La tenebrosa Stasi, el “hombre sin rostro” y el mito del “control total”: así operaba el servicio secreto de Alemania Oriental

El Ministerio de Seguridad del Estado era una pieza clave de la RDA. Se convirtió en uno de los sistemas de espionaje internacional más eficaces del mundo, con una inigualable red de vigilancia interna, que pretendía erradicar cualquier forma de disidencia

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Markus Johannes “Mischa” Wolf nació el 19 de enero de 1923 en Hechingen, un pueblo ubicado en el sudoeste de Alemania. Como su padre era judío y militaba en el Partido Comunista, huyeron tras el triunfo de Hitler en 1933 y se radicaron en la Unión Soviética.



Tras la caída del nazismo, Wolf regresó a lo que entonces era la República Democrática Alemana (RDA) —Alemania Oriental— junto a otros hombres del partido. En 1951 entró a la Stasi, el Ministerio de Seguridad del Estado (Ministerium für Staatssicherheit, de ahí Stasi). A los 30 años fundó la agencia de inteligencia exterior de la organización, la Primera Administración de Reconocimiento (HVA por la sigla en alemán), de la que sería jefe por los siguientes 34 años.

Mischa se convirtió en el emblema de la Stasi y en uno de los mayores íconos del espionaje mundial. En Occidente lo bautizaron como “el hombre sin rostro” porque se las ingeniaba para entrar y salir de los países sin ser identificado, y durante mucho tiempo nadie pudo fotografiarlo. Recién en 1978 se conoció su cara, luego de que lograra obtener una imagen suya un agente de la Sapo, la Policía Secreta de Suecia, durante una visita a Estocolmo.

Una de las estrategias con la que lograba obtener información sensible de los enemigos de la RDA era la selección de agentes con gran capacidad de seducción, que utilizaban el sexo como arma para persuadir a posibles informantes. Así consiguió secretos políticos, militares e industriales, que le permitieron al país competir con estados más ricos, como la República Federal de Alemania (RFA) —Alemania Occidental—.

Pero lo más notable fue su capacidad para infiltrar espías en puestos de alto rango de su vecino y rival del oeste. El caso más impactante fue el de Günter Guillaume, que llegó a ser secretario privado y amigo de Willy Brandt, canciller de la RFA entre 1969 y 1974. Brandt, promotor de un acercamiento con el este y uno de los precursores de la reunificación alemana, debió renunciar cuando se descubrió la verdadera identidad de Guillaume.

Wolf fue también pionero en la difusión de fake news. Creó un departamento dedicado a sembrar noticias falsas sobre la RFA como herramienta de desestabilización política.

Más allá de la admiración que despertaba entre sus colegas, para la mayoría de los alemanes orientales Wolf era el rostro de la opresión. Si bien el servicio exterior de la Stasi era muy importante para los intereses del Estado, el rol crucial del Ministerio era garantizar el orden interior.

“La Stasi era el principal instrumento para controlar la disidencia política en la RDA. La necesidad de ello se reveló crudamente en junio de 1953, cuando hubo un levantamiento contra el gobierno y sus señores soviéticos. Quisieron describirlo como obra de agentes provocadores occidentales, pero en realidad elementos de la población de Alemania Oriental estaban expresando un creciente descontento. A partir de ese momento, la Stasi siguió creciendo, ya que el gobierno mostró poca capacidad para responder a las demandas populares de reforma. En los años 80, su tamaño era un indicador del alto nivel de paranoia entre las elites políticas de la gerontocracia de la RDA”, dijo a Infobae el historiador Peter Monteath, profesor de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Flinders de Australia.

Para un régimen autoritario como ese, que ni siquiera permitía a sus ciudadanos moverse libremente por el país —ni mucho menos irse—, era prioritario erradicar cualquier forma de oposición. La Stasi desarrolló una densa red de vigilancia destinada a detectar posibles focos de resistencia, y a desactivarlos a través de múltiples mecanismos. Algunos, sutiles. Otros, brutales.

