Esto es lo que vive Montero tras la jornada del miércoles
Marcelo Terrazas (48) y Mario Salvatierra (60) son las personas que fallecieron en los enfrentamientos ocurridos el pasado miércoles. Este es un informe del ambiente que se vive en la población del Norte Integrado
Ernesto Estremadoiro Flores
El Deber
En Montero hay congoja e ira contenida, luego de los hechos de violencia que se registraron el miércoles y que dejaron como resultado la muerte de Mario Salvatierra y Marcelo Terrazas, además de decenas de heridos. También hay miedo y se lo percibe en ambos bandos; en los que desde hace más de 10 días cumplen un paro indefinido en rechazo a los resultados electorales y en los partidarios del presidente Evo Morales, ganador de una elección cuestionada por los que ven indicios de fraude.
Desde el primer día de paro, la tensión y los roces de los dos grupos se hizo evidente en Montero. Pero ni el más pesimista creía que este municipio, ubicado en el norte de Santa Cruz, se convirtiera en un polvorín, que terminó de estallar. Mucha gente acusa de encender la chispa al propio presidente Morales, por haber convocado a sus partidarios a cercar las ciudades que cumplían la medida.
Ahora, los protagonistas de este episodio negro sanan sus heridas, lloran a sus muertos y se acusan mutuamente de haber hecho estallar la violencia.
“Ellos nos amenazaron desde el primer día que nos iban a matar sino levantamos el bloqueo. Nosotros no teníamos armas, ellos sí”, dijo uno de los testigos del hecho, del bando de los cívicos, que rechaza los resultados de la elección, y que no quiso ser identificado ante el temor de represalias.
Otra persona, que solo se identificó como Chávez, agregó que incluso hubo gente infiltrada de otros lugares, que fueron los que provocaron la muerte de las dos personas.
“Había pistoleros, era gente preparada. Tenían armas, nosotros solo nos defendimos con piedras”, relató.
El miércoles, durante todo el día, ambos bandos habían sido protagonistas de diferentes escaramuzas. Pero fue la sombra de la noche y los disparos de bala, que terminó de marcar a Montero como el centro de la pugna electoral.
“Ellos (los que rechazan el paro) comenzaron a atacar a la gente que estaba bloqueando. Pero luego los de la Unión llegaron a apoyarlos. Ahí todo empeoró”, dijo un vecino de El Rincón del Tigre, barrio vecino de Guadalupe, lugar donde cayeron Marcelo Terrazas (48), integrante activo del Comité Cívico y Mario Salvatierra, un mototaxista y un voluntario que repartía agua en los puntos de bloqueo en Montero.
Los hechos más violentos se registraron entre las siete y diez de la noche, cuando la furia de ambos grupos chocó en una pelea fratricida.
El primero en caer, según el testimonio de vecinos que presenciaron el hecho, fue Terrazas, “nadie pudo ayudarlo por miedo”, dice el relato de varios que vieron como un impacto de bala cegó la vida del hombre.
El segundo fue Salvatierra. “Hacha (su sobrenombre) murió a tres cuadras del ingreso a Guadalupe. Es el que más pena me da, porque siempre jugábamos fútbol. Ya estaba mal cuando se lo llevaron”, dijo otro vecino de El Rincón del Tigre.
“Nunca pensamos que nuestros vecinos sean capaces de esto. Los cívicos solo tenían hondas y palos, ellos armas; fue un hecho criminal”, dijo Daniel Zabala, el único que los consultados que dio la autorización para ser citado.
El otro bando
El barrio Guadalupe parece ser una pequeña ciudad dentro de otra ciudad. Cuenta con un retén que supervisa quién entra y quién sale del lugar. Es un barrio bien organizado, hay casas de material firme y otras precarias, pero en su mayoría están pintadas de color azul, símbolo del partido de Gobierno.
Allí la versión de los hechos es distinta. “Nosotros fuimos atacados. Ellos tenían armas”, sostiene hasta el cansancio Margarita Cano, e invita a toda la prensa a ver la casa quemada de uno de los vecinos.
“Ellos llegaron a destrozar todo. Porque somos indígenas. Nosotros nos defendimos, pero no matamos a nadie”, cuenta la mujer de tez morena y que usa un sombrero color caqui.
