La difícil y lenta transición en Bolivia y el “yo no fui” de Evo Morales
La Paz aún no definió la fecha de las próximas elecciones pese al mandato a Jeanine Áñez. Las relaciones internacionales y el indescifrable factor AMLO
Laureano Pérez Izquierdo
laureano@infobae.com
“No soy responsable de nada”. La sentencia podría haber sido dicha por un niño y no revestiría mayor análisis. Yo no fui. En cambio, salió de la boca de un ex presidente que gobernó Bolivia durante casi 14 años. Evo Morales no se ruborizó cuando la pronunció. “Ganamos las elecciones en primera vuelta”, insistió desde su asilo en México. Tampoco sintió vergüenza ante lo que puede ser tomado como una provocación o una negación freudiana luego de que organismos e instituciones internacionales cuestionaran la falta de transparencia de los comicios del 20 de octubre, certificaran del monumental fraude y pidieran elecciones libres.
El yo no fui de Evo trata de esconder no sólo su responsabilidad histórica en la actual crisis institucional boliviana sino su temor a enfrentar la verdad. Se refugiará en esos pilares para su defensa ante futuras implicaciones judiciales. Durante los días posteriores suscitados a partir del escándalo en las urnas, Morales envió a hombres y fanáticos afines a chocar contra las multitudes que reclamaban por la manipulación en los resultados. Hubo muertos y heridos y la huelga se extendió a todo el país. Hasta su caída definitiva. Fue bajo su mandato cuando la violencia estalló en las calles, no tras su caída.
El mundo comenzó a ver después de mucho tiempo que algo ocurría en Bolivia. Muchos se quedaron con la “fotografía del golpe” del 10 de noviembre despreciando los atropellos que Morales había cometido contra la Constitución Política del Estado y el voto sagrado de la población. El argumento de analistas para desatender las alarmas se fundamentaba en las ventajas económicas que millones de bolivianos consiguieron en la última década y media. Nadie duda de los números macroeconómicos, como nadie debería dudar de la evidente falta de desarrollo estructural que aún padece el país pese a los años de bonanza.
En ese tiempo, La Paz focalizó su economía y su política local e internacional en dos factores: la comercialización de sus recursos naturales y una alianza estrecha con los gobiernos populistas de América Latina. Pero los valores del petróleo -y de la mayoría de las materias primas- menguaron y la cáscara de crecimiento económico entró en una meseta y posterior declive. También los bloques y los países comenzaron a mostrarse renuentes a continuar con el caudillismo. Venezuela ya no era lo que supo ser, su caja era cada vez más flaca y la violación sistemática a los derechos humanos y el quiebre institucional se agudizaron. Nicolás Maduro decidió radicalizarse y fueron pocos en la región los que lo apoyaron, entre ellos Evo, Cuba y Nicaragua. México y Uruguay fueron más tibios y jugaron a media agua.
Más allá en el globo, Rusia, China e Irán también fueron -¿son?- guardianes de Maduro, así como lo eran de Morales. Los dos primeros tratan por estos días de hacer equilibrio y no desconocer a Jeanine Áñez: son muchos los intereses y negocios que tienen en el país, desde centrales nucleares a 4 mil metros de altura hasta la rica explotación de litio. Es por eso que intentan tender puentes con la senadora a cargo de la presidencia interina. La teocracia no lo tendrá fácil en su propia transición altiplana: se preocuparon cuando vieron ingresar al jefe de los comités cívicos -Luis Fernando Camacho- con una biblia al Palacio Quemado. Más allá de lo extemporáneo de la escena, las múltiples mezquitas que se instalaron en Bolivia durante el reinado del líder aymara llegaron de la mano de promesas de protección y para hacer base en esta parte del mundo. Lo hicieron bajo una promesa de protección recíproca.
Uno de los primeros en apoyar a Evo fue Teherán. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Abbas Musavi dijo cuando la crisis se desató que no debería haber “injerencia extranjera en un cambio forzado de gobierno”. No quedó claro si se refería a la presencia iraní en el país o a la venezolana o cubana.