“La Stasi era el brazo represivo de la dictadura comunista de la RDA. Su trabajo era identificar a todos los disidentes, a la oposición al marxismo-leninismo e incluso a las personas cuya lealtad era o podía llegar a ser incierta o dudosa. Debido a esta tarea tan amplia, llevó a cabo una vigilancia extraordinariamente extensa y contó con una enorme red de informadores. Reprimió con éxito la disidencia política hasta la segunda mitad de 1989, cuando surgió un movimiento de resistencia tan grande que sólo podría haberlo suprimido con la fuerza armada, pero el régimen temió un baño de sangre y una guerra civil. Entonces optó por hacer concesiones que condujeron a la apertura del Muro de Berlín y al colapso de la RDA”, explicó Paul Maddrell, profesor de historia internacional de la Universidad de Loughborough, consultado por Infobae.

El 4 de noviembre de 1989, días antes de la caída del Muro, Wolf fue abucheado cuando habló ante una multitud que pedía cambios profundos en la histórica manifestación de Alexanderplatz. Tras la disolución de la RDA, trató de pedir asilo en Rusia y en Austria, pero se lo negaron. En 1997 fue condenado por detención ilegal y coerción, y murió en su casa el 9 de noviembre de 2006.

El Ministerio

“La RDA era un Estado autoritario dirigido por el Partido Socialista Unido de Alemania (SED por la sigla en alemán), con una política que emanaba del Politburó y del Comité Central. Una vez que se tomaban decisiones en esas instancias, no se toleraban los desacuerdos políticos ni las críticas públicas. La Stasi se llamaba a sí misma ‘la espada y el escudo’ del Partido, y su jefe era miembro del Politburó. Sus oficiales tenían rangos militares, y las oficinas regionales cubrían el país. La población entendía que la Stasi hacía un seguimiento de la opinión pública y de la disidencia, y podía entregar a los infractores al sistema judicial”, sostuvo Charles Maier, profesor de la cátedra de Historia Leverett Saltonstall de la Universidad de Harvard, en diálogo con Infobae.

La Stasi fue concebida bajo el modelo del Ministerio para la Seguridad del Estado soviético (MGB), el antecesor de la KGB, cuyo emblema eran precisamente una espada y un escudo. Su lema era “Lealtad al partido y Lealtad a la patria” (en ese orden).

La misión de la Stasi era, antes que cualquier otra cosa, defender los intereses del SED, equivalente del Partido Comunista ruso en la RDA. Eso significaba no sólo combatir posibles amenazas externas e internas contra el país, sino también los eventuales desafíos hacia la hegemonía socialista.
“La Stasi es conocida sobre todo por el trabajo que realizaba dentro de la RDA, especialmente en la identificación de enemigos potenciales del SED y del Estado, y en la actuación para mantenerlos bajo control —dijo Monteath—. Al igual que en su papel en el espionaje externo, el trabajo doméstico de la Stasi se basaba en las operaciones de la KGB soviética, con la que la Stasi colaboraba estrechamente. También es tentador compararla con la policía secreta de la Alemania nazi, la Gestapo. La Stasi no era tan violenta y despiadada, pero por otro lado era más grande y existió por mucho más tiempo”.

El Ministerio se fundó el 8 de febrero de 1950. Su primer jefe fue Wilhelm Zaisser, que fue removido del cargo en 1953 tras promover un golpe contra Walter Ulbricht, primer secretario del partido y máxima autoridad del país, en el marco de masivas protestas contra el gobierno.

Lo reemplazó Ernst Wollweber hasta 1957, cuando asumió quien sería ministro y número 1 de la Stasi hasta 1989, Erich Mielke. Durante todo el período, Wolf fue el número 2.

