En el mar, no todos los plásticos duran para siempre
William J. Broad
Infobae
Un componente principal de la contaminación del océano es menos devastador y más manejable de lo que generalmente se describe, de acuerdo con un equipo de científicos del Instituto Oceanográfico Woods Hole de Cape Cod, Massachusetts, y el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Estudios anteriores, entre ellos uno del año pasado realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, han calculado que el poliestireno, un plástico omnipresente en la basura, podría tardarse miles de años en degradarse, por lo que su existencia sería casi eterna. Sin embargo, en un nuevo artículo, cinco científicos hallaron que la luz del sol puede degradar el poliestireno en siglos o incluso décadas.
“Los creadores de políticas generalmente asumen que el poliestireno dura para siempre”, señaló mediante un comunicado el jueves Collin P. Ward, químico marino de Woods Hole y autor principal del estudio. “Esa es parte de la justificación para crear políticas que lo prohíben”. Uno de los principales fundamentos para el estudio de su equipo, agregó, “era entender si el poliestireno en efecto dura para siempre”.
El poliestireno, un material que a menudo se conoce según marcas específicas, como Unicel o Styrofoam (como se le llama en inglés), se usa para fabricar tazas, pajillas, contenedores de yogurt, rastrillos desechables, utensilios de plásticos, materiales de empaque y muchos otros artículos cotidianos de un solo uso, que se desechan a diario por toneladas. Gran parte de los desechos terminan en el océano. Se calcula que una masa arremolinada de basura conocida como la Gran mancha de basura del Pacífico, ubicada entre Hawái y California, ocupa un área que equivale aproximadamente al doble del tamaño de Texas.
Muchos países, compañías, grupos ciudadanos e institutos oceanográficos, así como programas de las Naciones Unidas, se han esforzado mucho por prohibir los artículos de un solo uso y regular mejor los desechos.
“No estamos diciendo que esté mal esta preocupación o las medidas que se toman”, dijo en una entrevista Christopher M. Reddy, químico marino de Woods Hole y otro autor del estudio. “Tan solo tenemos más información que agregar y creemos que es importante”.
El estudio se publicó el jueves en la revista Environmental Science and Technology Letters, una publicación de la Sociedad Estadounidense de Química, un grupo científico con sede en Washington.
La investigación fue financiada por la Fundación Andrew W. Mellon, el Fondo Permanente Lisina Hoch en Woods Hole, la Cátedra Stanley Watson en Oceanografía en Woods Hole y una beca de investigación de posgrado de la Fundación Nacional de la Ciencia, una agencia federal.
Otra de las islas de plástico formada en el Pacífico (cortesía NatGeo)
Otra de las islas de plástico formada en el Pacífico (cortesía NatGeo)
Se sabe comúnmente que la luz del sol contribuye al desgaste de los plásticos. “Tan solo hay que observar los juegos y las bancas de los parques o las sillas de patio hechos de plástico, que rápidamente pueden blanquearse debido al sol”, señaló Ward en el comunicado de Woods Hole.
El nuevo estudio demostró que la luz del sol hace más que eso, pues degrada el poliestireno a unidades químicas básicas de carbono orgánico, que se disuelven en el agua del mar, y restos de dióxido de carbono, a niveles demasiado bajos para contribuir al cambio climático. Al final de este proceso, el plástico ha desaparecido del medio ambiente.
En el artículo, los investigadores describieron el estudio como “la primera prueba directa” de cómo la luz del sol puede degradar el poliestireno en el medio ambiente hasta reducirlo a sus bloques químicos más básicos.
Los estudios anteriores se enfocaron en gran medida en el efecto degradante de los microbios. Eso tenía sentido, dijo Reddy, porque los microbios pueden ingerir muchas formas de carbono orgánico. Sin embargo, agregó, la estructura química del poliestireno —sobre todo su base de moléculas grandes y anilladas— hizo que el plástico fuera poco apetitoso para las bacterias degradantes.
(Caroline Power Photography)
(Caroline Power Photography)
No obstante, la misma base molecular resultó tener “la forma y el tamaño perfectos para captar ciertas frecuencias de luz solar”, dijo Reddy. Y la energía que se absorbe rompe los lazos químicos.
