El Atlético recupera el color
Los de Simeone se reencuentran con el triunfo tras tres partidos sin ganar. Darder adelantó al Espanyol, Correa igualó en el descuento de la primera parte, Morata marcó y Koke sentenció.
Patricia Cazón
As
Salió el Atleti a jugar desde el primer minuto y solamente ya eso era noticia. Enseguida empezaron a ocurrir cosas como por arte de magia, que creía olvidadas. Que en las primeras partes también se puede pisar área contraria, y tirar córners, y hasta hacer goles. Pero es que al fin Simeone volvía darle la titularidad a Vitolo y éste respondía rotundo: cada vez que se internaba en el área quebraba un par de cinturas. Con eso bastaba, tan fácil. Vitolo e intensidad, lo último hace no tanto primer mandamiento del Cholo. Herrera también estaba, ordenado el Atlético 4-3-3, con Saúl carrilero y Vitolo y Correa escuderos de Morata. Había una razón. Machín se presentaba en el Metropolitano blandiendo kriptonita: tres centrales. Sus carrileros eran dos diestros: Víctor Gómez en la derecha para buscarle agujeros a Saúl y Javi López a pierna cambiada. A todos se les escurría Vitolo.
Porque Vitolo iba y venía sin dejar de frotarse la bota. Era el 20’ cuando de ésta sacó un pase filtrado para dejar solo a Morata ante Diego López. Pero pensó demasiado: inexplicablemente su remate picado se fue fuera. A su falta de tino se agarró el Espanyol para crecer. Su plan era sencillo: esperar paciente un error de esos que este Atleti tiene. Y cada vez que se acercaba a Oblak se respiraba tragedia. Que este Atleti no defiende como el de antes y a veces Felipe y Hermoso tiemblan, y a veces es sencillo encontrarle agujeros con centros laterales. Se lo hizo Darder con un zapatazo desde la frontal que llenó el aire de ligeros silbidos. Thomas comenzó a deambular. Suyo había sido el error. Arriesgó demasiado una entrega a Koke y Víctor Sánchez le robó el balón y el alma. El Atleti acumulaba tantos hombres por dentro que dejó de ser un equipo para convertirse en un ovillo enredado. Saúl hacía lo que podía, sacrificado, pero desde el lateral la portería contraria se ve lejos. Koke errático, sin tino. Y Simeone aplaudía a Thomas para arrancarle el gesto zombie y devolverle al partido. Lo logró en el descuento de la primera parte. El partido cambió para siempre.
Thomas levantó la cabeza y vio a Morata, a quien envió el balón. El delantero esta vez no pensó. Y cómo no pensó se sacó una genialidad de la bota: un centro que voló en parábola hacia a la portería de Diego López. Correa metió la cabeza al final para enviarlo a la red pero Simeone lamentaba: Gil Manzano lo anulaba por fuera de juego. Pero recibió un pitido en la oreja, era Mateu, en el VAR. Morata no estaba en fuera de juego. Era gol. Los ligeros pitidos se esfumaban. Todo fueron aplausos en la segunda parte.
El Metropolitano en pie por Vitolo
Y eso que comenzó con suspense de VAR. David López le dio un golpe en la cara a Felipe en el área y Gil Manzano se tiró cinco largos minutos ante la pantalla como quien mira un jeroglífico. Al final, falta de Felipe. El Atlético no se enfrió. Las segundas partes son las suyas y Correa bailaba, Vitolo seguía filtrando balones majestuoso y allá donde miraras veías a Morata. El Atleti jugaba y disfrutaba. Su gol estaba en el aire, todo nubes sobre Diego López. Fue Vitolo quien abrió las aguas, cómo no, cada minuto que pasa en el banquillo es un sacrilegio. Le filtró a Morata otro balón que remató de primeras. Bendita su racha. El Metropolitano se fundía en una ovación: “Vitolooo”. Cuando se retiró, en el 74’, el público se iba levantando de la silla a su paso para, después, silbarle al Cholo el cambio: entraba Lemar. Se le acaba el crédito.
Quiso dormir el partido el Atleti, pensando en los quince días de parón por delante sin espinas, pero al Espanyol le quedaban un par de contras con las que llenar de miedo los asientos. Y Oblak parece menos Oblak en los últimos partidos, más terrenal. David López le encontró otro agujero pero el árbitro se lo cosió enseguida: anulado por falta previa a Koke. Un Koke a quien Costa encontró en el descuento. Ganó la línea de fondo, sirvió y Herrera, listo como un zorro, dejó la pelota pasar para que el capitán rematara solo. El Metropolitano volvió a fundirse en una ovación que espantaba definitivamente el frío en la tarde, y todas las lluvias de los días pasados.
