La promesa del elegido
El presidente de Brasil asiste al culto semanal de los parlamentarios evangélicos, una comunidad clave para su elección, y promete nombrar un juez “terriblemente cristiano” en el Supremo
Naiara Galarraga Gortázar
Brasilia, El País
“Lucas, versículo 6.36. Señor ten misericordia de nosotros”, lee en su móvil un ministro brasileño para iniciar un discurso. “Muchos son llamados, pocos los elegidos. Dios escogió al más improbable. Lo salvó de un atentado terrible”, proclama antes de presentar a su jefe, el presidente de Brasil: “Aquí está el elegido. Simple, alegre, humilde y sobre todo, temeroso de Dios”. Y el ultraconservador Jair Messias Bolsonaro —presentado con su nombre completo— tomaba la palabra este miércoles en un salón de la Cámara de Diputados, en Brasilia, durante un culto evangélico. El mandatario era el invitado estelar del servicio semanal que celebran en la Cámara baja los diputados y senadores de la poderosa bancada evangélica. Nunca fueron tantos -suman más de un centenar, uno de cada seis parlamentarios-, ni tuvieron tanta influencia en la cúspide del poder.
“Más le vale venir… ¡con todo lo que hemos hecho por él!”, exclamaba una invitada en la cola poco antes de las ocho de la mañana. Muestra de ese músculo es que al oficio, con coro y banda de viento, le ha acompañado al mandatario casi la mitad de su Gabinete: nueve ministros. Bolsonaro sabe que fueron clave para que saliera elegido presidente y se lo ha agradecido con una promesa de calado. Porque, entre aleluyas, manos alzadas y ritmos espirituales seguidos con fervor, era un acto extremadamente político.
“El Estado es laico, pero nosotros somos cristianos”, ha afirmado, como otras veces. Pero este miércoles además ha anunciado a la parroquia que, de los dos jueces que pretende nombrar para el Tribunal Supremo, “uno de ellos será terriblemente cristiano”, tomando prestado un término acuñado por “mi querida Damares”. La ministra Damares Alves es una pastora y abogada que dirige la cartera de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la del “azul para los niños, rosa para las niñas”. La decisión de Bolsonaro parece inspirada en Donald Trump, que ya ha cambiado el equilibrio el Supremo de su país con el nombramiento de dos conservadores.
Este era un culto especial porque la reforma de las pensiones -la ley estrella de este Gobierno— se enfrenta esta semana a una votación crucial (aunque no definitiva), porque la Cámara se va de receso invernal y porque la Iglesia Universal, la más potente de las evangélicas, celebra su 42 aniversario. Muchas invitadas no perdonaron los taconazos bajo largas faldas que ocultaban los tobillos, y estilosos bolsos junto a la Biblia. “Sé que los señores harán posible el debate, la votación y el perfeccionamiento del proyecto”, les ha dicho Bolsonaro a los parlamentarios en referencia a la ley que pretende hacer viable el sistema de pensiones y que tras la Cámara deberá ir al Senado.
Desde que dejaron atrás hace años las reticencias de participar en política, los evangélicos han ganado fieles e influencia. El evangélico Euler Morais, antiguo diputado y asesor de un senador, explicaba tras el culto que ahora “la bancada evangélica trasciende el programa conservador de familia y ética, también tiene que participar en el desafío del área económica, de la reforma tributaria…Hay que ser más relevantes”.
Este es el presidente más cercano a los evangélicos que ha tenido nunca Brasil. Aunque católico practicante, es esposo y padre de evangélicos, como ha recordado uno de los oradores. Allí ha estado también fugazmente uno de ellos, Eduardo Bolsonaro, presidente de la comisión de exteriores y el diputado más votado del país. Bolsonaro no es el primer jefe del Estado que acude al culto semanal en la Cámara, pero ninguno de los recientes daba semejante protagonismo a la religión en sus actos. Ya lo anunciaba el eslogan que eligió para la campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
Naiara Galarraga Gortázar
Brasilia, El País
“Lucas, versículo 6.36. Señor ten misericordia de nosotros”, lee en su móvil un ministro brasileño para iniciar un discurso. “Muchos son llamados, pocos los elegidos. Dios escogió al más improbable. Lo salvó de un atentado terrible”, proclama antes de presentar a su jefe, el presidente de Brasil: “Aquí está el elegido. Simple, alegre, humilde y sobre todo, temeroso de Dios”. Y el ultraconservador Jair Messias Bolsonaro —presentado con su nombre completo— tomaba la palabra este miércoles en un salón de la Cámara de Diputados, en Brasilia, durante un culto evangélico. El mandatario era el invitado estelar del servicio semanal que celebran en la Cámara baja los diputados y senadores de la poderosa bancada evangélica. Nunca fueron tantos -suman más de un centenar, uno de cada seis parlamentarios-, ni tuvieron tanta influencia en la cúspide del poder.
“Más le vale venir… ¡con todo lo que hemos hecho por él!”, exclamaba una invitada en la cola poco antes de las ocho de la mañana. Muestra de ese músculo es que al oficio, con coro y banda de viento, le ha acompañado al mandatario casi la mitad de su Gabinete: nueve ministros. Bolsonaro sabe que fueron clave para que saliera elegido presidente y se lo ha agradecido con una promesa de calado. Porque, entre aleluyas, manos alzadas y ritmos espirituales seguidos con fervor, era un acto extremadamente político.
“El Estado es laico, pero nosotros somos cristianos”, ha afirmado, como otras veces. Pero este miércoles además ha anunciado a la parroquia que, de los dos jueces que pretende nombrar para el Tribunal Supremo, “uno de ellos será terriblemente cristiano”, tomando prestado un término acuñado por “mi querida Damares”. La ministra Damares Alves es una pastora y abogada que dirige la cartera de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la del “azul para los niños, rosa para las niñas”. La decisión de Bolsonaro parece inspirada en Donald Trump, que ya ha cambiado el equilibrio el Supremo de su país con el nombramiento de dos conservadores.
Este era un culto especial porque la reforma de las pensiones -la ley estrella de este Gobierno— se enfrenta esta semana a una votación crucial (aunque no definitiva), porque la Cámara se va de receso invernal y porque la Iglesia Universal, la más potente de las evangélicas, celebra su 42 aniversario. Muchas invitadas no perdonaron los taconazos bajo largas faldas que ocultaban los tobillos, y estilosos bolsos junto a la Biblia. “Sé que los señores harán posible el debate, la votación y el perfeccionamiento del proyecto”, les ha dicho Bolsonaro a los parlamentarios en referencia a la ley que pretende hacer viable el sistema de pensiones y que tras la Cámara deberá ir al Senado.
Desde que dejaron atrás hace años las reticencias de participar en política, los evangélicos han ganado fieles e influencia. El evangélico Euler Morais, antiguo diputado y asesor de un senador, explicaba tras el culto que ahora “la bancada evangélica trasciende el programa conservador de familia y ética, también tiene que participar en el desafío del área económica, de la reforma tributaria…Hay que ser más relevantes”.
Este es el presidente más cercano a los evangélicos que ha tenido nunca Brasil. Aunque católico practicante, es esposo y padre de evangélicos, como ha recordado uno de los oradores. Allí ha estado también fugazmente uno de ellos, Eduardo Bolsonaro, presidente de la comisión de exteriores y el diputado más votado del país. Bolsonaro no es el primer jefe del Estado que acude al culto semanal en la Cámara, pero ninguno de los recientes daba semejante protagonismo a la religión en sus actos. Ya lo anunciaba el eslogan que eligió para la campaña: “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.