Dolor de cabeza en Granada
Lodi abrió el marcador, pero Germán, de cabeza, igualó a los pocos minutos. Es el quinto gol con la testa que encaja el Atleti. Diego Martínez, expulsado.
Patricia Cazón
As
Salió el Atlético como disparado por un tirachinas hacia la portería de Rui Silva. Como si eso de tirar las primeras partes perteneciera a otra vida, a otra temporada, a otro equipo, no al rojiblanco. Había bajas, sí, Costa no estará muchos meses, también, faltaba el comodín de Saúl, pero el cholismo estaba ahí. Con la pareja Herrera-Llorente en el medio. Con la formada por Morata y Vitolo arriba. Con presión alta, altísima, como una marea que llenaba toda la hierba en Los Cármenes ahogando al Granada, que se vio sorprendido, que durante muchos minutos aguantó más que jugó. Y sin dejar de perseguir hombres de negro.
Koke y Herrera comandaban los pases. Correa y Vitolo recibían por dentro, tratando de buscarle un resquicio al Granada. Sólo les faltaba marcar, una ocasión clara. Si en la primera cabalgada de Vitolo el rechace de Rui Silva le pasó a Correa centímetros desviado cuando sólo debía empujar, en la segunda su remate de primeras, tras la salida en velocidad del equipo y el pase al hueco de Herrera, lo atrapó el portero. El Granada sudaba sin llegar a temblar. La fiabilidad de los guantes de Rui Silva daba un respiro. Diego Martínez agitaba los brazos en el banquillo, muy Cholo, y subía la voz Los Cármenes en un intento de achicar tanta agua rojiblanca. Lo logró por dos veces y en las dos el que sudó fue Simeone.
Porque una se plantó Soldado en el área de Oblak con cierto peligro y otra Llorente, hasta el momento impecable, en sus mejores minutos con el Atlético, perdió un balón en el centro que le permitió al Granada un imposible: trenzar una jugada. Oblak detuvo el disparo de Puertas. Y Rui Silva en la portería contraria tiró de milagro, aguantando con la rodilla en el suelo, para desbaratar un mano a mano de Vitolo. Era el canario quien estaba en todos los sitios, el hombre de negro más escurridizo, la guía del Cholo en esta batalla en la que se había convertido el partido en Los Cármenes. Quemaba. En cada salto, cada balón disputado, en ese pisotón de Montoro al tobillo de Herrera castigado con amarilla pero de color naranja-rojiza. Quemaba mucho.
Al descanso los dos equipos se fueron exhaustos pero sin herida. Al volver, el que salió como disparado con tirachinas de la caseta fue el Granada. Asomaba Puertas en el partido 45 minutos después del inicio con un disparo fallido. Diego Martínez había aprovechado el descanso para ajustar su primera línea de presión. Pero el Cholo ya estaba a los mandos de esta su parte, la segunda, y su equipo seguía atacando en oleadas, buscando una circulación más rápida para estallarle todos los cierres al Granada. Lo encontró Lodi, lo cocinó Herrera. Condujo el balón el mexicano, se apoyó en Vitolo y le asistió con un balón que el lateral le coló a Rui Silva entre las piernas. Simeone ya tiene eso que le ha faltado los dos últimos años. Un Gabi. Eso es Herrera. Pero no le duró mucho la alegría de haberlo encontrado.
Lo que al Atleti le había costado 59 minutos de dominio, el Granada lo consiguió sólo ocho después. Y es que mata en cada balón parado, como el Atleti una vez. Así logró el gol Germán antes de irse lesionado: cabeceó un córner que le puso Montoro en la cabeza, el de la amarilla naranja-roja de antes, para empatar sin que al Atleti le hubiese dado tiempo si quiera al paso atrás. Diego Martínez lo veía desde el vestuario, tres minutos antes expulsado.
Era el 75’ cuando João Félix volvía a jugar y el 82’ cuando Simeone le daba la alternativa a ese chico de la cantera, Darío Poveda: en el B se le caen del bolsillo goles que el Cholo necesita para el primer equipo sin Costa. Porque ningún rojiblanco acaba de hacerlos, aunque asedie. Y Oblak hay días que ya no para como antes. Ni siquiera le hizo falta a Rui Silva en esa última jugada en el área ante Poveda, derribado en un posible penalti que ni el árbitro ni el VAR vieron. El Atleti ya juega 90 minutos, pero siguen los empates.
