Noah Lyles se presenta en 200 a salvar la velocidad mundial
El estadounidense, de 22 años, dominó su semifinal de 200 con 19.86 y es el favorito indiscutible al título este martes.
Juanma Bellón
As
Este martes puede comenzar en la final de 200 la era de Noah Lyles, el nuevo rayo de luz al que se agarra el atletismo mundial tras ver lo difícil que resultaba empatizar con Coleman, campeón de 100 y un velocista de mecha corta. También estadounidense, Lyles, de 22 años, es todo lo contrario. El Speed Racer de Florida es un esprinter de recorrido largo, que alcanza su punto álgido en la segunda parte de la carrera, en la recta, en la que aguanta la caída de la zancada mejor que nadie. Así lo ha hecho hasta ahora y así ha volado en 2019 hasta 19.50, a 31 centésimas del récord de Bolt.
En las semifinales de este lunes, Lyles metió una marcha a sus zapatillas de clavos. Salió mal, fatal, con 208 milésimas de reacción, la peor de la serie, pero trazó una buena curva y controló el último 100 hasta 19.86. Él y el ecuatoriano Quiñónez (19.95) fueron los únicos que bajaron de 20 en las tres semifinales.
“Llego muy en forma. Claro que mi objetivo es correr más rápido y superar mis límites”, decía el de Gainesville, que por la sensación que dio en carrera parece que puede cumplir su palabra de rebajar el 19.50. Se verá en la curva del estadio Khalifa, que deja por ahora registros bastantes rápidos.
Lyles no quiere oír hablar de ser el heredero de Bolt (“quiero mi propio legado y me molesta la comparación”). Pero recuerda el Relámpago en cosas y se aleja de Coleman en muchas otras. Noah acostumbra a hacer un baile de shoot dance tras las competiciones, con mucho hype. Y hay más. Cada vez se pone unos calcetines de una serie. Se le han visto de Speed Racer, de Kill Bill, de colores... Y para Doha, en los primeros Mundiales de su vida, se ha teñido el pelo de gris para desarrollar su ultrainstinto, como en Bola de Dragón Z. “Lo hago por mis fans”.
Un atleta fresco, casi salido de un manga, ideal para el espectáculo como Usain, aunque no quiera. Incluso por su descaro, porque se atreve a hablar de bajar el 19.19 del jamaicano e incluso de poner un número que marea en la palestra, el de los 18 segundos. Por ahora, es el cuarto de la historia tras Bolt, Blake y Michael Johnson.
.Para consagrarse como el futuro y empezar su era, Lyles se tendrá que poner enfrente de siete hombres, entre los que está el combativo ecuatoriano Quiñónez y dos huesos como el turco Ramil Guliyev, defensor del título y campeón de Europa, y del canadiense André De Grasse, bronce en 100 y que parece ir a más según avanzan estos Mundiales. “Esto va a ser un juego interesante, en el que se va a correr muy rápido”, avisaba De Grasse, que tras Río 2016, de donde salió con tres medallas, iba a candidato de sucesor designado hasta que una lesión se frenó. El foco se alejó de De Grasse y ahora apunta a Noah Lyles, el rayo de luz bailarín y de pelo plateada.
Juanma Bellón
As
Este martes puede comenzar en la final de 200 la era de Noah Lyles, el nuevo rayo de luz al que se agarra el atletismo mundial tras ver lo difícil que resultaba empatizar con Coleman, campeón de 100 y un velocista de mecha corta. También estadounidense, Lyles, de 22 años, es todo lo contrario. El Speed Racer de Florida es un esprinter de recorrido largo, que alcanza su punto álgido en la segunda parte de la carrera, en la recta, en la que aguanta la caída de la zancada mejor que nadie. Así lo ha hecho hasta ahora y así ha volado en 2019 hasta 19.50, a 31 centésimas del récord de Bolt.
En las semifinales de este lunes, Lyles metió una marcha a sus zapatillas de clavos. Salió mal, fatal, con 208 milésimas de reacción, la peor de la serie, pero trazó una buena curva y controló el último 100 hasta 19.86. Él y el ecuatoriano Quiñónez (19.95) fueron los únicos que bajaron de 20 en las tres semifinales.
“Llego muy en forma. Claro que mi objetivo es correr más rápido y superar mis límites”, decía el de Gainesville, que por la sensación que dio en carrera parece que puede cumplir su palabra de rebajar el 19.50. Se verá en la curva del estadio Khalifa, que deja por ahora registros bastantes rápidos.
Lyles no quiere oír hablar de ser el heredero de Bolt (“quiero mi propio legado y me molesta la comparación”). Pero recuerda el Relámpago en cosas y se aleja de Coleman en muchas otras. Noah acostumbra a hacer un baile de shoot dance tras las competiciones, con mucho hype. Y hay más. Cada vez se pone unos calcetines de una serie. Se le han visto de Speed Racer, de Kill Bill, de colores... Y para Doha, en los primeros Mundiales de su vida, se ha teñido el pelo de gris para desarrollar su ultrainstinto, como en Bola de Dragón Z. “Lo hago por mis fans”.
Un atleta fresco, casi salido de un manga, ideal para el espectáculo como Usain, aunque no quiera. Incluso por su descaro, porque se atreve a hablar de bajar el 19.19 del jamaicano e incluso de poner un número que marea en la palestra, el de los 18 segundos. Por ahora, es el cuarto de la historia tras Bolt, Blake y Michael Johnson.
.Para consagrarse como el futuro y empezar su era, Lyles se tendrá que poner enfrente de siete hombres, entre los que está el combativo ecuatoriano Quiñónez y dos huesos como el turco Ramil Guliyev, defensor del título y campeón de Europa, y del canadiense André De Grasse, bronce en 100 y que parece ir a más según avanzan estos Mundiales. “Esto va a ser un juego interesante, en el que se va a correr muy rápido”, avisaba De Grasse, que tras Río 2016, de donde salió con tres medallas, iba a candidato de sucesor designado hasta que una lesión se frenó. El foco se alejó de De Grasse y ahora apunta a Noah Lyles, el rayo de luz bailarín y de pelo plateada.