La misma mujer muestra una granada de gas, canicas y miguelitos (clavos para pinchar llantas), que, supuestamente, usó el otro grupo para atacarlos.“Miré sus armas de ellos”, dijo mientras mostraba el arsenal.
Félix Merlo tiene un relato similar: “Ellos (los cívicos) siempre van a decir que son inocentes. Ellos llegaron a atacarnos, de todos lados, nos han encerrado han llegado hartísimos”, dijo.
“Nos escapamos y luego quemaron algunas casas. Tenían armas”, añadió.
Consultado sobre los muertos, Merlo evitó dar una respuesta, pero aseguró que de su bando existen más de 50 heridos.
Elisabeth Estrada, de 25 años, relata lo mismo que sus vecinos, llega al llanto al describir que vivieron momento de zozobra al escuchar el estruendo de los petardos y de bombas molotov, que, supuestamente, usó el bando cívico para atacarlos.
En Guadalupe, esa es la única versión válida. Sin embargo, el miedo de un nuevo altercado sigue latente.
Miedo e incertidumbre
Más allá de buscar culpables, José Cesari, hombre de complexión pequeña, 60 años, sostiene, amparado en sus años, que Montero no volverá a ser la ciudad que era antes.
“Duele mucho lo que pasó. ¿Cómo puede ser que nos matemos entre hermanos?”, se pregunta temeroso sin hallar una respuesta.
Las mismas interrogantes se preguntan varios vecinos de Guabirá.
“Nunca había pasado algo así. Fue todo un día de pelea. Quisieron entrarse hasta a nuestro barrio, llegaron hasta la calle Juan Zabala, ahí la gente reaccionó, tocaron las campanas de la iglesia y lograron que ellos (el bando oficialista) se vayan”, afirmó Cesari.
Los descrito por el hombre ocurrió entre las 11 y 12 de la noche. Varios vecinos se quedaron despiertos ante el temor de un nuevo ataque.
Aunque actualmente se vive una tensa calma, el miedo y el rencor aflora. Las personas consultadas aseguran que Montero siempre estuvo alejado de los conflictos, pero estas dos muertes dejan una herida que tardará en sanar.
Ernesto Estremadoiro Flores
El Deber
En Montero hay congoja e ira contenida, luego de los hechos de violencia que se registraron el miércoles y que dejaron como resultado la muerte de Mario Salvatierra y Marcelo Terrazas, además de decenas de heridos. También hay miedo y se lo percibe en ambos bandos; en los que desde hace más de 10 días cumplen un paro indefinido en rechazo a los resultados electorales y en los partidarios del presidente Evo Morales, ganador de una elección cuestionada por los que ven indicios de fraude.
Desde el primer día de paro, la tensión y los roces de los dos grupos se hizo evidente en Montero. Pero ni el más pesimista creía que este municipio, ubicado en el norte de Santa Cruz, se convirtiera en un polvorín, que terminó de estallar. Mucha gente acusa de encender la chispa al propio presidente Morales, por haber convocado a sus partidarios a cercar las ciudades que cumplían la medida.
Ahora, los protagonistas de este episodio negro sanan sus heridas, lloran a sus muertos y se acusan mutuamente de haber hecho estallar la violencia.
“Ellos nos amenazaron desde el primer día que nos iban a matar sino levantamos el bloqueo. Nosotros no teníamos armas, ellos sí”, dijo uno de los testigos del hecho, del bando de los cívicos, que rechaza los resultados de la elección, y que no quiso ser identificado ante el temor de represalias.
Otra persona, que solo se identificó como Chávez, agregó que incluso hubo gente infiltrada de otros lugares, que fueron los que provocaron la muerte de las dos personas.
“Había pistoleros, era gente preparada. Tenían armas, nosotros solo nos defendimos con piedras”, relató.
El miércoles, durante todo el día, ambos bandos habían sido protagonistas de diferentes escaramuzas. Pero fue la sombra de la noche y los disparos de bala, que terminó de marcar a Montero como el centro de la pugna electoral.
