Histórica goleada del Bayern

El equipo alemán se repuso al gol de Son y al buen inicio del subcampeón de Europa para acabar goleando. Gnabry marcó cuatro de los tantos alemanes.


Guillem Balagué
As
Derrota que duele. Victoria que confirma dinámicas. Un partido de sensaciones opuestas y extremas. El Tottenham ha sido durante tiempo, y a pesar de la final de la Champions, un equipo cogido con alfileres. Lleva diez meses con dificultades para hacer las cosas que les convirtieron en importantes porque hay un desgaste divisado por el banquillo e ignorado por la directiva. Algún día tenía que ocurrir tras vivir demasiado tiempo al borde del abismo. El Bayern se repuso al gol de Son y a un buen inicio del Tottenham que no ha olvidado lo que tiene que hacer: presionar, correr, creerse inferiores pero capaces de todo. Solo que ya no tiene la cabeza ni las piernas para ello. Ni los centrales: alargan al equipo, defienden mal, pierden balones en el inicio de la jugada. Un desastre, vamos.


Kimmich marcó porque el Tottenham con 1-0 se echó atrás: chutó desde fuera del área para el empate. El 1-2 antes del descanso fue de Lewandowski, previo paso por un sombrero de tacón y una media vuelta exquisita, el mejor delantero centro de la última década en los partidos grandes. Gnabry, que pasó desapercibido en un Arsenal donde en su época no podía crecer nadie, marcó cuatro tantos. Olió a sangre y se lanzó a la yugular de los centrales del Tottenham que le veían pasar sin saber cómo detenerle.

Dos de sus goles en dos minutos dejaron sentenciado el partido a la vuelta del intermedio. En cada uno de los goles alemanes, de las estocadas, se expone un problema que hoy se antoja de díficil solución porque implica a jugadores que ya han dado hace rato todo lo que tenían.

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