La dura vida de Página Siete, el diario boliviano que estuvo en la mira de Evo Morales

Su edición impresa se convirtió en un imposible y la redacción del diario en un escenario fantasma. Se produce hoy en forma virtual desde las casas de los directores y redactores, temerosos ante los ataques a la prensa que se sucedieron en los últimos días

Sebastián Fest
Especial para Infobae
Cuando Isabel Mercado se enteró del asalto a la casa de Casimira Lema, la periodista que reveló en detalle la manipulación de resultados en las últimas elecciones bolivianas, recordó la imagen de Evo Morales blandiendo el periódico que dirige, Página Siete, y declarándolo “enemigo del pueblo”. Fue a más tardar en ese momento que terminó de entender que ese domingo 10 de noviembre de 2019 no era un día para arriesgar. Envió a todos los periodistas y empleados a sus casas y se resignó a que no hubiera edición del lunes. Paradójica situación: Morales veía por fin silenciado al medio más independiente de la prensa boliviana, aunque sucediera precisamente cuando ya no era más el presidente.


“Teníamos el temor de que nos pasara lo mismo que a Casimira, y por eso tomé la decisión a las ocho y media de la noche de replegar el equipo. Nos faltaban varias horas de trabajo y hay gente que vive muy lejos”, explicó Mercado a Infobae. A la situación de inseguridad en una ciudad tomada por el caos se le suma el hecho de que la planta impresora del periódico está en El Alto, una zona fuera de control y de gran apoyo a Morales: imprimir el diario allí y distribuirlo luego iba a ser altamente complejo. Tan complejo, que en las últimas horas la planta impresora fue atacada por las turbas que dominan las calles de El Alto y sus trabajadores debieron ser evacuados.

La última edición de Página Siete en papel fue la del domingo, y desde entonces los miembros de la redacción trabajan en sus casas. Nadie sabe cuándo volverá a imprimirse el diario, pero la organización en red y la comunicación virtual parece funcionar: Mercado se reunió el lunes con los jefes de sección en la sede del diario, en el sur de La Paz, envió instrucciones a los redactores para que salieran a reportear o investigaran desde sus casas, y, ya en la tarde en su casa, dirigió la edición digital, que está más viva que nunca.

Hoy, martes, las cosas empeoraron. Mercado llegó a la sede del diario y se encontró sola, no hubo reunión: ninguno de sus jefes de sección pudo moverse por las calles en la caótica capital boliviana. Así, Página Siete es hoy un diario virtual: sin sede física y sin edición en papel, pero cada vez más potente a nivel digital y con un esquema de trabajo colaborativo vía Whatsapp y correo electrónico.

“Vamos día a día, tenemos un plan de contingencia. Trabajamos desde las seis de la mañana hasta la una de la madrugada, cada uno desde su casa, repartidos en diferentes equipos. La gente está muy necesitada de información, tenemos habitualmente dos millones de usuarios únicos, pero en estas semanas de crisis hemos saltado a más de tres. Somos el segundo medio más leído de Bolivia”, explicó Mercado, de 51 años y desde hace tres al frente del diario.

Su antecesor, Juan Carlos Salazar lidió durante “tres años y tres meses” con Morales. “Fueron años muy difíciles. Ya te puedes imaginar qué puede sentir el director de un diario cuando el presidente agita el diario en una conferencia de prensa y dice ‘este es el enemigo del pueblo’. Y esto lo hizo varias veces. Era algo que no solo te ponía en riesgo ante las huestes del MAS (el partido de Morales), sino que también podría llevar a la autocensura, cosa que creo que afortunadamente no sucedió”.

Salazar, que cubrió en 1967 el fusilamiento de Ernesto Che Guevara y llegó a dirigir el servicio en español de la agencia alemana DPA durante 12 años en Madrid, es uno de los periodistas más reconocidos de Bolivia y, como viejo hombre de agencias internacionales de noticias, un cultor de la información precisa y equilibrada. “En cada línea un dato, en cada párrafo una idea”, es su mantra. La Bolivia de Morales fue, así, todo un desafío periodístico para él.

“Por las mañana me daba una ducha de teflón, pero a la noche me preguntaba con qué historia saldría el gobierno a golpearnos. El momento más grave fue cuando revelamos la historia de la señora Zapata, una relacionadora pública de una empresa china que hacía grandes negocios con el gobierno. Evo admitió que había tenido una relación y un hijo con ella. Fue un mes antes del referéndum por la reelección de 2016, el que tiempo después el presidente no reconocería. Lo increíble es que después de admitir su relación con la señora Zapata y el hijo que tuvo con ella, Evo negó todo meses después. Y su gente me dedicó un video en el que se me señalaba como jefe del ‘Cartel de la Mentira’”.

Los medios independientes en Bolivia son pocos y están amenazados. Página Siete fue señalado por su papel en el “affaire Zapata” y el Canal Universitario de TV por haber sido el que reveló los detalles más oscuros del escrutinio de las elecciones del 20 de octubre, una evidente manipulación de resultados, a ojos de la Organización de Estados Americanos (OEA). La casa de Casimira Lema, la presentadora del noticiero, fue asaltada y arrasada. La de Waldo Albarracín, rector de la universidad de la que depende el canal, fue quemada.

