De las promesas revolucionarias a la cruda realidad: por qué fracasó la izquierda radical en Grecia

Alexis Tsipras hizo temblar a Europa cuando ganó las elecciones de enero de 2015 amenazando con romper con el establishment político y económico. Pero chocó con la realidad y dio un giro de 180 grados. Tras cuatro años de gobierno, fue derrotado en las urnas por el conservador Kyriakos Mitsotakis, nuevo primer ministro

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
"Grecia deja atrás una austeridad catastrófica, deja atrás el miedo y el autoritarismo, deja atrás cinco años de humillación y angustia (…) El veredicto del pueblo griego hace que la troika sea cosa del pasado", decía Alexis Tsipras el 25 de enero de 2015 a la noche, cuando los resultados de las elecciones generales eran ya irreversibles.


Syriza —abreviatura en griego de Coalición de la Izquierda Radical— obtenía el 36% de los votos y superaba por casi nueve puntos a Nueva Democracia, el partido del primer ministro conservador Antonis Samaras. Tsipras había tenido tenido la capacidad de encuadrar la elección como un enfrentamiento entre el pueblo —que él representaba— y el establishment político y económico, encabezado por Samaras y por la "troika".

Grecia es el país europeo que más sufrió los devastadores efectos de la crisis económica de 2008. Con una descomunal deuda que representaba en ese momento el 175% del PIB —segunda a nivel mundial detrás de la japonesa—, en un contexto en el que nadie estaba dispuesto a seguir prestándole, la única forma de evitar el colapso de su sistema financiero era un salvataje. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI conformaron la troika que accedió a rescatar a Grecia, a cambio de la aplicación de un programa draconiano de ajuste fiscal.

La ejecución de ese plan, la baja de los salarios y de las jubilaciones, el aumento de la pobreza y un desempleo del 25% pulverizaron la imagen de Samaras y acrecentaron la de Tsipras. Este ingeniero de 40 años, casado y padre de dos hijos —uno llamado Ernesto en homenaje al Che Guevara—, que había sido militante comunista y líder estudiantil en su juventud, prometía hacer exactamente lo contrario. Romper con el tridente de exigentes prestamistas, bajar impuestos, expandir el gasto y subir los sueldos. ¿Cómo no iba a ganar?

"Era un camino de ida. Auguraba el 'país de las maravillas', pero la gente se termina dando cuenta de que el gobierno debe comprometerse con la realidad. Es fácil prometerle dinero a todo el mundo, pero acabas sin poder pagar", dijo a Infobae Theodore Chadjipadelis, profesor de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Aristóteles de Tesalónica.

Tsipras auguraba el ‘país de las maravillas’, pero la gente se termina dando cuenta de que el gobierno debe comprometerse con la realidad. Es fácil prometerle dinero a todo el mundo, pero acabas sin poder pagar

A cuatro años y medio de su asunción, mucho después de que sus promesas se convirtieran en polvo y las políticas de austeridad, lejos de atenuarse, se profundizaran, Tsipras tuvo que llamar a elecciones anticipadas, que se celebraron el domingo pasado. Kyriakos Mitsotakis, que reemplazó a Samaras al frente de Nueva Democracia, se impuso con el 39% de los sufragios, ocho puntos más que Syriza.

"Muchos de los que votaron a Syriza en enero de 2015 y optaron por el No en el referéndum juraron que nunca volverían a votar. La tasa de abstención en las últimas elecciones fue del 44 por ciento. Syriza despertó las esperanzas y expectativas del pueblo griego, de la izquierda internacional y de muchos más allá de la izquierda, pero luego las hizo caer. Muchos continuaron votando por ellos de todos modos, porque no querían que la derecha vuelva al poder, pero muchos otros se sintieron decepcionados y traicionados, y no votaron más, permitiendo así el regreso de la derecha", explicó Helena Sheehan, profesora de filosofía de la Universidad Dublin City, consultada por Infobae.

El flamante primer ministro, que asumió el lunes, no habla de romper con Europa ni con el FMI, sino de incentivar la competitividad de la economía y la llegada de inversiones extranjeras. Es posible que su gobierno fracase, como tantos otros en el pasado de Grecia, pero cuesta imaginar que vaya a haber una distancia tan extraordinaria entre los compromisos de campaña y la gestión concreta. En eso, probablemente nadie logre superar a Tsipras.

"Syriza construyó su plataforma sobre la base de una retórica populista anti establishment, que acusaba a los dos principales partidos de todos los males de la democracia y de la sociedad griegas. Sin embargo, no hizo las cosas mejor que ellos, simplemente porque incluyó en sus círculos a algunos de los miembros más antiguos y menos respetados de esos partidos. El propio Tsipras es un producto de ese viejo sistema político. Así que cuando tomó el poder continuó con todas estas prácticas clientelistas y corruptas, tratando de influir en el sistema de justicia, los medios de comunicación, las universidades y el sector estatal, en lugar de poner en marcha algún tipo de reforma democrática significativa", dijo a Infobae

Una experiencia fallida

El primer quiebre decisivo en la trayectoria política de Tsipras se produjo en 1991, cuando se fue del Partido Comunista de Grecia (KKE). Estaba disgustado con muchas de sus rigideces y era consciente de que, tras la disolución de la URSS, ya no era un buen instrumento para llegar al socialismo.

