Una jugada de fútbol americano para ganar la Champions
El Liverpool diseña un saque inicial que genera el penalti más rápido de la historia de las finales de la Copa de Europa
Ladislao J. Moñino
Madrid, El País
La primera seña de identidad del Liverpool en esta final la acuñó su hinchada el viernes cuando tomó la madrileña plaza de Margaret Thatcher para rebautizarla como la de Jeremy Corbin, el líder laborista británico. El thatcherismo aún es aborrecido a orillas del Merseyside. El intento de recortar los derechos sindicales y la devastadora política industrial conservadora que asoló los astilleros golpearon a la clase trabajadora de la ciudad. Paro masivo y miseria, que coincidieron con el final de la época dorada del Liverpool de Bob Paisley y Joe Fagan, que conquistó las Copas de Europa de 1981 y 1984. Por entonces, solo el fútbol arrancaba alegrías de una urbe deprimida.
La segunda muesca identitaria del Liverpool ya fue futbolística. Meteórica. Unos segundos antes de que el colegiado esloveno Damir Skomina diera por iniciado el encuentro hubo un movimiento masivo de jugadores del Liverpool hacia el costado izquierdo. Mané, Firmino, Robertson, Fabinho y Wijnaldum adoptaron pose de velocistas rozando la línea divisoria con la yema de sus dedos. Cuando Skomina pitó el inicio, Henderson retrasó la pelota a Van Dijk y este soltó una patada larga y cruzada hacia el flanco izquierdo. La estampida de los futbolistas de Klopp apostados sobre la línea divisoria para correr hacia la pelota enviada por el central holandés recordó a la de los receptores del fútbol americano cuando persiguen el pase del quarterback.
La jugada montó un barullo breve de rechaces y cabezazos que terminó por ganar Van Dijk, la prolongó Henderson con un pase por encima de la defensa del Tottenham y la cerró Mané a toda pastilla para plantarse en el área. Su centró se estampó en el brazo de Sissoko generó el penalti más rápido de la historia de las finales de la Champions. En solo 23 segundos, el Liverpool expresó el libreto espasmódico de Jürgen Klopp. Salah ejecutó a Lloris con un golpe seco y centrado. Una simple jugada, meteórica, le valió al Liverpool para poner la primera piedra de la conquista de su sexta Orejona. "Para ser honesto, he estado en siete finales, he perdido todas y los aficionados han sufrido más que yo en este tiempo", advirtió Jürgen Klopp."En circunstancias normales, 20 minutos después del partido ya debería estar medio borracho, pero ahora solo tenemos agua", prosiguió dicharachero el técnico alemán.
Van Dijk cierra
El estallido de decibelios tras el tanto de Salah ya no paró. En las horas previas partido, las escasas sombras que se proyectan en los alrededores del Metropolitano se cotizaban. Allí dormitaban algunos aficionados reds, que parecían ejecutar el descanso del guerrero cervecero. Un respiro antes de convertir el fondo sur del recinto en un infierno rojo. En circunstancias normales, 20 minutos después del partido ya debería estar medio borracho, pero ahora solo tenemos agua".
El tercer gol más rápido en una final
Con el cronómetro en marcha, Mohamed Salah marcó ante el Tottenham el tercer gol más rápido de la historia en una final de la Copa de Europa. El esloveno Skomina señaló penalti por mano de Sissoko a los 23 segundos de ponerse el balón en juego y, certificación mediante del VAR, a los 108 segundos, Salah batió a Hugo Lloris desde los 11 metros. Solo Enrique Mateos, en la final de 1959 entre el Real Madrid y el Stade de Reims, y Paolo Maldini, en la de 2005 entre el Milan y el propio Liverpool, mejoran la marca, puesto que sus tantos llegaron dentro del primer minuto del partido.
