Sexo por supervivencia, una realidad antes impensable para algunas venezolanas en Colombia
En la mayoría de los casos, son engañadas o se ven sin más opciones para sustentar a sus familias. Médicos Sin Fronteras les ofrece apoyo sanitario y también psicosocial ya que para muchas esta vida les supone un trauma
Infobae
Cuando a Adriana una “supuesta amiga” le propuso “un buen trabajo” en Colombia no sospechó de lo que su decisión de abandonar su Venezuela natal le depararía. Como ella, muchas venezolanas se han visto atrapadas en el llamado “sexo por supervivencia”, la mayoría de las veces coaccionadas o porque no han encontrado una vía mejor para mantener a sus familias.
En el caso de Adriana, la pesadilla duró tres meses y ocurrió hace dos años, pero sigue viva en su memoria. Aún recuerda cómo llegó a Colombia tras cruzar “por una trocha” porque así era más barato y las risas de quienes acudieron a recogerla junto a su amiga en Arauquita y la llevaron al que sería su lugar de trabajo.
“Me preguntaron si sabía lo que iba a hacer y les dije que trabajar de ‘cantinera’”, cuenta por teléfono a Europa Press, subrayando que en Venezuela este trabajo “es diferente a prostituta”. Cuando comprendió que su amiga la había engañado rompió a llorar, pero asegura que lo más “humillante” fue cuando vio que la patrona del bar pagaba 40.000 pesos colombianos (unos 10.800 euros) por ella a la intermediaria y esta le daba parte de esa suma a su “supuesta amiga”.
En aquel bar había más mujeres como ella, obligadas a “vender su cuerpo” y a “hacer lo que la patrona mande”, sin poder hablar con nadie ni salir de allí. A algunas, recuerda, se les pasaba por la cabeza el escapar, pero “la patrona nos decía que nos matarían” y de hecho eso fue lo que ocurrió a dos de ellas mientras estuvo allí por haber robado a otras.
Mientras permaneció allí tuvo que compartir habitación con otras cuatro mujeres, “escuchando a las otras” mientras trabajaban, y tuvo que hacer lo que la pedían, “aunque no te gustara”, porque lo único que quería la patrona “era la plata”. A algunas las maltraban y golpeaban y los clientes no las pagaban. “Hacían con una lo que querían”, denuncia.
Un golpe de suerte
La suerte de Adriana cambió un día que su patrona no estaba y llegó un joven colombiano, con quien se sinceró sobre su situación y que se encontraba retenida en contra de su voluntad. Aquel joven, su actual pareja, la convenció de dar el paso y finalmente consiguieron llegar a un acuerdo con la patrona, previo pago de 30.000 pesos (unos 7.900 euros) por su libertad.
A continuación, restableció el contacto con su familia, que no tenía noticias suyas desde su marcha, y volvió, pasado un año y tras constatar que su pareja era de fiar --"estaba miedosa", confiesa--, a Venezuela para llevarse con ella a sus tres hijos. Ahora, está embarazada y mira esperanzada hacia el futuro, tras haber rehecho su vida.
Pero también denuncia la situación en la que se encuentran muchos de sus compatriotas llegados a Colombia, país que acoge a más de un millón de venezolanos que han huido de la crisis política y económica que atraviesa el país. Una vez en suelo colombiano, son víctimas de “maltrato psicológico” porque “hay gente mala” que las explota y algunas mujeres terminan “regalando su cuerpo” y arriesgándose a contraer gonorrea o sida, lamenta.
“Las tratan como si fueran un objeto”
“Abusan de ellas como si fueran un objeto, sin importarles sus sentimientos”, se lamenta, denunciando que cada vez son más jóvenes --"es difícil encontrar chicas de más de 30 años en las cantinas"-- las que son obligadas a prostituirse y a acceder a los deseos de “viejos verdes”. “Si no lo hacen tienen que pagar con su vida”, subraya.
