La fractura del Barça

La plantilla y la directiva mantienen un pulso tenso que amenaza con destemplar a Valverde

Ramon Besa
Barcelona, El País
La plantilla del Barça se cobra cada victoria desde que la directiva le descuenta todas las derrotas, un pacto no firmado y, sin embargo, entendido por ambas partes. La caída de Anfield precipitó los acontecimientos y las cuentas ya no se ajustan a final de temporada con el recuento de los títulos, sino que se pasan al finalizar los partidos, como se vio en Getafe.


Piqué, uno de los capitanes, el más directo, compareció después del triunfo, el primero de la temporada en campo ajeno, y señaló al consejo que preside Bartomeu. “Tenemos que estar todos juntos y cuando digo todos incluyo a la afición y la directiva, mantener el club unido, porque si no nos haremos daño”, afirmó Piqué.

El central, que ya apeló a la unidad en Pamplona, fue más concreto en Getafe. “Conocemos al club, sabemos los diarios que le son afines, conocemos los artículos que salen y muchas veces sabemos quién los escribe, aunque los firme otra persona. No nos queremos enfadar, queremos rendir y ganar. Esperemos que nadie intente causar peleas”, siguió Piqué.

Aunque omitió los nombres, el defensa se refería seguramente al artículo que escribió el miércoles el periodista Xavier Bosch, socio del Barça 14.963, en Mundo Deportivo: Así consiguió el vestuario del Barça todo el poder. El texto recogía un inventario de las concesiones a los jugadores por ganar “lo que nunca se había ganado” en la última década, hasta ocho Ligas y tres Champions (2009-2019).

Bosch comenta las circunstancias de la sustitución de Tito Vilanova, la clemencia de Luis Enrique para evitar sanciones tras la crisis de Anoeta en 2015, la inquina del vestuario con el manager Pep Segura y el agrado con Abidal, el veto al fichaje de Iñigo Martínez y la preferencia por Neymar antes que por Griezmann.

“El vestuario en sí actúa, a veces de director deportivo”, se lee para después incidir en la propina reivindicada para un amistoso en Sudáfrica, las primas extras exigidas por ganar LaLiga, el aumento de sueldo solicitado o las ayudas por los pagos a Hacienda. Incluso se citan agravios comparativos con las lesiones; se desprestigiaría a Dembéle y se protegería a Umtiti y Luis Suárez.

El coste sería insostenible para Bartomeu si no se ganan incluso los partidos de LaLiga. La complacencia hacia los jugadores ya indujo de alguna manera una moción de censura a Laporta en 2008 y Florentino Pérez dimitió como presidente del Madrid por malcriar a los futbolistas en 2006. La diferencia con respecto a Bartomeu es que no empatiza sino que discute con el equipo de Messi.

El deterioro de las relaciones amenaza incluso con la paciencia de Valverde, el único punto de encuentro ente la plantilla y el presidente, quien sostuvo al técnico en contra del criterio de una junta que ha recuperado influencia en la parcela deportiva a la espera de un director deportivo, cargo que rechazó Puyol. No hay mediador de momento en el Camp Nou.

La directiva pide resultados después de atender los deseos de los futbolistas al tiempo que insta al preparador a renovar a un vestuario que da síntomas de cansancio desde Berlín 2015. A través de los medios, igualmente divididos por el conflicto, los jugadores saben que se les acusa de una cierta desidia y malos hábitos, de entrenar poco y ser caprichosos, y de no corresponder a la generosidad de los gestores de un club con un presupuesto de 1.047 millones.

La tensión de tesorería provocó que en verano se aplazaran algunos pagos a los futbolistas mientras se invertían —con un crédito— 120 millones por Griezmann. Algún jugador se sintió engañado y aumentó la desconfianza con la directiva, manifiesta en la entrevista de Messi al Sport en la que dudaba sobre las negociaciones por el fichaje de Neymar.

El propio capitán consiguió que en su última renovación figurara una cláusula por la que puede dejar el club en junio de 2020. También se ha explicado que Neymar pidió por escrito que se garantizara su fichaje a cambio de retirar la demanda contra el Barça. Y es de dominio público que los futbolistas chatean con Bartomeu en unos términos que no son propios hacia un presidente.

Malmeten los unos y los otros por la falta de autoridad de la directiva y el poder del equipo y hasta se queja Aleña por quitarle el dorsal en beneficio de De Jong. El desgobierno facilita la autogestión en un vestuario consentido por parte de una directiva que en ocasiones se siente ninguneada e incluso chantajeada, esclava de decisiones empresariales: Piqué fue el interlocutor del contrato con Rakuten y también el productor del docmental La Decisión en el que Griezmann informó sobre su renovación por el Atlético.

Griezmann está hoy en el Barça y su incorporación ha agrandado la fractura. No hay punto de encuentro ante la falta de liderazgo ni se advierte más remedio que el de ganar cada día, incluso después de sacrificar la pretemporada por una doble gira, porque en 2021 hay elecciones y Bartomeu, después de gastar mucho dinero, se quiere ir como ganador y con un sucesor que tenga garantizada la continuidad de Messi.

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