“Ellos (los que rechazan el paro) comenzaron a atacar a la gente que estaba bloqueando. Pero luego los de la Unión llegaron a apoyarlos. Ahí todo empeoró”, dijo un vecino de El Rincón del Tigre, barrio vecino de Guadalupe, lugar donde cayeron Marcelo Terrazas (48), integrante activo del Comité Cívico y Mario Salvatierra, un mototaxista y un voluntario que repartía agua en los puntos de bloqueo en Montero.
Los hechos más violentos se registraron entre las siete y diez de la noche, cuando la furia de ambos grupos chocó en una pelea fratricida.
El primero en caer, según el testimonio de vecinos que presenciaron el hecho, fue Terrazas, “nadie pudo ayudarlo por miedo”, dice el relato de varios que vieron como un impacto de bala cegó la vida del hombre.
El segundo fue Salvatierra. “Hacha (su sobrenombre) murió a tres cuadras del ingreso a Guadalupe. Es el que más pena me da, porque siempre jugábamos fútbol. Ya estaba mal cuando se lo llevaron”, dijo otro vecino de El Rincón del Tigre.
“Nunca pensamos que nuestros vecinos sean capaces de esto. Los cívicos solo tenían hondas y palos, ellos armas; fue un hecho criminal”, dijo Daniel Zabala, el único que los consultados que dio la autorización para ser citado.
El otro bando
El barrio Guadalupe parece ser una pequeña ciudad dentro de otra ciudad. Cuenta con un retén que supervisa quién entra y quién sale del lugar. Es un barrio bien organizado, hay casas de material firme y otras precarias, pero en su mayoría están pintadas de color azul, símbolo del partido de Gobierno.
Allí la versión de los hechos es distinta. “Nosotros fuimos atacados. Ellos tenían armas”, sostiene hasta el cansancio Margarita Cano, e invita a toda la prensa a ver la casa quemada de uno de los vecinos.
“Ellos llegaron a destrozar todo. Porque somos indígenas. Nosotros nos defendimos, pero no matamos a nadie”, cuenta la mujer de tez morena y que usa un sombrero color caqui.
La misma mujer muestra una granada de gas, canicas y miguelitos (clavos para pinchar llantas), que, supuestamente, usó el otro grupo para atacarlos.“Miré sus armas de ellos”, dijo mientras mostraba el arsenal.
Félix Merlo tiene un relato similar: “Ellos (los cívicos) siempre van a decir que son inocentes. Ellos llegaron a atacarnos, de todos lados, nos han encerrado han llegado hartísimos”, dijo.
“Nos escapamos y luego quemaron algunas casas. Tenían armas”, añadió.
Consultado sobre los muertos, Merlo evitó dar una respuesta, pero aseguró que de su bando existen más de 50 heridos.
Elisabeth Estrada, de 25 años, relata lo mismo que sus vecinos, llega al llanto al describir que vivieron momento de zozobra al escuchar el estruendo de los petardos y de bombas molotov, que, supuestamente, usó el bando cívico para atacarlos.
En Guadalupe, esa es la única versión válida. Sin embargo, el miedo de un nuevo altercado sigue latente.
Miedo e incertidumbre
Más allá de buscar culpables, José Cesari, hombre de complexión pequeña, 60 años, sostiene, amparado en sus años, que Montero no volverá a ser la ciudad que era antes.
“Duele mucho lo que pasó. ¿Cómo puede ser que nos matemos entre hermanos?”, se pregunta temeroso sin hallar una respuesta.
Las mismas interrogantes se preguntan varios vecinos de Guabirá.
“Nunca había pasado algo así. Fue todo un día de pelea. Quisieron entrarse hasta a nuestro barrio, llegaron hasta la calle Juan Zabala, ahí la gente reaccionó, tocaron las campanas de la iglesia y lograron que ellos (el bando oficialista) se vayan”, afirmó Cesari.
Los descrito por el hombre ocurrió entre las 11 y 12 de la noche. Varios vecinos se quedaron despiertos ante el temor de un nuevo ataque.
Aunque actualmente se vive una tensa calma, el miedo y el rencor aflora. Las personas consultadas aseguran que Montero siempre estuvo alejado de los conflictos, pero estas dos muertes dejan una herida que tardará en sanar.