João Félix, 'ouro' en Moscú
El portugués abrió la lata ante un Lokomotiv bien cerrado. Simeone estrenó tridente y Thomas anotó el segundo. Oblak realizó, otra vez, una de las paradas del campeonato.
Patricia Cazón
As
Salió Simeone con toda intención. Estaba en su alineación. João Félix, Morata y Costa, el tridente, aunque en realidad estuviera el Atleti ordenado 4-4-2, el portugués donde hace daño, detrás de los puntas. El Lokomotiv le cedió el balón. No es un equipo con especial querencia por la pelota, ante el Leverkusen con un 26% de posesión le bastó para ganarle. El Atleti abrazó el regalo y lo acunó. El inicio fue soberbio. El partido, la fiesta de Thomas con un invitado de lujo, João Félix. Ni frío ni apuros pasó el Atleti en Moscú.
Comenzó ya agresivo en la presión, intenso, como si los primeros minutos ya fueran el 90. Empujaba el empate en la primera jornada con la Juve, esa obligación de ganar para no sufrir. Thomas guiaba al ejército, como si sus botas siguieran inmantadas, todos los balones primero pasaban por él. En el corte, la distribución, el juego. João Félix portaba la linterna, entrando en juego y liberado con dos puntas por delante, en los primeros minutos cada vez que tocaba la pelota era un pase filtrado gritando uyyy.
Pero Morata siempre estaba en fuera de juego y, cuando no, cortaba Guilherme. Y jugaba Arias, a Trippier le tocaba descanso y faltaba su guante para lanzar los córners. Y Costa, ay Costa. Es un primo lejano de aquel de 2014, el Costa de la furia, el caos y goles que se caen de los bolsillos. De Moscú llegó otra foto. Era la de esa jugada en el minuto 18. Le cayó la pelota como regalo del cielo, tras una prolongación en un córner, pero Costa la pateó por encima del larguero. Y eso que estaba solo, sin tilde, solo de solísimo. A puerta vacía. A tres palmos de la línea de gol. Incomprensible. En la primera parte tuvo más discusiones, hasta con Koke, con Thomas, que ocasiones.
El Lokomotiv seguía minucioso su plan. Con transiciones rapidísimas y lanzándose sobre las contras en jauría. Pero todas terminaban en disparos altos, balas fuera. Oblak trabajo real no tenía. Y atrás Simeone tiene un candado acorazado. Se llama Felipe y le va poner las cosas difíciles a Simeone en las alineaciones. Tiene una jerarquía tremenda. Al Atleti sólo le faltaba el gol. Sólo eso. Hasta las ocasiones ya tenía.
Recital de João Félix
Tardó João Félix en saltar al campo en la segunda parte. Por los calcetines, que llevaba, de color distinto a las medias una cinta tuvo que ponerse para taparlo, pero, en cuanto lo hizo, sólo dos minutos más tarde le daba al Atleti eso que le faltaba. El gol. Nació en su bota, con un toque, plic, puso en ventaja a Morata en carrera. Mientras, él se iba al punto de penalti donde Morata le devolvió el balón. Disparó una vez. Repelió Guilherme. Pero el rechace regresó a su bota y a la segunda João Félix no erró. Derechazo y a la red. Su primero en Champions, primero de muchos.
João era el brillo de un tridente que blandía Simeone orgulloso en Moscú. Morata asistía. Y diez minutos después lo haría Costa. Todo volvió a iniciarse en la bota de João, con una transición brutal. Ignatyev sólo pudo perseguir el polvo que dejaban sus botas. Rompió al Lokomotiv con un pase de lujo a Costa, que le regaló el gol al señor del partido, Thomas. 0-2. Y que siguiera la fiesta.
Si alguien pensaba que Oblak no estaba invitado nada más lejos.Cuando en el 73’ el Lokomotiv levantó la cabeza y vio el 0-2 le entraron las prisas y Krychowiak, su mejor futbolista, finalizó una contra con toda la malicia que le habían faltado a todas las anteriores. Pero ahí levantó el portero sus guantes. Primero con una mano por bajo fabulosa, después con otra de puro reflejo. No por cotidiano deja de ser milagro.
