Boris Johnson, en su hora más dramática: entre hacer lo que juró que nunca haría o arriesgarse a terminar en la cárcel

El Primer Ministro prometió que el Reino Unido saldría de la Unión Europea el 31 de octubre, pero el Parlamento sancionó una ley que lo obliga a pedir una prórroga si no llega antes a un acuerdo. Si la respeta, rompería su palabra y podría perder votos. Pero si se rehúsa a obedecer se expone a algo peor

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Boris Johnson asumió el 24 de julio con un plan inconfesable. Entendía que la única manera de consolidar su poder era mostrarse inflexible con el Brexit, asegurándose de que el Reino Unido se vaya de la Unión Europea (UE) el 31 de octubre y evitando a toda costa pedir una nueva prórroga. Pero como sabía que era imposible una verdadera renegociación del pacto de salida diseñado por Theresa May, que había sido rechazado tres veces en el Parlamento, la única vía que le quedaba era irse sin acuerdo. Algo que no podía decir abiertamente.


Johnson se convenció de ese curso de acción el 23 de mayo, cuando el Partido Conservador hizo la peor elección de su historia en los comicios legislativos europeos. El Partido del Brexit, de Nigel Farage, salió primero con el 30,5% de los votos. Los tories, en cambio, quedaron quintos, con un bochornoso 8,8 por ciento.

Los resultados evidenciaron que casi todos los votantes conservadores estaban dispuestos a abandonar el partido y a irse con Farage ante la frustración que sentían por su imposibilidad de resolver el Brexit. May no había podido concretar la salida el 29 de marzo, que era la fecha original, ni el 12 de abril, la alternativa ofrecida por Bruselas tras otorgar una primera prórroga. Desprovista de apoyos internos y externos, tampoco iba a poder el 31 de octubre, el deadline actual.

Pero la estrategia de Johnson para recuperar a los votantes euroescépticos debe superar un enorme obstáculo: un Parlamento indomable, que ya hizo caer a May y que ahora amenaza con derrotarlo a él. Consciente de que la mayoría de los legisladores rechaza una ruptura caótica con la UE y prefiere prolongar las negociaciones, el Primer Ministro tomó una decisión drástica. El 28 de agosto anunció la suspensión de las cámaras legislativas entre el 10 de septiembre y el 14 de octubre.

El procedimiento, que se denomina prorogation en inglés, no es en sí mismo extraordinario, porque casi todos los años hay una breve suspensión para marcar el fin de un período de sesiones y el comienzo del siguiente. Pero es algo administrativo, que dura pocos días y que jamás se hace en medio de un debate trascendental para el país. Desde 1945 no hay registros de uno con cinco semanas de extensión.

"El juego en este momento no es el Brexit, que es apenas el tema que Boris Johnson está usando como medio para ganar poder tanto dentro de su partido como a nivel país en los próximos cinco años. Está tratando de mostrarse como un 'hombre del pueblo' en una batalla contra las elites, dentro de las cuales incluye a los parlamentarios. Es un libreto muy parecido al de Trump, empujando los límites de la ley y aprovechando al máximo las zonas grises de la Constitución no escrita del Reino Unido para conseguir la salida de la UE antes de que el Parlamento o el pueblo puedan escudriñar sus objetivos", sostuvo Mark Shanahan, jefe del Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Reading, en diálogo con Infobae.

La idea de Johnson —nuevamente inconfesable— era reducir al mínimo la cantidad de jornadas de trabajo legislativo, para evitar que la oposición y los tories críticos pusieran trabas a sus planes. La jugada fue considerada antidemocrática por buena parte de la clase política y un tribunal escocés la declaró ilegal esta semana, aunque otros la convalidaron. La última palabra la tendrá la Corte Suprema el próximo martes.

"Todo esto es muy incierto, en parte porque el comportamiento del propio primer ministro es difícil de predecir, y la Corte Suprema se expedirá el martes sobre la suspensión del Parlamento. Esto podría introducir un nuevo conjunto de variables imprevistas, ya que, históricamente, los tribunales no han sido considerados parte de la Constitución británica, y mucho menos como actores con capacidad de influir en las acciones emprendidas por el Gobierno. Por lo tanto, entraríamos en un territorio inexplorado", dijo a Infobae Christopher D. Raymond, profesor de política de la Universidad de la Reina de Belfast.