Por ello, tiene claro su mensaje a quienes piensan abandonar Venezuela: “No se vayan, busquen una manera de vivir”. Sin embargo, pese a experiencias como la de Adriana, a diario numerosos venezolanos siguen cruzando la frontera con Colombia, en algunos casos en un viaje de ida y vuelta, pero en otros para instalarse en este país o buscar suerte en otros de la región.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ofrece atención médica de salud primaria, así como de control natal y prenatal y en materia de salud sexual y reproductiva a los migrantes venezolanos e incluso a algunos que, a falta de este tipo de servicios en Venezuela, cruzan la frontera ex profeso.
“De no ser por organizaciones como nosotros, no tendrían acceso a estos servicios”, destaca en declaraciones a Europa Press el coordinador del proyecto migrante de MSF en Aracua, Sebastián García, que reconoce que el sistema de salud colombiano está colapsado ya de antes de la llegada de cientos de miles de venezolanos.
La ayuda de MSF a las mujeres atrapadas en la prostitución
En el caso de las mujeres que se ven obligadas a practicar “sexo por supervivencia”, un fenómeno que ha ido en aumento con la creciente llegada de venezolanos, MSF les ofrece atención médica así como pruebas y tratamiento gratuitos para infecciones de transmisión sexual, incluidos análisis que estas no podrían costearse de otro modo.
Además, según explica García, reciben servicios de salud sexual y reproductiva y asesoramiento sobre salud mental. Ante la “normalización de la violencia sexual” que parece imperar, el personal de MSF les hace ver que hay “actitudes que no son normales” y que no deben tolerar.
Muchas de quienes practican “sexo para poder comer” y sustentar a sus familias han sido engañadas y en la mayoría de los casos es la primera vez que se prostituyen, señala el responsable de MSF, que asegura que se han encontrado con casos de trauma, depresión e incluso ideas suicidas.
Dado que en muchos de los casos no se les permite salir de los bares en los que trabajan, los equipos de MSF se desplazan a estos establecimientos para hablar con sus dueños y que permitan que sus empleadas reciban la atención que ofrece la ONG. “En general tenemos buena aceptación porque saben de nuestro trabajo y están interesados en que podamos ver a sus trabajadoras”, comenta.
Además, se organizan jornadas de atención integral a estas mujeres. La pasada semana tuvo lugar una de ellas en Saravena. Durante los dos días que duró el encuentro, el personal de MSF realizó un total de 144 consultas de salud primaria, un 36,8 por ciento de ellas de salud reproductiva y un 6,25 por ciento de atención prenatal. Entre los atendidos, además de las mujeres, hubo 6 menores de 5 años, hijos de las participantes.
Igualmente, se incidió en el uso correcto de los métodos anticonceptivos, haciendo un especial énfasis en el preservativo como método de prevención contra infecciones de transmisión sexual. En este sentido, según explica García, todas las participantes recibieron preservativos y además se realizaron 78 consultas de planificación familiar.
La cita también sirvió para abordar los posibles problemas de salud mental. En este sentido, se llevaron a cabo diez consultas de apoyo psicológico, tanto individual como familiar, y hubo una específica a una víctima de violencia sexual. Asimismo, se realizaron seis actividades grupales de índole grupal en las que participaron 78 personas.
MSF ha apostado por estas jornadas porque las venezolanas forzadas a prostituirse no tienen fácil acudir a sus dependencias, ya que no siempre les dan permiso para salir, y además de esta forma se les puede ofrecer todos los servicios que puedan requerir.
Estas mujeres, subraya García, son particularmente vulnerables por su exposición a la violencia sexual y al contagio de enfermedades sexuales y embarazos no deseados, así como por tener que realizar esta actividad por primera vez en sus vidas tiene sobre su salud mental: “muchas no lo cuentan a sus familias por vergüenza”.