“Estamos con ataques de pánico todo el tiempo”, dijo a Infobae Roxana Pomier, jefa de Deportes de Página Siete. “El panorama de la ciudad es desolador, hay barricadas en todas las esquinas, gente apedreando vehículos. El 90 por ciento de la gente no está trabajando en La Paz”.

“Toda la ciudad está amedrentada por las turbas que agreden y asaltan”, describió Mercado. “El domingo, sin gobierno a cargo y nadie con quien hablar, llamé a la Policía para pedir protección. Nos dijeron que todo estaba bajo control y no nos preocupáramos, pero enseguida me di cuenta de que no tenía sentido pedir que nos cuidaran, porque había problemas mucho más serios en la ciudad y el país que destinar un destacamento especial para nosotros. Por eso mandé a todos a sus casas”.

“Es cierto que Bolivia es un país complejo y en el que uno nunca se aburre como periodista. El problema es que los años de Evo han sido años en los que la prensa independiente estuvo cuestionada, partiendo de la misma definición de ‘independiente’, porque el gobierno y sus seguidores lo entendían como ‘prensa opositora’. Y nosotros nunca hemos sido eso, siempre hemos tratado de remar contra la corriente. Últimamente la prensa ha tomado partido a nivel político, pero nosotros no hemos querido hacerlo. Es un equilibrio muy difícil, porque la oposición también nos reclama, nos censura y muchas veces no permite que hablemos con ellos. Pretenden que seamos militantes, y nosotros solo somos periodistas”.

“Afortunadamente hemos encontrado muchos periodistas que creen en ese periodismo que fiscaliza al poder, que lo entienden como un servicio público para todos los bolivianos, no de los de un lado o el otro. El gobierno de Morales nos acusó de derecha proimperialista, y en ese blanco y negro en el que se vive nos pusieron en el negro”.

“No teníamos un centavo de publicidad oficial”, recordó Salazar. “Morales enviaba toda la publicidad a los medios adictos. La principal fuente de publicidad en Bolivia es la del Estado, no la privada. Además, el gobierno presionaba a la empresa privada para que no nos diera publicidad”.

“Todas las noches, cerca de la medianoche, me mandaban la primera plana por correo electrónico a mi casa. Discutíamos título por título, palabra por palabra. Y si publicábamos algo conflictivo te ibas a la cama con el Jesús en la Boca. Al fin y al cabo, también es cierto que no podías pasarte el día polemizando con el presidente de la República”, recordó Salazar, que define a Página Siete como el único diario realmente independiente en La Paz.
La redacción del diario Pagina Siete de Bolivia vacía por temor a la violencia impulsada por seguidores de Evo Morales (Infobae)
La redacción del diario Pagina Siete de Bolivia vacía por temor a la violencia impulsada por seguidores de Evo Morales (Infobae)

"La Razón se ha convertido en un medio paraestatal, adquirido por personas ligadas al gobierno de Evo. Y aunque El Deber de Santa Cruz de la Sierra es independiente, al igual que Los Tiempos de Cochabamba, no radican en La Paz, no tienen la misma influencia. Y la televisión, fuera del Canal Universitario, tampoco mejora el panorama: todos los canales estaban alineados con Evo o preferían, al menos, no meterse en problemas”.

Morales nunca habló con Página Siete, ni siquiera en forma informal, aunque a sus responsables les consta que sí leía el periódico y prestaba atención a la primera plana. “En esta última elección publicamos entrevistas a los nueve candidatos, excepto al binomio del MAS”, se lamentó Mercado. “Optamos entonces por publicar una ‘no-entrevista’: le ofrecimos a los lectores todas las preguntas que le habríamos querido hacer a Morales, sin sus respuestas”.

Mercado explicó también por qué cree que lo sucedido en Bolivia no es un golpe de Estado. “No es un golpe de Estado en tanto que no hay una cabeza visible que tome el poder. Lo que se ha dado es una irrupción cívica producto de una larga historia que data del referéndum de 2016. No es la mejor salida que un presidente constitucional no acabe su mandato, y tampoco queremos que los militares se hagan cargo, ni siquiera para llamar a elecciones”.

“La idea de que en Bolivia hay hordas de blancos fascistas contra gente humilde es un error muy común en la prensa internacional. Es el fantasma de Venezuela lo que ha motivado a mucha gente a salir a las calles, pero la motivación no es racista ni discriminadora. El discurso de la división ha sido la clave del MAS, y hoy hay gente en las calles gritando ‘¡guerra civil ya!’. ¿Guerra civil? ¡Si somos todos mestizos, de qué hablan!”.

“Alcanza con ver las declaraciones de Juan Ramón Quintana, ministro de la Presidencia de Evo”, apuntó Salazar. Ex militar formado en la Escuela de las Américas y en su momento ayudante del ministro de Defensa del dictador Hugo Bánzer, Quintana habló con la agencia rusa Sputnik y dejó un pronóstico ominoso: “Bolivia se va a convertir en un gran campo de batalla, un Vietnam moderno porque aquí las organizaciones sociales han encontrado un horizonte para reafirmar su autonomía, soberanía, identidad”.

En este contexto, ¿es capaz de sobrevivir Página Siete? “Sí”, dice Mercado con seguridad. “Vamos a seguir con nuestro plan de contingencia, pero le pedimos a los medios internacionales que estén pendientes de nosotros, porque hay una arremetida muy fuerte contra lo que queda de prensa independiente en Bolivia”.

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