Entonces se sumó a una fuerza naciente, que se presentaba como una "nueva izquierda": la Coalición de la Izquierda, de los Movimientos y de la Ecología, conocida como Synaspismos, la palabra griega para "coalición". En 1999 se convirtió en líder de juventudes de la formación, puesto desde el que empezó a ganar visibilidad al frente de movilizaciones contra la globalización y el neoliberalismo.

Synaspismos se unió en 2004 a Renovación de la Izquierda Comunista Ecológica (AKOA), a la Izquierda Obrera Internacionalista (DEA) y al Movimiento por la Izquierda Unida en Acción (KEDA) para formar Syriza. Dos años más tarde, Tsipras fue la gran sorpresa de las elecciones municipales, al quedar tercero en Atenas.

La razón principal del declive de Tsipras es el hecho de que no pudo cumplir sus promesas de liberar a los griegos de la carga de los acuerdos de rescate

Eso lo llevó a los primeros planos de la política griega. Luego pasaría a ser el presidente del partido y del grupo parlamentario, y una figura cada vez más habitual en los medios de comunicación. Se retórica dura, pero convincente, lo fue posicionando en la medida en que la crisis se agudizaba.

En 2012 estuvo a menos de tres puntos de ser el más votado en las elecciones generales, pero Samaras se quedó con un ajustado triunfo. Tsipras llegó mucho más consolidado en 2015 y obtuvo una clara victoria. El 26 de enero asumió como primer ministro.

No tuvo mucho tiempo de festejar. La situación económica de Grecia era dramática y el 28 de febrero vencía el acuerdo de rescate que había acordado su antecesor con la troika. Si no lo renovaba, el país colapsaba. Pero hacerlo en los mismo términos del pacto original implicaba traicionar todas sus promesas de campaña.

Tras conseguir una prórroga, pasó los siguientes seis meses tratando de negociar un entendimiento que se adecuara un poco más a su plataforma, pero la troika se mostró inflexible. Las autoridades europeas necesitaban garantías de que Grecia iba a estar en condiciones de pagar. Además, querían enviar un mensaje hacia el resto de los países: ser fiscalmente irresponsable como Atenas había sido durante tantos años debía tener consecuencias.

"Syriza llegó al gobierno con la voluntad de hacer frente al capital internacional y nacional —dijo Sheehan—, pero terminó abrumado por la determinación de estas fuerzas de derrotar la sola idea de que un gobierno de izquierda radical pudiera revertir la expropiación extrema de la propiedad pública y de la riqueza no oligárquica, que ya estaba en marcha. Creó un sentido de posibilidad y de renovación cuando llegó al poder, pero realizó demasiados compromisos, y demasiado pronto, adoptando una postura desafiante en un momento y congraciándose al día siguiente, tropezando consigo mismo en un complejo juego de contradicciones. Esto culminó con la firma del memorándum por parte de Tsipras, cediendo totalmente a la agenda de la troika".

Cuando los diálogos llegaron a punto muerto, Tsipras anunció la jugada que marcaría a su gobierno: la convocatoria a un referéndum para que fueran los ciudadanos quienes decidieran si aceptar o no el salvataje en los términos pretendidos por los acreedores. "Durante los últimos seis meses he estado luchando en condiciones de asfixia económica sin precedentes para cumplir lo prometido (…) Grecia, la cuna de la democracia, debe enviar un mensaje fuerte y democrático a Europa y a la comunidad internacional. Me comprometo a respetar el resultado democrático de este referéndum, sea cual sea", dijo en un recordado discurso.

En línea con lo que esperaba el mandatario, el 61% de los votantes rechazaron el 5 de julio de 2015 el acuerdo con la troika. Tsipras creyó que después de eso Europa y el FMI se iban a ablandar. Se equivocó. Al darse cuenta de que la disyuntiva era acordar o dejar la Unión Europea y el euro, terminó aceptando un rescate que muchos analistas consideraron incluso más gravoso que el original.

Muchos de los que votaron a Syriza en enero de 2015 y optaron por el No en el referéndum juraron que nunca volverían a votar. La tasa de abstención en las últimas elecciones fue del 44%

"La razón principal del declive de Tsipras es precisamente el hecho de que no pudo cumplir sus promesas de liberar a los griegos de la carga del rescate. En cambio, firmó un acuerdo que profundizó los recortes en el bienestar y en las pensiones, y dejó al sector público en muy mal estado. Tampoco pudo mantener la emoción y la esperanza que lo llevaron a ser elegido. Los griegos querían un cambio, respuestas rápidas a la crisis. En lugar de ello, Tsipras se hundió a un juego interminable de culpar a la UE y a la oposición interna en lugar de actuar", sostuvo Theofanis Exadaktylos, profesor de política europea en la Universidad de Surrey, en diálogo con Infobae.

Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas y referente del ala dura del gobierno, renunció al día siguiente del referéndum y luego votó en contra de la propuesta de Tsipras, marcando una escisión por izquierda en Syriza. De todos modos, a pesar del brusco giro, a esa altura el primer ministro tenía el control del partido y aún mantenía el respaldo de buena parte de la opinión pública.

El nuevo Tsipras, despojado de todo radicalismo de izquierda, llamó a elecciones anticipadas y fue ratificado con el 35% de los votos el 20 de septiembre de 2015. Eso le permitió sobrevivir casi cuatro años más. Pero era evidente que su proyecto político no tenía demasiado futuro.

"Subestimó a sus socios europeos al tratar de forjar un mejor acuerdo —continuó Exadaktylos—. Las negociaciones fueron más difíciles de lo que esperaba, y este error de cálculo lo llevó a un nuevo camino de austeridad. Tsipras pensó que el público estaba tan harto de las elites políticas anteriores que estaría dispuesto a darle más tiempo, contando con las falsas esperanzas. Eso no sucedió porque los griegos no vieron que se cumplieran las promesas".

La caída

El vuelco en el perfil político de Tsipras que siguió a la consulta popular se profundizó a lo largo de su gobierno. Más allá del impacto de que sus grandes promesas quedaran truncas y de que parte importante de la población griega continuara padeciendo privaciones materiales, su imagen también se deterioró por otras razones.

Por un lado, perdió esa impronta de renovación que lo había catapultado en 2012 y 2015. En estos cuatro años, Syriza reprodujo muchas de las viejas prácticas de los partidos tradicionales, lo cual fue horadando su legitimidad y permitió que volviera a ser atractiva una figura del establishment, aunque nueva, como Mitsotakis.

"Desde el momento en que fue elegido como líder de Nueva Democracia, el contraste con Tsipras se hizo evidente —dijo Gerodimos—. Mitsotakis es un político bien educado, profesionalmente exitoso y altamente inteligente, que es muy respetado por la clase media. Aunque mucha gente todavía considera que su partido forma parte del viejo sistema político corrupto, Mitsotakis pasó tres años renovándolo. Formó un sólido equipo de asesores expertos y pudo llegar tanto a la demografía de centroizquierda como a la de centroderecha. El éxito de Nueva Democracia es en gran medida su logro personal".

Tampoco ayudó a Tsipras el histórico acuerdo alcanzado con Macedonia en junio de 2018. El gobierno de Zoran Zaev aceptó cambiar el nombre del país a Macedonia del Norte, a cambio de que Atenas lo reconociera definitivamente y dejara de objetar su ingreso a la Unión Europea y a la OTAN. Así se pretendió poner fin a una histórica disputa por la herencia de la Macedonia clásica, de Alejandro Magno, que pertenece a la historia de Grecia y de la región homónima ubicada en el norte del país.

Su derrota fue en julio de 2015 y no en 2019. Después de eso, Syriza fue otra cosa. Hablaban a la izquierda mientras caminaban a la derecha. Ahora es la derecha la que habla y camina. Todo esto ha sido una gran tragedia griega

Pero la decisión enfureció a los nacionalistas, que no están dispuestos a aceptar que otro país utilice ese nombre, y que acusan a Skopie de tener ambiciones territoriales. Atenas fue escenario de masivas protestas en enero, que terminaron en violentos enfrentamientos con la Policía.

"Las debilidades de Tsipras en términos de gobernabilidad se manifestaron a lo largo de los últimos tres o cuatro años, especialmente en lo que se refiere a la protección civil. Grandes desastres como los incendios forestales de Mati, en los que murieron más de 100 personas, una inundación y un derrame de petróleo, fueron mal gestionados y el gobierno parecía estar completamente desorganizado. Tsipras no supo establecer un equipo de ministros y asesores respetados, y continuó operando con un pequeño séquito de ayudantes de confianza, pero sin experiencia", afirmó Gerodimos.

El golpe final se lo dieron las elecciones europeas del 26 de mayo, en las que Nueva Democracia superó a Syriza por diez puntos. Consciente de que no podía aguantar mucho tiempo más, llamó a comicios legislativos anticipados, que se realizaron el domingo pasado.

"Más allá de los asuntos económicos, Syriza tampoco logró llevar a cabo una política exterior progresista ni hacer frente al poder de la iglesia ortodoxa en el dominio de la educación pública y en el consumo de recursos. Ha devastado a la izquierda griega. Un gran número de activistas abandonó el partido, pero, lamentablemente, la desesperación y la dispersión han sido tan grandes que hasta ahora no han sido capaces de construir una alternativa de izquierda viable. Syriza tomó algunas medidas progresivas y dio ayudas sociales a los más pobres, pero nada de lo que hizo supera la devastación que causó. Para mí y para muchos otros, su derrota fue en julio de 2015 y no en 2019. Después de eso, Syriza fue otra cosa. Hablaban a la izquierda mientras caminaban a la derecha. Ahora es la derecha la que habla y camina. Todo esto ha sido una gran tragedia griega", reflexionó Sheehan.

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