Barinov envió un balón al travesaño al final del partido. Último estertor de un Lokomotiv muerto ya hacía muchos minutos, trinchado por ese tridente, el del Atleti en Moscú.
Patricia Cazón
As
Salió Simeone con toda intención. Estaba en su alineación. João Félix, Morata y Costa, el tridente, aunque en realidad estuviera el Atleti ordenado 4-4-2, el portugués donde hace daño, detrás de los puntas. El Lokomotiv le cedió el balón. No es un equipo con especial querencia por la pelota, ante el Leverkusen con un 26% de posesión le bastó para ganarle. El Atleti abrazó el regalo y lo acunó. El inicio fue soberbio. El partido, la fiesta de Thomas con un invitado de lujo, João Félix. Ni frío ni apuros pasó el Atleti en Moscú.
Comenzó ya agresivo en la presión, intenso, como si los primeros minutos ya fueran el 90. Empujaba el empate en la primera jornada con la Juve, esa obligación de ganar para no sufrir. Thomas guiaba al ejército, como si sus botas siguieran inmantadas, todos los balones primero pasaban por él. En el corte, la distribución, el juego. João Félix portaba la linterna, entrando en juego y liberado con dos puntas por delante, en los primeros minutos cada vez que tocaba la pelota era un pase filtrado gritando uyyy.
Pero Morata siempre estaba en fuera de juego y, cuando no, cortaba Guilherme. Y jugaba Arias, a Trippier le tocaba descanso y faltaba su guante para lanzar los córners. Y Costa, ay Costa. Es un primo lejano de aquel de 2014, el Costa de la furia, el caos y goles que se caen de los bolsillos. De Moscú llegó otra foto. Era la de esa jugada en el minuto 18. Le cayó la pelota como regalo del cielo, tras una prolongación en un córner, pero Costa la pateó por encima del larguero. Y eso que estaba solo, sin tilde, solo de solísimo. A puerta vacía. A tres palmos de la línea de gol. Incomprensible. En la primera parte tuvo más discusiones, hasta con Koke, con Thomas, que ocasiones.
El Lokomotiv seguía minucioso su plan. Con transiciones rapidísimas y lanzándose sobre las contras en jauría. Pero todas terminaban en disparos altos, balas fuera. Oblak trabajo real no tenía. Y atrás Simeone tiene un candado acorazado. Se llama Felipe y le va poner las cosas difíciles a Simeone en las alineaciones. Tiene una jerarquía tremenda. Al Atleti sólo le faltaba el gol. Sólo eso. Hasta las ocasiones ya tenía.
Recital de João Félix
Tardó João Félix en saltar al campo en la segunda parte. Por los calcetines, que llevaba, de color distinto a las medias una cinta tuvo que ponerse para taparlo, pero, en cuanto lo hizo, sólo dos minutos más tarde le daba al Atleti eso que le faltaba. El gol. Nació en su bota, con un toque, plic, puso en ventaja a Morata en carrera. Mientras, él se iba al punto de penalti donde Morata le devolvió el balón. Disparó una vez. Repelió Guilherme. Pero el rechace regresó a su bota y a la segunda João Félix no erró. Derechazo y a la red. Su primero en Champions, primero de muchos.
João era el brillo de un tridente que blandía Simeone orgulloso en Moscú. Morata asistía. Y diez minutos después lo haría Costa. Todo volvió a iniciarse en la bota de João, con una transición brutal. Ignatyev sólo pudo perseguir el polvo que dejaban sus botas. Rompió al Lokomotiv con un pase de lujo a Costa, que le regaló el gol al señor del partido, Thomas. 0-2. Y que siguiera la fiesta.
Si alguien pensaba que Oblak no estaba invitado nada más lejos.Cuando en el 73’ el Lokomotiv levantó la cabeza y vio el 0-2 le entraron las prisas y Krychowiak, su mejor futbolista, finalizó una contra con toda la malicia que le habían faltado a todas las anteriores. Pero ahí levantó el portero sus guantes. Primero con una mano por bajo fabulosa, después con otra de puro reflejo. No por cotidiano deja de ser milagro.
Barinov envió un balón al travesaño al final del partido. Último estertor de un Lokomotiv muerto ya hacía muchos minutos, trinchado por ese tridente, el del Atleti en Moscú.