Messi vive con Argentina un exilio interior permanente
Se le recriminaba no jugar como en el Barcelona, su falta de compromiso y no cantar el himno nacional. “No tiene huevos, no tiene alma”, claman algunos en su país.
Marcos Duran
As
“En ningún momento dudé. Nosotros (la familia y él) hicimos todo. Continuamente mandábamos vídeos y cosas mías para que me conocieran acá (en Argentina) y tener la posibilidad de que me vieran y se me conociera en la AFA, para ver si tenía la posibilidad de venir o no”.
Así demostraba hace pocos Messi su compromiso desde pequeño con la selección Argentina. Ese chico que tuvo que emigrar a Barcelona con solo 13 años no dejaba de sentir su país y sus raíces. El paso del tiempo, su perfil bajo e introvertido, sus títulos con el Barcelona y las derrotas en las finales con Argentina. Todo fue moldeando un Messi que hoy en Argentina no es tan cuestionado como antaño, pero que todavía tiene una lucha y responsabilidad interior que se fue forjando durante todos estos años.
Messi había debutado con el Barcelona pero su sueño seguía siendo vestir la albiceleste. En el 2004, lo consiguió. Y al año siguiente, llegó la primera alegría para el pibe de Rosario: campeón del mundo Sub-20 en Holanda, ganando la Bota y el Balón de Oro de ese certamen. Las comparaciones con Maradona empezaban, Messi era una realidad.
Pero no todo iba a ser tan lindo para Messi. En su primer amistoso con la absoluta, contra Hungría, se fue expulsado a los 47 segundos de entrar en la cancha. Messi estaba desolado, nadie podía consolarlo. A nivel colectivo, el Mundial 2006 y la Copa América 2007 fueron las primeras decepciones. En el torneo continental, Messi ya era indiscutible, pero Argentina perdió la final con Brasil por 3-0 y sumó la primera gran decepción con la albiceleste.
A partir de ahí, Argentina inició años convulsos con su selección. Maradona y Batista dirigieron a Messi en el Mundial 2010 de Sufáfrica y la Copa América de Argentina 2011. Los dos primeros fracasos de Messi como estandarte de la selección. A pesar de ser de lo más destacado en ambos torneos, Messi no metió ningún gol y las críticas de la prensa y los hinchas no tardaron en llegar. Se le recriminaba a Messi no jugar como lo hacía en el Barcelona (venía de ganar el triplete) y su falta de compromiso. No cantar el Himno Nacional le persiguió siempre y muchos aprovechaban ese detalle para afirmar que Messi no se sentía argentino. “No tiene huevos, no tiene alma”, clamaban algunos.
La llegada de Sabella fue un bálsamo para el ‘10’. Argentina encontró una identidad, un equilibrio y Messi vivió sus mejores años. De menos a más en el torneo, las críticas se fueron disipando. Por fin parecía que esos críticos veían que Messi era uno de los suyos. La derrota en la final fue un golpe durísimo para él y para todo el país. Pero Messi quería revancha.
Copa América de Chile y Copa América Centenario. Dos torneos para intentar redimirse. Dos ocasiones “perdidas”. Ambas contra Chile, ambas en penales. Sabella no pudo, Martino tampoco. Hasta que Messi se cansó y tras su penal errado contra Chile, dijo: “Para mí se terminó la selección. Ya lo intenté mucho, me duele no ser campeón con Argentina y me voy sin lograrlo”.
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Pero su amor por Argentina fue más grande; y volvió. Se puso, una vez más, al frente de la selección. En noviembre de 2016, las acusaciones de la prensa a ese grupo de jugadores alcanzaron un punto de no retorno y Messi, como capitán, anunció que no darían más entrevistas a los medios de comunicación. Así, las críticas serían más feroces que nunca. Pero Messi rescató al grupo y le dio el pase al Mundial de Rusia de manera agónica.
Allí, en Rusia, de la mano de Sampaoli, las cosas empezaron mal y terminaron peor. Argentina no realizó el cambio generacional que debía y la ilusión que había puesta se evaporó en octavos de final. Sampaoli se iba, las críticas hacia algunos jugadores y Messi, se quedaban. Empezaba otra era, con Scaloni en la dirección técnica, de manera interina, que se convertiría en estable.
Messi daba un paso al costado para después volver y disputar nuevamente otra Copa América. El debut no fue bueno, pero esta vez los focos no apuntan a Messi, que nuevamente y como casi siempre, es el mejor adentro de la cancha.