Patricia Cazón
As
Salió el Atleti a jugar desde el primer minuto y solamente ya eso era noticia. Enseguida empezaron a ocurrir cosas como por arte de magia, que creía olvidadas. Que en las primeras partes también se puede pisar área contraria, y tirar córners, y hasta hacer goles. Pero es que al fin Simeone volvía darle la titularidad a Vitolo y éste respondía rotundo: cada vez que se internaba en el área quebraba un par de cinturas. Con eso bastaba, tan fácil. Vitolo e intensidad, lo último hace no tanto primer mandamiento del Cholo. Herrera también estaba, ordenado el Atlético 4-3-3, con Saúl carrilero y Vitolo y Correa escuderos de Morata. Había una razón. Machín se presentaba en el Metropolitano blandiendo kriptonita: tres centrales. Sus carrileros eran dos diestros: Víctor Gómez en la derecha para buscarle agujeros a Saúl y Javi López a pierna cambiada. A todos se les escurría Vitolo.
Porque Vitolo iba y venía sin dejar de frotarse la bota. Era el 20’ cuando de ésta sacó un pase filtrado para dejar solo a Morata ante Diego López. Pero pensó demasiado: inexplicablemente su remate picado se fue fuera. A su falta de tino se agarró el Espanyol para crecer. Su plan era sencillo: esperar paciente un error de esos que este Atleti tiene. Y cada vez que se acercaba a Oblak se respiraba tragedia. Que este Atleti no defiende como el de antes y a veces Felipe y Hermoso tiemblan, y a veces es sencillo encontrarle agujeros con centros laterales. Se lo hizo Darder con un zapatazo desde la frontal que llenó el aire de ligeros silbidos. Thomas comenzó a deambular. Suyo había sido el error. Arriesgó demasiado una entrega a Koke y Víctor Sánchez le robó el balón y el alma. El Atleti acumulaba tantos hombres por dentro que dejó de ser un equipo para convertirse en un ovillo enredado. Saúl hacía lo que podía, sacrificado, pero desde el lateral la portería contraria se ve lejos. Koke errático, sin tino. Y Simeone aplaudía a Thomas para arrancarle el gesto zombie y devolverle al partido. Lo logró en el descuento de la primera parte. El partido cambió para siempre.
Thomas levantó la cabeza y vio a Morata, a quien envió el balón. El delantero esta vez no pensó. Y cómo no pensó se sacó una genialidad de la bota: un centro que voló en parábola hacia a la portería de Diego López. Correa metió la cabeza al final para enviarlo a la red pero Simeone lamentaba: Gil Manzano lo anulaba por fuera de juego. Pero recibió un pitido en la oreja, era Mateu, en el VAR. Morata no estaba en fuera de juego. Era gol. Los ligeros pitidos se esfumaban. Todo fueron aplausos en la segunda parte.
El Metropolitano en pie por Vitolo
Y eso que comenzó con suspense de VAR. David López le dio un golpe en la cara a Felipe en el área y Gil Manzano se tiró cinco largos minutos ante la pantalla como quien mira un jeroglífico. Al final, falta de Felipe. El Atlético no se enfrió. Las segundas partes son las suyas y Correa bailaba, Vitolo seguía filtrando balones majestuoso y allá donde miraras veías a Morata. El Atleti jugaba y disfrutaba. Su gol estaba en el aire, todo nubes sobre Diego López. Fue Vitolo quien abrió las aguas, cómo no, cada minuto que pasa en el banquillo es un sacrilegio. Le filtró a Morata otro balón que remató de primeras. Bendita su racha. El Metropolitano se fundía en una ovación: “Vitolooo”. Cuando se retiró, en el 74’, el público se iba levantando de la silla a su paso para, después, silbarle al Cholo el cambio: entraba Lemar. Se le acaba el crédito.
Quiso dormir el partido el Atleti, pensando en los quince días de parón por delante sin espinas, pero al Espanyol le quedaban un par de contras con las que llenar de miedo los asientos. Y Oblak parece menos Oblak en los últimos partidos, más terrenal. David López le encontró otro agujero pero el árbitro se lo cosió enseguida: anulado por falta previa a Koke. Un Koke a quien Costa encontró en el descuento. Ganó la línea de fondo, sirvió y Herrera, listo como un zorro, dejó la pelota pasar para que el capitán rematara solo. El Metropolitano volvió a fundirse en una ovación que espantaba definitivamente el frío en la tarde, y todas las lluvias de los días pasados.