Tiempos de Lacalle Pou: Uruguay ante una nueva era en sintonía con el continente

Luego de días de incertidumbre, el candidato del Partido Nacional se impuso a Daniel Martínez en segunda vuelta por un estrechísimo margen. Los desafíos que enfrentará y la relación con sus vecinos de América Latina

Laureano Pérez Izquierdo
laureano@infobae.com
Luego de 15 años ininterrumpidos, Uruguay volverá al rumbo de los partidos tradicionales que marcaron gran parte de su historia. Lo hará de la mano de Luis Lacalle Pou el candidato de 46 años que venció en un ajustadísimo balotaje al representante del oficialista Frente Amplio, Daniel Martínez quien se negó a reconocer la derrota en la misma noche del domingo cuando creyó que estaba cerca de la remontada milagrosa. El apellido del ganador está cargado de resonancia política: su padre Luis Alberto fue presidente entre 1990 y 1995; su madre Julia Pou fue una reconocida legisladora. Su destino pareciera ser ineludible.


Ocupará la Torre Ejecutiva tras un primer intento fallido que volvió a colocar en la presidencia a Tabaré Vázquez, quien lo derrotó con contundencia en 2014. Pero el joven abogado no claudicó y una vez más combatió por la máxima magistratura de su país este año. Lo hizo con una agenda en sintonía con la nueva ola que vive esta parte continental que prefiere dar la espalda a fórmulas mesiánicas y apegadas a la fortuna zigzagueante del precio de los recursos naturales. También aportó lo suyo el peso de desgastantes años de frentismo.

Tradicionalista, católico y miembro como toda su familia del Partido Nacional, Lacalle Pou posee una formación con algún síntoma de flexibilidad. Dijo que se arrepintió de no haber votado, como senador, a favor del matrimonio igualitario. ¿Su agenda registrará avances en ese sentido? Seguramente no se muestre permeable a un tema más sensible para sus seguidores como el aborto. Y tal vez ordene una revisión de una ley que dividió a Uruguay en diciembre de 2013: la legalización de la producción del cannabis bajo ciertos parámetros.

La tercera nación en territorialidad más pequeña de América del Sur es un estado históricamente separado de las cuestiones eclesiásticas. Quizás lo piense dos veces antes de ir contra esa costumbre. Mostrar a su agrupación renovada y aggiornada a los tiempos actuales será su gran desafío, además de la inseguridad creciente, una fatigada economía y unas relaciones internacionales erráticas, puntos que imposibilitaron que el Frente Amplio de Vázquez y José Mujica continúe en el Poder Ejecutivo. Extraño caso el de quienes abandonan la administración uruguaya: en contraposición de sus pares continentales no registran graves denuncias de corrupción como fueron los casos chavistas, ecuatorianos, peruanos, brasileños y argentinos.

En cambio, a diferencia de otras naciones del cono sur Lacalle Pou, además del apoyo popular, contará con otra ventaja. Uruguay no pareciera presentar un abismo insalvable entre oficialismos y oposiciones. El pueblo se encuentra unido pese a las diferencias. Los antagonismos quedan en las ideas y no atraviesan la barrera de la agresión, salvo contadas excepciones. El domingo, ese perfume de normalidad había sido ratificado por Vázquez: “No es un drama si hay alternancia”.

En los años de Frente Amplio, además, la economía permitió un crecimiento sostenido y ordenado, llevando a tener el PBI per cápita más alto de América Latina, con 17.300 dólares por habitante, muy por encima de sus vecinos Argentina (U$S 11.650) y Brasil (U$S 8.900), según datos del Banco Mundial de 2019. El presidente electo tendrá que mantener ese estándar en ascenso y desarrollar aún más el territorio.

Sin embargo y pese a todo, las luces de alarma se encendieron en los dos últimos años. La desaceleración se acentuó y algunos índices comenzaron a preocupar a la población. La mayoría de los analistas lo atribuyen a la recesión experimentada por sus dos principales socios, quienes más contribuyen con su economía. ¿Será tiempo de pensar en nuevos y más estables horizontes? Sus acuerdos con China y la Unión Europea (UE) van en ese sentido. Pero la futura administración está pensando más allá de esos pactos.

Lacalle Pou promete, además, cambiar la posición del gobierno de Vázquez respecto a la situación en Venezuela. Para el líder del Partido Nacional Nicolás Maduro sí es un dictador. No tiene dudas. Está así más cerca de la caracterización que del caraqueño hicieron los países miembros del Grupo de Lima que la del actual presidente. Esa unión transnacional sufrirá modificaciones en los próximos meses: seguramente con la llegada del neokirchnerismo al poder, la Argentina se aparte de él y sus propuestas. Uruguay se aproximará. Su nuevo jefe estatal mantiene además una excelente relación con los Estados Unidos que promete profundizar.

La posición de Alberto Fernández, presidente electo argentino, es incómoda. Se jugó por entero por Martínez, el candidato perdedor, y ahora deberá tender puentes con el nuevo gestor. ¿Cómo será su relación? Además, en sus años de jefe de gabinete de Néstor Kirchner y Cristina Fernández (2003-2008) fue uno de los voceros más severos en el conflicto que se desarrolló por la instalación de plantas de celulosa del otro lado del río que une a ambos países. Incluso fue un crítico implacable cuando el partido gobernante uruguayo comulgaba ideas similares. ¿Con qué vecino se encontrará Lacalle Pou?

Ese vecino mirará a su alrededor y no tendrá con quien compartir pensamientos. Deberá viajar lejos para eso. Uruguay, Partido Nacional; Brasil, Jair Bolsonaro, Paraguay, Mario Abdo; Bolivia, ante una nueva era y ya sin Evo Morales; y Chile, con Sebastián Piñera. Tampoco sumaría simpatías en Perú, Ecuador y Colombia, los más alejados. Sólo le queda la devastada Venezuela. Y Cuba. Y México, demasiado distante en el mapa y con el problema del narco que acosa a Andrés Manuel López Obrador.

En tanto, Lacalle Pou tendrá que preocuparse por su coalición. El Partido Colorado, opositor eterno del Nacional, fue uno de los mayores apoyos para derrotar con escasísimo margen a su contrincante en este domingo de balotaje. Apenas un puñado de votos marcaron la diferencia entre una propuesta desgastada y su novedosa alternativa. El equilibro deberá ser su mayor virtud ante este escenario tan difícil.

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