En el laboratorio, los investigadores pusieron a prueba cinco muestras distintas de poliestireno para ver si la luz solar podía desintegrarlas. El equipo sumergió cada muestra en un contenedor de vidrio sellado que estaba lleno de agua y las expuso a la luz de un simulador solar, una lámpara especial que imita las frecuencias de la luz solar. Los científicos después estudiaron el agua para encontrar pruebas de la desintegración de las muestras.
Con las herramientas sofisticadas de detección y análisis, Ward y sus colegas rastrearon el origen de los materiales sueltos que se encontraban en el poliestireno. “Usamos varios métodos, y todos señalaron los mismos resultados”, dijo en el comunicado: la luz del sol puede hacer que el poliestireno pase de ser un material sólido a unidades químicas básicas.
Este estudio también halló que los aditivos del poliestireno, que pueden determinar su color, flexibilidad y otras funciones físicas, pueden ralentizar o acelerar su descomposición.
En una entrevista conjunta, Ward y Reddy dijo que un enigma restante tiene que ver con la naturaleza precisa del carbono orgánico disuelto, que es demasiado pequeño para formar partículas visibles. “Estamos seguros de que podemos averiguarlo”, dijo Reddy.
El equipo de investigadores incluyó a Cassia J. Armstrong y a Julia H. Jackson de Woods Hole, y Anna N. Walsh de Woods Hole y el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
En el artículo, los autores señalaron que el proceso recién identificado de desintegración del poliestireno “debe incorporarse en los modelos de análisis de destino mundiales” de los plásticos y contribuir a la creación de políticas. Ninguno de los inventarios actuales “toman en cuenta la degradación”, señaló Ward.
En la entrevista, él y Reddy sugirieron que el nuevo hallazgo podría terminar por revelar información sobre uno de los misterios extraordinarios de la contaminación del océano: no se encuentra más del 99 por ciento del plástico que debería ser identificable. Las expediciones que han buscado específicamente evidencia de la masa calculada de plástico en repetidas ocasiones han revelado cifras que sorprenden por lo bajas.
Con el tiempo, dijo Ward, la búsqueda acelerada de los productos de la desintegración del poliestireno y otros tipos de contaminantes oceánicos quizá permita que los científicos “equilibren sus análisis”.
Infobae
Un componente principal de la contaminación del océano es menos devastador y más manejable de lo que generalmente se describe, de acuerdo con un equipo de científicos del Instituto Oceanográfico Woods Hole de Cape Cod, Massachusetts, y el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Estudios anteriores, entre ellos uno del año pasado realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, han calculado que el poliestireno, un plástico omnipresente en la basura, podría tardarse miles de años en degradarse, por lo que su existencia sería casi eterna. Sin embargo, en un nuevo artículo, cinco científicos hallaron que la luz del sol puede degradar el poliestireno en siglos o incluso décadas.
“Los creadores de políticas generalmente asumen que el poliestireno dura para siempre”, señaló mediante un comunicado el jueves Collin P. Ward, químico marino de Woods Hole y autor principal del estudio. “Esa es parte de la justificación para crear políticas que lo prohíben”. Uno de los principales fundamentos para el estudio de su equipo, agregó, “era entender si el poliestireno en efecto dura para siempre”.
El poliestireno, un material que a menudo se conoce según marcas específicas, como Unicel o Styrofoam (como se le llama en inglés), se usa para fabricar tazas, pajillas, contenedores de yogurt, rastrillos desechables, utensilios de plásticos, materiales de empaque y muchos otros artículos cotidianos de un solo uso, que se desechan a diario por toneladas. Gran parte de los desechos terminan en el océano. Se calcula que una masa arremolinada de basura conocida como la Gran mancha de basura del Pacífico, ubicada entre Hawái y California, ocupa un área que equivale aproximadamente al doble del tamaño de Texas.
Muchos países, compañías, grupos ciudadanos e institutos oceanográficos, así como programas de las Naciones Unidas, se han esforzado mucho por prohibir los artículos de un solo uso y regular mejor los desechos.
“No estamos diciendo que esté mal esta preocupación o las medidas que se toman”, dijo en una entrevista Christopher M. Reddy, químico marino de Woods Hole y otro autor del estudio. “Tan solo tenemos más información que agregar y creemos que es importante”.
El estudio se publicó el jueves en la revista Environmental Science and Technology Letters, una publicación de la Sociedad Estadounidense de Química, un grupo científico con sede en Washington.
