“Yo puedo ser hombre casado y sacerdote”, aseguró un párroco boliviano en el Sínodo por el Amazonas

Tras conocer el proyecto del papa Francisco para eximir del celibato a quienes puedan evangelizar en zonas remotas, Enrique Materecco se ilusiona con la posibilidad de ser cura

Infobae
“Si lo pide mi comunidad, yo aceptaría ser ordenado sacerdote”, explica a Efe Enrique Materecco, un hombre boliviano casado, de 70 años, que participa en el sínodo sobre el Amazonas y que representa el ejemplo de uno de los puntos más controvertidos de la asamblea: la posible excepción al celibato.


En el sínodo sobre la Amazonía que comenzó este lunes y que concluirá el próximo 27 de octubre se debatirá sobre una de las sugerencias que las comunidades han hecho en las reuniones de preparación para que debatan los participantes y que ha sido causa de enormes críticas e incluso de amenazas de rupturas.

“Afirmando que el celibato es un don para la Iglesia, se pide que, para las zonas más remotas de la región, se estudie la posibilidad de la ordenación sacerdotal para personas ancianas, preferentemente indígenas, respetadas y aceptadas por su comunidad, aunque tengan ya una familia constituida y estable, con la finalidad de asegurar los Sacramentos que acompañen y sostengan la vida cristiana”, se lee en el controvertido punto 129.

Y este es el caso de Enrique Matereco Pofueco, anciano, indígena del pueblo mojeño, respetado por la comunidad, una especie de “párroco” para las tres comunidades de Bermeo, territorio de la provincia de Moxos, en el departamento boliviano del Beni, donde no hay un solo cura. Efe encentró a Matareco en la plaza de San Pedro, porque es uno de los participantes en el sínodo sobre la Amazonía, entre expertos, obispos, religiosos.

“Aquí he llegado para cooperar en este sínodo. Nosotros también ponemos nuestra parte. Y es lo que hace falta que nosotros también que como indígenas ayudemos a quienes nos están ayudando”, explica.

Matereco es, asimismo, animador juvenil, pasa mucho tiempo con los jóvenes de su comunidad y cada domingo recorre los pueblos cercanos para celebrar la liturgia de la Palabra “porque no tienen quien la celebre”. “Somos tres, mi hermano, otro compañero y yo, quienes atendemos a estas comunidades”, recorriendo a pie las leguas que separan su localidad Bermejo y los pueblos de Fátima, Argentina de Mojo y Santa Rita.

“Cuando se celebra misa hay unos 20 ó 30 fieles pero sino, vienen solo cinco y me duele que se cierre la capilla y por eso hago el esfuerzo”, explica.

Por ello, desvela que ya había hablado con el párroco de su zona, de esta posibilidad de poder convertirse en lo que la iglesia llama “viri probati”, un hombre casado y ordenado sacerdote, y a lo que se pone el ala ultraconservadora de la Iglesia.

“Yo le había dicho a mi párroco de allá que aceptaría, pero depende de la comunidad y no de mi. Yo lo aceptaría”, asegura, ya que “es necesario” porque “no hay nadie que celebre los sacramentos; la comunión, el matrimonio, el bautizo...”.

Al papa Francisco le pediría que “rece por nosotros los que estamos lejos en un rincón, pero que no nos olvidamos de lo que tenemos que hacer como católicos”.

Explica que recordará a los participantes que sínodo quiere decir “buen caminar” y que antes los indígenas de su región “caminaban bien, pero ahora no se puede. No nos dejan pasar. Allí está todo alambrado”.

“Tenemos que pedir permiso para ir a pescar. Nosotros antes vivíamos tranquilos”, explica y argumenta que ellos siempre han cuidado del bosque “para que nadie lo estropee” porque “los indígenas nunca hemos destruido nuestro territorio”.

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