de la comunidad chiíta dentro del Libano, todo ello en linea con las politicas iranies regionales.
Musa Al-Sadr, un clérigo considerado el gran líder de la comunidad e incluso denominado Gran Imán Al-Sadr, desapareció en Siria el 31 de agosto de 1978, durante la guerra civil libanesa en un viaje que realizaba a Libia, cuando hizo escala en Damasco en su ruta a una reunión con Muammar Khadaffi, su cuerpo nunca apareció y se sospecha que fue secuestrado por la seguridad de fallecido presidente Hafez Al-Assad, padre del actual presidente sirio, Bachar Al-Assad.
Musa Al-Sadr, fue un buen hombre, de fe y dialogo, fue el fundador del proyecto del Consejo Supremo chiita Islámico que propugnaba consolidar la relación e integración entre el país y una de sus sectas más grandes, y a la vez mas injustamente marginada. Fue por su trabajo de integración que la comunidad comenzó a ser reconocida y las injusticias del pasado para con los chiítas tuvieron progresos considerables.
Sin embargo, ni Siria ni los palestinos deseaban que Al-Sadr jugara ese juego bajo las reglas sectarias de la época, Hafez Al-Assad y Yasser Arafat repudiaron el fortalecimiento de los lazos de Al-Sadr con las figuras mas prominentes del cristianismo maronita político. Asi, Al-Sadr, fue considerado un enemigo politico y traidor a la causa arabista que se acerco a las reformas de la época chehabista.
El proyecto sadrista había surgido como un vínculo entre lo rural y lo urbano, expandiendo y modernizando la administración estatal y aumentando el número de chiítas educados graduados de la Universidad Libanesa. Nadie, ni en siria ni en los grupos revolucionarios palestinos podia aceptar tal cosa sin mencionar la traición de Al-Sadr.
Sin embargo, hasta al surgimiento de la resistencia palestina en 1967, Musa Al-Sadr desempeñó un papel unificador y activo en el país, uniendo diferentes partes de él y nunca traiciono a su secta ni a su sueño por integrarla pacíficamente al contexto del pais.
Al-Sadr fue el principal arquitecto de los "años sesenta libaneses", lo que contrastaba con el radicalismo asociado a la década en muchos otros países árabes. El radicalismo y la traición nunca estuvieron presentes en Al-Sadr, nunca existió en él algo de eso. En contraste, sus ideas se situaban en la larga distancia que su secta recorrió para formar una nación que obligó al resto de la nación a recorrer también la extensa distancia existente para encontrarse con su secta en el camino.
En cuanto a la verdad sobre Al-Sadr, considerado en su tiempo el Imam que confronto en su relación con la resistencia palestina y Hafez Al-Assad, no se conoció hasta relativamente tarde, eso sucedió después de que Suleiman Frangieh (el amigo del Gral. Peron y primer presidente libanes en visitar la Republica Argentina) fuera electo presidente en 1970, y después de que se cerraron todas las puertas contra el reformismo del proyecto de los años sesenta. Hasta entonces, no había sido difícil notar que la principal preocupación sadrista era proteger a los chiitas postergados del sur del pais e integrarlos al estado libanes como las demás sectas y confesiones religiosas lo estaban. Al tiempo que rechazaba las operaciones militares palestinas contra Israel en el sur.
En el presente, en lugar de esta posición integradora de Al-Sadr, Hezbollah y Amal plantean un proyecto separatista que sitúa a los chiítas de manera diferente a otros libaneses. En su nombre, ejercen una determinación absoluta que, para otras sectas libanesas, ocultan el deseo por establecer una República Islámica en el Líbano y niegan el proyecto integrador de Al-Sadr.
También en nombre de los chiitas, Hezbollah, anunció un proyecto de liberación que confronta con los postulados del Imán Al-Sadr. Para este propósito, el partido pro-irani estableció un estado paralelo más fuerte que el propio estado libanes legal y un ejército más fuerte que el ejército oficial del pais. En su nombre, secuestró a dos soldados israelies en julio de 2006 y llevó al Libano a una guerra sin sentido. Más recientemente, arrastró a los chiitas libaneses a la guerra civil siria y conduce a su secta como una entidad separada de las demás que no trata con el estado, excepto a través de las politicas de Hezbollah, quien actúa a su antojo y conveniencia. Mientras tanto, en 2005, los excluyó del consenso nacional libanes que culpaba a Bashar Assad de asesinar al ex PM Rafik Hariri y 26 personas mas.
