Flamengo se alía con la épica
El Mengao remontó en tres minutos finales para conquistar su primera Libertadores en 38 años. Mazazo para River, que se vio campeón. Gabigol, el héroe.
Aritz Gabilondo
As
El fútbol esconde rendijas que no tienen explicación, que atentan a la lógica, que van contra el destino. El destino de Flamengo era prolongar su racha de 38 años sin ganar la Libertadores, un gafe histórico para el conjunto más popular de Brasil. Pero en tres minutos de locura, tres minutos para la historia del conjunto rubronegro, remontó una final que terminó con la era Gallardo, al menos de momento.
Fue una final inesperadamente abierta, trepidante. Tratándose de fútbol sudamericano y de la primera vez que la Libertadores se dirime a partido único, ambos conjuntos jugaron con la ambición de buscar la portería contraria en vez de recular. Se agradeció. River siente así el fútbol. Gallardo contagió con su buen gusto por el balón a un Flamengo que también golpea con fuerza arriba, aunque deja más carencias atrás.
La presión alta del Millonario ahogó al conjunto con más poderío ofensivo de Sudamérica, probablemente. No sé ve en este Continente una estrategia sin balón tan moderna como la que propone el Muñeco. River consiguió robar con mucha facilidad- Enzo Pérez estuvo descomunal- y además hizo daño cada vez que llegó. Por si fuera poco, logró ponerse pronto por delante, algo fundamental en las finales.
Nacho Fernández ganó una pelota imposible por la derecha, el centro fue llorando hasta el corazón del área ante la pasividad defensiva brasileña y fue Santos Borré, tras un buen amago de Suárez, quien marcó a la media vuelta. Después de 38 años de decepciones, el tanto en contra retumbó como un mazazo en el corazón del Mengao. Lo peor no era el resultado, sino la sensación de incomodidad. De hecho, en otro robo Palacios pudo marcar el segundo con un disparo desde lejos que se marchó fuera.
Flamengo se veía por detrás en el resultado y en lo anímico. Necesitaba reencontrarse. Tras el entretiempo lo logró. Salió con bríos renovados y tuvo una oportunidad extraordinaria de empatar entre Gabigol y Everton Ribeiro. Armani, el portero de guardia de River para los grandes partidos, salvó como siempre. Flamengo se animó, aún así. Seguía maniatado, pero el paso del tiempo le ayudó a perder el corsé y lanzarse al vacío.
PUBLICIDAD
inRead invented by Teads
Jorge Jesús hizo cambios. Entró el mago Diego, que le dio más contactos de balón al mediocampo rubronegro. Gallardo reaccionó con riesgo. Julián Álvarez se situó por la derecha para buscar la espalda de Filipe y Pratto entró por Borré para fijar a los centrales. Nada de atrincherarse atrás. Sin miedo por retirar a su mejor futbolista e introducir a un juvenil.
El partido entró en ebullición. Flamengo se quitó las ataduras, percutió, mordió. Gabigol se revolvió entre la defensa de River, que comenzó a sufrir según se fue alargando el equipo. Le dio para contragolpear alguna vez, por ejemplo en una en la que casi sentencia Exequiel Palacios.
Pero esta vez la historia, como aquella de Zico en el 81, pertenecía a Flamengo. Cuando quedaba un minuto apareció Bruno Henrique, desaparecido durante todo el choque, para brindar el empate en bandeja a Gabigol. Y tres minutos después, ya en el añadido, el propio delantero remachó por bajo para coronar una remontada inolvidable, épica, colosal. Un día marcado para siempre en la historia de Flamengo y River.
Aritz Gabilondo
As
El fútbol esconde rendijas que no tienen explicación, que atentan a la lógica, que van contra el destino. El destino de Flamengo era prolongar su racha de 38 años sin ganar la Libertadores, un gafe histórico para el conjunto más popular de Brasil. Pero en tres minutos de locura, tres minutos para la historia del conjunto rubronegro, remontó una final que terminó con la era Gallardo, al menos de momento.
Fue una final inesperadamente abierta, trepidante. Tratándose de fútbol sudamericano y de la primera vez que la Libertadores se dirime a partido único, ambos conjuntos jugaron con la ambición de buscar la portería contraria en vez de recular. Se agradeció. River siente así el fútbol. Gallardo contagió con su buen gusto por el balón a un Flamengo que también golpea con fuerza arriba, aunque deja más carencias atrás.
La presión alta del Millonario ahogó al conjunto con más poderío ofensivo de Sudamérica, probablemente. No sé ve en este Continente una estrategia sin balón tan moderna como la que propone el Muñeco. River consiguió robar con mucha facilidad- Enzo Pérez estuvo descomunal- y además hizo daño cada vez que llegó. Por si fuera poco, logró ponerse pronto por delante, algo fundamental en las finales.
Nacho Fernández ganó una pelota imposible por la derecha, el centro fue llorando hasta el corazón del área ante la pasividad defensiva brasileña y fue Santos Borré, tras un buen amago de Suárez, quien marcó a la media vuelta. Después de 38 años de decepciones, el tanto en contra retumbó como un mazazo en el corazón del Mengao. Lo peor no era el resultado, sino la sensación de incomodidad. De hecho, en otro robo Palacios pudo marcar el segundo con un disparo desde lejos que se marchó fuera.
Flamengo se veía por detrás en el resultado y en lo anímico. Necesitaba reencontrarse. Tras el entretiempo lo logró. Salió con bríos renovados y tuvo una oportunidad extraordinaria de empatar entre Gabigol y Everton Ribeiro. Armani, el portero de guardia de River para los grandes partidos, salvó como siempre. Flamengo se animó, aún así. Seguía maniatado, pero el paso del tiempo le ayudó a perder el corsé y lanzarse al vacío.
PUBLICIDAD
inRead invented by Teads
Jorge Jesús hizo cambios. Entró el mago Diego, que le dio más contactos de balón al mediocampo rubronegro. Gallardo reaccionó con riesgo. Julián Álvarez se situó por la derecha para buscar la espalda de Filipe y Pratto entró por Borré para fijar a los centrales. Nada de atrincherarse atrás. Sin miedo por retirar a su mejor futbolista e introducir a un juvenil.
El partido entró en ebullición. Flamengo se quitó las ataduras, percutió, mordió. Gabigol se revolvió entre la defensa de River, que comenzó a sufrir según se fue alargando el equipo. Le dio para contragolpear alguna vez, por ejemplo en una en la que casi sentencia Exequiel Palacios.
Pero esta vez la historia, como aquella de Zico en el 81, pertenecía a Flamengo. Cuando quedaba un minuto apareció Bruno Henrique, desaparecido durante todo el choque, para brindar el empate en bandeja a Gabigol. Y tres minutos después, ya en el añadido, el propio delantero remachó por bajo para coronar una remontada inolvidable, épica, colosal. Un día marcado para siempre en la historia de Flamengo y River.