La responsable de ONU Mujeres para América Latina, María Noel, coincide en la particular vulnerabilidad de las mujeres venezolanas que se enfrentan a “situaciones que nunca han tenido que enfrentar como recurrir al sexo o ser víctima de trata”.
Infobae
Cuando a Adriana una “supuesta amiga” le propuso “un buen trabajo” en Colombia no sospechó de lo que su decisión de abandonar su Venezuela natal le depararía. Como ella, muchas venezolanas se han visto atrapadas en el llamado “sexo por supervivencia”, la mayoría de las veces coaccionadas o porque no han encontrado una vía mejor para mantener a sus familias.
En el caso de Adriana, la pesadilla duró tres meses y ocurrió hace dos años, pero sigue viva en su memoria. Aún recuerda cómo llegó a Colombia tras cruzar “por una trocha” porque así era más barato y las risas de quienes acudieron a recogerla junto a su amiga en Arauquita y la llevaron al que sería su lugar de trabajo.
“Me preguntaron si sabía lo que iba a hacer y les dije que trabajar de ‘cantinera’”, cuenta por teléfono a Europa Press, subrayando que en Venezuela este trabajo “es diferente a prostituta”. Cuando comprendió que su amiga la había engañado rompió a llorar, pero asegura que lo más “humillante” fue cuando vio que la patrona del bar pagaba 40.000 pesos colombianos (unos 10.800 euros) por ella a la intermediaria y esta le daba parte de esa suma a su “supuesta amiga”.
En aquel bar había más mujeres como ella, obligadas a “vender su cuerpo” y a “hacer lo que la patrona mande”, sin poder hablar con nadie ni salir de allí. A algunas, recuerda, se les pasaba por la cabeza el escapar, pero “la patrona nos decía que nos matarían” y de hecho eso fue lo que ocurrió a dos de ellas mientras estuvo allí por haber robado a otras.
Mientras permaneció allí tuvo que compartir habitación con otras cuatro mujeres, “escuchando a las otras” mientras trabajaban, y tuvo que hacer lo que la pedían, “aunque no te gustara”, porque lo único que quería la patrona “era la plata”. A algunas las maltraban y golpeaban y los clientes no las pagaban. “Hacían con una lo que querían”, denuncia.
Un golpe de suerte
La suerte de Adriana cambió un día que su patrona no estaba y llegó un joven colombiano, con quien se sinceró sobre su situación y que se encontraba retenida en contra de su voluntad. Aquel joven, su actual pareja, la convenció de dar el paso y finalmente consiguieron llegar a un acuerdo con la patrona, previo pago de 30.000 pesos (unos 7.900 euros) por su libertad.
A continuación, restableció el contacto con su familia, que no tenía noticias suyas desde su marcha, y volvió, pasado un año y tras constatar que su pareja era de fiar --"estaba miedosa", confiesa--, a Venezuela para llevarse con ella a sus tres hijos. Ahora, está embarazada y mira esperanzada hacia el futuro, tras haber rehecho su vida.
Pero también denuncia la situación en la que se encuentran muchos de sus compatriotas llegados a Colombia, país que acoge a más de un millón de venezolanos que han huido de la crisis política y económica que atraviesa el país. Una vez en suelo colombiano, son víctimas de “maltrato psicológico” porque “hay gente mala” que las explota y algunas mujeres terminan “regalando su cuerpo” y arriesgándose a contraer gonorrea o sida, lamenta.
“Las tratan como si fueran un objeto”
“Abusan de ellas como si fueran un objeto, sin importarles sus sentimientos”, se lamenta, denunciando que cada vez son más jóvenes --"es difícil encontrar chicas de más de 30 años en las cantinas"-- las que son obligadas a prostituirse y a acceder a los deseos de “viejos verdes”. “Si no lo hacen tienen que pagar con su vida”, subraya.
