Helados por aviones de guerra: qué hay detrás del inusual halago de Vladimir Putin a Recep Erdogan en Moscú
Luego de la apertura del Salón Internacional Aeroespacial MAKS 2019, el presidente ruso invitó con un dulce a su par turco y juntos intercambiaron chistes en un ambiente distendido. El objetivo de fondo: la venta de los avanzados cazas Sukhoi Su-57 para que Ankara reemplace a los F-35 de EEUU
Infobae
Vladimir Putin, presidente de Rusia, tuvo este martes un inusual gesto de generosidad con su par turco Recep Tayyip Erdogan, quien se encuentra de visita en Moscú para visitar el Salón Internacional Aeroespacial MAKS 2019.
Le compró un helado.
Ante la mirada de las cámaras de todo el mundo y rodeados de intérpretes y funcionarios, y luego de inaugurar la principal feria de aviación y Defensa de Rusia, Putin y Erdogan se acercaron a un puesto de helados en el aeropuerto internacional Zhukovsky, en las afueras de Moscú.
Putin, como buen anfitrión, parecía estar en control de la situación y fue quien hizo el pedido de los helados, de vainilla y de chocolate, ante la mirada pasiva de Erdogan.
A pesar de que Rusia está en pleno verano, no era una tarde especialmente calurosa y los termómetros marcaban unos 20 grados centígrados.
Pero eso no impidió que se dieran un gusto. Tras recibir su helado de vainilla, a Erdogan se le dibujó una sonrisa y entonces preguntó a Putin: "¿Vas a pagar por mi helado?".
Ante lo cual el mandatario ruso sonrió también, antes de decir: "Por supuesto que lo haré, eres mi huésped".
Acto seguido, Putin, presidente de una de los dos principales potencias nucleares del planetas, resolvió una duda recurrente: ¿llevan alguna vez los líderes mundiales, acostumbrados a viajar en grandes comitivas oficiales, dinero en los bolsillos?
El ruso, al menos, sí. Sacó de su bolsillo un fajo de rublos y abonó los helados en el puesto del aeropuerto. Y lo hizo de buena gana y buen humor, incluso bromeando con que el cambio, ofrecido por la vendedora, debía ir para el ministro de Desarrollo de la Aviación.
"Gracias por su hospitalidad", le respondió el funcionario entre risas.
Aún frente a las cámaras, Putin y Erdogan abrieron los envoltorios y llevaron el helado a sus bocas. El presidente turco se mostró al principio con dudas y pidió una cuchara. Pero la vendedora no tenía, así que debió usar la lengua al igual que su par ruso.
"Está bueno", concedió Erdogan finalmente.
La insólita escena tuvo lugar en un contexto que parece menos apto para la amabilidad y la gentileza. Horas antes, Putin le mostró a Erdogan la cabina del caza furtivo más avanzado de Rusia, el Sukhoi Su-57, en su versión de exportación.
Turquía ha comprado recientemente a Rusia el sistema de misiles antiaéreos S-400 y se encuentra en el proceso de instalarlos. El hecho enfureció a los aliados de Ankara en la OTAN, que temen que la coexistencia de armamento occidental, como el que equipa mayormente a las Fuerzas Armadas turcas, con tecnología rusa podría comprometer la seguridad de la alianza.
Tan es así que Estados Unidos suspendió la venta programada y ya aprobada de sus cazas furtivos Lockheed Martin F-35 Lightning II a Turquía, invocando precisamente ese temor.
Este choque entre Ankara y sus aliados occidentales llega después de varios años de deterioro de las relaciones, en especial luego del fallido intento de golpe de estado contra Erdogan en 2016, tras lo cual el presidente turco potenció el sesgo autoritario de su gobierno y la represión de opositores.
Rápida de reflejos, la industria militar rusa vio la oportunidad y logró vender los S-400. Ahora, espera poder ofrecer a los Su-57, o incluso otras aeronaves, como sustituto para los F-35.
Erdogan, mientras tanto, parece disfrutar del cortejo de Rusia, aún si ambos países se encuentran enfrentados por la Guerra Civil en Siria, casi tanto como de la preocupación de Occidente por capacidad de maniobra entre dos polos.
