Costa suma, Morata resta

Ganó el Atlético tras una gran primera parte en Son Moix, con goles de La Bestia y João Félix, pero perdió a Morata para el derbi, tras perder los nervios y ver una roja. Bien el Mallorca 45'.

Patricia Cazón
As
Con todo. Así arrancó el Atleti. Como si sólo conociera una manera de dejar atrás las nubes, los dos partidos sin goles, los tres sin ganar, con pundonor. Es cholismo. Y atraviesa los partidos de principio a fin, transversal. O debe. Fiereza en las botas, perfecto en la presión tras pérdida, buscando espantar de un vez esas sombras que crecían alrededor de un jugador, Costa. Comenzó el partido Diego, lo terminó de nuevo La Bestia. Al menos lo terminó. Morata no puede decir lo mismo.


Salió fortísimo el Atleti, con mucho movimiento por dentro y robándole la cartera, el balón y el alma al Mallorca desde el principio. Y eso que Simeone se guardó de inicio esa púa del tridente, la de Morata, titular Vitolo: todos sus jugadores se movían con rigor marcial ante un Mallorca que, avasallado, sólo respondía con tarjetas. En el 6’ sumaba dos, Hernández Hernández andaba de mano caliente, las mismas que ocasiones el Atleti. Primero Costa, después Saúl, dos casis que dejaban llena la portería de Reina de alarmas rojas.

Sólo había un equipo en el partido y vestía de azul. De los rojos, sólo alguna carrera de Kubo, el único que en el Mallorca parecía enterarse que eso a su alrededor era un partido. Los demás estaban pero como si no. Era el campo del Mallorca como un queso gruyer, lleno de agujeros que los rojiblancos convertían en pasillos. Muy mejorado en el juego de posición con Thomas y Koke, circulación rapidísima, João al fin entrando en juego, Costa fijando y Vitolo de recital de finta y regate. Un monólogo. Y el área de Reina llena de hombres llamando a la puerta. Vitolo lanzó alto, Lodi fuera, Arias al palo, debía ser Costa. En el 27’ rugía de nuevo: como cuando Superman se metía en la cabina, sólo necesitaba un buen balón. Se lo puso Koke, directo a la cabeza, preñado de gol. Lo golpeó con el alma, metiendo la cabeza entre Xisco y Rodríguez, para enviarlo al corazón de la red y de las sombras.

Dos minutos después las alarmas en Son Moix se disparaban de nuevo. Silbato del árbitro, mano de Sastre en el área, ante un disparo de João. Quinto penalti en cuarto partidos a un Mallorca que persigue un récord guinness. Pero Gil Manzano, en el VAR, el amigo de Costa, llamó al pinganillo. Había mano de João, o codo, o algo, una de esas que el año pasado no hubiera sido pero éste, con la nueva regla sí. Hernández Hernández vio y anuló. Costa le arrancaba después a Salva Sevilla de la bota un balón peligroso. Había logrado el Mallorca al fin estirarse. Así llegaba el descanso a Son Moix.

El Mallorca, la locura de Morata

La segunda parte comenzó con una centella saliendo de la caseta. Era el Mallorca, guiado por Kubo, que se asomó al área y obligó al milagro a Oblak. Entre el palo, Arias y dos veces el portero evitaron el gol. En la jugada siguiente robó un balón pero se precipitó en el disparo. El Atleti parecía seguir en el vestuario, como si sintiera que el partido ya lo tenía ganado. Pero éste era otro y lo llenaba el Mallorca de juego directo. El Atleti ya no le robaba un balón.

Puso el Cholo a Koke a vigilar a Kubo y sacó a Vitolo para meter a Correa, que inició la jugada del 0-2 cuando el partido más se le atravesaba. El balón llegó a Koke mientras que João despistaba un segundo a Sastre. Hecho. Controló con la diestra, se giró y golpeó con la zurda. La pelota voló a la red con suspense y ayuda de Budimir. Y cuando parecía que el Atleti lo tenía, aunque el Mallorca llegara fácil, Morata se volvió loco y se pegó un tiro en el pie.

Nueve minutos llevaba en el campo y en veinte segundos, tras un roce con Xisco, veía dos amarillas. Injustificable por mucho que le dijeran. Simeone perdía un hombre y, quizá, el plan para el derbi. Cedió el Atleti el balón mientras rezaba el técnico para no seguir restando, que Correa casi mata de un plantillazo. Ni respiró con el final. Porque acabó el partido y ahí estaba Morata en el túnel, esperando dios sabe a quién, como toro encerrado, mientras Costa le contenía, sí Costa. Rezando seguía el Cholo.

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