El partido de Dios (Hezbollah), hoy excluye a los chiitas de la integración nacional para ir más allá del sistema sectario, al hacer todo esto, Hezbollah está cortando todos sus lazos con el legado de Musa Al-Sadr, aislando a su propia comunidad chiita de la posibilidad de integrarla en un estado multiconfesional moderno al tiempo que los arrastra al atraso de 80 años en la historia de su existencia.
Infobae
Cada secta libanesa tiene su propia historia con el Líbano, todas ellas se han balanceado en el tiempo entre el deseo de integrarse y el de separarse.
De hecho, en el presente, el péndulo de las emociones de las personas oscila entre ambas opciones, mientras que los partidos políticos y los intelectuales sientan sus bases y marcos teóricos poco relacionados con la realidad que los circunda. Sin embargo, es innegable que aun perdura la aversión generada por el trauma sectario de la guerra civil libanesa (1975-1990). No obstante, lo positivo es que por los últimos 30 años ha primado cierta precaución para evitar que esos sentimientos negativos se propaguen como enfermedades contagiosas.
En ese sentido, las sectas han sufrido metamorfosis sustanciales en las últimas cuatro décadas, por ejemplo: los cristianos se han dividido en sus posiciones desde la decisión del actual presidente Michel Aoun de asociarse con Hezbollah. Con ello, la secta cristiana quedo fracturada y los seguidores de Aoun han pasado de imaginar al país como uno que se identificaba y se parecía a Occidente a simpatizar con el régimen sirio del presidente Bashar al-Assad, y parecen dispuestos a aceptar el comportamiento de Irán. Sin embargo, el 50% restante ha escogido mantener la idea de un Libano, libre, soberano a independiente de esas energías regionales a las que consideran anexionistas y violentas.
Por su parte, la mayoría de los musulmanes sunitas dejaron de imaginar el país del nacionalismo arabista que animaba el ex presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, luego de los problemas que genero al Libano la resistencia palestina. La mayoría sunita aspira a tener un país estable, luchando por sus propios intereses con la menor cantidad de turbulencia posible.
Independientemente de estas dos transformaciones que no son menores, especialmente porque atraviesan divisiones de clase dentro de ambas sectas, la transformación que han experimentado los musulmanes chiítas ha sido más aguda y dramática, y definitivamente más en línea con un marco teórico claramente ilustrado en la geopolítica regional.
Los cristianos no están orgullosos de su transformación, aunque lo niegan o lo justifican en circunstancias que pueden cambiar.
En cuanto a los sunitas, no ocultan que están avergonzados de su presente, y su aprensión por el hecho de que lo que solía ser su arabismo y resistencia fue expropiado de la noche a la mañana por la fractura vigente con las raíces reivindicativas del panarabismo que hoy se han secado.
Para los chiítas, las cosas son diferentes. Están orgullosos de proclamar su cambio hacia lo que llaman “el eje de la resistencia” o “la cultura de la resistencia”.
Los chiítas han establecido muchas instituciones culturales y de beneficencia que glorifican esa transformación: “Los creyentes lo relacionan con Abu Dharr Al-Ghifari y Hussein Bin Ali; los marxistas con la figura del Che Guevara y su lucha anti-imperialista, y los nacionalistas encuentran en esa transformación una extensión de lo que se había iniciado con Gamal Abdel Nasser y la resistencia palestina ante el sionismo ocupante”.
El curso tomado por el chiísmo político en el Líbano es de un cambio completo desde el viejo intento de integración que pensó y por el que trabajo el gran lider que fue Musa Al-Sadr, y ello se observa en el esfuerzo actual por separarse de las demás sectas, dirigido por Hezbollah y Amal como nuevos representantes de la comunidad chiíta dentro del Libano, todo ello en linea con las politicas iranies regionales.
Musa Al-Sadr, un clérigo considerado el gran líder de la comunidad e incluso denominado Gran Imán Al-Sadr, desapareció en Siria el 31 de agosto de 1978, durante la guerra civil libanesa en un viaje que realizaba a Libia, cuando hizo escala en Damasco en su ruta a una reunión con Muammar Khadaffi, su cuerpo nunca apareció y se sospecha que fue secuestrado por la seguridad de fallecido presidente Hafez Al-Assad, padre del actual presidente sirio, Bachar Al-Assad.