El primer golpe certificado que recibió la teocracia fue cuando supo que La Paz pondría en marcha los mecanismos para recuperar el tiempo perdido con Israel, enemigo manifiesto de la nación islámica. “Vamos a restaurar las relaciones”, anunció Karen Longaric, la canciller interina boliviana. Prometió ejecutar nuevos convenios “en el marco de respeto a la soberanía del estado, de cordialidad y siempre pensando en que de esa relación pueden surgir cuestiones positivas para ambos y beneficios para el turismo boliviano”.
Pero el iraní no es el único frente diplomático a resolver. De acuerdo a los reportes oficiales la mayoría de los cubanos que formaban parte del "plan médicos” no poseía diplomas. El gobierno interino denunció que solo 205 de 702 supuestos profesionales contaban con título. Una particular misión de ayuda humanitaria. ¿El resto de los enviados se dedicaba a curar? Los permisos habilitantes habrían trascendido la observación del cuerpo humano para dedicarse a otro tipo de inspección. El áspero sistema al que son sometidos los galenos fuera de la isla reviste una crueldad única. Son vigilados de cerca por comisarios políticos de La Habana quienes disponen de su vida en sus periplos por el extranjero. Son, básicamente, espías que dedican sus horas a controlarlos de acuerdo a las acusaciones hechas en la propia Cuba.
Además de un ingreso millonario de divisas para la isla, el plan de médicos representa una herramienta de influencia y penetración política para el castrismo. Su jefe en Bolivia era un conocido de la región: el embajador Carlos Rafael Zamora Rodríguez, El Gallo. Fue este experimentado diplomático de 76 años quien actuó como principal asesor de Evo en sus días de desesperación en los días previos a su renuncia. Es un antiguo oficial de la Dirección General de Inteligencia (DGI) cubana que pasó por delegaciones en Ecuador, Brasil, Panamá, El Salvador y hasta los Estados Unidos. Llegó a la capital en marzo último. No evitó la caída del ex sindicalista de Cochabamba.
Rusia, en tanto, depositó hace tiempo sus ojos en el altiplano. Vladimir Putin rubricó convenios que facilitan la provisión de energía al imperio ruso. Litio y uranio figuran entre lo más deseado por Moscú. La construcción de un proyecto nuclear enigmático es otro punto clave. Está proyectado a ser levantado en la ciudad de El Alto, cercana a La Paz. El Alto es uno de los bastiones de Morales donde comenzó a perder apoyos desde el gran fraude. Allí, a 4.000 metros sobre el nivel del mar y con un costo de 300 millones de euros Rosatom -Corporación Nuclear Estatal Rusa- instalará un reactor al que bautizaron “centro de investigación”. Los eufemismos son transnacionales.
Pero no es el único mega negocio que desvela al Kremlin. Gazprom -la empresa de energía vinculada a Putin- ganó varias licitaciones en el país gracias al flexible concepto de soberanía del Movimiento al Socialismo (MAS). Al ex agente de la KGB en Alemania Oriental en tiempos de la Unión Soviética le preocupa conservar esos contratos. La gasífera se hizo con el ambicioso proyecto de Vitiacua. Es una riquísima área concedida a la compañía por parte de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). La capacidad de producción se estima en unos 12 millones de metros cúbicos diarios. Es por eso quizás que Moscú se haya preocupado por reconocer a Áñez como la “nueva líder”. La necesita cerca.
En el medio, las relaciones de Morales con México -país que le da refugio- ¿podrían ensuciarse? El gobierno de transición investiga los supuestos vínculos de la antigua administración con los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, antiguo patrón del Cartel de Sinaloa sentenciado a pasar el resto de sus días en una cárcel de los Estados Unidos por delitos vinculados al lavado de dinero, narcotráfico y homicidios. Morirá en una celda norteamericana, la pesadilla que logró evitar Pablo Emilio Escobar Gaviria al caer en Medellín, su lugar en el mundo. La presencia de los mexicanos fue confirmada por Marcelo Rivas, director nacional de Migraciones de Bolivia: “Por supuesto que entraron. El problema es que eso nunca se detectó. Nuestro sistema de control migratorio no estaba conectado al sistema de la Interpol”.