No hubo muchas más señales de ese equipo de alto voltaje que acostumbra a convertir el juego en un guitarreo áspero e histriónico. Detalles de bailarín y velocista de Mané y alguna que otra carrera de Salah. El tanto a favor tan madrugador también redujo otro de los rasgos más característicos del equipo de Klopp. La presión adelantada la dejó solo para cuando Lloris tenía que sacar de puerta. Se refugió el Liverpool en su gol de ventaja, lo administró defendiendo en campo propio con la fe de que algunos de sus veloces delanteros montara la contra definitiva que nunca llegó. "He jugado más finales de las que quería y siempre hemos jugado mejor. Ha sido difícil para ambos equipos porque nunca hay tres semanas de descanso y es difícil recuperar el ritmo. Además, hacia mucho calor. Al final las cosas se han resuelto. La experiencia cuesta y los chicos lo han demostrado. Hacer jugadas sensacionales, parecía imbatible. Nos ha ayudado la resistencia del equipo. Pero no quiero explicar porque hemos ganado. Quiero disfrutar de esta victoria y lo demás no es importante".
Con la ventaja en el marcador, el partido del Liverpool fue más para mostrar la sobriedad caciquil de Van Dijk ordenando la defensa y cruzándose por arriba y por abajo. El central holandés, que fue elegido mejor jugador del partido, y un par de vuelos Alisson aguantaron el tesoro que supuso ese primer gol nacido de la única gran tormenta de ataque desatada. "En el primer tiempo no hubo muchas oportunidades, al menos importantes. Nosotros tuvimos un par de ellas. El penalti en el primer minuto nos ayudó, nos animó pero también puede ser peligroso. En el segundo tiempo, ellos han creado oportunidades y ha sido más complicado. Somos los ganadores. Todo va bien", explicó Van Dijk. "Creo que la fiesta esta noche y mañana por la noche van a ser por todo lo alto. Van a ser dos noches largas. Voy a intentar disfrutarlas a tope y espero acordarme de todo después", bromeó el central, que compareció ante la prensa con una cerveza que no paró de degustar en su comparecencia.
El tanto de Origi, terminó por certificar el título. Ni siquiera se vio a un frenético Klopp en la celebración. Antes de que Skomina pitara se fue a abrazarse a Pochettino. Después, se fue a consolar a Vertonghen, abatido sobre la hierba. El Liverpool solo fue el Liverpool 23 segundos. Suficientes.
Ladislao J. Moñino
Madrid, El País
La primera seña de identidad del Liverpool en esta final la acuñó su hinchada el viernes cuando tomó la madrileña plaza de Margaret Thatcher para rebautizarla como la de Jeremy Corbin, el líder laborista británico. El thatcherismo aún es aborrecido a orillas del Merseyside. El intento de recortar los derechos sindicales y la devastadora política industrial conservadora que asoló los astilleros golpearon a la clase trabajadora de la ciudad. Paro masivo y miseria, que coincidieron con el final de la época dorada del Liverpool de Bob Paisley y Joe Fagan, que conquistó las Copas de Europa de 1981 y 1984. Por entonces, solo el fútbol arrancaba alegrías de una urbe deprimida.
La segunda muesca identitaria del Liverpool ya fue futbolística. Meteórica. Unos segundos antes de que el colegiado esloveno Damir Skomina diera por iniciado el encuentro hubo un movimiento masivo de jugadores del Liverpool hacia el costado izquierdo. Mané, Firmino, Robertson, Fabinho y Wijnaldum adoptaron pose de velocistas rozando la línea divisoria con la yema de sus dedos. Cuando Skomina pitó el inicio, Henderson retrasó la pelota a Van Dijk y este soltó una patada larga y cruzada hacia el flanco izquierdo. La estampida de los futbolistas de Klopp apostados sobre la línea divisoria para correr hacia la pelota enviada por el central holandés recordó a la de los receptores del fútbol americano cuando persiguen el pase del quarterback.