Musa Al-Sadr, fue un buen hombre, de fe y dialogo, fue el fundador del proyecto del Consejo Supremo chiita Islámico que propugnaba consolidar la relación e integración entre el país y una de sus sectas más grandes, y a la vez mas injustamente marginada. Fue por su trabajo de integración que la comunidad comenzó a ser reconocida y las injusticias del pasado para con los chiítas tuvieron progresos considerables.
Sin embargo, ni Siria ni los palestinos deseaban que Al-Sadr jugara ese juego bajo las reglas sectarias de la época, Hafez Al-Assad y Yasser Arafat repudiaron el fortalecimiento de los lazos de Al-Sadr con las figuras mas prominentes del cristianismo maronita político. Asi, Al-Sadr, fue considerado un enemigo politico y traidor a la causa arabista que se acerco a las reformas de la época chehabista.
El proyecto sadrista había surgido como un vínculo entre lo rural y lo urbano, expandiendo y modernizando la administración estatal y aumentando el número de chiítas educados graduados de la Universidad Libanesa. Nadie, ni en siria ni en los grupos revolucionarios palestinos podia aceptar tal cosa sin mencionar la traición de Al-Sadr.
Sin embargo, hasta al surgimiento de la resistencia palestina en 1967, Musa Al-Sadr desempeñó un papel unificador y activo en el país, uniendo diferentes partes de él y nunca traiciono a su secta ni a su sueño por integrarla pacíficamente al contexto del pais.
Al-Sadr fue el principal arquitecto de los "años sesenta libaneses", lo que contrastaba con el radicalismo asociado a la década en muchos otros países árabes. El radicalismo y la traición nunca estuvieron presentes en Al-Sadr, nunca existió en él algo de eso. En contraste, sus ideas se situaban en la larga distancia que su secta recorrió para formar una nación que obligó al resto de la nación a recorrer también la extensa distancia existente para encontrarse con su secta en el camino.
En cuanto a la verdad sobre Al-Sadr, considerado en su tiempo el Imam que confronto en su relación con la resistencia palestina y Hafez Al-Assad, no se conoció hasta relativamente tarde, eso sucedió después de que Suleiman Frangieh (el amigo del Gral. Peron y primer presidente libanes en visitar la Republica Argentina) fuera electo presidente en 1970, y después de que se cerraron todas las puertas contra el reformismo del proyecto de los años sesenta. Hasta entonces, no había sido difícil notar que la principal preocupación sadrista era proteger a los chiitas postergados del sur del pais e integrarlos al estado libanes como las demás sectas y confesiones religiosas lo estaban. Al tiempo que rechazaba las operaciones militares palestinas contra Israel en el sur.
En el presente, en lugar de esta posición integradora de Al-Sadr, Hezbollah y Amal plantean un proyecto separatista que sitúa a los chiítas de manera diferente a otros libaneses. En su nombre, ejercen una determinación absoluta que, para otras sectas libanesas, ocultan el deseo por establecer una República Islámica en el Líbano y niegan el proyecto integrador de Al-Sadr.
También en nombre de los chiitas, Hezbollah, anunció un proyecto de liberación que confronta con los postulados del Imán Al-Sadr. Para este propósito, el partido pro-irani estableció un estado paralelo más fuerte que el propio estado libanes legal y un ejército más fuerte que el ejército oficial del pais. En su nombre, secuestró a dos soldados israelies en julio de 2006 y llevó al Libano a una guerra sin sentido. Más recientemente, arrastró a los chiitas libaneses a la guerra civil siria y conduce a su secta como una entidad separada de las demás que no trata con el estado, excepto a través de las politicas de Hezbollah, quien actúa a su antojo y conveniencia. Mientras tanto, en 2005, los excluyó del consenso nacional libanes que culpaba a Bashar Assad de asesinar al ex PM Rafik Hariri y 26 personas mas.
El partido de Dios (Hezbollah), hoy excluye a los chiitas de la integración nacional para ir más allá del sistema sectario, al hacer todo esto, Hezbollah está cortando todos sus lazos con el legado de Musa Al-Sadr, aislando a su propia comunidad chiita de la posibilidad de integrarla en un estado multiconfesional moderno al tiempo que los arrastra al atraso de 80 años en la historia de su existencia.