“La Stasi fue la parte más aterradora y a la vez la más grotesca del aparato de poder del SED y, por lo tanto, una piedra angular de la RDA. Por su origen y diseño, la Staatssicherheit era una organización policial secreta. Vigilaba y luchaba contra los opositores a la dictadura del Partido o contra los que consideraba como tales. Podía arrestar a personas y mantenerlas prisioneras en sus propios centros de detención hasta que pudieran ser llevadas a juicio. Además, se esforzaba por poner a toda la sociedad bajo su control. Al mismo tiempo, era uno de los servicios de inteligencia más exitosos del mundo en tareas de espionaje y contraespionaje”, dijo a Infobae Jens Gieseke, profesor del Centro Leibniz de Historia Contemporánea de Potsdam.

El Ministerio estaba compuesto por distintas dependencias. La Administración 12, por ejemplo, era responsable de vigilar las comunicaciones por correo y teléfono. La Administración 2000 controlaba la fidelidad de los miembros de las Fuerzas Armadas. La Administración para la Seguridad de la Industria Pesada y la Investigación estaba abocada a la prevención de sabotajes en la infraestructura económica y de espionaje sobre sus desarrollos tecnológicos.

“Con el correr de las décadas —continuó Gieseke—, el aparato se convirtió en una burocracia a gran escala, con numerosas tareas adicionales: proporcionaba guardaespaldas para proteger a los principales funcionarios de la RDA y gestionaba el establecimiento del Politbüro en Wandlitz; colocaba inspectores de pasaportes en los cruces fronterizos y controlaba el flujo de tráfico entre Oriente y Occidente; supervisaba y participaba en el comercio de armas y tecnología; y, finalmente, dirigía un club deportivo, el FC Dynamo de Berlín, que fue campeón de la RDA en numerosas ocasiones”.

El Regimiento de Guardias Felix Dzerzhinsky era su brazo armado y sus miembros tenían la misión de custodiar a los altos funcionarios del Estado. El Sistema Penal manejaba las prisiones y los centros de reclusión e interrogatorio de la Stasi, a donde iban los disidentes políticos. Por último estaba la HVA de Wolf, a cargo de la seguridad exterior.

La KGB mantuvo siempre una influencia decisiva sobre su ahijada. Tenía oficinas en sus principales departamentos y en los 15 cuarteles distritales que había a lo largo de la RDA.

Para entrar a la Stasi había que pasar por un proceso muy estricto, donde las muestras de lealtad al partido eran tan importantes como las cualidades físicas e intelectuales. La mayoría de los oficiales eran seleccionados entre los conscriptos más destacados, una vez que cumplían los 18 meses de servicio militar obligatorio.

Se esperaba que fueran militantes activos del SED y que durante su paso por la fuerza hubieran informado a sus superiores sobre actividades sospechosas de otros. Luego pasaban por numerosos exámenes y entrevistas, en las que se buscaba conocer su capacidad y su alineamiento a las ideas socialistas. Una vez que eran aceptados, eran entrenados durante dos años en la escuela de la Stasi en Potsdam.

En busca de la utopía del control total

La fantasía de la cúpula de la Stasi era estar al tanto de absolutamente todo lo que ocurría al interior de la RDA. Con ese objetivo distribuían agentes por todo el territorio nacional, y estos a su vez reclutaban informantes. El control total es imposible, está claro. Pero la RDA alcanzó un nivel de penetración sobre la sociedad alemana oriental al que no muchos estados llegaron.

Había oficiales en todas las instalaciones consideradas importantes para el partido. Esto podía incluir edificios de apartamentos en los que vivían personas de interés, en los que la Stasi tenía informantes que le permitían saber los movimientos que se producían. Había sistemas de vigilancia en muchos hoteles, hospitales y clubes.

La Stasi trataba de infiltrar a todas las organizaciones potencialmente peligrosas por su independencia. Además de usar la información para saber sus planes de antemano, les servía para intervenir en su funcionamiento, incentivando disputas internas o desacreditando públicamente a sus referentes.

