Irán y una escalada al límite: los cuatro escenarios sobre la mesa

Los Estados Unidos emitieron una nueva y durísima sanción económica contra el Banco Central de Teherán. Las Naciones Unidas y un escenario incómodo en Nueva York

Laureano Pérez Izquierdo
laureano@infobae.com
La teocracia de Irán continúa con su plan: el escalamiento de las tensiones. Siete días atrás dio un paso audaz. Fue cuando drones y misiles impactaron contra refinerías en Abqaiq y Khurais, Arabia Saudita provocando una crisis de proporciones en el sector petrolero. Los hutíes de Yemen se atribuyeron el atentado de inmediato. Sin embargo, no poseen ni la capacidad militar ni la independencia política suficiente para semejante misión. Fue un operativo "revolucionario".


Suponer que los rebeldes chiítas -que responden a Teherán- poseen suficiente albedrío como para para actuar y desestabilizar la región por completo es, cuanto menos, ingenuo. Las agresiones que despachan contra Riad son patrocinadas invariablemente por el régimen de los mullah. Son sus soldados.

No es el único centro de misiones bajo su órbita. Poseen este tipo de servicios desparramados por toda la región: Irak, Siria, Líbano, Afganistán, Yemen. Son milicias irregulares con las cuales puede hacer daño sin exponerse como responsables a los ojos -cándidos- del mundo. Estos combatientes son financiados y entrenados por la Guardia Revolucionaria Islámica que comanda en las sombras Qassem Soleimani, jefe de las Fuerzas Quds, una pieza clave en juego de balance de poderes internos del Ayatollah Ali Khamenei.

En su mayoría -salvo los hutíes- estos soldados sin bandera están constituidos por pakistaníes y afganos a quienes el régimen les paga muy bien, en tiempo y en forma. El salario de estos mercenarios duplica al de un médico iraní y es infinitamente superior al de un maestro o un obrero. Esto también es una fuente de indignación y protestas entre la población. El poco dinero que tiene el estado es destinado a terroristas extranjeros.

De acuerdo a un informe realizado por la Organización No Gubernamental (ONG) Foundation for Defense of Democracies (FDD) Irán destina más de 16 mil millones de dólares al año en sostener esta estructura criminal fuera de sus límites geográficos. La mayoría de ese dinero recae en Siria (15 mil millones), donde tiene bases propias y comanda alrededor de 20 mil milicianos para ayudar a la dictadura de Bashar Al Assad; 150 millones se destinan a los insurgentes en Irak; unos 800 millones para Hezbollah y 100 para Hamas y la Jihad Islámica Palestina. Una cifra promedio entre las dos últimas se dispondría para los hutíes.

A medida que el malestar crezca en las calles iraníes, las sanciones repercutirán más y más en las ya flacas cuentas públicas. Los Estados Unidos emitirán una nueva oleada de amonestaciones contra autoridades, empresas y asociados que intenten triangular operaciones con Teherán. Fue la inmediata reacción anunciada de la Casa Blanca ante el evidente golpe que el régimen dio contra su aliado histórico. Las anteriores funcionaron. Estas también lo harán. El primero de los embates fue contra el sector financiero: el Banco Central tendrá problemas para alcanzar divisas. Representa el mayor castigo que el Tesoro norteamericano impuso contra un organismo.

En tanto, el canciller teocrático Mohamad Yavad Zarif advirtió que si la coalición conformada por los países árabes y Washington emprendiera un contraataque militar contra objetivos en su país habrá una "guerra total". Nada prometió sobre medidas económicas contra su administración. Continuarán con las hostilidades en el Estrecho de Ormuz.

