Los republicanos, los verdaderos cobardes de Kiev
Maureen Dowd
Infobae
Cuando contendió a la presidencia en 2016, Donald Trump me dijo que se encontraba un parecido con otro candidato presidencial: alguien, dijo Trump, que también era tremendamente atractivo, que había sido parte de la industria del entretenimiento y era un demócrata convertido en republicano.
El jactancioso Trump sentía que era la segunda llegada de Ronald Reagan.
Es cierto que, al igual que Reagan, Trump ha remodelado a su partido a su propia imagen, habitándolo por completo. Sin embargo, la gran misión de Reagan fue boicotear al “imperio maligno”, mofándose de que pondría un escudo de la Guerra de las Galaxias en el cielo. Quería que los ideales democráticos suplantaran al gobierno autoritario en la Unión Soviética.
El propósito más siniestro e incomprensible de Trump es ayudar a los rusos en todo lo que pueda.
Mientras que el legado de Reagan será ayudar a desmantelar el comunismo y ese muro, el legado de Trump será convertir a los legisladores republicanos en ilusos que ayudan a Rusia mientras esta socava nuestra democracia y la democracia en todo el mundo.
En privado, muchos republicanos dicen que no les convencen todas las políticas profundamente perturbadoras y patas para arriba que Trump maneja con los gobiernos autoritarios. Trump comenzó a hacer eco de los temas de conversación del Kremlin durante su campaña, diciendo sobre la anexión de Crimea de Vladimir Putin: “La gente de Crimea, hasta donde he escuchado, prefiere estar con Rusia que con quien estaba”.
No obstante, los políticos del Partido Republicano le siguen la corriente en público porque son unos cobardes, que servilmente tratan de aferrarse a los electores que están más intensamente alineados con Trump que a los republicanos de la vieja escuela.
Puede que los republicanos estén ganando la batalla de la impugnación en Fox News, pero los diplomáticos con clase los están haciendo pedazos al demostrar verdadero patriotismo en la sala de audiencias. Los miembros republicanos del Comité de Inteligencia batallan de manera irrisoria para respaldar a Trump en su demencial teoría de conspiración —desmentida por el consenso de toda la comunidad de inteligencia estadounidense— de que Ucrania fue el país que interfirió en las elecciones de 2016 para ayudar a Hillary, y que Putin no interfirió para ayudar a Trump.
Nancy Pelosi nunca dijo nada más cierto que cuando recriminó a Trump: “Con usted, todos los caminos llevan a Putin”.
Reagan estaría atónito de ver que los miembros republicanos de la Cámara de Representantes están en guerra con el FBI y la CIA, todo para reafirmar el frágil ego de Trump. Pareciera que prefieren permitir la interferencia rusa de nuevo si eso es lo que se requiere para que Trump siga en su puesto dentro de un año.
A pesar de los esfuerzos republicanos para crear una cortina de humo, a pesar de sus quejas de que los están amordazando incluso mientras hacen preguntas, está claro que el presidente estaba poniendo sus propios intereses políticos —buscar los trapos sucios de Hillary y los Biden— por encima de la seguridad nacional y usando a esbirros oscuros para hacerlo.
Es risible que a Donald Trump le preocupara la corrupción en Ucrania. Más bien, el presidente más corrupto de la historia estaba decidido a exportar su propia corrupción a Ucrania.
Los funcionarios públicos de toda la vida dejaron claro que la historia en Ucrania aún se está reescribiendo, que los soldados están perdiendo la vida en la “guerra caliente” entre Rusia y Ucrania, y que subyugar la política estadounidense a las acciones mezquinas y paranoides de Trump podría privarnos de un aliado valioso.
Hablando de Rudy Giuliani y sus compinches inculpados, la exembajadora de Ucrania Marie Yovanovitch comentó: “Los ucranianos que prefirieron atenerse a las viejas reglas corruptas buscaron destituirme. Lo que me sigue sorprendiendo es que encontraron estadounidenses dispuestos a asociarse con ellos y parece ser que, trabajando en conjunto, tuvieron éxito en fraguar la destitución de un embajador de Estados Unidos. ¿Cómo es que nuestro sistema pudo fallar así? ¿Cómo es que esos intereses extranjeros corruptos pudieron manipular a nuestro gobierno?”.
Porque los republicanos ahora son serviles ante los dictadores y los empresarios extranjeros deshonestos.
