Todos contra la Premier
Muchos equipos ingleses han sabido matizar su cultura de juego, sofisticándolo sin perder su instinto de fútbol directo y de ida y vuelta tan difícil de combatir
Jordi Cruyff
El País
Todavía hoy recuerdo la adrenalina de jugar un partido de la Copa de Europa. Es el no va más. Era muy joven cuando la disputé; de hecho, hasta tenía melena, pero en lo emocional parece que el tiempo no ha pasado. Aún hoy, a pesar de que ya no tengo la suerte de poder disfrutarla como futbolista, también siento esa emoción especial cuando escucho el himno de la Champions. Los primeros acordes ya anuncian que se trata de la competición de clubes más grande que existe. Además, es un torneo en continuo crecimiento y evolución, como se puede comprobar en los últimos tiempos.
La prueba más evidente fue durante la pasada temporada, cuando la Premier se reivindicó definitivamente e impuso su sello. La llegada de un tiempo a esta parte de excelentes entrenadores y jugadores extranjeros ha permitido mejorar su liga, hasta el punto de dar un paso al frente futbolístico para ponerse a la vanguardia en el plano táctico y de control de los partidos. Hoy en día, los equipos europeos continentales han perdido esa ventaja que les hacía imponerse a los ingleses, les cuesta jugarles de tú a tú, dominar y seguir el ritmo durante los 90 minutos. La razón es simple: siempre fueron más dinámicos y ahora han sumado ese aspecto de control de juego. Muchos equipos ingleses han sabido matizar su cultura de juego, sofisticándolo sin perder su instinto de fútbol directo y de ida y vuelta tan difícil de combatir. Prueba de su potencial pudo verse en los cuatro finalistas de la anterior campaña en la Liga de Campeones y la Liga Europa, además de su notable crecimiento en las categorías inferiores y la selección absoluta, fruto entre otras cosas del buen trabajo en la cantera. Son el rival a batir.
¿Y qué sucede con los equipos españoles? No respondieron en el momento adecuado. Ni el Real Madrid contra el Ajax ni el Barcelona cuando tenía un pie en la final, con un resultado completamente inesperado tras un 3-0 en el Camp Nou ante el Liverpool. El campeón fue capaz de sorprender e imponer su calidad, y los representantes de LaLiga estuvieron a su altura hasta que llegó el momento de luchar por el título. Faltó algo. En unos casos suerte, en otros acierto. Incluso hubo un exceso de confianza.
Por todos esos motivos, siempre es muy difícil hablar de grandes favoritos, aunque me encantaría ver de nuevo al fútbol español mandando en Europa. Que recobre el pulso para estar otra vez en las finales y gozar de protagonismo. Siempre lo ha tenido, excepto en el último curso. En cuanto al resto de rivales de nivel, la Juventus se ha reforzado muy bien una vez más. Es el vivo ejemplo de lo que es ahora mismo la Serie A a nivel de inversión por las ventajas fiscales.
Otro club al que seguiré de cerca una vez más es el Ajax. Lleva tres temporadas creciendo de forma sensacional, desde que llegó a la final de la Liga Europa contra el Manchester United en 2017. Hace unos meses se convirtió en la sorpresa de la Liga de Campeones por la juventud que atesora y porque el fútbol que desplegó fue espectacular, con dos jugadores que, para su edad, están muy por encima de la media: Frenkie de Jong y Matthijs de Ligt. Ambos dieron un toque diferente, atrevido, a los ajacied. Sin ellos, el desparpajo y la valentía de sus futbolistas hace que cuenten con el apoyo de la inmensa mayoría de aficionados, propios y neutrales.
En líneas generales, el empuje económico ha hecho que cada vez más clubes se disputen a los jugadores más destacados. Por ese motivo pienso que la fase de grupos ha mejorado sustancialmente, aunque en la mayoría de casos se puede acertar a los dos equipos que se van a clasificar. Suele haber alguna sorpresa, y siempre es positivo que sucedan, pero los favoritos pasan a octavos de final. A pesar de ello, la emoción se mantiene intacta, porque siempre hay representantes que sorprenden positivamente, aunque las estadísticas dicen que esta competición la ganan los clubes con historial. Habrá que ver quién se convierte en el campeón y, como sucede con el himno, logra emocionar al público.