También son especialistas en propaganda. Es por eso que los medios locales dedicaron desde el sábado mismo varias horas a transmitir sólo las versiones oficiales sobre el incidente. Este viernes se animaron a más: la Agencia de Noticias Fars -que responde a la Guardia Revolucionaria– señaló por medio de uno de sus columnistas que harían imposible la reelección de Trump tal como sucedió hace casi 40 años con otro presidente norteamericano, Jimmy Carter, quien debió enfrentar la llamada "crisis de los rehenes". Fueron 444 días -entre noviembre de 1979 y enero de 1981- que conmovieron a la opinión pública y al mundo.

El pronóstico fue escrito por Abd Al-Bari Atwan -antiguo editor del diario Al Quds Al Arabi- quien desde hace décadas muestra simpatía por Teherán y sus clérigos. En junio de 2007 se había esperanzado: "Si los misiles de Irán golpean a Israel, por Alá, iré a Trafalgar Square y bailaré con gozo". El vocero nacido en Gaza en 1950 vive cómodamente en Londres, alejado de la zona de conflicto.

Los militares de Soleimani, en tanto, continúan con sus declaraciones para conseguir insuflar nacionalismo en su población, descontenta por los altos índices de inflación que padecen y el indisimulable retroceso de la economía en su conjunto. El subcomandante del Ejército, Habibollah Sayyari cree que el "enemigo" no se anima a atacarlos. "El enemigo no se atreve a enfrentar un país poderoso; nuestras Fuerzas Armadas poseen plena preparación. El enemigo sabe que la nación iraní respalda a las Fuerzas Armadas y que el pueblo y el Líder están unidos". Fue antes, claro, de que Trump advirtiera sobre nuevas sanciones contra la más importante entidad financiera de la nación y de que dejara flotando en el aire: "La opción militar siempre es una posibilidad".

La próxima semana se vivirán momentos de tensión, pero en Nueva York. Será mientras se desarrolle una nueva Asamblea General de Naciones Unidas. Allí, diplomáticos del Ayatollah se cruzarán en los pasillos con países a quienes agredieron. El ministro Zarif se hará presente. Muchos ojos se posarán sobre él y sobre quiénes se le acerquen a hablar. De América Latina lo harán los delegados que Nicolás Maduro enviará a la luminosa ciudad, luego de que temiera dejar Venezuela en manos de militares leales… a causas propias. Quizás también Daniel Ortega y Evo Morales se animen a una foto con su aliado.

El ataque de Irán a Arabia Saudita generó que las conversaciones secretas que el régimen establecía con la Casa Blanca se frenaran e ingresaran en un paréntesis de tiempo indeterminado. Prevaleció la postura más radical por sobre la más política que impulsaba Hassan Rouhani, quien busca salvar algo del acuerdo nuclear. Eso sí: la opción que se impuso deberá mantener indefectiblemente el cuidado de no herir vidas norteamericanas y de que las agresiones que se conozcan no puedan ser atribuidas al gobierno chiíta de manera directa.

Por su parte, Riad sabe que quedarse de brazos cruzados esperando un posible nuevo atentado sin mostrarse firme sería suicida y evidenciaría debilidad. Seguramente dispongan en el corto plazo de una respuesta. La misma podría ser directa o camuflada: ¿recurrirá a los propios insurgentes dentro de Irán? Sería una devolución con características similares. Coincidencias en un tablero de ajedrez incierto. Tampoco debería dejarse de lado otra modalidad: la cibernética. Ya ocurrió hace pocas semanas, cuando los Estados Unidos afectó la capacidad de Teherán para atacar buques petroleros. Sobre todo: más difícil de rastrear aún.

En ese contexto, Salman bin Abdulaziz recibió una llamada que en Teherán provocará recelo. Y preocupación. Xi Jinping, presidente chino, mantuvo una conversación telefónica con el rey saudita. Condenó el ataque sufrido en las refinerías petroleras, se solidarizó con la nación árabe y le pidió que no escalara aún más la situación. La charla fue informada de inmediato por la agencia estatal de noticias de Beijing, Xinhua. Nota: junto a India, China es el principal comprador de crudo de Irán.

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