Los republicanos trataron de minimizar la mala experiencia de la exembajadora perpetrada por sus jefes, sugiriendo que era una cuestión de Recursos Humanos y haciendo notar que ahora ella tenía un muy buen empleo en la Universidad de Georgetown. El representante demócrata Mike Quigley respondió con sarcasmo que el hecho de que Yovanovitch hubiese sido despedida en la cúspide de su carrera sin duda se sentía como “una película de Hallmark”.
Trump dijo al presidente ucraniano Zelenski que “la mujer era un inconveniente” y agregó de modo inquietante que “ella va a tener que pasar por algunas cosas”. En otra llamada, Trump habló de sus temas favoritos —concursos de belleza y bellezas de Europa del Este— diciéndole a Zelenski: “Cuando yo era propietario de Miss Universo, siempre tenían representantes grandiosas. Ucrania siempre estuvo muy bien representada”.
En un aria de autodestrucción inconsciente, el presidente intimidó más a Yovanovitch en el preciso momento en el que ella estaba testificando sobre cómo se había sentido intimidada por el presidente.
“Doquiera que iba Marie Yovanovitch las cosas salían mal”, tuiteó Trump, aparentemente culpándola por “La caída del halcón negro”. “Empezó en Somalia, ¿cómo le fue? Luego, se fue a Ucrania, donde el nuevo presidente ucraniano no habló bien de ella la segunda vez que hablé con él”.
En su testimonio de la tarde del viernes 15 de noviembre, otro asesor del Departamento de Estado dijo que él también alcanzó a escuchar a Trump en una llamada con Gordon Sondland, embajador de la Unión Europea, en la que lo presionaba para que se realizaran investigaciones y el hombre que Trump tiene en Kiev le aseguró que a Zelenski “le caes bien” y haría lo que fuera necesario. Ah, la diplomacia de alto nivel.
Los demócratas saben que “Moscú Mitch” (como sus críticos apodan a Mitch McConnell, el senador republicano de Kentucky líder de la mayoría en el Senado) acabará por reprimirlos, pero esperan llegar a suficientes senadores independientes y republicanos suburbanos para negarle un segundo término a Trump.
Sin importar cuántos estadounidenses decentes den un paso al frente para exponer el comportamiento sórdido del presidente, ¿Trump será sacado a rastras de la Casa Blanca pataleando y gritando mientras un festivo globo del “bebe Trump” sobrevuela la zona?
La respuesta a eso es: “Nyet”.
Infobae
Cuando contendió a la presidencia en 2016, Donald Trump me dijo que se encontraba un parecido con otro candidato presidencial: alguien, dijo Trump, que también era tremendamente atractivo, que había sido parte de la industria del entretenimiento y era un demócrata convertido en republicano.
El jactancioso Trump sentía que era la segunda llegada de Ronald Reagan.
Es cierto que, al igual que Reagan, Trump ha remodelado a su partido a su propia imagen, habitándolo por completo. Sin embargo, la gran misión de Reagan fue boicotear al “imperio maligno”, mofándose de que pondría un escudo de la Guerra de las Galaxias en el cielo. Quería que los ideales democráticos suplantaran al gobierno autoritario en la Unión Soviética.
El propósito más siniestro e incomprensible de Trump es ayudar a los rusos en todo lo que pueda.
Mientras que el legado de Reagan será ayudar a desmantelar el comunismo y ese muro, el legado de Trump será convertir a los legisladores republicanos en ilusos que ayudan a Rusia mientras esta socava nuestra democracia y la democracia en todo el mundo.
En privado, muchos republicanos dicen que no les convencen todas las políticas profundamente perturbadoras y patas para arriba que Trump maneja con los gobiernos autoritarios. Trump comenzó a hacer eco de los temas de conversación del Kremlin durante su campaña, diciendo sobre la anexión de Crimea de Vladimir Putin: “La gente de Crimea, hasta donde he escuchado, prefiere estar con Rusia que con quien estaba”.
No obstante, los políticos del Partido Republicano le siguen la corriente en público porque son unos cobardes, que servilmente tratan de aferrarse a los electores que están más intensamente alineados con Trump que a los republicanos de la vieja escuela.
Puede que los republicanos estén ganando la batalla de la impugnación en Fox News, pero los diplomáticos con clase los están haciendo pedazos al demostrar verdadero patriotismo en la sala de audiencias. Los miembros republicanos del Comité de Inteligencia batallan de manera irrisoria para respaldar a Trump en su demencial teoría de conspiración —desmentida por el consenso de toda la comunidad de inteligencia estadounidense— de que Ucrania fue el país que interfirió en las elecciones de 2016 para ayudar a Hillary, y que Putin no interfirió para ayudar a Trump.
