La invasión turca a Siria y su guerra contra los kurdos: un pantano para Erdogan

George Chaya
Infobae
La estrategia adoptada por el gobierno turco en todas sus políticas es, claramente, ocultar los objetivos reales detrás de sus acciones. Así es como llevó a cabo una operación militar en el norte de Siria con un pretexto que es casi imposible de creer, a saber, “el regreso de los refugiados” y el establecimiento de una “zona de seguridad”. Lo cierto es que los objetivos reales turcos son completamente diferentes y no están relacionados en absoluto con la publicitado.


La única verdad es que lo que sucedió fue “una invasión militar turca del territorio sirio”, lo cual configura una clara violación de las normas básicas del derecho internacional.

Incluso si asumimos que la operación turca logra asegurar el regreso de los refugiados árabes, el problema sirio se complicará aún más por el riesgo de limpieza étnica y el cambio demográfico dramático por la política de expulsar a los kurdos de las áreas donde vivieron por cientos de años, y el reasentamiento de ciudadanos de diferentes regiones en tierras diferentes a la suya.

Entonces, sin duda, nos enfrentaremos a un nuevo desastre, que confundirá más aun el escenario borroso que prolongará la guerra en Siria. Políticamente, el presidente Recep Tayyip Erdogan parece estar en su tiempo de gestión más frágil. Las complejidades internas que enfrenta, y las divisiones persistentes dentro del Partido Justicia y Desarrollo, son varias, y ahora se enfrenta al mundo entero, que, desde el primer momento, condenó la intervención de su país en Siria.

Económicamente, Erdogan se debate en una situación persistente que lo persigue día y noche: “La lira se derrumba, la deuda del gobierno aumenta, las sanciones están agotando a su país y el gasto militar está agobiando a la economía, mientras que el ejército enfrenta opciones difíciles y complicadas”.

Nadie sabe por cuánto tiempo continuará la operación militar ni qué consecuencias traerá en un área donde los grupos armados proliferan, sin mencionar que los kurdos no se quedaran de brazos cruzados observando la operación para desarraigarlos y expulsarlos de su tierra natal.

Los combatientes kurdos fueron quienes tomaron la delantera en la expulsión de ISIS y la detención de miles de sus miembros, y no aceptaran el peso de una invasión militar extranjera que los atacó y los describe a todos ellos como "terroristas".

Huelga decir que miles de miembros de ISIS, bajo el control de las Fuerzas Democráticas Sirias, habían ingresado a Siria desde las rutas abiertas de la frontera turca. Además, alrededor de 18.000 combatientes de ISIS que se escondían en la región ahora podían resurgir. Por lo que deberíamos imaginar cómo los trataría Turquía si controlaran sus posiciones.

Es cierto que la vaga posición del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que retiró sus tropas del norte de Siria pareciera una señal implícita de ayuda a Erdogan en su decisión de invadir el país; Sin embargo, debemos tener en cuenta que todas las instituciones estadounidenses se oponen a la agresión turca, y tanto los republicanos como los demócratas del Congreso han manifestado la necesidad de estudiar la situación en profundidad.

Deberíamos prestar atención aquí que una vez que Estados Unidos decida regresar para apoyar a los kurdos, lo cual es probable, Turquía será la primera presa, enredada en las redes de los problemas que ha creado. Turquía habrá invadido Siria al ritmo de los discursos entusiastas de Erdogan, pero le resultará muy complicado salir del pantano en el que habrá caído por sus políticas equivocadas.

Los titulares engañosos que la prensa turca adicta a Erdogan utiliza para describir sus operaciones militares, con nombres como “rama de olivo” o “primavera de la paz”, serán ineficaces, porque lo que ha sucedió, sin duda, es una invasión turca flagrante y una ocupación de tierras árabes. En este escenario, las consecuencias posteriores desde lo político y militar sobre Turquía y su presidente encarnaran peligrosos y altísimos costos.

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