La venta de los Su-57 aún parece estar lejos pero es definitivamente una posibilidad que ambas partes han reconocido, aunque le costará a Rusia algo más que un helado de vainilla.
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Vladimir Putin, presidente de Rusia, tuvo este martes un inusual gesto de generosidad con su par turco Recep Tayyip Erdogan, quien se encuentra de visita en Moscú para visitar el Salón Internacional Aeroespacial MAKS 2019.
Le compró un helado.
Ante la mirada de las cámaras de todo el mundo y rodeados de intérpretes y funcionarios, y luego de inaugurar la principal feria de aviación y Defensa de Rusia, Putin y Erdogan se acercaron a un puesto de helados en el aeropuerto internacional Zhukovsky, en las afueras de Moscú.
Putin, como buen anfitrión, parecía estar en control de la situación y fue quien hizo el pedido de los helados, de vainilla y de chocolate, ante la mirada pasiva de Erdogan.
A pesar de que Rusia está en pleno verano, no era una tarde especialmente calurosa y los termómetros marcaban unos 20 grados centígrados.
Pero eso no impidió que se dieran un gusto. Tras recibir su helado de vainilla, a Erdogan se le dibujó una sonrisa y entonces preguntó a Putin: "¿Vas a pagar por mi helado?".
Ante lo cual el mandatario ruso sonrió también, antes de decir: "Por supuesto que lo haré, eres mi huésped".
Acto seguido, Putin, presidente de una de los dos principales potencias nucleares del planetas, resolvió una duda recurrente: ¿llevan alguna vez los líderes mundiales, acostumbrados a viajar en grandes comitivas oficiales, dinero en los bolsillos?
El ruso, al menos, sí. Sacó de su bolsillo un fajo de rublos y abonó los helados en el puesto del aeropuerto. Y lo hizo de buena gana y buen humor, incluso bromeando con que el cambio, ofrecido por la vendedora, debía ir para el ministro de Desarrollo de la Aviación.
"Gracias por su hospitalidad", le respondió el funcionario entre risas.
Aún frente a las cámaras, Putin y Erdogan abrieron los envoltorios y llevaron el helado a sus bocas. El presidente turco se mostró al principio con dudas y pidió una cuchara. Pero la vendedora no tenía, así que debió usar la lengua al igual que su par ruso.
"Está bueno", concedió Erdogan finalmente.
La insólita escena tuvo lugar en un contexto que parece menos apto para la amabilidad y la gentileza. Horas antes, Putin le mostró a Erdogan la cabina del caza furtivo más avanzado de Rusia, el Sukhoi Su-57, en su versión de exportación.
Turquía ha comprado recientemente a Rusia el sistema de misiles antiaéreos S-400 y se encuentra en el proceso de instalarlos. El hecho enfureció a los aliados de Ankara en la OTAN, que temen que la coexistencia de armamento occidental, como el que equipa mayormente a las Fuerzas Armadas turcas, con tecnología rusa podría comprometer la seguridad de la alianza.
Tan es así que Estados Unidos suspendió la venta programada y ya aprobada de sus cazas furtivos Lockheed Martin F-35 Lightning II a Turquía, invocando precisamente ese temor.
Este choque entre Ankara y sus aliados occidentales llega después de varios años de deterioro de las relaciones, en especial luego del fallido intento de golpe de estado contra Erdogan en 2016, tras lo cual el presidente turco potenció el sesgo autoritario de su gobierno y la represión de opositores.
Rápida de reflejos, la industria militar rusa vio la oportunidad y logró vender los S-400. Ahora, espera poder ofrecer a los Su-57, o incluso otras aeronaves, como sustituto para los F-35.
Erdogan, mientras tanto, parece disfrutar del cortejo de Rusia, aún si ambos países se encuentran enfrentados por la Guerra Civil en Siria, casi tanto como de la preocupación de Occidente por capacidad de maniobra entre dos polos.
La venta de los Su-57 aún parece estar lejos pero es definitivamente una posibilidad que ambas partes han reconocido, aunque le costará a Rusia algo más que un helado de vainilla.