Patricia Cazón
As
Salió el Atlético como disparado por un tirachinas hacia la portería de Rui Silva. Como si eso de tirar las primeras partes perteneciera a otra vida, a otra temporada, a otro equipo, no al rojiblanco. Había bajas, sí, Costa no estará muchos meses, también, faltaba el comodín de Saúl, pero el cholismo estaba ahí. Con la pareja Herrera-Llorente en el medio. Con la formada por Morata y Vitolo arriba. Con presión alta, altísima, como una marea que llenaba toda la hierba en Los Cármenes ahogando al Granada, que se vio sorprendido, que durante muchos minutos aguantó más que jugó. Y sin dejar de perseguir hombres de negro.
Koke y Herrera comandaban los pases. Correa y Vitolo recibían por dentro, tratando de buscarle un resquicio al Granada. Sólo les faltaba marcar, una ocasión clara. Si en la primera cabalgada de Vitolo el rechace de Rui Silva le pasó a Correa centímetros desviado cuando sólo debía empujar, en la segunda su remate de primeras, tras la salida en velocidad del equipo y el pase al hueco de Herrera, lo atrapó el portero. El Granada sudaba sin llegar a temblar. La fiabilidad de los guantes de Rui Silva daba un respiro. Diego Martínez agitaba los brazos en el banquillo, muy Cholo, y subía la voz Los Cármenes en un intento de achicar tanta agua rojiblanca. Lo logró por dos veces y en las dos el que sudó fue Simeone.
Porque una se plantó Soldado en el área de Oblak con cierto peligro y otra Llorente, hasta el momento impecable, en sus mejores minutos con el Atlético, perdió un balón en el centro que le permitió al Granada un imposible: trenzar una jugada. Oblak detuvo el disparo de Puertas. Y Rui Silva en la portería contraria tiró de milagro, aguantando con la rodilla en el suelo, para desbaratar un mano a mano de Vitolo. Era el canario quien estaba en todos los sitios, el hombre de negro más escurridizo, la guía del Cholo en esta batalla en la que se había convertido el partido en Los Cármenes. Quemaba. En cada salto, cada balón disputado, en ese pisotón de Montoro al tobillo de Herrera castigado con amarilla pero de color naranja-rojiza. Quemaba mucho.
Al descanso los dos equipos se fueron exhaustos pero sin herida. Al volver, el que salió como disparado con tirachinas de la caseta fue el Granada. Asomaba Puertas en el partido 45 minutos después del inicio con un disparo fallido. Diego Martínez había aprovechado el descanso para ajustar su primera línea de presión. Pero el Cholo ya estaba a los mandos de esta su parte, la segunda, y su equipo seguía atacando en oleadas, buscando una circulación más rápida para estallarle todos los cierres al Granada. Lo encontró Lodi, lo cocinó Herrera. Condujo el balón el mexicano, se apoyó en Vitolo y le asistió con un balón que el lateral le coló a Rui Silva entre las piernas. Simeone ya tiene eso que le ha faltado los dos últimos años. Un Gabi. Eso es Herrera. Pero no le duró mucho la alegría de haberlo encontrado.
Lo que al Atleti le había costado 59 minutos de dominio, el Granada lo consiguió sólo ocho después. Y es que mata en cada balón parado, como el Atleti una vez. Así logró el gol Germán antes de irse lesionado: cabeceó un córner que le puso Montoro en la cabeza, el de la amarilla naranja-roja de antes, para empatar sin que al Atleti le hubiese dado tiempo si quiera al paso atrás. Diego Martínez lo veía desde el vestuario, tres minutos antes expulsado.
Era el 75’ cuando João Félix volvía a jugar y el 82’ cuando Simeone le daba la alternativa a ese chico de la cantera, Darío Poveda: en el B se le caen del bolsillo goles que el Cholo necesita para el primer equipo sin Costa. Porque ningún rojiblanco acaba de hacerlos, aunque asedie. Y Oblak hay días que ya no para como antes. Ni siquiera le hizo falta a Rui Silva en esa última jugada en el área ante Poveda, derribado en un posible penalti que ni el árbitro ni el VAR vieron. El Atleti ya juega 90 minutos, pero siguen los empates.