¿Cuándo se jodió Bolivia?
Sergio de la Zerda
Infobae
Para muchos de nosotros, la respuesta a esta pregunta, parafraseada de la obra de un tan buen escritor como mal político, se puede remitir a la noche del pasado 12 de noviembre, cuando militares sublevados antes junto a policías impusieron la banda presidencial a una torpe señora autoproclamada ese mismo día, quien conduce un régimen de facto que en tan corto tiempo ya tiene más de una veintena de asesinatos y cientos de heridos y detenidos en sus espaldas.
Para otros, la respuesta se remite a la noche del 20 de enero, cuando un inepto Tribunal Electoral decidió interrumpir un conteo rápido (proceso no obstante diferente al cómputo oficial), poniéndose así a tono con la antelada narrativa opositora de un “fraude”, palabra que por otro lado ni siquiera la OEA utilizó en sus informes, el primero de ellos expuesto con toda mala leche y sin que el Tribunal presente todavía resultados finales.
Para otros más, Bolivia se había jodido el 21 de febrero de 2016, cuando Evo Morales perdió, por escaso margen y tras una campaña de mentiras, un referendo que le impedía repostularse a la Presidencia. Al desconocer esa votación y optar por una, aunque legal, cuestionada vía para su habilitación, el líder del MAS no sospechaba la siembra del germen de una adversidad que terminó literalmente golpeándolo.
Pero no pocos pensamos igualmente que nuestro país ya había nacido jodido en agosto de 1825, cuando una casta de doctorcitos y patrones dio a luz una nación que excluyó a su identidad y mayorías, un Estado apenas útil para facilitar el enriquecimiento de muy pocos mediante el saqueo, la violencia y la humillación para el resto.
Contra esa realidad se rebeló precisamente Evo desde el 2006. Alfabetizó, nacionalizó los recursos naturales, construyó más escuelas que las hechas desde Simón Bolívar hasta su Presidencia, comprendió los servicios básicos como derechos humanos y, muy especialmente, empoderó a quienes nunca habían soñado ni con ser dueños de sus vidas. Todo ello repercutió en un liderazgo del crecimiento económico regional, algo impensable para una Bolivia que se disputaba con Haití los peores indicadores del continente.
14 años sin embargo mellan a cualquiera y, al natural desgaste de toda gestión, se sumó un elemento para mí central: la carencia de orientación -y hasta de mística- estatal para el gasto de ese excedente en apariencia caído del cielo, aunque fruto de duras luchas sociales. Evo y el MAS sacaron a dos millones de la pobreza extrema (algo menos de un cuarto de la población) y elevaron las oportunidades de todos, pero casi exclusivamente en lo material.
Nuestro proceso poco incidió en una filosofía de vida alternativa al capitalismo, si bien en principio asumió con algún entusiasmo la del Vivir Bien, que tenía como pilares nuestros valores indígenas y que poco a poco fue quedando en los papeles. Tuvimos a su vez la audacia de llamarnos una revolución democrática y "cultural", pero este último ámbito ocupó un lugar insignificante en la gestión del cambio, enfrascada en la economía y poco preocupada en las expresiones creativas que son las que nos ponen frente a espejos.
Así las cosas, los jóvenes que no vivieron la Bolivia del pasado y las prósperas clases medias siempre tan cortas de memoria no solo desconocieron lo avanzado, sino que se levantaron en su contra, fascistizadas por discursos de odio que tuvieron un nutrido caldo de cultivo en cabezas sin otros referentes que las caducas religiones o consignas sin dos dedos de perspectiva histórica.
Ajayu es una palabra que en aymara significa alma. Debemos recuperar nuestro ajayu aceptando el dolor de nuestros muertos y fracasos, y proyectando esa fuerza, ahora sí, en la construcción de otra vida posible. Pese a estar forzado por una indesable situación de cosas y no habiendo aún ningún líder de su talla, Evo debe tratar de asimilar la nueva nación que él mismo ha cambiado, y dar paso a los líderes que él mismo ha formado. Solo siendo ellos muchos garantizaremos que no nos maten, que no hieran más nuestros principios de justicia social, que volvamos, en fin, a no estar tan jodidos como estamos.
*Periodista y diputado electo por el MAS en las ahora anuladas elecciones de Bolivia.