“Ser campeón el mundo no se compararía con nada”. Lo dijo Messi. El que no tiene huevos, el que no siente la camiseta, el que no se siente argentino.
Marcos Duran
As
“En ningún momento dudé. Nosotros (la familia y él) hicimos todo. Continuamente mandábamos vídeos y cosas mías para que me conocieran acá (en Argentina) y tener la posibilidad de que me vieran y se me conociera en la AFA, para ver si tenía la posibilidad de venir o no”.
Así demostraba hace pocos Messi su compromiso desde pequeño con la selección Argentina. Ese chico que tuvo que emigrar a Barcelona con solo 13 años no dejaba de sentir su país y sus raíces. El paso del tiempo, su perfil bajo e introvertido, sus títulos con el Barcelona y las derrotas en las finales con Argentina. Todo fue moldeando un Messi que hoy en Argentina no es tan cuestionado como antaño, pero que todavía tiene una lucha y responsabilidad interior que se fue forjando durante todos estos años.
Messi había debutado con el Barcelona pero su sueño seguía siendo vestir la albiceleste. En el 2004, lo consiguió. Y al año siguiente, llegó la primera alegría para el pibe de Rosario: campeón del mundo Sub-20 en Holanda, ganando la Bota y el Balón de Oro de ese certamen. Las comparaciones con Maradona empezaban, Messi era una realidad.
Pero no todo iba a ser tan lindo para Messi. En su primer amistoso con la absoluta, contra Hungría, se fue expulsado a los 47 segundos de entrar en la cancha. Messi estaba desolado, nadie podía consolarlo. A nivel colectivo, el Mundial 2006 y la Copa América 2007 fueron las primeras decepciones. En el torneo continental, Messi ya era indiscutible, pero Argentina perdió la final con Brasil por 3-0 y sumó la primera gran decepción con la albiceleste.
A partir de ahí, Argentina inició años convulsos con su selección. Maradona y Batista dirigieron a Messi en el Mundial 2010 de Sufáfrica y la Copa América de Argentina 2011. Los dos primeros fracasos de Messi como estandarte de la selección. A pesar de ser de lo más destacado en ambos torneos, Messi no metió ningún gol y las críticas de la prensa y los hinchas no tardaron en llegar. Se le recriminaba a Messi no jugar como lo hacía en el Barcelona (venía de ganar el triplete) y su falta de compromiso. No cantar el Himno Nacional le persiguió siempre y muchos aprovechaban ese detalle para afirmar que Messi no se sentía argentino. “No tiene huevos, no tiene alma”, clamaban algunos.
La llegada de Sabella fue un bálsamo para el ‘10’. Argentina encontró una identidad, un equilibrio y Messi vivió sus mejores años. De menos a más en el torneo, las críticas se fueron disipando. Por fin parecía que esos críticos veían que Messi era uno de los suyos. La derrota en la final fue un golpe durísimo para él y para todo el país. Pero Messi quería revancha.
Copa América de Chile y Copa América Centenario. Dos torneos para intentar redimirse. Dos ocasiones “perdidas”. Ambas contra Chile, ambas en penales. Sabella no pudo, Martino tampoco. Hasta que Messi se cansó y tras su penal errado contra Chile, dijo: “Para mí se terminó la selección. Ya lo intenté mucho, me duele no ser campeón con Argentina y me voy sin lograrlo”.
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Pero su amor por Argentina fue más grande; y volvió. Se puso, una vez más, al frente de la selección. En noviembre de 2016, las acusaciones de la prensa a ese grupo de jugadores alcanzaron un punto de no retorno y Messi, como capitán, anunció que no darían más entrevistas a los medios de comunicación. Así, las críticas serían más feroces que nunca. Pero Messi rescató al grupo y le dio el pase al Mundial de Rusia de manera agónica.
Allí, en Rusia, de la mano de Sampaoli, las cosas empezaron mal y terminaron peor. Argentina no realizó el cambio generacional que debía y la ilusión que había puesta se evaporó en octavos de final. Sampaoli se iba, las críticas hacia algunos jugadores y Messi, se quedaban. Empezaba otra era, con Scaloni en la dirección técnica, de manera interina, que se convertiría en estable.
Messi daba un paso al costado para después volver y disputar nuevamente otra Copa América. El debut no fue bueno, pero esta vez los focos no apuntan a Messi, que nuevamente y como casi siempre, es el mejor adentro de la cancha.
“Ser campeón el mundo no se compararía con nada”. Lo dijo Messi. El que no tiene huevos, el que no siente la camiseta, el que no se siente argentino.