Nancy Pelosi nunca dijo nada más cierto que cuando recriminó a Trump: “Con usted, todos los caminos llevan a Putin”.
Reagan estaría atónito de ver que los miembros republicanos de la Cámara de Representantes están en guerra con el FBI y la CIA, todo para reafirmar el frágil ego de Trump. Pareciera que prefieren permitir la interferencia rusa de nuevo si eso es lo que se requiere para que Trump siga en su puesto dentro de un año.
A pesar de los esfuerzos republicanos para crear una cortina de humo, a pesar de sus quejas de que los están amordazando incluso mientras hacen preguntas, está claro que el presidente estaba poniendo sus propios intereses políticos —buscar los trapos sucios de Hillary y los Biden— por encima de la seguridad nacional y usando a esbirros oscuros para hacerlo.
Es risible que a Donald Trump le preocupara la corrupción en Ucrania. Más bien, el presidente más corrupto de la historia estaba decidido a exportar su propia corrupción a Ucrania.
Los funcionarios públicos de toda la vida dejaron claro que la historia en Ucrania aún se está reescribiendo, que los soldados están perdiendo la vida en la “guerra caliente” entre Rusia y Ucrania, y que subyugar la política estadounidense a las acciones mezquinas y paranoides de Trump podría privarnos de un aliado valioso.
Hablando de Rudy Giuliani y sus compinches inculpados, la exembajadora de Ucrania Marie Yovanovitch comentó: “Los ucranianos que prefirieron atenerse a las viejas reglas corruptas buscaron destituirme. Lo que me sigue sorprendiendo es que encontraron estadounidenses dispuestos a asociarse con ellos y parece ser que, trabajando en conjunto, tuvieron éxito en fraguar la destitución de un embajador de Estados Unidos. ¿Cómo es que nuestro sistema pudo fallar así? ¿Cómo es que esos intereses extranjeros corruptos pudieron manipular a nuestro gobierno?”.
Porque los republicanos ahora son serviles ante los dictadores y los empresarios extranjeros deshonestos.
Los republicanos trataron de minimizar la mala experiencia de la exembajadora perpetrada por sus jefes, sugiriendo que era una cuestión de Recursos Humanos y haciendo notar que ahora ella tenía un muy buen empleo en la Universidad de Georgetown. El representante demócrata Mike Quigley respondió con sarcasmo que el hecho de que Yovanovitch hubiese sido despedida en la cúspide de su carrera sin duda se sentía como “una película de Hallmark”.
Trump dijo al presidente ucraniano Zelenski que “la mujer era un inconveniente” y agregó de modo inquietante que “ella va a tener que pasar por algunas cosas”. En otra llamada, Trump habló de sus temas favoritos —concursos de belleza y bellezas de Europa del Este— diciéndole a Zelenski: “Cuando yo era propietario de Miss Universo, siempre tenían representantes grandiosas. Ucrania siempre estuvo muy bien representada”.
En un aria de autodestrucción inconsciente, el presidente intimidó más a Yovanovitch en el preciso momento en el que ella estaba testificando sobre cómo se había sentido intimidada por el presidente.
“Doquiera que iba Marie Yovanovitch las cosas salían mal”, tuiteó Trump, aparentemente culpándola por “La caída del halcón negro”. “Empezó en Somalia, ¿cómo le fue? Luego, se fue a Ucrania, donde el nuevo presidente ucraniano no habló bien de ella la segunda vez que hablé con él”.
En su testimonio de la tarde del viernes 15 de noviembre, otro asesor del Departamento de Estado dijo que él también alcanzó a escuchar a Trump en una llamada con Gordon Sondland, embajador de la Unión Europea, en la que lo presionaba para que se realizaran investigaciones y el hombre que Trump tiene en Kiev le aseguró que a Zelenski “le caes bien” y haría lo que fuera necesario. Ah, la diplomacia de alto nivel.
Los demócratas saben que “Moscú Mitch” (como sus críticos apodan a Mitch McConnell, el senador republicano de Kentucky líder de la mayoría en el Senado) acabará por reprimirlos, pero esperan llegar a suficientes senadores independientes y republicanos suburbanos para negarle un segundo término a Trump.
Sin importar cuántos estadounidenses decentes den un paso al frente para exponer el comportamiento sórdido del presidente, ¿Trump será sacado a rastras de la Casa Blanca pataleando y gritando mientras un festivo globo del “bebe Trump” sobrevuela la zona?
La respuesta a eso es: “Nyet”.