La jugada montó un barullo breve de rechaces y cabezazos que terminó por ganar Van Dijk, la prolongó Henderson con un pase por encima de la defensa del Tottenham y la cerró Mané a toda pastilla para plantarse en el área. Su centró se estampó en el brazo de Sissoko generó el penalti más rápido de la historia de las finales de la Champions. En solo 23 segundos, el Liverpool expresó el libreto espasmódico de Jürgen Klopp. Salah ejecutó a Lloris con un golpe seco y centrado. Una simple jugada, meteórica, le valió al Liverpool para poner la primera piedra de la conquista de su sexta Orejona. "Para ser honesto, he estado en siete finales, he perdido todas y los aficionados han sufrido más que yo en este tiempo", advirtió Jürgen Klopp."En circunstancias normales, 20 minutos después del partido ya debería estar medio borracho, pero ahora solo tenemos agua", prosiguió dicharachero el técnico alemán.
Van Dijk cierra
El estallido de decibelios tras el tanto de Salah ya no paró. En las horas previas partido, las escasas sombras que se proyectan en los alrededores del Metropolitano se cotizaban. Allí dormitaban algunos aficionados reds, que parecían ejecutar el descanso del guerrero cervecero. Un respiro antes de convertir el fondo sur del recinto en un infierno rojo. En circunstancias normales, 20 minutos después del partido ya debería estar medio borracho, pero ahora solo tenemos agua".
El tercer gol más rápido en una final
Con el cronómetro en marcha, Mohamed Salah marcó ante el Tottenham el tercer gol más rápido de la historia en una final de la Copa de Europa. El esloveno Skomina señaló penalti por mano de Sissoko a los 23 segundos de ponerse el balón en juego y, certificación mediante del VAR, a los 108 segundos, Salah batió a Hugo Lloris desde los 11 metros. Solo Enrique Mateos, en la final de 1959 entre el Real Madrid y el Stade de Reims, y Paolo Maldini, en la de 2005 entre el Milan y el propio Liverpool, mejoran la marca, puesto que sus tantos llegaron dentro del primer minuto del partido.
No hubo muchas más señales de ese equipo de alto voltaje que acostumbra a convertir el juego en un guitarreo áspero e histriónico. Detalles de bailarín y velocista de Mané y alguna que otra carrera de Salah. El tanto a favor tan madrugador también redujo otro de los rasgos más característicos del equipo de Klopp. La presión adelantada la dejó solo para cuando Lloris tenía que sacar de puerta. Se refugió el Liverpool en su gol de ventaja, lo administró defendiendo en campo propio con la fe de que algunos de sus veloces delanteros montara la contra definitiva que nunca llegó. "He jugado más finales de las que quería y siempre hemos jugado mejor. Ha sido difícil para ambos equipos porque nunca hay tres semanas de descanso y es difícil recuperar el ritmo. Además, hacia mucho calor. Al final las cosas se han resuelto. La experiencia cuesta y los chicos lo han demostrado. Hacer jugadas sensacionales, parecía imbatible. Nos ha ayudado la resistencia del equipo. Pero no quiero explicar porque hemos ganado. Quiero disfrutar de esta victoria y lo demás no es importante".
Con la ventaja en el marcador, el partido del Liverpool fue más para mostrar la sobriedad caciquil de Van Dijk ordenando la defensa y cruzándose por arriba y por abajo. El central holandés, que fue elegido mejor jugador del partido, y un par de vuelos Alisson aguantaron el tesoro que supuso ese primer gol nacido de la única gran tormenta de ataque desatada. "En el primer tiempo no hubo muchas oportunidades, al menos importantes. Nosotros tuvimos un par de ellas. El penalti en el primer minuto nos ayudó, nos animó pero también puede ser peligroso. En el segundo tiempo, ellos han creado oportunidades y ha sido más complicado. Somos los ganadores. Todo va bien", explicó Van Dijk. "Creo que la fiesta esta noche y mañana por la noche van a ser por todo lo alto. Van a ser dos noches largas. Voy a intentar disfrutarlas a tope y espero acordarme de todo después", bromeó el central, que compareció ante la prensa con una cerveza que no paró de degustar en su comparecencia.
El tanto de Origi, terminó por certificar el título. Ni siquiera se vio a un frenético Klopp en la celebración. Antes de que Skomina pitara se fue a abrazarse a Pochettino. Después, se fue a consolar a Vertonghen, abatido sobre la hierba. El Liverpool solo fue el Liverpool 23 segundos. Suficientes.