Por ello, tiene claro su mensaje a quienes piensan abandonar Venezuela: “No se vayan, busquen una manera de vivir”. Sin embargo, pese a experiencias como la de Adriana, a diario numerosos venezolanos siguen cruzando la frontera con Colombia, en algunos casos en un viaje de ida y vuelta, pero en otros para instalarse en este país o buscar suerte en otros de la región.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ofrece atención médica de salud primaria, así como de control natal y prenatal y en materia de salud sexual y reproductiva a los migrantes venezolanos e incluso a algunos que, a falta de este tipo de servicios en Venezuela, cruzan la frontera ex profeso.
“De no ser por organizaciones como nosotros, no tendrían acceso a estos servicios”, destaca en declaraciones a Europa Press el coordinador del proyecto migrante de MSF en Aracua, Sebastián García, que reconoce que el sistema de salud colombiano está colapsado ya de antes de la llegada de cientos de miles de venezolanos.
La ayuda de MSF a las mujeres atrapadas en la prostitución
En el caso de las mujeres que se ven obligadas a practicar “sexo por supervivencia”, un fenómeno que ha ido en aumento con la creciente llegada de venezolanos, MSF les ofrece atención médica así como pruebas y tratamiento gratuitos para infecciones de transmisión sexual, incluidos análisis que estas no podrían costearse de otro modo.
Además, según explica García, reciben servicios de salud sexual y reproductiva y asesoramiento sobre salud mental. Ante la “normalización de la violencia sexual” que parece imperar, el personal de MSF les hace ver que hay “actitudes que no son normales” y que no deben tolerar.
Muchas de quienes practican “sexo para poder comer” y sustentar a sus familias han sido engañadas y en la mayoría de los casos es la primera vez que se prostituyen, señala el responsable de MSF, que asegura que se han encontrado con casos de trauma, depresión e incluso ideas suicidas.
Dado que en muchos de los casos no se les permite salir de los bares en los que trabajan, los equipos de MSF se desplazan a estos establecimientos para hablar con sus dueños y que permitan que sus empleadas reciban la atención que ofrece la ONG. “En general tenemos buena aceptación porque saben de nuestro trabajo y están interesados en que podamos ver a sus trabajadoras”, comenta.
Además, se organizan jornadas de atención integral a estas mujeres. La pasada semana tuvo lugar una de ellas en Saravena. Durante los dos días que duró el encuentro, el personal de MSF realizó un total de 144 consultas de salud primaria, un 36,8 por ciento de ellas de salud reproductiva y un 6,25 por ciento de atención prenatal. Entre los atendidos, además de las mujeres, hubo 6 menores de 5 años, hijos de las participantes.
Igualmente, se incidió en el uso correcto de los métodos anticonceptivos, haciendo un especial énfasis en el preservativo como método de prevención contra infecciones de transmisión sexual. En este sentido, según explica García, todas las participantes recibieron preservativos y además se realizaron 78 consultas de planificación familiar.
La cita también sirvió para abordar los posibles problemas de salud mental. En este sentido, se llevaron a cabo diez consultas de apoyo psicológico, tanto individual como familiar, y hubo una específica a una víctima de violencia sexual. Asimismo, se realizaron seis actividades grupales de índole grupal en las que participaron 78 personas.
MSF ha apostado por estas jornadas porque las venezolanas forzadas a prostituirse no tienen fácil acudir a sus dependencias, ya que no siempre les dan permiso para salir, y además de esta forma se les puede ofrecer todos los servicios que puedan requerir.
Estas mujeres, subraya García, son particularmente vulnerables por su exposición a la violencia sexual y al contagio de enfermedades sexuales y embarazos no deseados, así como por tener que realizar esta actividad por primera vez en sus vidas tiene sobre su salud mental: “muchas no lo cuentan a sus familias por vergüenza”.
La responsable de ONU Mujeres para América Latina, María Noel, coincide en la particular vulnerabilidad de las mujeres venezolanas que se enfrentan a “situaciones que nunca han tenido que enfrentar como recurrir al sexo o ser víctima de trata”.