Tridente de nada en Valladolid

Simeone alineó a Morata, Diego Costa y João Félix en Zorrilla pero no aparecieron. El Valladolid desperdició un penalti en la primera parte. Correa remató al palo en el 81'.

Patricia Cazón
As
El Valladolid espejó al Atleti desde la primera pelota. Los dos equipos con las líneas muy juntas, repartiéndose acercamientos al área. Si Sandro testaba a Oblak con un disparo lejano, Morata ya le sacaba una amarilla a Nacho en el 2’ y João Félix dejaba un pase de caño de primeras en el área. Se presentaba el tridente de Simeone en Liga. Los goles, eso sí, para otro día. Perdió el Cholo una parte empeñado en que no le marcaran y, cuando quiso hacerlos, en la segunda, era tarde.


Salió Sergio con Olivas, que llegó, Joaquín por San Emeterio y una intensidad que casi se lleva por delante la pierna de Morata a los diez minutos. Porque Toni Villa entró con los tacos al tobillo: apoyada, le lesiona. Vio amarilla en lo que era roja. No recibió el árbitro llamada de VAR. El Valladolid fue tomando el control, con juego por fuera y ayuda rojiblanca: no le presionaba la salida, como si este partido aún no fuera con él.

Sobrevolaban en Zorrilla los Valladolid-Atlético de la temporada pasada, y sus polémicas, aquella mano de Arias, como ese balón de córner de Sandro que se paseó por la línea sin rematador. Amenazaba el Valladolid, ante un Atleti que a Masip cada vez lo veía desde más lejos. Si de Costa no había noticias y de João menos, cada vez que Morata arrancaba con el balón, zas, entradón y al suelo. El partido acumulaba más amarillas que ocasiones (Morata también la vio: fuerte codazo a Plano) cuando Thomas le dio un punterazo en la suela a Sandro en el área. Contacto hubo, pero penalti quizá sea una palabra demasiado fuerte para definirlo. Pero aquí sí hubo aviso de VAR. Seis minutos después, y una visita a la pantalla, Sánchez Martínez señalaba el punto de penalti. Sandro colocó con mimo la pelota, pero al golpearla, la hierba se la levantó levemente al pisar con el pie de apoyo y se le fue a las nubes como balón de Nivea. Dos años lleva sin gol. Se podían tocar en su cara justo después, día a día, arruga a arruga, como una terrible condena.

Tragar puntas rascaba menos que este partido cuando llegó el descanso. El Atleti sin haber inquietado un mínimo. Flojos Koke y Saúl, desconectado el tridente, sin laterales. Todo cambió en la segunda parte. Los laterales descubrían que había un mundo más allá de la línea del centro y en tres minutos Lodi llegaba dos veces ante Masip. Saúl afeitaba la madera con un derechazo lejano mientras las arrancadas de Morata seguían sacándole amarillas. Le encontró Koke una vez de espuela pero su disparo lo detuvo el portero con la cara. El remate de Costa en el rechace fue de chiste. Pero no hace gracia.

Tampoco esa maldición que siguió persiguiendo a Sandro. Al banquillo se fue con esa tortura, la de sus días sin goles, en la cara. Diez minutos antes una volea se le había ido fuera tres centímetros, un dedo, la portería como puerta enana de Alicia. A la hora Simeone buscaba en su banco juego entre líneas para tratar de ganar. Dentro Correa y Lemar. A los ocho minutos, Herrera por Morata. Costa seguiría aunque todo, hasta el momento, lo hubiera hecho Morata. La ocasión, las arrancadas, las amarillas rivales. Pero Costa necesita más el gol. Como Sandro. Antes de que se haga maldición.

Se aceleró el partido al ritmo que marcaba Correa. Iba, venía, descolocaba, pero una vez estrelló la pelota en el palo y el resto el Atleti en Salisu, omnipresente. Pedía Simeone calma, mientras hasta Sergio, el técnico, veía amarilla tras ser derribado por Trippier y Waldo. El árbitro tendrá hoy más agujetas en la mano que João o Costa en las piernas. Once sacó. La última a Lemar justo antes de que Guardiola cerrara los ojos al cabecear un balón y enviara fuera un remate peligroso. Todo acabó en empate pero a los puntos hubiera ganado el Valladolid. El Atleti muy pobre, ramplón, cholismo de nada.

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