Si se comprobara que ingresaron con la complicidad del gobierno del MAS esto podría generar una crisis más al norte y causaría un severo dolor de cabeza a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su popularidad está en descenso ante la violencia irrefrenable de las organizaciones narcos mexicanas. Es, por sobre todo, quien oficia de anfitrión de Evo. El rompecabezas parece cada vez más complejo. A Ovidio, uno de los hijos de “El Chapo”, AMLO lo liberó luego de que fuera atrapado por las fuerzas de seguridad en Culiacán. ¿Guzmán Jr. estuvo tiempo atrás en el Chapare?
Mientras, luego de once años, La Paz intenta normalizar sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Designó un embajador en Washington: se trata de Walter Oscar Serrate Cuellar, quien fue en el pasado embajador ante las Naciones Unidas. La ruptura de relaciones con la Casa Blanca y la salida de los delegados de la Secretaría de Estado de la capital fue uno de las primeras órdenes que cumplió Morales al llegar al Palacio Quemado por consejo de sus aliados internacionales, sobre todo La Habana y Caracas. En consecuencia, el 1 de noviembre de 2008 echó del país a los asesores de la Agencia de Control de Drogas (DEA) que estaban allí desde hacía años trabajando en forma coordinada con las administraciones pasadas para evitar la expansión de las plantaciones de coca. No es demasiado difícil adivinar qué ocurrió los años siguientes a su expulsión.
Más allá de las buenas intenciones, Áñez no debería perder de vista su papel transicional y dejarse tentar por postales de permanencia. Quienes especulan cerca suyo con la posibilidad de estirar este período hasta agosto podrían estar haciéndole un favor a quien dicen combatir. Quizás la senadora haya perdido de foco que su mandato es precario y que principal misión es convocar a elecciones cuanto antes para que un nuevo presidente legitimado en las urnas pueda asumir en el Poder Ejecutivo. De esta forma podría restablecerse una democracia que ha sido golpeada demasiado en los últimos años.
Laureano Pérez Izquierdo
laureano@infobae.com
“No soy responsable de nada”. La sentencia podría haber sido dicha por un niño y no revestiría mayor análisis. Yo no fui. En cambio, salió de la boca de un ex presidente que gobernó Bolivia durante casi 14 años. Evo Morales no se ruborizó cuando la pronunció. “Ganamos las elecciones en primera vuelta”, insistió desde su asilo en México. Tampoco sintió vergüenza ante lo que puede ser tomado como una provocación o una negación freudiana luego de que organismos e instituciones internacionales cuestionaran la falta de transparencia de los comicios del 20 de octubre, certificaran del monumental fraude y pidieran elecciones libres.
El yo no fui de Evo trata de esconder no sólo su responsabilidad histórica en la actual crisis institucional boliviana sino su temor a enfrentar la verdad. Se refugiará en esos pilares para su defensa ante futuras implicaciones judiciales. Durante los días posteriores suscitados a partir del escándalo en las urnas, Morales envió a hombres y fanáticos afines a chocar contra las multitudes que reclamaban por la manipulación en los resultados. Hubo muertos y heridos y la huelga se extendió a todo el país. Hasta su caída definitiva. Fue bajo su mandato cuando la violencia estalló en las calles, no tras su caída.
El mundo comenzó a ver después de mucho tiempo que algo ocurría en Bolivia. Muchos se quedaron con la “fotografía del golpe” del 10 de noviembre despreciando los atropellos que Morales había cometido contra la Constitución Política del Estado y el voto sagrado de la población. El argumento de analistas para desatender las alarmas se fundamentaba en las ventajas económicas que millones de bolivianos consiguieron en la última década y media. Nadie duda de los números macroeconómicos, como nadie debería dudar de la evidente falta de desarrollo estructural que aún padece el país pese a los años de bonanza.