“La Stasi demostró ser una agencia muy efectiva en el control de la disidencia —dijo Maier—. Tenía entre 100.000 y 200.000 colaboradores no oficiales (Inoffizielle Mitarbeiter), ciudadanos dispuestos a presentar informes sobre sus colegas, quizás sobre aquellos a los que acompañaban en delegaciones en el extranjero o sobre compañeros universitarios. Dado que la población era de unos 17 millones de habitantes, medio o hasta 1% del país servía como informante, probablemente más que en cualquier otro país del bloque soviético. El castigo por disentir podía ser el encarcelamiento, pero con el paso del tiempo, el sistema se basó cada vez más en la manipulación de privilegios y sanciones. Si querías permiso para viajar al extranjero, para disfrutar de unas vacaciones, para mantener tu trabajo, para tener a tu hijo en una mejor escuela, era importante que estuvieras en el lado bueno de la Stasi. Podemos llamarlo una especie de represión blanda, pero muy generalizada”.

El Ministerio logró que nadie se sintiera seguro manifestando sus ideas porque siempre había razones para sospechar que alguno de sus oídos podían estar escuchando. Hay casos increíbles, como el de Vera Lengsfeld, una reconocida activista que fue perseguida por manifestarse en contra de la presencia de misiles nucleares soviéticos en el país.

Durante 12 años estuvo casada —y tuvo dos hijos— con Knud Wollenberger, un poeta y matemático que resultó ser soplón de la Stasi, y que en todo momento reportó sus actividades. Se divorciaron en 1992, luego de que ella se enterara de lo que había hecho durante una década.

Si bien la RDA era un Estado autoritario, con pretensiones totalitarias, la Stasi priorizó métodos de represión más sutiles que los de la Unión Soviética. Es verdad que apelaba a detenciones arbitrarias, pero también aplicaba otras estrategias para contrarrestar a sus adversarios.

“La Stasi fue más débil, aunque probablemente más brutal, durante el período más brutal de la RDA, la primera mitad de la década de 1950, cuando Stalin aún estaba vivo. Todavía estaba en su infancia en ese momento, tenía poco personal y dificultades para reclutar a gente común para espiarse unos a otros. Con el paso de los años, su tamaño aumentó drásticamente, y el verdadero punto de inflexión se produjo en 1970, cuando su jefe, Erich Mielke, se unió al Politburó, el centro del poder en la RDA. Entonces la Stasi se expandió en términos de agentes y de número de espías entre la población ordinaria, y adoptó métodos cada vez más refinados”, contó Andrew I. Port, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Estatal Wayne, consultado por Infobae.

Una de las tácticas avanzadas más conocidas era el Zersetzung (“descomposición” en alemán), que consistía en atacar psicológicamente a sus blancos, sin que estos vieran la mano de la organización. Entraban a sus casas y movían sus muebles, los despertaban de noche, les robaban sus pertenencias o saboteaban a sus vehículos. El objetivo era desgastarlos mentalmente.

De la misma manera, eran famosos sus métodos de interrogatorio, que no solían incluir castigos físicos. Simplemente podían hacer una y otra vez las mismas preguntas a los sospechosos, obligándolos a responder lo mismo durante horas, y apelando a otras herramientas de manipulación psicológica que buscaban quebrar su resistencia.

No obstante, aunque haya sido muy eficiente en estas tareas durante mucho tiempo, es evidente que el alcance real de la Stasi tenía límites. Por más que lo intente, ninguna organización represiva puede lograr —ni siquiera acercarse— al control total.

“El poder de la Stasi ha sido muy exagerado —afirmó Port—. No se trata de negar hasta qué punto penetró en la sociedad de la RDA. Pero no era tan omnisciente, omnipresente y todopoderosa como se cree popularmente. De hecho, gran parte de la información que recopilaba sobre la población era simplemente errónea. El régimen era mucho menos capaz de controlar a la población de lo que creímos durante mucho tiempo. Esa es la conclusión de muchos estudios, incluido el mío, desde que se abrieron los archivos en 1990”.

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