AMLO no le tiene miedo a nada, excepto a...

Carlos Loret de Mola
Infobae
Todas las mañanas, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ofrece una conferencia de prensa de dos horas en las que no deja títere con cabeza. Los reporteros le sueltan denuncias, quejas, rumores y preguntas que salpican todos los temas de interés nacional, y él usa sus palabras como misiles políticos teledirigidos. Al escucharlo, parecería que no le tiene miedo a nada.


Se ha lanzado contra empresarios, inversionistas y banqueros; calificadoras y organismos financieros internacionales; ministros de la Suprema Corte, magistrados electorales, jueces y titulares de entidades autónomas; periodistas, medios de comunicación nacionales y extranjeros; organizaciones no gubernamentales, intelectuales y think tanks de la sociedad civil.

Ha desestimado protestas como las de las madres a quienes les quitaron las estancias infantiles; la de papás de niños con cáncer cuyos medicamentos dejaron de suministrarse; también las de enfermeras, médicos, científicos y líderes campesinos.

Este presidente que parece que no le tiene miedo a nada, sí le teme a alguien: se llama Estados Unidos y está representado en la figura de su presidente, Donald Trump.

En 2017 escribió un libro completo para advertirle al presidente estadounidense que cuando él llegara al poder no le permitiría más agresiones a México. Lo tituló: “Oye, Trump. Propuestas y acciones en defensa de los migrantes en Estados Unidos”. Durante su campaña presidencial, en mayo de 2018, criticó el trato respetuoso que le daba su antecesor, Enrique Peña Nieto. Prometió que respondería a cada bravuconada del mandatario estadounidense: “Si lanza un tuit ofensivo, yo me voy a hacer cargo de responderle”.

Pero del desafío del libro y de la advertencia tuitera ya no queda nada. No ha tocado a Trump ni con el pétalo de una declaración.

Incluso en medio de la actual crisis de inseguridad, que ha sido potenciada por la liberación de Ovidio Guzmán —hijo del Chapo Guzmán— y la declaración del subsecretario de Estado adjunto para Narcóticos Internacionales y Aplicación de la Ley de Estados Unidos, Richard Glenn, en la que pidió a México un plan anticrimen, el presidente ha sido cuidadoso en no meterse con su homólogo del norte. Aunque sí clamó por el respeto a la soberanía y dijo que funcionarios de otros países no deben opinar sobre su estrategia, el episodio parece que recorrerá la misma ruta que el tema migratorio: hacer una declaración contestataria al principio, y doblarse al final.

Esto inició en diciembre de 2018, cuando apenas a 13 días de haber tomado posesión, le llegó el primer tuit de Trump asegurando que México pagaría por el muro. AMLO dijo que buscarían soluciones conjuntas.

Este año, a finales de marzo, volvieron las agresiones del presidente estadounidense y la amenaza de cerrar la frontera. En un mitin en Poza Rica, Veracruz, AMLO preguntó a sus simpatizantes si debía responderle: “¿Verdad que debemos llevar buenas relaciones con el gobierno del presidente Donald Trump?”. Un “sí” del auditorio justificó su decisión de ofrecer al vecino “amor y paz”.

El 30 de mayo llegó la amenaza madre: imponer aranceles si no cesaba el flujo de migrantes hacia Estados Unidos. AMLO respondió con una carta “al presidente Donald Trump en son de paz”, en la que anunció que una delegación de su gobierno saldría hacia Washington para negociar. Tres días después, el domingo, Trump emplazó: “O detienen la invasión a nuestro país de narcotraficantes, cárteles, traficantes de personas, coyotes y migrantes ilegales, o muchas de nuestras empresas que se mudaron a México se verán obligadas a volver a Estados Unidos por medio de los aranceles”.

Para el viernes, el gobierno de México ya había aceptado las condiciones y evitado el castigo al destinar miles de elementos de la flamante Guardia Nacional para impedir —por las buenas, pero sobre todo por las malas— el paso de personas indocumentadas por Guatemala.

Al final ganó Trump: AMLO hizo un muro (de militares) en la frontera sur y México está pagando por él.

Hace un mes, el presidente estadounidense soltó: “Estoy usando a México para proteger nuestra frontera”. AMLO, el usado, solo dijo que no tiene nada de qué avergonzarse y que defiende la soberanía del país. Y ofreció su “mano franca, tendida”.

Esta actitud de no confrontación con Trump ha sido aplaudida en muchos sectores de la opinión pública mexicana, sobre todo los más preocupados por la estabilidad económica, que depende de la relación comercial con Estados Unidos. Pero ha sido también duramente criticada por quienes priorizan el respeto a los derechos humanos y exigen congruencia frente a los abusos que sufren los migrantes en la frontera sur.

El 1 de diciembre del año pasado, en su discurso de toma de posesión en el Congreso, el presidente AMLO mencionó uno a uno a sus invitados especiales. Hubo una referencia estelar para Ivanka Trump, la hija del presidente estadounidense, quien estaba en la primera fila del balcón principal del Palacio Legislativo. Desde abajo, un nutrido grupo de legisladores voltearon a verla, agitaron las manos para saludarla y la ovacionaron de pie. ¿Quién lo iba a pensar? Eran los legisladores de izquierda, del oficialista partido Morena y leales a AMLO, quien ya había llegado al poder y mostraba desde ese primer discurso como presidente que no le tiene miedo a nada. Bueno, a casi nada.

Carlos Loret de Mola Álvarez es periodista de televisión, radio y prensa en México. Ha escrito varios libros y participado en películas documentales.

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