Dembélé: el caos como definición
La historia de la última lesión del delantero francés tiene todos los elementos de un vodevil, con el jugador escondiendo sus molestias y los médicos desconcertados.
Javier Miguel
As
Mucho se ha escrito respecto a la llegada de Antoine Griezmann a la plantilla y la influencia positiva que podría tener sobre Ousmane Dembélé. Las imágenes del joven delantero francés más risueño y con una sonrisa permanente en el rostro invitaban a pensar que Dembélé había encontrado por fin la horma de su zapato. Sin embargo, la realidad acaba poniendo a cada uno en su sitio y las esperanzas de un nuevo Dembélé se han derribado como un castillo de naipes tras su último episodio.
Resulta que Dembélé empezó a sentir unas molestias en la parte posterior de su muslo izquierdo al final del partido en San Mamés. El médico del FC Barcelona, Xavi Yanguas, se dio cuenta de los problemas del jugador y le preguntó si todo iba bien, teniendo rápidamente el signo positivo del jugador. Cuando acabó el partido, el galeno se dirigió a Dembélé para preguntarle por sus sensaciones y Ousmane aseguró que se trataba sólo de una rampa y que estaba bien. Yanguas quiso curarse en salud y le instó a realizar una ecografía el día siguiente para cerciorarse del alcance de esas molestias -máxime teniendo en cuenta los antecedentes de lesiones del jugador en los isquiotibiales-, pero el delantero francés insistió que no era nada y le prometió que si no se le marchaban las molestias al día siguiente llamaría para pasar las pruebas.
No sabemos si los dolores remitieron o no, pero lo cierto es que Dembélé no llamó. El motivo de su insistencia por no someterse a las pruebas el sábado es porque tenía un viaje de fin de semana cerrado al Senegal y no quería perdérselo bajo ningún concepto.
Pero esta clara muestra de irresponsabilidad del jugador aún tenía que vivir un último capítulo. Tras disfrutar de dos días y medio de fiesta, Dembélé llegó al entrenamiento vespertino sin informar a los galenos que aún tenía dolor. De hecho, el delantero empezó el entrenamiento como si no hubiera pasado nada. No fue hasta que llegaron los rondos cuando los dolores en la parte posterior de su muslo izquierdo se intensificaron, teniendo que parar y dar por concluida la sesión, ante la mirada estupefacta de Ernesto Valverde que no entendía nada.
Las pruebas a las que se sometió confirmaron una rotura fibrilar de más de cuatro centímetros en el bíceps femoral de la pierna izquierda y un tiempo no inferior de cinco semanas de baja. No hace falta decir el cabreo monumental de Valverde, y por extensión por parte de todo el club, cuando le dieron el parte de la lesión del jugador, sobre todo pensando en las bajas que tiene en la línea de ataque para preparar el partido ante el Betis.
Lo que está claro es que Dembélé sigue sin aprender la lección. Sus numerosos actos de indisciplina, su errática conducta, su poca profesionalidad en la alimentación, su caótica vida extradeportiva y sus recurrentes lesiones le están llevando directamente a un callejón din salida.
Javier Miguel
As
Mucho se ha escrito respecto a la llegada de Antoine Griezmann a la plantilla y la influencia positiva que podría tener sobre Ousmane Dembélé. Las imágenes del joven delantero francés más risueño y con una sonrisa permanente en el rostro invitaban a pensar que Dembélé había encontrado por fin la horma de su zapato. Sin embargo, la realidad acaba poniendo a cada uno en su sitio y las esperanzas de un nuevo Dembélé se han derribado como un castillo de naipes tras su último episodio.
Resulta que Dembélé empezó a sentir unas molestias en la parte posterior de su muslo izquierdo al final del partido en San Mamés. El médico del FC Barcelona, Xavi Yanguas, se dio cuenta de los problemas del jugador y le preguntó si todo iba bien, teniendo rápidamente el signo positivo del jugador. Cuando acabó el partido, el galeno se dirigió a Dembélé para preguntarle por sus sensaciones y Ousmane aseguró que se trataba sólo de una rampa y que estaba bien. Yanguas quiso curarse en salud y le instó a realizar una ecografía el día siguiente para cerciorarse del alcance de esas molestias -máxime teniendo en cuenta los antecedentes de lesiones del jugador en los isquiotibiales-, pero el delantero francés insistió que no era nada y le prometió que si no se le marchaban las molestias al día siguiente llamaría para pasar las pruebas.
No sabemos si los dolores remitieron o no, pero lo cierto es que Dembélé no llamó. El motivo de su insistencia por no someterse a las pruebas el sábado es porque tenía un viaje de fin de semana cerrado al Senegal y no quería perdérselo bajo ningún concepto.
Pero esta clara muestra de irresponsabilidad del jugador aún tenía que vivir un último capítulo. Tras disfrutar de dos días y medio de fiesta, Dembélé llegó al entrenamiento vespertino sin informar a los galenos que aún tenía dolor. De hecho, el delantero empezó el entrenamiento como si no hubiera pasado nada. No fue hasta que llegaron los rondos cuando los dolores en la parte posterior de su muslo izquierdo se intensificaron, teniendo que parar y dar por concluida la sesión, ante la mirada estupefacta de Ernesto Valverde que no entendía nada.
Las pruebas a las que se sometió confirmaron una rotura fibrilar de más de cuatro centímetros en el bíceps femoral de la pierna izquierda y un tiempo no inferior de cinco semanas de baja. No hace falta decir el cabreo monumental de Valverde, y por extensión por parte de todo el club, cuando le dieron el parte de la lesión del jugador, sobre todo pensando en las bajas que tiene en la línea de ataque para preparar el partido ante el Betis.
Lo que está claro es que Dembélé sigue sin aprender la lección. Sus numerosos actos de indisciplina, su errática conducta, su poca profesionalidad en la alimentación, su caótica vida extradeportiva y sus recurrentes lesiones le están llevando directamente a un callejón din salida.