Johnson está tratando de mostrarse como un ‘hombre del pueblo’ en una batalla contra las elites, dentro de las cuales incluye a los parlamentarios

Pero la política se anticipó a la justicia y sentenció que el premier perdió esta batalla. Para atarlo de manos, el Parlamento aprobó la ley Benn —llamada así por el diputado laborista que la presentó— antes de que entrara en vigor la suspensión. La norma promulgada el lunes establece que el gobierno tiene hasta el 19 de octubre para llegar a un acuerdo de salida con la UE. Si a esa altura no lo consigue, está obligado a pedirle a Bruselas una prórroga hasta el 31 de enero de 2020 para seguir negociando.

Johnson estalló. Lo primero que hizo fue expulsar del Partido Conservador a los 21 tories que acompañaron la iniciativa en la Cámara de los Comunes. Luego, como si nada hubiera cambiado, insistió en que nunca pediría un nuevo aplazamiento de la fecha límite para el Brexit.

Por último, pidió celebrar elecciones generales anticipadas este 15 de octubre, para garantizarse —en caso de obtener un buen resultado— una mayoría propia antes de tener que decidir qué hacer con Europa. Sin embargo, la oposición se negó en dos ocasiones, argumentando que no iba a ir a las urnas sin tener la certeza de haber evitado un Brexit sin acuerdo. Como se necesitan dos tercios de la cámara baja para adelantar los comicios, la iniciativa no prosperó.

El Primer Ministro avanzó hacia la suspensión parlamentaria con un récord y un dilema muy difícil de resolver: perdió las seis votaciones que se celebraron en la Cámara de los Comunes desde que asumió y ahora debe decidir si rompe la promesa que lo llevó al gobierno o desata una crisis institucional de alcances inciertos.

"El plan de Johnson podría ser derribado por el esfuerzo sostenido de la alianza rebelde contra un Brexit sin acuerdo o, muy posiblemente, por los tribunales —dijo Shanahan—. Es populismo en su forma más escandalosa, una estrategia peligrosa. Sin embargo, tiene quizás un 40% de posibilidades de éxito. Aunque es probable que el Brexit sea perjudicial desde el punto de vista económico, social y cultural, lo que él busca es salir de la UE, ganar rápidamente unas elecciones generales y, al hacerlo, purgar a su partido de los conservadores de centro".

Una disyuntiva de alto riesgo

"Preferiría estar muerto en una zanja a pedir una prórroga a la UE", dijo Boris Johnson la semana pasada, tras la aprobación de la ley Benn.

Más allá de sus declaraciones desafiantes, por lo bajo, sus funcionarios de confianza recalculan los pasos a seguir. Acatar la orden del Parlamento quebraría la columna vertebral de su estrategia de acumulación y lo expondría a ir a elecciones debilitado, con un Farage revitalizado. Pero si desconoce la ley las consecuencias podrían ser peores: se expone a ser declarado en desacato y, eventualmente, a ser arrestado.

"No es posible negarse a solicitar una prórroga del artículo 50 (de la UE) como tampoco es posible justificar el robo de un banco con el argumento de que el dinero robado sería donado a una causa benéfica", dijo días atrás John Bercow, presidente de la Cámara de los Comunes, que anticipó su renuncia el 31 de octubre, en una evidente muestra de desacuerdo con los modos de Johnson.

"Es difícil decir qué hará el primer ministro —dijo Raymond—. Dominic Cummings, su principal asesor, es conocido por pensar 'fuera de la caja', aunque a menudo en una dirección que conduce a lo impredecible. Todavía existe la posibilidad de que incumpla la ley, o que al menos no cumpla con su espíritu. Podría solicitar una prórroga, pero de una manera tan desagradable para los líderes de la UE que se nieguen e insistan en un Brexit sin acuerdo. También está la posibilidad de que se rehúse a cumplirla por completo y sufra las consecuencias legales, en un intento de demostrar que está honrando sus promesas, lo que le permitiría decir en una posterior campaña electoral que él representa los intereses de las personas que votaron por el Brexit en 2016, en contra de un Parlamento que pretende desconocer los deseos del pueblo".

Una de las opciones que barajan en el círculo del mandatario es enviar el 19 de octubre una carta ambigua a Bruselas, que cumpla formalmente con el pedido pero de un modo que invite a la UE a rechazarlo. Otra de las alternativas sería pedirle a un gobierno aliado, como el de Polonia, que vete la extensión, ya que basta con que uno de los otros 27 países del bloque se oponga para que no pueda ser concedida. Pero no es fácil que prospere ninguno de esos intentos, ya que la UE no quiere un Brexit abrupto.

Forzado a improvisar sobre la marcha, Johnson dio en los últimos días algunas muestras de querer un acuerdo con la UE, después de más de un mes en el que no había hecho nada para que avancen las negociaciones. Se reunió con Leo Varadkar, taoiseach —jefe de gobierno— de Irlanda, y con Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.