La investigación fue financiada por la Fundación Andrew W. Mellon, el Fondo Permanente Lisina Hoch en Woods Hole, la Cátedra Stanley Watson en Oceanografía en Woods Hole y una beca de investigación de posgrado de la Fundación Nacional de la Ciencia, una agencia federal.
Otra de las islas de plástico formada en el Pacífico (cortesía NatGeo)
Otra de las islas de plástico formada en el Pacífico (cortesía NatGeo)
Se sabe comúnmente que la luz del sol contribuye al desgaste de los plásticos. “Tan solo hay que observar los juegos y las bancas de los parques o las sillas de patio hechos de plástico, que rápidamente pueden blanquearse debido al sol”, señaló Ward en el comunicado de Woods Hole.
El nuevo estudio demostró que la luz del sol hace más que eso, pues degrada el poliestireno a unidades químicas básicas de carbono orgánico, que se disuelven en el agua del mar, y restos de dióxido de carbono, a niveles demasiado bajos para contribuir al cambio climático. Al final de este proceso, el plástico ha desaparecido del medio ambiente.
En el artículo, los investigadores describieron el estudio como “la primera prueba directa” de cómo la luz del sol puede degradar el poliestireno en el medio ambiente hasta reducirlo a sus bloques químicos más básicos.
Los estudios anteriores se enfocaron en gran medida en el efecto degradante de los microbios. Eso tenía sentido, dijo Reddy, porque los microbios pueden ingerir muchas formas de carbono orgánico. Sin embargo, agregó, la estructura química del poliestireno —sobre todo su base de moléculas grandes y anilladas— hizo que el plástico fuera poco apetitoso para las bacterias degradantes.
(Caroline Power Photography)
(Caroline Power Photography)
No obstante, la misma base molecular resultó tener “la forma y el tamaño perfectos para captar ciertas frecuencias de luz solar”, dijo Reddy. Y la energía que se absorbe rompe los lazos químicos.
En el laboratorio, los investigadores pusieron a prueba cinco muestras distintas de poliestireno para ver si la luz solar podía desintegrarlas. El equipo sumergió cada muestra en un contenedor de vidrio sellado que estaba lleno de agua y las expuso a la luz de un simulador solar, una lámpara especial que imita las frecuencias de la luz solar. Los científicos después estudiaron el agua para encontrar pruebas de la desintegración de las muestras.
Con las herramientas sofisticadas de detección y análisis, Ward y sus colegas rastrearon el origen de los materiales sueltos que se encontraban en el poliestireno. “Usamos varios métodos, y todos señalaron los mismos resultados”, dijo en el comunicado: la luz del sol puede hacer que el poliestireno pase de ser un material sólido a unidades químicas básicas.
Este estudio también halló que los aditivos del poliestireno, que pueden determinar su color, flexibilidad y otras funciones físicas, pueden ralentizar o acelerar su descomposición.
En una entrevista conjunta, Ward y Reddy dijo que un enigma restante tiene que ver con la naturaleza precisa del carbono orgánico disuelto, que es demasiado pequeño para formar partículas visibles. “Estamos seguros de que podemos averiguarlo”, dijo Reddy.
El equipo de investigadores incluyó a Cassia J. Armstrong y a Julia H. Jackson de Woods Hole, y Anna N. Walsh de Woods Hole y el Instituto Tecnológico de Massachusetts.
En el artículo, los autores señalaron que el proceso recién identificado de desintegración del poliestireno “debe incorporarse en los modelos de análisis de destino mundiales” de los plásticos y contribuir a la creación de políticas. Ninguno de los inventarios actuales “toman en cuenta la degradación”, señaló Ward.
En la entrevista, él y Reddy sugirieron que el nuevo hallazgo podría terminar por revelar información sobre uno de los misterios extraordinarios de la contaminación del océano: no se encuentra más del 99 por ciento del plástico que debería ser identificable. Las expediciones que han buscado específicamente evidencia de la masa calculada de plástico en repetidas ocasiones han revelado cifras que sorprenden por lo bajas.
Con el tiempo, dijo Ward, la búsqueda acelerada de los productos de la desintegración del poliestireno y otros tipos de contaminantes oceánicos quizá permita que los científicos “equilibren sus análisis”.