En ese tiempo, La Paz focalizó su economía y su política local e internacional en dos factores: la comercialización de sus recursos naturales y una alianza estrecha con los gobiernos populistas de América Latina. Pero los valores del petróleo -y de la mayoría de las materias primas- menguaron y la cáscara de crecimiento económico entró en una meseta y posterior declive. También los bloques y los países comenzaron a mostrarse renuentes a continuar con el caudillismo. Venezuela ya no era lo que supo ser, su caja era cada vez más flaca y la violación sistemática a los derechos humanos y el quiebre institucional se agudizaron. Nicolás Maduro decidió radicalizarse y fueron pocos en la región los que lo apoyaron, entre ellos Evo, Cuba y Nicaragua. México y Uruguay fueron más tibios y jugaron a media agua.
Más allá en el globo, Rusia, China e Irán también fueron -¿son?- guardianes de Maduro, así como lo eran de Morales. Los dos primeros tratan por estos días de hacer equilibrio y no desconocer a Jeanine Áñez: son muchos los intereses y negocios que tienen en el país, desde centrales nucleares a 4 mil metros de altura hasta la rica explotación de litio. Es por eso que intentan tender puentes con la senadora a cargo de la presidencia interina. La teocracia no lo tendrá fácil en su propia transición altiplana: se preocuparon cuando vieron ingresar al jefe de los comités cívicos -Luis Fernando Camacho- con una biblia al Palacio Quemado. Más allá de lo extemporáneo de la escena, las múltiples mezquitas que se instalaron en Bolivia durante el reinado del líder aymara llegaron de la mano de promesas de protección y para hacer base en esta parte del mundo. Lo hicieron bajo una promesa de protección recíproca.
Uno de los primeros en apoyar a Evo fue Teherán. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Abbas Musavi dijo cuando la crisis se desató que no debería haber “injerencia extranjera en un cambio forzado de gobierno”. No quedó claro si se refería a la presencia iraní en el país o a la venezolana o cubana.
El primer golpe certificado que recibió la teocracia fue cuando supo que La Paz pondría en marcha los mecanismos para recuperar el tiempo perdido con Israel, enemigo manifiesto de la nación islámica. “Vamos a restaurar las relaciones”, anunció Karen Longaric, la canciller interina boliviana. Prometió ejecutar nuevos convenios “en el marco de respeto a la soberanía del estado, de cordialidad y siempre pensando en que de esa relación pueden surgir cuestiones positivas para ambos y beneficios para el turismo boliviano”.
Pero el iraní no es el único frente diplomático a resolver. De acuerdo a los reportes oficiales la mayoría de los cubanos que formaban parte del "plan médicos” no poseía diplomas. El gobierno interino denunció que solo 205 de 702 supuestos profesionales contaban con título. Una particular misión de ayuda humanitaria. ¿El resto de los enviados se dedicaba a curar? Los permisos habilitantes habrían trascendido la observación del cuerpo humano para dedicarse a otro tipo de inspección. El áspero sistema al que son sometidos los galenos fuera de la isla reviste una crueldad única. Son vigilados de cerca por comisarios políticos de La Habana quienes disponen de su vida en sus periplos por el extranjero. Son, básicamente, espías que dedican sus horas a controlarlos de acuerdo a las acusaciones hechas en la propia Cuba.
Además de un ingreso millonario de divisas para la isla, el plan de médicos representa una herramienta de influencia y penetración política para el castrismo. Su jefe en Bolivia era un conocido de la región: el embajador Carlos Rafael Zamora Rodríguez, El Gallo. Fue este experimentado diplomático de 76 años quien actuó como principal asesor de Evo en sus días de desesperación en los días previos a su renuncia. Es un antiguo oficial de la Dirección General de Inteligencia (DGI) cubana que pasó por delegaciones en Ecuador, Brasil, Panamá, El Salvador y hasta los Estados Unidos. Llegó a la capital en marzo último. No evitó la caída del ex sindicalista de Cochabamba.