Infobae
Para muchos de nosotros, la respuesta a esta pregunta, parafraseada de la obra de un tan buen escritor como mal político, se puede remitir a la noche del pasado 12 de noviembre, cuando militares sublevados antes junto a policías impusieron la banda presidencial a una torpe señora autoproclamada ese mismo día, quien conduce un régimen de facto que en tan corto tiempo ya tiene más de una veintena de asesinatos y cientos de heridos y detenidos en sus espaldas.
Para otros, la respuesta se remite a la noche del 20 de enero, cuando un inepto Tribunal Electoral decidió interrumpir un conteo rápido (proceso no obstante diferente al cómputo oficial), poniéndose así a tono con la antelada narrativa opositora de un “fraude”, palabra que por otro lado ni siquiera la OEA utilizó en sus informes, el primero de ellos expuesto con toda mala leche y sin que el Tribunal presente todavía resultados finales.
Para otros más, Bolivia se había jodido el 21 de febrero de 2016, cuando Evo Morales perdió, por escaso margen y tras una campaña de mentiras, un referendo que le impedía repostularse a la Presidencia. Al desconocer esa votación y optar por una, aunque legal, cuestionada vía para su habilitación, el líder del MAS no sospechaba la siembra del germen de una adversidad que terminó literalmente golpeándolo.
Pero no pocos pensamos igualmente que nuestro país ya había nacido jodido en agosto de 1825, cuando una casta de doctorcitos y patrones dio a luz una nación que excluyó a su identidad y mayorías, un Estado apenas útil para facilitar el enriquecimiento de muy pocos mediante el saqueo, la violencia y la humillación para el resto.
Contra esa realidad se rebeló precisamente Evo desde el 2006. Alfabetizó, nacionalizó los recursos naturales, construyó más escuelas que las hechas desde Simón Bolívar hasta su Presidencia, comprendió los servicios básicos como derechos humanos y, muy especialmente, empoderó a quienes nunca habían soñado ni con ser dueños de sus vidas. Todo ello repercutió en un liderazgo del crecimiento económico regional, algo impensable para una Bolivia que se disputaba con Haití los peores indicadores del continente.
14 años sin embargo mellan a cualquiera y, al natural desgaste de toda gestión, se sumó un elemento para mí central: la carencia de orientación -y hasta de mística- estatal para el gasto de ese excedente en apariencia caído del cielo, aunque fruto de duras luchas sociales. Evo y el MAS sacaron a dos millones de la pobreza extrema (algo menos de un cuarto de la población) y elevaron las oportunidades de todos, pero casi exclusivamente en lo material.
Nuestro proceso poco incidió en una filosofía de vida alternativa al capitalismo, si bien en principio asumió con algún entusiasmo la del Vivir Bien, que tenía como pilares nuestros valores indígenas y que poco a poco fue quedando en los papeles. Tuvimos a su vez la audacia de llamarnos una revolución democrática y "cultural", pero este último ámbito ocupó un lugar insignificante en la gestión del cambio, enfrascada en la economía y poco preocupada en las expresiones creativas que son las que nos ponen frente a espejos.
Así las cosas, los jóvenes que no vivieron la Bolivia del pasado y las prósperas clases medias siempre tan cortas de memoria no solo desconocieron lo avanzado, sino que se levantaron en su contra, fascistizadas por discursos de odio que tuvieron un nutrido caldo de cultivo en cabezas sin otros referentes que las caducas religiones o consignas sin dos dedos de perspectiva histórica.
Ajayu es una palabra que en aymara significa alma. Debemos recuperar nuestro ajayu aceptando el dolor de nuestros muertos y fracasos, y proyectando esa fuerza, ahora sí, en la construcción de otra vida posible. Pese a estar forzado por una indesable situación de cosas y no habiendo aún ningún líder de su talla, Evo debe tratar de asimilar la nueva nación que él mismo ha cambiado, y dar paso a los líderes que él mismo ha formado. Solo siendo ellos muchos garantizaremos que no nos maten, que no hieran más nuestros principios de justicia social, que volvamos, en fin, a no estar tan jodidos como estamos.
*Periodista y diputado electo por el MAS en las ahora anuladas elecciones de Bolivia.