Jordi Cruyff
El País
Todavía hoy recuerdo la adrenalina de jugar un partido de la Copa de Europa. Es el no va más. Era muy joven cuando la disputé; de hecho, hasta tenía melena, pero en lo emocional parece que el tiempo no ha pasado. Aún hoy, a pesar de que ya no tengo la suerte de poder disfrutarla como futbolista, también siento esa emoción especial cuando escucho el himno de la Champions. Los primeros acordes ya anuncian que se trata de la competición de clubes más grande que existe. Además, es un torneo en continuo crecimiento y evolución, como se puede comprobar en los últimos tiempos.
La prueba más evidente fue durante la pasada temporada, cuando la Premier se reivindicó definitivamente e impuso su sello. La llegada de un tiempo a esta parte de excelentes entrenadores y jugadores extranjeros ha permitido mejorar su liga, hasta el punto de dar un paso al frente futbolístico para ponerse a la vanguardia en el plano táctico y de control de los partidos. Hoy en día, los equipos europeos continentales han perdido esa ventaja que les hacía imponerse a los ingleses, les cuesta jugarles de tú a tú, dominar y seguir el ritmo durante los 90 minutos. La razón es simple: siempre fueron más dinámicos y ahora han sumado ese aspecto de control de juego. Muchos equipos ingleses han sabido matizar su cultura de juego, sofisticándolo sin perder su instinto de fútbol directo y de ida y vuelta tan difícil de combatir. Prueba de su potencial pudo verse en los cuatro finalistas de la anterior campaña en la Liga de Campeones y la Liga Europa, además de su notable crecimiento en las categorías inferiores y la selección absoluta, fruto entre otras cosas del buen trabajo en la cantera. Son el rival a batir.
¿Y qué sucede con los equipos españoles? No respondieron en el momento adecuado. Ni el Real Madrid contra el Ajax ni el Barcelona cuando tenía un pie en la final, con un resultado completamente inesperado tras un 3-0 en el Camp Nou ante el Liverpool. El campeón fue capaz de sorprender e imponer su calidad, y los representantes de LaLiga estuvieron a su altura hasta que llegó el momento de luchar por el título. Faltó algo. En unos casos suerte, en otros acierto. Incluso hubo un exceso de confianza.
Por todos esos motivos, siempre es muy difícil hablar de grandes favoritos, aunque me encantaría ver de nuevo al fútbol español mandando en Europa. Que recobre el pulso para estar otra vez en las finales y gozar de protagonismo. Siempre lo ha tenido, excepto en el último curso. En cuanto al resto de rivales de nivel, la Juventus se ha reforzado muy bien una vez más. Es el vivo ejemplo de lo que es ahora mismo la Serie A a nivel de inversión por las ventajas fiscales.
Otro club al que seguiré de cerca una vez más es el Ajax. Lleva tres temporadas creciendo de forma sensacional, desde que llegó a la final de la Liga Europa contra el Manchester United en 2017. Hace unos meses se convirtió en la sorpresa de la Liga de Campeones por la juventud que atesora y porque el fútbol que desplegó fue espectacular, con dos jugadores que, para su edad, están muy por encima de la media: Frenkie de Jong y Matthijs de Ligt. Ambos dieron un toque diferente, atrevido, a los ajacied. Sin ellos, el desparpajo y la valentía de sus futbolistas hace que cuenten con el apoyo de la inmensa mayoría de aficionados, propios y neutrales.
En líneas generales, el empuje económico ha hecho que cada vez más clubes se disputen a los jugadores más destacados. Por ese motivo pienso que la fase de grupos ha mejorado sustancialmente, aunque en la mayoría de casos se puede acertar a los dos equipos que se van a clasificar. Suele haber alguna sorpresa, y siempre es positivo que sucedan, pero los favoritos pasan a octavos de final. A pesar de ello, la emoción se mantiene intacta, porque siempre hay representantes que sorprenden positivamente, aunque las estadísticas dicen que esta competición la ganan los clubes con historial. Habrá que ver quién se convierte en el campeón y, como sucede con el himno, logra emocionar al público.