El papa Francisco llegó a Japón en una visita que pone en relieve la dolorosa historia de los primeros cristianos en ese país
El Sumo Pontífice aterrizó a las 17:25 hora local (9:25 GMT) luego de su paso por Tailandia. Como era previsto, el Vaticano envió telegramas a los países sobrevolados y en esta ocasión fueron Taiwán, la isla de Sanya (China) y Hong Kong
Infobae
El papa Francisco llegó hoy a Tokio, procedente de sus tres días de visita a Tailandia, tras sobrevolar el espacio aéreo de China, Taiwán y Hong Kong, a cuyos representantes envió telegramas de buenos deseos.
El avión de la compañía Thai aterrizó en el aeropuerto internacional de Tokio a las 17:25 hora local (9:25 GMT) y el papa descendió de la escalerilla entre viento y lluvia sin ceremonia de bienvenida y solo algunas personas que corearon en español: “Bienvenido a Japón”.
Como era previsto y es habitual, el Vaticano envió telegramas a los países sobrevolados y en esta ocasión fueron Taiwán, la isla de Sanya (China) y Hong Kong, pero Francisco no hizo referencia a ninguna de las tensiones políticas entre estos ellos.
“Rezo para que Dios Todopoderoso pueda garantizar su bienestar y paz”, fueron las palabras del papa Francisco a Carrie Lam, jefa de Gobierno de Hong Kong, sin hacer referencia a la situación actual.
También hubo telegramas al presidente chino, Xi Jinping, a quien deseó “abundantes bendiciones de paz y alegría” y al presidente de Taiwán, Tsai Ing-Wen, “abundantes bendiciones divinas de paz”.
El Papa se reunirá hoy en la nunciatura con los obispos del país y mañana viajará a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
El papa jesuita y la historia de los cristianos clandestinos en Japón
La visita del papa Francisco a Japón pone de nuevo en relieve la dolorosa historia de los primeros cristianos en el país del Sol naciente, convertidos en el siglo XVI y que luego tuvieron que transmitir su fe de forma clandestina, durante más de 250 años.
Su existencia y sus desventuras quedaron plasmadas y fueron conocidas por el gran público hace tres años en la película “Silencio”, del director estadounidense Martin Scorsese, basada en el libro del mismo título del escritor católico japonés Shusaku Endo.
Al aterrizar el sábado en la isla meridional de Kyushu, en Kagoshima, el Papa también desandará los pasos de otro jesuita como él, San Francisco Javier, misionero español que llegó a este lugar en 1549.
Con la llegada de esos primeros misioneros los gobernadores militares locales, los ‘shoguns’, sintieron su poder amenazado e iniciaron un largo periodo de persecuciones y masacres. Para ello no dudaron en tortura, crucificar y ahogar lentamente, aprovechando las fuertes mareas de la costa, a los extranjeros o a los conversos. Poco después, el cristianismo fue prohibido formalmente y Japón se cerró al mundo en 1639.
Cuando el país salió de su aislamiento voluntario, dos siglos más tarde, un misionero francés, estupefacto, explicó que vio llegar un día a su iglesia un grupo de locales que querían ver la estatua de la Virgen María.
La fe había sido transmitida secretamente, durante generaciones, entre los denominados ‘kakure kirishitan’ (cristianos clandestinos). En aquella época, en la segunda mitad del siglo XIX, eran unos 60.000.
“Pudieron preservar su fe durante largo tiempo sin religiosos ni biblias. Es un caso único en la historia de la Iglesia”, destaca el padre Domenico Vitali, director del Museo de los 26 Mártires en Nagasaki, que el Papa visitará.
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El papa Francisco llegó hoy a Tokio, procedente de sus tres días de visita a Tailandia, tras sobrevolar el espacio aéreo de China, Taiwán y Hong Kong, a cuyos representantes envió telegramas de buenos deseos.
El avión de la compañía Thai aterrizó en el aeropuerto internacional de Tokio a las 17:25 hora local (9:25 GMT) y el papa descendió de la escalerilla entre viento y lluvia sin ceremonia de bienvenida y solo algunas personas que corearon en español: “Bienvenido a Japón”.
Como era previsto y es habitual, el Vaticano envió telegramas a los países sobrevolados y en esta ocasión fueron Taiwán, la isla de Sanya (China) y Hong Kong, pero Francisco no hizo referencia a ninguna de las tensiones políticas entre estos ellos.
“Rezo para que Dios Todopoderoso pueda garantizar su bienestar y paz”, fueron las palabras del papa Francisco a Carrie Lam, jefa de Gobierno de Hong Kong, sin hacer referencia a la situación actual.
También hubo telegramas al presidente chino, Xi Jinping, a quien deseó “abundantes bendiciones de paz y alegría” y al presidente de Taiwán, Tsai Ing-Wen, “abundantes bendiciones divinas de paz”.
El Papa se reunirá hoy en la nunciatura con los obispos del país y mañana viajará a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
El papa jesuita y la historia de los cristianos clandestinos en Japón
La visita del papa Francisco a Japón pone de nuevo en relieve la dolorosa historia de los primeros cristianos en el país del Sol naciente, convertidos en el siglo XVI y que luego tuvieron que transmitir su fe de forma clandestina, durante más de 250 años.
Su existencia y sus desventuras quedaron plasmadas y fueron conocidas por el gran público hace tres años en la película “Silencio”, del director estadounidense Martin Scorsese, basada en el libro del mismo título del escritor católico japonés Shusaku Endo.
Al aterrizar el sábado en la isla meridional de Kyushu, en Kagoshima, el Papa también desandará los pasos de otro jesuita como él, San Francisco Javier, misionero español que llegó a este lugar en 1549.
Con la llegada de esos primeros misioneros los gobernadores militares locales, los ‘shoguns’, sintieron su poder amenazado e iniciaron un largo periodo de persecuciones y masacres. Para ello no dudaron en tortura, crucificar y ahogar lentamente, aprovechando las fuertes mareas de la costa, a los extranjeros o a los conversos. Poco después, el cristianismo fue prohibido formalmente y Japón se cerró al mundo en 1639.
Cuando el país salió de su aislamiento voluntario, dos siglos más tarde, un misionero francés, estupefacto, explicó que vio llegar un día a su iglesia un grupo de locales que querían ver la estatua de la Virgen María.
La fe había sido transmitida secretamente, durante generaciones, entre los denominados ‘kakure kirishitan’ (cristianos clandestinos). En aquella época, en la segunda mitad del siglo XIX, eran unos 60.000.
“Pudieron preservar su fe durante largo tiempo sin religiosos ni biblias. Es un caso único en la historia de la Iglesia”, destaca el padre Domenico Vitali, director del Museo de los 26 Mártires en Nagasaki, que el Papa visitará.