En River, todo fluye desde el medio

Las evidentes levantadas de Nacho Fernández y Palacios, sumadas al gran nivel de Enzo Pérez, resultaron claves para que el equipo recupere su mejor versión.

Nicolás Mirelman
As
Cuatro partidos, cuatro empates, dos clasificaciones por penales y un desempeño que, más allá de algunas excepciones, había dejado algunas dudas. Las primeras señales positivas en la segunda mitad de 2019 se habían visto en Belo Horizonte por la Copa Libertadores y este domingo, en el torneo local, el Millonario volvió a ser el que supo ganarse el respeto del fútbol argentino y sudamericano.


"Necesitamos encontrar mejores niveles individuales para que el equipo sea más fluido, tenga mejores finalizaciones, pero son los primeros partidos y eso también es un tema. Es el cuarto partido nuestro. Creo que van a empezar a venir mejores rendimientos", había analizado Gallardo en Brasil, luego de que sus dirigidos vencieran a Cruzeiro por penales.

El Muñeco, en la conferencia de prensa en el Mineirao, había destacado además la "postura futbolística", el hecho de haber asumido el protagonismo en un estadio siempre complicado y ante un rival grande y prestigioso del continente. Pero estaba claro que, en la búsqueda del funcionamiento ideal, el camino recién empezaba a abrirse.

La capacidad de reinvención es una de las principales virtudes de este River y su entrenador. La apuesta por un mediocampo vertical, de buen pie, con transiciones veloces y también dispuesto al sacrificio para recuperar rápido la pelota, una de sus marcas registradas. Primero por la partida de Gonzalo Martínez y luego por la lesión de Juan Fernando Quintero, el campeón de América tuvo que reconstruirse procurando no resentir su identidad.

Por eso, hacia el final del primer semestre del año fueron Ignacio Fernández y Exequiel Palacios quienes se hicieron cargo de la generación de juego, acompañados por un incipiente Nicolás De La Cruz que sumaba confianza y le daba, además, un necesario cambio de ritmo al equipo. Tras el receso, les costó volver a entrar en sintonía.

Sin embargo, con Enzo Pérez en un nivel superlativo en la marca y la distribución, apuntalando a sus laderos, contra Lanús fueron Nacho y Pala los que volvieron a adjudicarse el rol que les corresponde. Con constancia en sus participaciones, lucidez a la hora de tomar decisiones y sobre todo la precisión que los caracteriza.

Cuando los tres funcionan, River funciona. Todos corren, todos meten, todos juegan. El arquero trabaja poco, la defensa se siente segura, los delanteros se encuentran con sus compañeros. La idea del DT fluye y los rivales quedan reducidos, maniatados.

Aún sin Javier Pinola ni Lucas Pratto, dos de los pilares que sostienen la base riverplatense, se vio una versión digna de las mejores épocas del ciclo. Otra muestra de que cuando todo marcha como pretende el conductor del grupo, los nombres pueden quedar relegados por el rendimiento colectivo.

Carrascal y De La Cruz se disputan la titularidad. Ponzio, con su edad a cuestas, se erige como una alternativa cuando el contexto exige reforzar la zona de la contención. Los otros puestos de la mitad de la cancha ya no admiten discusiones.

Con el regreso de Juanfer cada vez más cercano en el horizonte, Gallardo ya puede imaginarse su once ideal para las batallas más complicadas de la temporada. Le quedará esperar que nadie se vaya antes del cierre del mercado de pases en Europa, pero en la victoria sobre el Granate, su River volvió a dar pruebas de que la llama permanece encendida.

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