"Johnson demostró que ahora está apostando su carrera política a su capacidad de persuadir a la UE de que acepte un trato, de modo que no tenga que pedir una prórroga. Algunos de sus asesores podrían pensar que hay alguna manera de eludir la ley, pero ni siquiera Johnson se embarcaría en un curso de acción que sugiera que los británicos pueden elegir si obedecen la ley o no", dijo Mark Garnett, profesor de política de la Universidad de Lancaster, consultado por Infobae.

No obstante, el llamado backstop (barrera de contención) en Irlanda parece un obstáculo infranqueable. Esa cláusula incluida en el acuerdo de May para evitar que se instaure una frontera dura entre la República e Irlanda del Norte es un requisito innegociable para Dublín, y es, al mismo tiempo, rechazada de plano por el ala dura del Partido Conservador y por sus aliados norirlandeses. No parece haber tiempo ni voluntad suficiente para resolver esta diferencia.

Si ve que ninguno de los caminos lo lleva a donde quiere llegar, Johnson podría renunciar. Cuesta creer que vaya a dejar el cargo que quería desde hace tanto tiempo, pero habría un potencial electoral en hacerle pagar el costo de posponer la salida de Europa al Partido Laborista, que seguramente se haría cargo del gobierno. Claro que si antes de ir a las urnas Jeremy Corbyn consigue impulsar algunas medidas populares el efecto sería el opuesto al buscado.

A la espera de las elecciones

En lo único en lo que coinciden los líderes políticos y los analistas es en que habrá elecciones en los próximos meses. Si no es este año, será a comienzos del próximo. Pero ya es evidente para todos que el Parlamento, en su actual composición, no puede resolver esta crisis.

"La razón por la que todo el mundo se está preparando para una elección es que nadie se pone de acuerdo en qué hacer con el Brexit. Muchos conservadores rebeldes parecen querer un segundo referéndum en caso de que no se pueda llegar a un entendimiento. Sin embargo, los partidos de la oposición están divergiendo aún más: los Liberales Demócratas parecen dispuestos a revocar el Brexit por completo, el único objetivo claro del Partido Nacionalista Escocés es un referéndum sobre la independencia de Escocia, y el Partido Laborista quiere que la cuestión del Brexit desaparezca porque todavía no puede decidir lo que quiere como partido. Simplemente, no hay mayoría para ninguna política", dijo Raymond.

La razón por la que todo el mundo se está preparando para una elección es que nadie se pone de acuerdo en qué hacer con el Brexit

El interrogante es cuándo y en qué condiciones se celebrarán los comicios. En este momento, ni siquiera hay certezas sobre quién será el primer ministro que los convoque. Y aunque fuera Johnson —asumiendo que no renuncia ni es destituido antes— es muy diferente si lo hace después de haber sufrido la derrota de dejar al Reino Unido en la UE después del 31 de octubre, o si el llamado se produce tras una ruptura caótica.

"Habrá elecciones y el momento lo es todo —dijo Shanahan—. Cuanto antes sea, mayores serán las posibilidades de una victoria conservadora, ya que el público tendrá menos oportunidades de evaluar el historial del gobierno, y la oposición no podrá unirse de forma efectiva. Johnson quiere que los comicios sean un referéndum de facto. Así que cuanto más tiempo se retrase y más obvios sean los agujeros en su estrategia, menos posibilidades tendrá de ganar una mayoría absoluta. En lo que más puede confiar es en que Corbyn, aunque pueda ser amado dentro del Partido Laborista, es en gran medida rechazado por sus propios legisladores y por el país. Aunque es bueno haciendo campaña, sigue representando la mejor ruta de Johnson hacia la victoria".

Si los comicios fueran hoy, todo indica que el ex alcalde de Londres sería el líder más votado. Las consultoras YouGov y Opinium el asignan un 35% de intención de voto, contra un 21% y 25% de Corbyn. Pero otras firmas proyectan mayor paridad, con diferencias que oscilan entre tres y cinco puntos.

"Seguramente habrá elecciones este año, y probablemente sean en noviembre. Todos los partidos de la oposición las quieren y es sólo cuestión de tiempo. Johnson prefería que fueran antes de la cumbre de la UE a mediados de octubre, con la esperanza de que su partido obtuviera una amplia mayoría que le diera libertad en las negociaciones. Entonces podría haber dicho que él era amigo de la gente y que el Parlamento estaba trabajando en contra del interés nacional. Pero su plan táctico se ha arruinado, porque la oposición ha decidido no caer en la trampa que les había tendido", concluyó Garnett.

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