Un Nápoli deprimido sigue sin ganar tras el motín

Los de Ancelotti suman su quinto partido consecutivo sin triunfar y tienen el primer puesto a 12 puntos. El San Paolo protestó en contra de los jugadores.

Mirko Calemme
As
El Nápoli sigue sin levantar cabeza, dentro y fuera del campo. El motín, las protestas, las amenazas y el robo que ayer vivió Allan apagaron todavía más al equipo sureño, que no pasó del 0-0 ante el Genoa ante un San Paolo enfurecido y mañana puede seguir alejándose de la zona Champions.


La horrible semana que vivió la plantilla azzurra se reflejó totalmente en el césped. Los de Ancelotti se acercaban a la portería, pero en el momento de tomar la última decisión para un remate o un pase de la muerte, fallaban. Era de esperar, aunque en el minuto dos los partenopei pudieron cambiar la historia del partido con una contra que Lozano tardó en finalizar hasta que el balón llegó a Insigne, que empujó entre palos. El Chucky, no obstante, estaba en fuera de juego y el 0-0 se mantuvo en el marcador.

Las únicas emociones de la descafeinada primera mitad la regalaron Goran Pandev, rematando fuera desde muy buena posición en un acto de clemencia para su exequipo, y José Maria Callejón, al que Pajac le quitó del pie un gran pase de Insigne.

Los de Thiago Motta, que en plena zona de descenso tampoco viven un momento tranquilo, volvieron a asustar al San Paolo en la reanudación, cuando Koulibaly despejó de la línea de gol un derechazo de Pinamonti tras un preciso centro de Agudelo.

Ancelotti, para la última media hora, pasó del 4-4-2 a un 4-2-3-1, sustituyendo a Insigne (que se llevó muchos pitos) y Callejón con Llorente y Elmas. Radu neutralizó un potente testarazo del riojano, única real oportunidad antes del pitido final para los azzurri, que regresaron cabizbajos a los vestuarios entre pitos e insultos de sus propios hinchas. Cinco partidos sin ganar (cuatro de liga, uno de Champions) consecutivos, plantilla enfrentada con la directiva, primer puesto a 12 puntos (y mañana pueden ser 13) y tifosi en rebelión: el Nápoli de Carletto es un polvorín.

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