Rusia, en tanto, depositó hace tiempo sus ojos en el altiplano. Vladimir Putin rubricó convenios que facilitan la provisión de energía al imperio ruso. Litio y uranio figuran entre lo más deseado por Moscú. La construcción de un proyecto nuclear enigmático es otro punto clave. Está proyectado a ser levantado en la ciudad de El Alto, cercana a La Paz. El Alto es uno de los bastiones de Morales donde comenzó a perder apoyos desde el gran fraude. Allí, a 4.000 metros sobre el nivel del mar y con un costo de 300 millones de euros Rosatom -Corporación Nuclear Estatal Rusa- instalará un reactor al que bautizaron “centro de investigación”. Los eufemismos son transnacionales.
Pero no es el único mega negocio que desvela al Kremlin. Gazprom -la empresa de energía vinculada a Putin- ganó varias licitaciones en el país gracias al flexible concepto de soberanía del Movimiento al Socialismo (MAS). Al ex agente de la KGB en Alemania Oriental en tiempos de la Unión Soviética le preocupa conservar esos contratos. La gasífera se hizo con el ambicioso proyecto de Vitiacua. Es una riquísima área concedida a la compañía por parte de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). La capacidad de producción se estima en unos 12 millones de metros cúbicos diarios. Es por eso quizás que Moscú se haya preocupado por reconocer a Áñez como la “nueva líder”. La necesita cerca.
En el medio, las relaciones de Morales con México -país que le da refugio- ¿podrían ensuciarse? El gobierno de transición investiga los supuestos vínculos de la antigua administración con los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, antiguo patrón del Cartel de Sinaloa sentenciado a pasar el resto de sus días en una cárcel de los Estados Unidos por delitos vinculados al lavado de dinero, narcotráfico y homicidios. Morirá en una celda norteamericana, la pesadilla que logró evitar Pablo Emilio Escobar Gaviria al caer en Medellín, su lugar en el mundo. La presencia de los mexicanos fue confirmada por Marcelo Rivas, director nacional de Migraciones de Bolivia: “Por supuesto que entraron. El problema es que eso nunca se detectó. Nuestro sistema de control migratorio no estaba conectado al sistema de la Interpol”.
Si se comprobara que ingresaron con la complicidad del gobierno del MAS esto podría generar una crisis más al norte y causaría un severo dolor de cabeza a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Su popularidad está en descenso ante la violencia irrefrenable de las organizaciones narcos mexicanas. Es, por sobre todo, quien oficia de anfitrión de Evo. El rompecabezas parece cada vez más complejo. A Ovidio, uno de los hijos de “El Chapo”, AMLO lo liberó luego de que fuera atrapado por las fuerzas de seguridad en Culiacán. ¿Guzmán Jr. estuvo tiempo atrás en el Chapare?
Mientras, luego de once años, La Paz intenta normalizar sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Designó un embajador en Washington: se trata de Walter Oscar Serrate Cuellar, quien fue en el pasado embajador ante las Naciones Unidas. La ruptura de relaciones con la Casa Blanca y la salida de los delegados de la Secretaría de Estado de la capital fue uno de las primeras órdenes que cumplió Morales al llegar al Palacio Quemado por consejo de sus aliados internacionales, sobre todo La Habana y Caracas. En consecuencia, el 1 de noviembre de 2008 echó del país a los asesores de la Agencia de Control de Drogas (DEA) que estaban allí desde hacía años trabajando en forma coordinada con las administraciones pasadas para evitar la expansión de las plantaciones de coca. No es demasiado difícil adivinar qué ocurrió los años siguientes a su expulsión.
Más allá de las buenas intenciones, Áñez no debería perder de vista su papel transicional y dejarse tentar por postales de permanencia. Quienes especulan cerca suyo con la posibilidad de estirar este período hasta agosto podrían estar haciéndole un favor a quien dicen combatir. Quizás la senadora haya perdido de foco que su mandato es precario y que principal misión es convocar a elecciones cuanto antes para que un nuevo presidente legitimado en las urnas pueda asumir en el Poder Ejecutivo. De esta forma podría restablecerse una democracia que ha sido golpeada demasiado en los últimos años.